La chica del mostrador de Aeroméxico del aeropuerto de Miami me miraba con cara de circunstancias mientras multitud de pasajeros indignados pedían explicaciones inútiles en el resto de mostradores. Me acababa de enterar de que el 16 de septiembre es el Día Nacional de México. Pues “!Viva México!”, pensé. Pero, ¿a qué gobierno se le ocurre cerrar el aeropuerto principal del país durante 5 horas para que se lleve a cabo una exhibición aérea?....pues al mexicano, con dos cojones. Como resultado de tan sabia decisión, el avión que me debía llevar desde Miami a México City (a mí y a unos 250 pasajeros más) todavía estaba en la pista del aeropuerto de la capital mexicana esperando a que acabaran las piruetas de los avioncitos con humos de colores para volar hacia Miami, vaya tela.
“Le puedo colocar en el vuelo de las 6 de la tarde si todavía quedan plazas pero perderá la conexión con Oaxaca, deberá pasar noche en D.F, señor”. Me quedé mirando a la chica pensativo, no me ponía nada pasar la noche en D.F. “¿Qué tienes para mañana sábado?”. La chica sonrió aliviada al ver que no ponía el grito en el cielo exigiendo llegar a Oaxaca lo antes posible. “Para mañana la conexión que hay le deja en Oaxaca a la 1 de la madrugada”. Volví a mirar a la chica, esta vez sonriendo…”¿A la 1 de la madrugada?, eso no es muy tentador, no?”. “Yo no querría aterrizar en Oaxaca a la 1 de la madrugada, señor. No es muy seguro”, añadió la chica con una sonrisa de complicidad. “¿Qué tienes para el domingo?”, La chica del mostrador empezaba a partirse de risa, “¿Para el domingo?, ¿Se queda dos días aquí?, es el único pasajero que no tiene ninguna prisa por lo que veo, que maravilla”.
La verdad es que, si bien tenía muchas ganas de llegar a México, notaba que no tenía tanta prisa como para meterme una noche en D.F el viernes o llegar a Oaxaca el sábado a la 1 de la madrugada. De hecho, sentía que no quería tener ninguna prisa. En Miami podía quedarme a dormir en casa de mi hermano Víctor y su familia y eso me facilitaba las cosas. Además, la estancia de 12 horas con ellos me había sabido a poco y con el buen rollito que se respiraba notaba que alargar la estancia durante 48 horas antes de partir hacia México me vendría de maravilla para iniciar el proceso de transición hacia “Travel Mode” mental.
La combinación para el domingo 18 era perfecta. Tres horas y media de vuelo hasta México City, una hora de escala y una hora y media hasta Oaxaca llegando a las 12 del mediodía. “Creo que saldré el domingo”. La chica tecleaba en el ordenador mientras sonreía diciendo “Con pasajeros como usted da gusto, vamos a ver si puedo……”. La chica me entregó la información de los dos vuelos con un guiño. “Gracias por su colaboración, señor”…..me había asignado asientos en Primera Clase por la cara.
Este va a ser mi primer viaje “patrocinado” y como todas las situaciones en la vida, tiene sus ventajas e inconvenientes. Parece ser que a los editores no les ha hecho tanta gracia mi actitud “con la calma” y me han lanzado una sutil advertencia. Eso sí, muy “politically correct” aunque en el fondo de sus palabras detectaba un tufillo considerable a “unas cuantas más así y hemos terminado”. Mal comienzo, a ver si lo enmendamos.
Mientras cerraba el mail de respuesta de los editores repasé mentalmente el plan de ruta. La idea era viajar un mes en autobús empezando por Oaxaca ciudad y llegar hasta la costa del Pacífico de Puerto Escondido y las Bahías de Huatulco para disfrutar del surf, las playas y las puestas de sol. Continuar hacia Chiapas pasando por San Cristóbal de las Casas y Palenque y subir por la península del Yucatán hacia Tulum desviándome hacia las costas del Caribe de Punta Allen y Sian Ka’an para acabar en Holbox Island y volar desde Cancún a Miami para enlazar con el vuelo a Barcelona del 17 de octubre.
De nuevo sentía esa sensación adrenalínica previajera que empezaba ya a ser tan familiar. Esa sensación dicotómica de tremenda atracción y ligero acojone frente a la incertidumbre de un nuevo viaje en solitario. Lo cierto es que tras cinco meses en el Montseny durante los cuales había experimentado todo tipo de sensaciones desde la soledad más indeseable hasta la más gratificante, desde la compañía más anodina a la más estimulante, desde el cuestionamiento incansable y agotador de las cosas hasta la tranquilidad mental más absoluta, siento que este viaje llega en un buen momento, en ese preciso momento en el cual mi cabecita parece que ha comenzado a aprender a relativizar la importancia de las situaciones por las que va pasando.
