¡¡Qué ilusión a la mañana siguiente pensando que por fin íbamos a ver los templos !! Lo primero que hicimos en cuanto nos recogió Vanny fue ir a comprar los pases para entrar en el parque arqueológico, que abre de 5:30 de la mañana a 5:30 de la tarde. Hay pases para 1 día, 3 días o 1 semana que cuestan 20, 40 y 60 $ respectivamente. Llevábamos una foto de carnet que creíamos que hacía falta, pero te la sacan ellos allí.
Para los que hayáis estado allí lo que voy a decir es evidente, pero si estáis planteando el viaje que sepáis que el parque arqueológico es inmenso. Necesitaréis al menos dos o tres días para ver lo imprescindible y olvidaros de ir andando de unos templos a otros porque las distancias son enormes. Moverse en bici por allí tampoco es buena idea, porque hace muchooo calor.
Aunque ya sé que esto es un diario de viaje y no el National Geographic de historia, antes de empezar os cuento alguna cosilla para poneros en situación:
- El imperio khmer (o jemer) floreció en el territorio de la actual Camboya desde el siglo IX hasta el XIII.
- Erigieron templos (prasats) en forma de torres que reproducen la montaña cósmica, morada de los dioses, que une el cielo, la tierra y el inframundo y pueden tener uno, tres o cinco picos.
- Muchos templos se reflejaban en estanques (barays) que además de representar el océano primordial servían para los fines prácticos de un embalse.
- Las fuentes de la iconografía khmer fueron los grandes poemas épicos indios: el Mahabharata (que trata del conflicto entre dioses y demonios en el que por supuesto ganaron los primeros) y el Ramayana que narra las hazañas de Rama, una de las encarnaciones del Dios Visnú.
Lo primero que vimos no fue un templo, sino el embalse de Srah Srang
*** Imagen borrada de Tinypic ***
El embarcadero de este embalse nos da una idea de como fueron los embarcaderos de Angkor.
Y de allí nos fuimos a ver nuestro primer templo: Banteay Kdei. El templo es bonito, una buena introducción a lo que íbamos a ver esos días y además lo vimos sin mucha gente.
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Nuestra siguiente parada fue uno de los imprescindibles, el famoso Ta Prohm, una auténtica maravilla. Consagrado por Jayavarnaman VII en 1.186, fue un templo monasterio en el que vivieron unas 12.600 personas.
Todo eso está muy bien, pero lo que no olvidaremos nunca es la sensación de ver un templo en medio de la selva invadido y asfixiado por los árboles.
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Sólo un detallito molesto ¿Alguien sabe por qué los japoneses no quieren salir NUNCA con sus compañeros de viaje en las fotos? Da igual que haya cien en el grupo, se tienen que sacar las fotos de uno en uno. ¡Qué pesaditos, por Dios !!
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Para los que os guste la fotografía, allí se necesitaría una semana. El plan perfecto sería salir prontito por la mañana y al caer la tarde con buena luz y evitar el calor de las horas centrales y los autobuses de turistas (como nosotros). Teniendo dos o tres días, eso es imposible, en muchos templos hay que aguantarse con la luz que haya y con las hordas. Aún así son tan impresionantes que te da igual.
Vanny nos esperaba al acabar de ver cada templo con botellas de agua frescas. Llevaba una neverita en la parte de atrás del tuk tuk por lo que no nos teníamos que preocupar del agua en todo el día. En los templos pequeños nos solía esperar a que termináramos la visita en la misma entrada donde nos había dejado. En los templos grandes en la entrada opuesta.
Después de Ta Prohm hicimos una parada rápida en Ta Keo (985), un templo pirámide que nunca se terminó. Digo rápida, porque las escaleras eran tan criminales que Vanny nos aconsejó no subir demasiado.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
En Ta Keo hice algo que no debía, le compré postales a una chiquilla. En todos los templos os van a intentar vender postales y pulseritas muchísimos niños. Llega a ser muy agobiante, pero también se te parte el alma de verlos. El problema de comprarles (sobre todo a los que ya son algo mayorcitos) es que si sus padres ven que sirven para pedir dinero a los turistas, no los llevarán al colegio. Ya lo sabía, pero esa vez no pude contenerme.
El hermanito de la niña
*** Imagen borrada de Tinypic ***
De allí nos fuimos a ver dos templos pequeñitos pero bastante elegantes: Thommanon y Chau Say Tevoda. Preciosa la decoración de gopuras (pabellones monumentales sobre las entradas) y bibliotecas (otros pabellones que hay en los recintos de los templos, para resumir).
Siguiente parada: el recinto de Angkor Thom, que no es un templo sino que fue una gran capital, donde llegaron a vivir un millón de personas. Dentro de sus murallas se alojaban la corte, los sacerdotes, altos funcionarios y burócratas. En el recinto de Angkor Thom hay varios templos y monumentos, entre ellos el espectacular templo de Bayón.
