Todos los viernes entre abril y septiembre se celebra en Alkmaar un popular y animado mercado de quesos. Nuestras vacaciones coincidían con el primer viernes de abril, así que consideramos oportuno acercarnos hasta dicha ciudad.
Desayunamos pronto y nos acercamos a la estación central. Pedimos en taquilla billetes ida y vuelta a Alkmaar pero que contemplasen la posibilidad de visitar Zaanse Schans a la vuelta. Un poco caro el billete 23,70 euros por cabeza ida y vuelta.
Waagplein (Alkmaar)
*** Imagen borrada de Tinypic ***
En 35 minutos llegamos a la estación de Alkmaar. El tren te deja a unos centenares de metros del centro, pero en 10 minutos caminando a buen paso nos fuimos acercando a la plaza donde se desarrolla el mercado de quesos. En los últimos metros de nuestros recorrido nos dejamos guiar por la algarabía y la música. Finalmente llegamos a Waagplein, la plaza donde se desarrolla el mercado de quesos. La zona estaba vallada para impedir el paso de curiosos a la plaza y junto a la valla se hacinaban varias filas de holandeses.
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En momentos como éste recuerdas datos que has leido mientras te documentabas y a los que no diste mayor importancia en su momento. Datos como que los holandeses tienen la estatura media más alta de Europa, una estatura como para no dejarte ver nada del mercado!! Es bastante paradójico, los tipos más altos son de los Paises Bajos (perdón por el chiste malo ).
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Afortunadamente, se iban haciendo huecos junto a la valla y logramos conseguir una posición desde la que apreciamos las idas y venidas de los porteadores de quesos, miembros del gremio que se ocupa en exclusiva de dicha tarea. En una especie de trineos de madera portaban entre dos hombres 8 quesos de unos 12 kg cada uno, todo un esfuerzo!!. De vez en cuando también hacían alguna broma como llevar en aquella especie de trineo a una chica o un par de crios.
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Aunque se llame mercado de quesos, hoy en día es más una representación, más una muestra casi folclórica que un mercado en sí. Se exponen los quesos, los expertos los catan, se pesan… pero los quesos allí expuestos no se venden en ese momento.
Bastante gente va ataviada con vestimentas típicas, lo que contribuye a dar más colorido a la fiesta. Además diversas barcas pasan por el canal cargadas de quesos.
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Eso sí, en la plaza y a lo largo del canal hay puesto ambulantes donde se puede comprar quesos por enteros o por raciones. Y no sólo hay puestos de quesos también los hay de bisutería, artesanía, de bocadillos, gofres, etc…
Cuando acabó el mercado (o la representación del mismo) abrieron el acceso a la plaza y a la casa de las pesas (Waag) al público en general. En la casa de las pesas, los porteadores de quesos pesaban con una enorme balaza y por una propina a los asistentes que quisieran saber su peso.
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Salimos de la Casa de las Pesas y comenzamos a callejear por Alkmaar, una ciudad que me pareció realmente preciosa y a la que un día espléndido (el mejor en lo que llevábamos de semana) la hacía más bonita aún.
Infinidad de interesantes tiendas por Alkmaar. Mucha animación y mucho trajín de gente. Músicos ambulantes animaban la jornada. También un extrañísimo artefacto que data de 1.910 y que aportaba su música.
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Una especie de caja de música gigante que interpretaba distintas melodías en base a las diferentes placas agujereadas que le introducían. Realmente sonaba como una orquesta. En la parte de atrás tenía incluso tambores que sonaban según el dictado de la agujereada placa. Hasta sonó la famosa y reciente canción de Michel Telo, “Ai si eu te pego”!!!
Fuimos en busca de la Catedral y nos encontramos con una larga calle recta atestada de enormes y vistosa tiendas. Se notaba que Alkmaar es una ciudad con poderío económico.
Vistoso edificio y Catedral
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Desembocamos en la plaza de la Catedral y de allí fuimos en busca del que iba a ser nuestro primer molino del viaje, el Molino Van Piet. Nos acercamos hasta él y tras contemplarlo y sacar unas fotos volvimos hacia el centro por un camino distinto y también lleno de tiendas.
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No sin antes reparar en la preciosa ribera del canal que pasaba junto al molino. Camino a la plaza aprovechamos para comprar el uniforme del Ajax para nuestro sobrino.
