Glaciar Perito Moreno
Nuevamente a atravesar la llanura patagónica, árida, semidesértica, amarilloparduzca, con toques de verdes apagados que después supimos que eran arbustos de calafate, que da un fruto parecido al arándano. Algún que otro gaucho de andar cansino. Detrás de él sus perros.
Mismo paisaje hasta El Calafate. Visto de lejos parece un pueblucho de la estepa patagónica, con casitas bajas, al borde del lago Argentino de aguas turquesa, inmenso.
Pero a medida que te acercas va cambiando, se aprecia vegetación, álamos plantados por los hombres para protegerse del viento, jardines cuidados en las coquetas casas de madera, macizos de lavanda enormes y vivaces,
una calle principal con buenos comercios y restaurantes. Se ve que, aprovechando el tirón de los glaciares y del aeropuerto con siete vuelos diarios en verano y tres en invierno, está orientado hacia el turismo.
Hay montones de agencias turísticas para hacer excursiones, un Museo de los Glaciares (“Glaciarium”) interesante y la laguna Nimez para observar muchos tipos de aves.
Pero a El Calafate se viene para ver los glaciares. Fundamentalmente el Perito Moreno, pero también se puede hacer una ruta en barco de un día para ver más glaciares. Nosotros sólo fuimos al Perito Moreno, que se encuentra a unos 90km de El Calafate. Una primera impresión desde el mirador llamado “de los suspiros” porque se ve de golpe el glaciar y se suspira de emoción, un recorrido en barco para acercarse lentamente al glaciar
y la vista desde las pasarelas que es magnífica porque hay mucho más espacio que en el barco, tienes todo el tiempo del mundo para admirar y concentrarse en la inmensa mole azul claro -en algunos lugares de 60 metros de altura-,
escuchar sus crujidos, ver y esperar la caída de los témpanos y quedarse quieto contemplando como cuando uno se queda abstraído con el fuego de una chimenea. Podrías estar horas mirándolo sin cansarte.