Palenque tan sólo dista 240 kilómetros de San Cristóbal de las Casas pero el trayecto, a pesar de ofrecer espectaculares vistas de las montañas, se hace interminable. No recuerdo una carretera tan virada durante tantos kilómetros como la que conecta estas dos localidades. Si a eso le añades numerosos pueblecitos con los putos reductores de velocidad, varios tramos en obras y algún que otro control militar, el resultado son cinco horas de paciente y lenta travesía (Autobús OCC de primera clase: 82$MXC/5 euros….con infumable película de Steven Seagal incluida).
Sí, creo que la ciudad de Palenque queda incluida en la lista de “Sitios más feos que el agujero del culo”. Una vez llegas aquí, lo más aconsejable es coger un taxi colectivo hacia localidades como El Panchán o Mayabel (10$MXC/0,6 euros, 10 minutos), situadas a las puertas del Parque Nacional, en plena selva. El cansancio acumulado a la llegada a El Panchán se ve recompensado por la visión de la selva. Las cabañas El Jaguar (habitación doble privada: 120$MXC/ 7 euros) están situadas en la entrada del Parque Nacional en un enclave privilegiado. Amplia zona verde en medio de la selva con sencillas cabañas frente a un relajante arroyo. A pesar de la elevada humedad, se estaba de maravilla.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Un taxi colectivo te lleva a la entrada principal del Parque Natural de Palenque (10$MXC). La entrada a las ruinas cuesta $51MXC (3 euros) a lo que hay que añadir 25$MXC en concepto de pago de entrada a zonas arqueológicas de interés nacional (Tasa INAH). Las ruinas de Palenque son espectaculares. A pesar de la gran afluencia de turistas, transmiten muchas sensaciones. En la cúspide del templo de La Cruz con los ojos cerrados sientes serenidad, calma, fuerza, introspección. Al abrirlos, notas que te estás embriagando de majestuosidad, policromía, simbiosis entre lo espiritual y lo natural. Y por encima de todo, la reina selva presidiendo el gran “Circo maya”, rodeándolo y engulléndolo pacientemente, sin prisas. Un escenario mágico donde los tonos verdes de la vegetación y los grises de las ruinas conviven en paz ajenos al ajetreo de vendedores, cámaras de fotos, guías y turistas.
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Tres horas de visita son suficientes para disfrutar del espectáculo, subir y bajar cientos de escalones y acabar sudado hasta las bolas (la humedad es altísima). La visita continúa con un refrescante paseo por la selva hasta las cascadas del Parque y finaliza en el museo (muy recomendable para los interesados en la simbología maya).
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La tarde pasa con calma en las cabañas El Jaguar de El Panchán. Andábamos un poco molidos por la calurosa caminata matinal por las ruinas y tras una breve visita a Palenque (confirmado, esta población es fea de cojones) para mirar horarios de autobús para el día siguiente, volvimos para cenar tranquilamente. No tardamos en irnos a dormir, el cansancio empezaba a pasar factura. Una vez en la cabaña, se desató una tormenta tropical de cojones. Relámpagos iluminando la selva, truenos espectaculares y agua a raudales cayendo sobre el techo de chamizo. Un auténtico espectáculo natural que se intensifica si estás metido en una chabolilla en medio del vendaval. Buenas noches.
Seis y media de la mañana. Salí de la cabaña a la búsqueda de un colectivo que me llevara a la estación de autobuses ADO de Palenque. Tras la tormenta de la noche anterior la selva amanecía envuelta en una suave neblina y desprendía un intenso olor a humedad. Unos monos se peleaban cerca a juzgar por la intensidad de los gritos. Tranquilidad absoluta en El Panchán mientras me alejaba con el colectivo hacia Palenque. Sí, había valido la pena llegar hasta aquí.
