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Accesos
Aranjuez se encuentra a menos de 50 km de Madrid. Para llegar hasta allí hay que coger la A4 que nos lleva directamente. También podemos llegar a Aranjuez en tren bien utilizando el llamado “Tren de la Fresa” que sale desde la antigua estación de Delicias, sede del Museo del Ferrocarril y que nos traslada a otra época con vagones de madera y tren de vapor o utilizando el tren convencional en cuyo caso sale de la estación de Atocha.
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Un poco de historia
La historia de Aranjuez va ligada a la del Palacio pues, al ser un Real Sitio, nadie podía vivir allí excepto la Corte y los empleados que la seguían y si era necesario pernoctar había que trasladarse hasta Ocaña. En el año 1752 se funda el municipio de Aranjuez, durante el reinado de Fernando VI. El 17 de marzo de 1808 se produce el famoso motín de Aranjuez que obliga al rey Carlos IV a abdicar a favor de su hijo Fernando VII (rey maldito donde los haya en cuyo reinado no se hizo nada bueno para este santo país). El 12 de junio de 1858 la reina Isabel II inaugura el ferrocarril Madrid-Aranjuez conocido como el tren de la fresa y la segunda vía férrea que se abre en España.
El Paisaje Cultural de Aranjuez fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1971.
En Aranjuez podemos visitar El Palacio, La Casa del Labrador, El Museo de Falúas, los Jardines, La estación de tren, Casa de Oficios, Casa de Caballeros, diversos palacios e iglesias.
Aranjuez es famoso por sus fresas y sus espárragos y hay puestos de venta de estos artículos por todos lados.
Nada más salir del Palacio y justo enfrente de la entrada lateral al Jardín de la Isla se encuentra el restaurante Carême, galardonado con una estrella michelín y en el que estuvimos comiendo, aprovechando una oferta-descuento y la comida fue sublime, exquisita, aparte de que el local es tranquilo y el ambiente muy agradable. Tiene menú en la cafetería por 16 euros y menús degustación en el salón sobre 45€ por persona.
No aconsejo la visita en los meses centrales del verano debido al excesivo calor. La mejor época la primavera y el otoño que es cuando los jardines están en todo su esplendor, bien porque han reverdecido o porque los árboles lucen sus tonos dorados y rojos.
Palacio de Aranjuez
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Los orígenes de Aranjuez se remontan al siglo XIV cuando la Orden de Santiago decide levantar una casona que sirva de recreo y como hospital para convalecientes heridos en las guerras con los árabes. Más tarde pasó a propiedad real al ser nombrado Carlos I Maestre Mayor de la Orden de Santiago y en 1560 su hijo Felipe II concede a Aranjuez el título de Real Sitio y al año siguiente encarga la construcción de un palacio en el Real Sitio de Aranjuez a los mismos arquitectos que levantaron el Monasterio de El Escorial: Juan de Herrera y Juan Bautista de Toledo.
Este primitivo palacio sufrió dos incendios consecutivos en los años 1660 y 1665 y el palacio apenas fue usado hasta la llegada de los Borbones, a principios del XVIII en que sube al trono Felipe V. Este rey, de origen francés, trae a España la costumbre de la corte francesa de cambiar su residencia según la época del año y Aranjuez se convierte en la residencia de Primavera de la Corte. Con esta decisión se inicia el auge de este Real Sitio.
Felipe V reinicia las obras de mejora y engrandecimiento del palacio, obras que se continúan a lo largo de los años y de diferentes arquitectos, debiéndose a Sabatini el aspecto general que hoy admiramos. Ya durante el reinado de Carlos III se amplía el palacio con dos nuevas alas, obras que también se encargan a Sabatini y que hacen que el palacio nos recuerde a los grandes palacios franceses.
La Casa del Labrador
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Este edificio se levantó entre los años 1791 y 1803. Es una obra ecléctica, cuyo proyecto inicial sufrió sucesivos cambios y en la que se emplearon materiales de baja calidad para ahorrar gastos, de tal manera que, como ejemplo, los mármoles no son tales sino que son estuco pintado. Sin embargo si se gastó dinero en la decoración del palacio empleándose lujosas telas de seda para ello.
El palacio conserva gran parte de las sedas originales y sólo se puede visitar previa cita. Normalmente se adquiere la entrada a la vez que la del Palacio y en ese momento te dan cita para ese día. Es importante adquirirla lo antes posible para asegurarse la plaza.
La visita conjunta de ambos palacios es cara pero merece la pena pues de otra manera no podríamos verlos. Se vende una entrada para ver el Palacio Real por libre pero esta visita no da acceso a muchas de las salas, es decir es una entrada para una visita reducida.
Museo de Falúas
La entrada al museo se obtiene a la vez que la entrada al Palacio Real pues también pertenece a Patrimonio. El museo se encuentra dentro de los Jardines del Príncipe. Es interesante la visita pues se conservan varias de las falúas reales muchas con su decoración original y podemos hacernos una idea del lujo con que vivían.
Estas barcas de remos se usaban para realizar paseos por el río en muchos casos acompañados del famoso “castrati” Farinelli. Un lujazo absoluto, vamos.
Jardines del Príncipe
Estos jardines se encuentran un poco separados del Palacio Real y en su interior alberga tanto el museo de Falúas como la Casa del Labrador. Son inmensos, y se necesitan varias horas para recorrerlos enteros y con tranquilidad.
En sus orígenes se dedicaron a Parque Botánico y se trajeron muchas especies de allende los mares para engalanar este parque. Como curiosidad hay que saber que los famosos plátanos que pueblan nuestras plazas y calles provienen de esos primitivos árboles traídos hasta este parque.
Uno de sus rincones más hermosos es el llamado Jardín Chino donde pueden contemplarse todo tipo de patos, ocas y cisnes.
Durante nuestro recorrido debemos estar alertas por si vemos ardillas. Hay muchas y son muy atrevidas y se pueden ver con facilidad.
Jardín de la Isla
Este es el jardín que rodea al Palacio, jardín de corte barroco y lleno de esculturas y fuentes de la época.
Casas de Caballeros y de Oficios.
Estos edificios se levantaron a fin de albergar en ellos a las personas que acompañaban a la Corte en sus desplazamientos. Desde los caballeros y damas de compañía de los reyes hasta los guarnicioneros, senescales o doncellas.
Lógicamente los aposentos de unos y otros no eran de la misma calidad.
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