Llegamos al centro y compramos unas raciones de queso en uno de los puestos ambulantes (50 céntimos cada una de las generosas raciones de queso). Probé distintos quesos (con comino, natural…) y lo cierto es que me parecieron extraordinarios.
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Como postre, unos gofres con chocolate en otro puesto (bastante caros, 5 euros la ración de gofres).
Para poner el broche de oro a la mañana, unas estupendas cervezas belgas La Chouffe en la plaza donde antes reposaban los quesos y que aparecía ahora tomada por las terrazas. Lástima que las nubes empezaban a ocultar el sol.
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Tras apurar las cervezas pensamos que ya era hora de poner rumbo hacia Zaanse Schans.
Volvimos a la estación del tren de Alkmaar donde tomamos en la plataforma 4 el tren dirección a Uitgeest. Al llegar a Uitgeest hicimos transbordo, bajamos en dicha localidad para tomar en la plataforma 4B otro tren en dirección a Koog Zaandijk. Estad atentos porque la estación no se llama Zaanse Schans sino Koog Zaandijk.
Zaanse Schans
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Al salir de la estación es casi imposible perderse. Practicamente lo primero que se ve es una máquina, con forma de enorme cilindro azul y con una palanca. Accionando la palanca obtienes de manera gratuita un plano de la zona y con información interesante de las instalaciones de Zaanse Schans. Además, el camino está señalizado en diversos puntos.
No tardamos mucho en ver el primer molino, a unos 10 minutos de la estación. Este primer molino está separado del resto.
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Empezamos a atravesar el puente que comienza a la vera del citado molino pero las impresionantes vistas nos hicieron parar para disfrutar de ellas y tomar unas buenas fotos. Los molinos y las verdes casitas de ambas márgenes sobre el borde mismo de la ría resultaban una panorámica preciosa.
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Al llegar al otro lado del puente vimos un solitario molino que quedaba a la derecha y seis molinos más a la izquierda del puente. Pero no están sólo los molinos, hay infinidad de casitas, puentes, jardines, setos y caminos que constituyen un delicioso e ídilico entorno. Y por si todo esto fuese poco, hay un especial detalle que añade más magia a Zaanse Schans. Un intenso aroma a chocolate impregna el ambiente vayas por donde vayas. ¡todo el pueblo huele a chocolate! Pero esta magia tiene truco y es que el olor sale de una cercana fábrica de chocolate.
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Caminamos hacia el primer molino, un molino de especias, y entramos a visitarlo. La entrada era gratuita, pero no se podía acceder más que a la base del molino. En su interior vimos la muela y resto de maquinaria y también curioseamos un poco por la pequeña tienda de especias y souvenirs. No había mucho que ver así que fuimos a ver el siguiente.
Enfilamos la entrada del molino de aserrar, cuando un serio holandés nos da con la puerta en las narices y nos dice que está cerrado. ¿cerrado? ¡Pero si son las 16:00!. Vamos rápidos hasta el siguiente, un molino de pintura, y lo encontramos cerrado también.
Zuecos y Quesos
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¡Otra vez los peculiares horarios holandeses! Me empezaban a tener un poco harto . Desde luego, me parece una hora demasiado temprana para cerrar los molinos en un parque con la afluencia de visitantes como tiene Zaanse Schans. Me acordé de la forera gasolines que me recomendó la visita al interior de un molino y sentí no poder seguir su consejo.
Así que nos quedamos sin poder entrar en los molinos. Aparte de los ya citados el resto eran dos molinos más de aceite y otro de aserrar (el ubicado a la derecha del puente no se visita). La entrada a uno de estos molinos cuesta 3 euros.
Así que, un poco chasqueados, nos adentramos entre las casitas, temiéndonos que el resto de instalaciones permanecieran cerradas, pero tuvimos más suerte.
Operarios fundamentales en la elaboración de los quesos
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Entre las casas hay varias tiendas de souvenires, un taller de zuecos, algún restaurante (donde vimos una boda muy poco concurrida: tan sólo los novios y los testigos), un hotel, un museo y tienda de pan, un museo de relojes, una tienda de quesos….
En la tienda de quesos ofrecían para desgustar pequeños taquitos. Probé queso de leche de vaca, de cabra, al pesto, a las hierbas, natural, con comino…. Tras la concienzuda cata y al igual que a la mañana en Alkmaar, el que más me gustó fue el queso natural de leche de cabra y compramos un par de ellos (10 euros cada uno) para regalar.