Aunque estemos en México, por aquí los autobuses salen con puntualidad británica. El autobús ADO de primera clase Palenque-Francisco Escárcega (166$MXC/10 euros, 3 horas) cerró puertas a las 8:00 y empezó a enfilar las calles de Palenque en dirección hacia el norte. Iba vacío por lo que pude aprovechar los dos asientos. Me acomodé y empecé a pensar que hacer. El trayecto entre Palenque y Tulum iba a ser el más largo de este viaje, unos 750 kilómetros y lo pensaba hacer por tramos, pero…. ¿Cuáles?. En estos momentos me dirigía a Francisco Escárcega (Campeche), población situada en un extremo de la península del Yucatán. Desde Escárcega debía cruzar toda la península a lo ancho hasta Chetumal (Quintana Roo) pero eso era un porrón de kilómetros….”Una vez en Escárcega, ya veré”, pensé mientras me iba quedando dormido.
“Por favor, ¿Hacia dónde está el centro?”. “Esto es el centro”, el hombre me respondía sonriendo. Miré a mi alrededor…”Esto es el centro, cojonudo”. Francisco Escárcega pasa a engrosar la lista de “sitios más feos que el agujero del culo”. Las 3 horas de bus sin café matinal me habían dejado un poco tocado, un calor de cojones y camiones pasando por todos lados. Noté como me empezaba a rallar y me fui a por el remedio infalible “café-cigarrillo” en la cafetería de la estación de autobuses. El plan de quedarme en Escárcega pasaba a la historia, debía decidir hacia dónde ir. Tulum todavía quedaba muy lejos para llegar a dormir y hasta Chetumal quedaban cinco horas de autobús…..”¿Hacia dónde va, amigo?”, un empleado me miraba con un bloc de “boletos” en la mano. “Pues no lo sé, ¿Qué me recomiendas?”, respondí sonriendo. Mientras me devolvía la sonrisa me señaló un autobús de segunda clase “Ese sale hacia Chetumal en cinco minutos”. No me apetecía nada meterme cinco horas más de bus encima pero mucho menos quedarme por allá. La vocecita interior parecía decirme “Tira hacia Tulum, vuelve al mar cuanto antes”…..Agarré las mochilas y salté dentro del bus, las puertas se cerraron detrás de mí mientras el autobús salía de la estación de Escárcega hacia Chetumal.
Sí, creo que la ciudad de Palenque queda incluida en la lista de “Sitios más feos que el agujero del culo”. Una vez llegas aquí, lo más aconsejable es coger un taxi colectivo hacia localidades como El Panchán o Mayabel (10$MXC/0,6 euros, 10 minutos), situadas a las puertas del Parque Nacional, en plena selva. El cansancio acumulado a la llegada a El Panchán se ve recompensado por la visión de la selva. Las cabañas El Jaguar (habitación doble privada: 120$MXC/ 7 euros) están situadas en la entrada del Parque Nacional en un enclave privilegiado. Amplia zona verde en medio de la selva con sencillas cabañas frente a un relajante arroyo. A pesar de la elevada humedad, se estaba de maravilla.
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Un taxi colectivo te lleva a la entrada principal del Parque Natural de Palenque (10$MXC). La entrada a las ruinas cuesta $51MXC (3 euros) a lo que hay que añadir 25$MXC en concepto de pago de entrada a zonas arqueológicas de interés nacional (Tasa INAH). Las ruinas de Palenque son espectaculares. A pesar de la gran afluencia de turistas, transmiten muchas sensaciones. En la cúspide del templo de La Cruz con los ojos cerrados sientes serenidad, calma, fuerza, introspección. Al abrirlos, notas que te estás embriagando de majestuosidad, policromía, simbiosis entre lo espiritual y lo natural. Y por encima de todo, la reina selva presidiendo el gran “Circo maya”, rodeándolo y engulléndolo pacientemente, sin prisas. Un escenario mágico donde los tonos verdes de la vegetación y los grises de las ruinas conviven en paz ajenos al ajetreo de vendedores, cámaras de fotos, guías y turistas.
