El plan para ese día era ir desde Edimburgo a Inverness para pasar la noche allí. Hicimos varias paradas: Dunkeld, Pitlochry y Aviemore.
Según nos levantamos, llamamos al número que nos habían dado en la reserva del coche para que nos fueran a recoger a nuestro hotel. Mientras tanto, recogimos y desayunamos. Con puntualidad británica, nos fueron a buscar y nos llevaron a la oficina de Arnold Clark en Edimburgo. Allí rellenamos todos los papeles, pagamos y nos dieron las llaves del coche. Llevábamos un GPS para poder orientarnos, y le pusimos nuestra primer destino: Dunkeld. Lo de conducir por la izquierda, bueno, pues poniendo todos mis sentidos y algunos más empecé a conducir por Edimburgo, y nos perdimos, porque Princess Street estaba cortada por obras y el GPS se empeñaba en mandarnos por allí. ¡Menudo bautismo de fuego tuve conduciendo por la izquierda!
Cuando logramos salir de Edimburgo (entre el GPS, preguntando a unos policías y por intuición), pusimos dirección Dunkeld. El primer tramo es una autovía, con lo que me dio tiempo a relajarme un poco del estrés de Edimburgo, porque aquí, como había dos carriles para mi sola, no había mucho peligro de que me saltara al carril contrario.
Dunkeld es un pueblo pequeño, edificado alrededor de una calle principal. Su principal atractivo es una catedral en ruinas del siglo XIII y un parque junto al río Tay. A la catedral no pudimos entrar, porque estaba cerrada y llena de andamios por obras de rehabilitación. Contigua a la catedral vieja está otra moderna, donde estaban llegando los invitados a una boda. Era curioso ver a todos los hombre con el kilt (la falda escocesa), que se lo ponen cuando quieren ir elegantes. El paseo junto al río muy bonito.
Seguimos hasta Pitlochry y nos desviamos unas 2 millas para visitar la destilería Edradour. Aquí la carretera es de un solo carril para los dos sentidos y cada pocos metros hay sitios para apartarse si te cruzas con otro coche. Son los llamados “Passing place”. Decidimos visitar esta destilería porque habíamos leído que era muy bonita, y que, al ser la más pequeña de Escocia, elaboran el whisky de un modo más tradicional que otras más grandes. Pero la verdad es que salimos muy decepcionados de la visita. La entrada cuesta 7,5 libras, mucho mas cara que la mayoría. Las instalaciones de la destilería están muy bien cuidadas, en un paraje muy bonito, tienen el encanto de lo artesano y todo muy orientado al turismo y a las visitas. En este aspecto es sobresaliente. En cambio, en el trato que nos dispensaron, la nota bajó muchísimo. Nos atendieron dos personas. Un chico de unos 17 años, vestido para la ocasión (falda escocesa incluida), pero con muy poca experiencia, y una señora mayor, que podría haber compensado perfectamente el déficit mencionado. El chaval era muy voluntarioso y agradable en el trato, pero excesivamente tímido para el trabajo que ejercía (hablarle al cuello de la camisa y titubear tanto a la hora de dar un mensaje memorizado y en inglés dificultaba que te enterases del cuento). No obstante, era el mejor de los guías. La señora era una borde de cuidado. Pendiente solo de increpar a los visitantes y si era posible dejarlos en ridículo. Se creería muy graciosa la mujer, pero a mí poca gracia me hacían sus bromas (y por la cara del resto de visitantes parece ser que tenía poco éxito). Además, a pesar de haber dicho que si no era a ella, podíamos hacer fotos sin flash, no recriminó de muy mala manera por hacerlo cuando estábamos dentro de las instalaciones. Encima de que lo pagas bien, no puedes hacer fotos. Sospecho que sería porque se retrasaba la visita, y como lo único que les interesaba es que no nos alcanzara el grupo que iba detrás nuestra (y llegáramos cuanto antes al final para venderte el whisky) pues no quería que nos entretuviésemos. Yo le dejé de hacer caso pronto, porque lo que contaba es lo que sabe todo el mundo y cuando me perdía, con tal de no aguantar sus borderías, pasaba de preguntarle.