Taller de zuecos
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Pasamos un ratito más curioseando por tiendas y sacando fotos y deshicimos el camino que nos había traido desde la estación de tren.
Desde luego, nos encantó esta excursión. Teniendo posibilidad, recomiendo la visita del mercado de quesos de Alkmaar (recordar, todos los viernes entre abril y septiembre) y visitar después el encantador entorno de Zaanse Schans resulta un complemento ideal (recordad que los molinos cierran a las 16:00).
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En un rápido viaje nos plantamos en Amsterdam. Dejamos quesos y alguna que otra compra en el hotel y acudimos a nuestra diaria cita con la ginebra. Ese día, sorpresivamente, no estaban nuestro amigos (el mexicano y la estadounidense) y nos extrañó. Tras la pertinente cata de ginebras, vamos en busca de un bar que nos había comentado la víspera el amigo mexicano y que según él, ostentaba el título de ser el bar más pequeño de Amsterdam. Louis Bar Café de Dam se llamaba, en Damstraat 4, muy cerca del Monumento Nacional de la Plaza Dam.
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Íbamos en busca del bar en cuestión, un poco despistados, cuando al pasar frente al ventanal de un bar nos saludan desde dentro el mexicano y la estadounidense. Localizado!! Entramos en el bar (que tampoco es tan pequeño, he visto bares mucho menores) y la verdad es que había muy buen ambiente. Estaba a tope de gente, sonaba música de los 70 y los clientes acodados en la barra (de todas las nacionalidades por los idiomas que escuchábamos) cantaban a voz en grito y a coro temas de Neil Diamond, The Beatles y lo que surgiera. A pesar de que muchos de los clientes somos viajeros, se aprecia un ambiente familiar. El camarero nos saluda afectuoso al llegar. El techo del local está cubierto por bufandas de equipos de futbol y en una de las paredes hay cientos de posavasos con dibujos y dedicatorias dejadas por clientes del bar.
Vista del local y detalle de los posavasos dedicados
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Reconozco un acento familiar en las voces de dos chicos que están junto a mi, les pregunto si son de Bilbao y me dicen que son de Pamplona. Dos chavales de unos 20/25 años, que me cuentan que están muy desilusionados con Amsterdam. Han acudido a la ciudad buscando su lado más salvaje y desenfrenado y parece ser que no lo acaban de encontrar y si lo encuentran, no es lo que buscaban. Lo siento por ellos y retomo la letra de “Hey Jude” donde la había dejado. Las cervezas me ayudan de una manera increible a afinar la voz y a entonar mejor.
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Es la última noche del mexicano en Amsterdam y el hombre quiere regarla con buena y abundante cerveza (y no seré yo quien deje a un amigo en la estacada ). Tras brindar unas cuantas veces y sacar varias rondas en el mismo bar, mi mujer y yo nos despedimos para ir a buscar un sitio donde cenar. Es tarde ya y no hay tiempo para ponerse a seleccionar sitio donde cenar, así que repetimos la pizzeria la Piazza.
Policias en Plaza Dam
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Cenamos bien y enfilamos hacia el Barrio Rojo y alrededores. Aquello resulta una marabunta humana. Se nota más movimiento que otros días en los escaparates de luz roja. También hay muchas despedidas de soltero y soltera. Gente a mansalva. Buscamos un sitio para tomar una cerveza tranquilos y optamos por ir a nuestro bruin café de la calle Zeedik, el Café In´t Aepjen y tras pedir una Palm Royal nos sentamos en una mesa.
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Recuerdo que comenzamos a comentar entre nosotros el tema de la inclinación de las casas de Amsterdas y sus poleas para subir muebles cuando un tipo de la mesa de al lado, practicamente pegada a la nuestra, interviene en castellano y con un leve acento andaluz diciendo que le parece muy curioso lo que comentamos y que no se había percatado del hecho. Resulta que el supuesto andaluz es un finlandés que vivió muchos años en la provincia de Málaga.
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Está en el pub con sus hijos y disfrutamos de una amena charla con él (por cierto, el tipo bebe la misma horrible cerveza de guindas que me sirvieron la víspera en Utrecht ).
Y lo cierto es que el día ya no dio mucho más de sí. Así que en breve paseo nos fuimos hasta nuestro hotel, disfrutando de la visión que ofrece cada canal y distraidos con el enorme bullicio nocturno del viernes noche en Amsterdam.