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Tres horas de visita son suficientes para disfrutar del espectáculo, subir y bajar cientos de escalones y acabar sudado hasta las bolas (la humedad es altísima). La visita continúa con un refrescante paseo por la selva hasta las cascadas del Parque y finaliza en el museo (muy recomendable para los interesados en la simbología maya).
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La tarde pasa con calma en las cabañas El Jaguar de El Panchán. Andábamos un poco molidos por la calurosa caminata matinal por las ruinas y tras una breve visita a Palenque (confirmado, esta población es fea de cojones) para mirar horarios de autobús para el día siguiente, volvimos para cenar tranquilamente. No tardamos en irnos a dormir, el cansancio empezaba a pasar factura. Una vez en la cabaña, se desató una tormenta tropical de cojones. Relámpagos iluminando la selva, truenos espectaculares y agua a raudales cayendo sobre el techo de chamizo. Un auténtico espectáculo natural que se intensifica si estás metido en una chabolilla en medio del vendaval. Buenas noches.
Seis y media de la mañana. Salí de la cabaña a la búsqueda de un colectivo que me llevara a la estación de autobuses ADO de Palenque. Tras la tormenta de la noche anterior la selva amanecía envuelta en una suave neblina y desprendía un intenso olor a humedad. Unos monos se peleaban cerca a juzgar por la intensidad de los gritos. Tranquilidad absoluta en El Panchán mientras me alejaba con el colectivo hacia Palenque. Sí, había valido la pena llegar hasta aquí.
Aunque estemos en México, por aquí los autobuses salen con puntualidad británica. El autobús ADO de primera clase Palenque-Francisco Escárcega (166$MXC/10 euros, 3 horas) cerró puertas a las 8:00 y empezó a enfilar las calles de Palenque en dirección hacia el norte. Iba vacío por lo que pude aprovechar los dos asientos. Me acomodé y empecé a pensar que hacer. El trayecto entre Palenque y Tulum iba a ser el más largo de este viaje, unos 750 kilómetros y lo pensaba hacer por tramos, pero…. ¿Cuáles?. En estos momentos me dirigía a Francisco Escárcega (Campeche), población situada en un extremo de la península del Yucatán. Desde Escárcega debía cruzar toda la península a lo ancho hasta Chetumal (Quintana Roo) pero eso era un porrón de kilómetros….”Una vez en Escárcega, ya veré”, pensé mientras me iba quedando dormido.
“Por favor, ¿Hacia dónde está el centro?”. “Esto es el centro”, el hombre me respondía sonriendo. Miré a mi alrededor…”Esto es el centro, cojonudo”. Francisco Escárcega pasa a engrosar la lista de “sitios más feos que el agujero del culo”. Las 3 horas de bus sin café matinal me habían dejado un poco tocado, un calor de cojones y camiones pasando por todos lados. Noté como me empezaba a rallar y me fui a por el remedio infalible “café-cigarrillo” en la cafetería de la estación de autobuses. El plan de quedarme en Escárcega pasaba a la historia, debía decidir hacia dónde ir. Tulum todavía quedaba muy lejos para llegar a dormir y hasta Chetumal quedaban cinco horas de autobús…..”¿Hacia dónde va, amigo?”, un empleado me miraba con un bloc de “boletos” en la mano. “Pues no lo sé, ¿Qué me recomiendas?”, respondí sonriendo. Mientras me devolvía la sonrisa me señaló un autobús de segunda clase “Ese sale hacia Chetumal en cinco minutos”. No me apetecía nada meterme cinco horas más de bus encima pero mucho menos quedarme por allá. La vocecita interior parecía decirme “Tira hacia Tulum, vuelve al mar cuanto antes”…..Agarré las mochilas y salté dentro del bus, las puertas se cerraron detrás de mí mientras el autobús salía de la estación de Escárcega hacia Chetumal.