En cuanto a la tienda de la destilería, es cierto que podías encontrar whiskys con características únicas (artesano y de calidad), pero a unos precios astronómicos (de 50 libras la botella de 70 cl en adelante). Personalmente no creo que supiese apreciar tanta excelencia como para pagar esos precios. En cualquier tienda especializada de la zona (que hay bastantes) puedes encontrar single malts de muy buena calidad a mejores precios, y donde te informan sobre los distintos whiskys con mas agrado. Nosotros compramos una botellita de 5 cl en la tienda de la destilería, pero la vimos en una tienda de Pitlochry algo más barato. Conclusión, si eres un apasionado del whisky y estás dispuesto a gastarte un pico en una botella, adelante, puedes arriesgarte a que te caiga esta señora de guía, si no, intentaría otra destilería mas barata, a ver si dispensan mejor trato.
Después paramos en Pitlochry. Es un pueblo pequeño pero muy bonito, así que dimos una vuelta y aprovechamos para comprar las provisiones para el día siguiente y unas miniaturas de whisky para regalar (otras para probar nosotros) en una tienda (Robertsons) que tiene una variedad asombrosa.
Siguiendo nuestro camino hacia Inverness paramos en Aviemore, que nos caía de paso. Este pueblo está dentro de Cairngorm National Park, y decidimos dar un pequeño paseo por Craigellachie National Nature Reserve. Al principio nos costó encontrar la entrada, pero luego pasamos por un túnel que cruza la carretera y ya vimos los carteles, con indicaciones de tres recorridos. Nosotros hicimos el intermedio, que pasea por un bosque de abedules y bordea varias lagunas. El más largo debe ser el más bonito, porque sube una pequeña colina y hay un mirador. El sitio es bonito y el paseo es agradable, pero no me gustó lo cerca que estaba de la carretera.
Continuamos hasta Inverness. Habíamos reservado en el B&B The Gatehouse, por 60 libras. La única pega que puedo ponerle al sitio es que nos costó encontrarlo, porque el GPS se hizo un lío con la dirección y nos mandaba para otro sitio. Por lo demás muy bien la habitación y la situación, a 10 minutos andando del castillo y zona de pubs de Inverness. Quiero destacar la amabilidad de un señor al que le preguntamos cuando estábamos perdidos buscando el B&B. Estaba paseando al perro, y se ofreció a acompañarnos en su coche, nos decía que le esperáramos un momento que dejaba al perro en casa, cogía el coche y nos acompañaba. Le dijimos que no, porque ya sabíamos más o menos como llegar, y nos daba apuro. Le agradecimos muchísimo la ayuda, aunque yo creo que el hombre se hubiera quedado más tranquilo acompañándonos.
Fuimos caminado hasta el centro de la ciudad y dimos un paseo por donde está el castillo. No está abierto al público para visitarlo, creo que es un edificio administrativo o algo así.
Para cenar, intentamos en par de pubs, pero dejaban de servir comida a las 8:30, y nosotros llegamos a las 8:35. Al final entramos en un restaurante llamado Urqhuart, que está a unos 200 metros cruzando el puente mas cercano al castillo, en la acera de la derecha. Está en una primera planta, sobre un pub, anunciado solo por un cartel, pero nos gustó mucho. El servicio muy bueno y bien de precio. Comimos abadejo al horno con puré y verduras asadas, macarrones con queso y ensalada, más dos pintas de cerveza por 25 libras.
Antes de volver al B&B, dimos un paseo por la orilla del río Ness, donde pasamos por una catedral que por fuera era bonita. La verdad es que pasamos muy poco tiempo en Inverness y, aunque es cierto que no es tan bonita como otras ciudades y pueblos de Escocia, no hubiera estado mal dedicarle algunas horas más.