Atrás quedaron Nueva Zelanda, Costa Rica y Nicaragua. Empezamos el cuarto viaje.
“Le puedo colocar en el vuelo de las 6 de la tarde si todavía quedan plazas pero perderá la conexión con Oaxaca, deberá pasar noche en D.F, señor”. Me quedé mirando a la chica pensativo, no me ponía nada pasar la noche en D.F. “¿Qué tienes para mañana sábado?”. La chica sonrió aliviada al ver que no ponía el grito en el cielo exigiendo llegar a Oaxaca lo antes posible. “Para mañana la conexión que hay le deja en Oaxaca a la 1 de la madrugada”. Volví a mirar a la chica, esta vez sonriendo…”¿A la 1 de la madrugada?, eso no es muy tentador, no?”. “Yo no querría aterrizar en Oaxaca a la 1 de la madrugada, señor. No es muy seguro”, añadió la chica con una sonrisa de complicidad. “¿Qué tienes para el domingo?”, La chica del mostrador empezaba a partirse de risa, “¿Para el domingo?, ¿Se queda dos días aquí?, es el único pasajero que no tiene ninguna prisa por lo que veo, que maravilla”.
La verdad es que, si bien tenía muchas ganas de llegar a México, notaba que no tenía tanta prisa como para meterme una noche en D.F el viernes o llegar a Oaxaca el sábado a la 1 de la madrugada. De hecho, sentía que no quería tener ninguna prisa. En Miami podía quedarme a dormir en casa de mi hermano Víctor y su familia y eso me facilitaba las cosas. Además, la estancia de 12 horas con ellos me había sabido a poco y con el buen rollito que se respiraba notaba que alargar la estancia durante 48 horas antes de partir hacia México me vendría de maravilla para iniciar el proceso de transición hacia “Travel Mode” mental.
La combinación para el domingo 18 era perfecta. Tres horas y media de vuelo hasta México City, una hora de escala y una hora y media hasta Oaxaca llegando a las 12 del mediodía. “Creo que saldré el domingo”. La chica tecleaba en el ordenador mientras sonreía diciendo “Con pasajeros como usted da gusto, vamos a ver si puedo……”. La chica me entregó la información de los dos vuelos con un guiño. “Gracias por su colaboración, señor”…..me había asignado asientos en Primera Clase por la cara.
Este va a ser mi primer viaje “patrocinado” y como todas las situaciones en la vida, tiene sus ventajas e inconvenientes. Parece ser que a los editores no les ha hecho tanta gracia mi actitud “con la calma” y me han lanzado una sutil advertencia. Eso sí, muy “politically correct” aunque en el fondo de sus palabras detectaba un tufillo considerable a “unas cuantas más así y hemos terminado”. Mal comienzo, a ver si lo enmendamos.
Mientras cerraba el mail de respuesta de los editores repasé mentalmente el plan de ruta. La idea era viajar un mes en autobús empezando por Oaxaca ciudad y llegar hasta la costa del Pacífico de Puerto Escondido y las Bahías de Huatulco para disfrutar del surf, las playas y las puestas de sol. Continuar hacia Chiapas pasando por San Cristóbal de las Casas y Palenque y subir por la península del Yucatán hacia Tulum desviándome hacia las costas del Caribe de Punta Allen y Sian Ka’an para acabar en Holbox Island y volar desde Cancún a Miami para enlazar con el vuelo a Barcelona del 17 de octubre.
De nuevo sentía esa sensación adrenalínica previajera que empezaba ya a ser tan familiar. Esa sensación dicotómica de tremenda atracción y ligero acojone frente a la incertidumbre de un nuevo viaje en solitario. Lo cierto es que tras cinco meses en el Montseny durante los cuales había experimentado todo tipo de sensaciones desde la soledad más indeseable hasta la más gratificante, desde la compañía más anodina a la más estimulante, desde el cuestionamiento incansable y agotador de las cosas hasta la tranquilidad mental más absoluta, siento que este viaje llega en un buen momento, en ese preciso momento en el cual mi cabecita parece que ha comenzado a aprender a relativizar la importancia de las situaciones por las que va pasando.
Atrás quedaron Nueva Zelanda, Costa Rica y Nicaragua. Empezamos el cuarto viaje.