Fue precisamente Bayon, el templo de las caras, lo primero que vimos en Angkor Thom. ¡¡¡Qué pasada!!!
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Apsaras: ninfas danzantes celestiales
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¿De quién es el careto que hay esculpido tantas veces? Si yo me he enterado bien es Lokeshvara (Buda-rey), el señor del mundo. Pero en realidad los rasgos faciales son los de Jayavarman VII, que se convirtió al budismo mahayana cuando subió al trono y se proclamó a sí mismo una encarnación del señor del mundo. Y no dejó que nadie se olvidara de que él era un rey-dios, porque todavía quedan 16 torres con las cuatro caras de Lokeshavara, o sea ¡64 caretos! pero llegó a haber más. Y eso sólo en Bayon, que hay más caras en otros templos.
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Bajorrelieves de Bayón. Batalla contra los cham.
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¡Adiós Bayon!
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Estuvimos en el templo como hora y media. Eran casi las dos cuando volvimos al tuk tuk con Vanny para que nos llevara a comer. Ya era tarde, para el horario de allí. Se había pasado el tiempo volando y eso que hacía tantísimo calor mientras lo veíamos que ya al final me eché por la cabeza parte del agua que nos quedaba.
Comimos en uno de los restaurantes que hay dentro del parque arqueológico (no penséis que hay que volver a Siem Reap para comer). Aunque queríamos invitarle, Vanny siempre comía aparte, pero luego se sentaba con nosotros y le pedíamos que nos contara cosas de la vida allí.
Era inevitable que saliera el tema del genocidio de Pol Pot y los jemeres rojos, que asesinaron a una cuarta parte de la población camboyana. Se nos ponían los pelos de punta con algunas de las cosas que nos contaba. No tiene nada que ver leer las cosas en los libros o en internet con escuchar historias de un superviviente como él.
Ya repuestos, nos fuimos a Angkor Wat, el mayor complejo religioso jamás construido. También es el templo-capital más grande y mejor conservado y el único que no fue completamente abandonado durante siglos tras la caída del imperio jemer, porque siempre lo habitaron monjes budistas.
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¡¡¡Casi no nos podíamos creer que estuviéramos allí por fin!!! Habíamos decidido dedicarle un rato esa tarde y otro más a la mañana siguiente después de ver el amanecer. Así que el rato de esa tarde fue para recorrer todo el templo y la mañana siguiente la dedicamos a los bajorrelieves.
Angkor es el ejemplo clásico de templo-montaña, los cinco prasats o torres representan los cinco picos del Monte Meru, donde vivían los dioses. Lo construyó Suryavarman entre 1.113 y 1.150.
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Como los templos jemeres se concebían como morada de los dioses y no para reunión de fieles, de los tres niveles del templo, el segundo y el tercero estaban fuera de los límites de la gente común. Ahora ya dejan subir al que se atreva.
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Es broma, la subida es por aquí, aunque también hay que echarle ganas.
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Monje que intentaba meditar huyendo de los turistas. No tuvo suerte el pobre.
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Leones guardianes de Angkor.
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Tontamente eran las cinco de la tarde, y antes de que cerraran los templos fuimos a ver La Terraza de los Elefantes y la del Rey Leproso. Volvimos a entrar en Angkor Thom por la Puerta Sur.
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Cuando te aproximas a las puertas de Angkor Thom te encuentras con dos filas de figuras: 54 dioses a la izquierda y 54 demonios a la derecha sosteniendo nagas.
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Monos invadiendo coche japonés
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La Terraza de los Elefantes mira hacia la Plaza Real, que se planeó como escenario de desfiles y ceremonias. En los muros hay una larga serie de elefantes esculpidos con bastante realismo y a la parte superior de la terraza se accede por escaleras protegidas por elefantes de tres cabezas.
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La Terraza del Rey Leproso (se llama así por una estatua de Jayavarman VII que no tiene órganos sexuales) nos cogió cansadísimos.
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Había sido un día increíble pero yo en ese momento soñaba con un baño en la piscina y una cerveza bien fresquita en Pub Street antes de cenar. Dicho y hecho.
Pero antes paramos a comprar una linterna cuando llegamos a Siem Reap porque nos dijo Vanny que nos iba a hacer falta al día siguiente para ir a ver el amanecer.
Cenamos en otro sitio con buena pinta: el Khmer Family Restaurant. Las novedades de la cena fueron que probamos una sopa camboyana (que contra todo pronóstico nos sentó bien a pesar del calor) y que encontramos un camarero que hablaba español. Aquello estaba muy animado pero nos volvimos al hotel porque al día siguiente nos tocaba el peor madrugón de las vacaciones y algo había que dormir.