Por fin íbamos conocer los glaciares, estábamos emocionados. El desayuno fue estupendo aunque sin salirse de la tónica de los desayunos en Argentina consistente en medias lunas, tostadas frías, cereales, leche e infusiones. Verónica cuida mucho los detalles y cada día había flores recién cortadas en la mesa del desayuno. A las 9 y media pasaron a recogernos por el hotel con un microbús, para llevarnos donde estaba otro autobús grande, que sería el que nos llevaría al parque nacional de los glaciares. Fuimos recogiendo a más gente y finalmente llegamos al parque a eso de las 10. Pagamos la entrada, 100 pesos para extranjeros, y nos dirigimos a un puerto donde embarcaríamos para acercarnos al Perito Moreno.
El día estaba muy feo, nublado y con frío. Según te acercas al glaciar el tiempo empeora de una forma asombrosa. Poco a poco empezamos a ver pequeños trozos de hielo flotando en el lago, ya estábamos cerca y, de repente, detrás de una curva, divisamos el Perito Moreno .
Una vez en el puerto, nos montamos en un barco que nos llevó por la cara sur del Perito Moreno. Podías sentarte en el barco, pero nosotros preferimos salir a cubierta, a pesar del frío que hacía, ¡no podíamos dejar de mirar el glaciar! La alta pared de hielo de un color azul turquesa… Impresionante. Eso sí, para poder subir a cubierta necesitamos ponernos toda la ropa de abrigo que habíamos llevado: gorro, guantes, chaqueta impermeable,… La travesía duró unos 20 minutos. En el lugar donde nos dejó el barco hay un refugio, donde dejamos las mochilas, porque para hacer el minitrekking te aconsejan llevar solo lo imprescindible. Así que cogimos la cámara de fotos y nos fuimos andando hasta el lugar donde se hace el minitrekking. Es recomendable llevar gafas de sol y protector solar aunque no haga sol, y obligatorio llevar guantes, ya que si pierdes el equilibrio y te caes, el hielo te abrasa las manos.
Antes de subir a la gramponera, el guía nos explicó cómo se forman los glaciares, que no son estáticos sino que están en continuo movimiento, y que la mayoría de los glaciares están en fase de retroceso, a excepción del Perito Moreno, que continúa en crecimiento.
Nos pusieron los grampones, unos pinchos que se atan a la suela de la bota para que puedas andar por el hielo. Me pesaban los pies y me sentía muy torpes con ellos, pero nos explicaron cómo se anda por el hielo y al poco le cogimos el tranquillo. Era impresionante estar rodeada de tanto hielo, blanco y azul dondequiera que mirases. Y los pequeños riachuelos y charcas que había por encima del glaciar, de una azul tan transparente como no había visto antes. Las grietas, de un azul intensísimo. Empezó a caer una lluvia fina, pero íbamos bien preparados, con calzado y ropa impermeable, así que no nos importó y seguimos disfrutando del espectáculo de la naturaleza que nos rodeaba .
Estuvimos sobre el glaciar una hora y media, pero se nos hizo corto. No nos requirió mucha exigencia física, pero había en nuestro grupo algunas personas mayores a las que sí que les costó trabajo. Y recomiendo botas, las zapatillas no me parecen apropiadas.
Al final del recorrido, antes de bajar del glaciar, nos esperaba una sorpresa (que yo ya sabía porque lo había leído en el foro). El guía picó hielo del glaciar, lo echó en unos vasos y los llenó con whisky. Así que nos tomamos un “whisky glaciar” acompañado de unos alfajores, que nos sentó superbién para combatir el frío, y eso que a mí de normal no me gusta el whisky solo, pero este me supo a gloria
Volvimos al refugio, cogimos nuestra comida y nos sentamos a comer con vistas al glaciar, ¡qué lujo! De vez en cuando sonaba como un trueno, y eran trozos de la pared del glaciar que se desprendían. Nos levantábamos corriendo para verlo y alguna vez casi nos atragantábamos .
Más tarde volvimos en barco al lugar donde habíamos comenzado, nos montamos otra vez en el autobús y fuimos a ver el Perito Moreno desde las pasarelas. Desde esta perspectiva se aprecia mejor la dimensión del glaciar, puesto que además de la pared, se ve cómo se extiende a lo lejos como cualquier otro río. Además, en la cara norte es donde más desprendimientos se ven, incluso pudimos grabar uno. Solo nos dejaron estar una hora, pero hubiésemos estado toda la tarde, y eso que no paraba de llover, esta vez algo más que una lluvia fina .
La experiencia de ver el Perito Moreno fue impresionante, tanto desde el barco como desde las pasarelas o desde encima del propio glaciar. Y al día siguiente lo veríamos de otra forma: a caballo desde un cerro.
Volvimos agotados, fue un día muy intenso, muchas emociones que te querías llevar en la retina o en la cámara de fotos, pero ni una ni otra pueden grabar las emociones del día.
Por la noche cenamos en La Lechuza y nos gustó mucho. Una pizza grande, 2 empanadas y 2 Quilmes de medio litro, 149 pesos. La pizza es la que más me ha gustado de todo el viaje, y las empanadas estaban riquísimas, sobre todo la árabe, deliciosa. Aquí sí aceptan tarjeta de débito.