Llega el día 9 del viaje. Salimos en autocar desde Kanazawa rumbo a Kyoto, donde llegamos bastante temprano, a eso de las 12 de la mañana, y nos dirigimos hacia el templo de Kiyomizu-dera, cuyos edificios actuales datan del siglo XVII. Lo que me sigue sorprendiendo es la cantidad de puestos y tiendas de souvenirs que hay en la calle de acceso al templo. Parece que en Japón la religión tiene un aspecto bastante práctico y comercial. El recinto consta en realidad de varias salas y santuarios. La entrada al templo principal está en una tarima que hace de balcón sobre la ladera de la colina, con una panorámica fabulosa de la ciudad. Está rodeado de vegetación.
Continuando el camino por el recinto se llega a Jishu-Jinja, el santuario de los jardines. Aquí la atracción es asegurar el éxito en el amor. Los turistas recorren con los ojos cerrados un espacio de 18 m entre dos piedras en el suelo. Si consigues no desviarte y llegar a la piedra parece que serás afortunado en amores, si no, mala suerte. Me hace gracia ver como están los turistas japoneses recorriendo esos 18 m con ayudas. ¡Eso no vale!.
Después de la visita del templo Kiyomizu-dera nos dirigimos al hotel, que está situado frente a la estación central, el New Hankyu Hotel. Tenemos tiempo libre para comer antes de hacer las visitas a los templos Ryoan-ji y Kinkaku-Ji (Templo dorado). La estación en realidad es un macro centro comercial. Aparte de los andenes de autobuses y los trenes, hay una galería repleta de restaurantes de todo tipo, un centro comercial de varias plantas, cafeterías. Además, la estación tiene la peculiaridad de tener una de las escaleras mecánicas más largas. A pesar de ser una estación, se merece una visita por todas las instalaciones.
Después de comer nos vamos al templo Ryoan-Ji, construido en 1450. Lo más interesante del recinto es el jardín de estilo kare-sansui (paisaje seco). Un conjunto de 15 rocas se suceden en un mar de arena, aparentemente a la deriva. El autor no dio ninguna explicación de lo que quería representar. Una peculiaridad del jardín es que desde cualquier punto del mismo es imposible ver las 15 rocas. Hay 3 de ellas que siempre permanecen ocultas.
Después de la visita del templo Kiyomizu-dera nos dirigimos al hotel, que está situado frente a la estación central, el New Hankyu Hotel. Tenemos tiempo libre para comer antes de hacer las visitas a los templos Ryoan-ji y Kinkaku-Ji (Templo dorado). La estación en realidad es un macro centro comercial. Aparte de los andenes de autobuses y los trenes, hay una galería repleta de restaurantes de todo tipo, un centro comercial de varias plantas, cafeterías. Además, la estación tiene la peculiaridad de tener una de las escaleras mecánicas más largas. A pesar de ser una estación, se merece una visita por todas las instalaciones.
Después de comer nos vamos al templo Ryoan-Ji, construido en 1450. Lo más interesante del recinto es el jardín de estilo kare-sansui (paisaje seco). Un conjunto de 15 rocas se suceden en un mar de arena, aparentemente a la deriva. El autor no dio ninguna explicación de lo que quería representar. Una peculiaridad del jardín es que desde cualquier punto del mismo es imposible ver las 15 rocas. Hay 3 de ellas que siempre permanecen ocultas.
En el recinto también destaca un precioso estanque cubierto de nenúfares (estanque Kyoyo-chi).
Por último vamos a visitar el templo Kinkaku-Ji, el templo dorado. Aunque inicialmente el templo fue construido en el siglo XIV, a mediados del siglo XX, un monje que estaba por lo visto obsesionado con el templo lo incendió. Este hecho se relató en una película llamada "El pabellón dorado". La reconstrucción data de 1950. Los pisos inferiores del templo se volvieron a cubrir de pan de oro. La imagen del templo con el pan de oro reluciente por los rayos del sol, en medio de un estanque, es algo que no tiene palabras. La imagen sería mucho más impactante si el recinto no estuviera tan masificado de turistas.
Después de salir del templo Kinkaku-Ji nos dirigimos al hotel para descansar un rato, antes de salir por la noche al barrio de Gión y Pontocho. Para ir, cogemos en la estación central uno de los autobuses que nos dejan a 5 minutos de Gión. En los autobuses se paga al salir. Hay que pagar con el dinero justo, si no, hay máquinas de cambio que te devuelven las monedas necesarias para pagar la cantidad exacta. Además no sólo cambian monedas, sino también billetes. El barrio de Gión se sitúa en la ribera este del río Kamo-gawa. Es un barrio de ocio y donde las geishas acudían también a sus citas (pero no vivían ahí), pero a mí francamente me parece decepcionante. Hay algunas casas típicas y restaurantes, pero poca cosa más.
Más interesante me parece Pontocho, un callejón que recorre la ribera oeste del Kamo-gawa, repleta de casas de madera típicas, farolillos colgando, restaurantes y casas de té de lujo, donde se supone que las geishas y maikos (aprendices) salen por la noche para realizar sus actividades, de hecho conseguimos ver una maiko. Esta calle es otra cosa bien distinta, es como la noche y el día, comparándolo con Gión. El ambiente de gente es máximo.
Entramos a cenar a un restaurante. El diseño es espectacular para mi gusto, y como consecuencia también el precio de los platos. No nos quedamos demasiado contentos, porque si bien todo lo que pedimos está exquisito, el precio es algo exagerado para las cantidades que ponen en los platos. Nos hemos gastado casi 4000 JPY por persona y personalmente me he quedado con hambre, pero claro, hemos pagado el lujo del restaurante y de estar en Pontocho. Menos mal que este restaurante no tenía vistas al río Kamo-gawa, que si no....
Foto del restaurante:
Del restaurante nos vamos a coger el autobús para volver al hotel. Aprovechamos para darnos un paseo nocturno por las instalaciones de la estación.