Día 14: tour 4 ✏️ Diarios de Viajes de Rusia

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Este día contemplamos la posibilidad de ver algo del FESTIVAL NADAAM. En teoría, ese día tocaba ir a ver la estatua de Genghis Khan, pero preferíamos esto.

Tras deambular un poco por las carreteras, llegamos a una explanada gigantesca donde había muchísima gente, familias enteras, con la tienda de campaña pasando el día allí y haciendo picnic. También había algunas carpas donde vendían comida y bebida; vamos, un sarao-romería en toda regla.

Compramos unos “húshur”, una especie de empanadillas de carne de cabra que están buenísimas, y estuvimos dando una vueltecilla, viendo el ambiente.

Terminamos acercándonos a una valla donde había policías y militares para evitar que la gente pasara de ese punto. Uno de los policías se puso a hablar con nuestra guía, supongo que para preguntarle por nosotros, ya que no había occidentales por allí; todo eran mongoles (antes de irnos vimos a una señora occidental); pues terminó contándole cosas sobre la carrera para que nos las tradujera: Corrían 250 caballos de 2 años y los jinetes eran niños de 9 a 11 años. La carrera eran 15 kms y dependiendo de la edad del caballo había carreras más largas, hasta llegar a los 30 kms. En este caso, como eran caballos pequeños, estaban las yeguas madres esperándolos en la meta para darles de mamar. Había un camión con unos altavoces que suponíamos que era la radio retransmitiendo la carrera, porque se oía de fondo el galope de los caballos. A lo lejos se veía una nube de polvo.

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La carrera pasó por delante de nosotros pero bastante lejos, con sus coches precediendo (supongo que de seguridad, de la televisión y la radio…); aún así, como lo oíamos por los altavoces, parecía que era más cerca. Mucha gente se levantó y se acercó a la valla para verlo mejor. Vimos pasar a los 4 caballos que iban en cabeza de carrera y luego el grueso del pelotón. Como eran tantos caballos, estuvieron pasando un buen rato. Nos quedamos a ver hasta los rezagados del final. Algún caballo pasaba sin jinete. En la guía leí que el que gana es el caballo, incluso aunque llegue sin jinete porque se haya caído por el camino. La verdad es que corrían bastante, y fue muy impresionante ver aquello.

Comimos nuestro plato de pasta en la explanada como todo el mundo, junto a la furgoneta.

De allí fuimos hasta Ulan-Bator (atravesando un tremendo atasco de entrada a la ciudad, donde un carril se convertía en cuatro porque la gente adelantaba por el arcén y por fuera del asfalto directamente) porque la otra pareja terminaba ese día el tour y les dejábamos allí. Nos despedimos de ellos y le pedimos a la guía que ya que estábamos en la ciudad, podíamos ir al estadio para ver el ambientillo del festival.

Los alrededores del estadio eran un bullicio de gente yendo y viniendo. Había muchísimos puestos y tenderetes de banderitas, dulces, bebidas, comida… ¡de todo! Incluso pudimos acercarnos a una de las puertas del estadio donde se veía un poco lo de dentro: las gradas a reventar de gente. En ese momento había lucha y pudimos ver, aunque muy de lejos, a los luchadores en la pista, y además una pantalla gigante donde retransmitían el evento para los de dentro del estadio. En ambas guías ponía que la entrada era gratuita… había mucha gente en las puertas y vimos entrar a algunos; unos parecía que pagaban y otros no ¿?. Me imagino que te dejan entrar siempre y cuando salga alguien, porque dentro no cabía ni un alfiler.

Después de beber algo y comernos de nuevo otro húshur, volvimos a la furgoneta. Ya sólo quedaba un día de tour y estábamos solitos mi marido y yo (con Soko y el conductor, claro).

De nuevo cogimos un poco de atasco para salir de la ciudad y enseguida estábamos de nuevo en mitad de las llanuras camino de nuestro siguiente alojamiento. En este caso era una familia kazaja, y fue el ger más “lujoso”, limpio y cuidado donde estuvimos (tenían hasta una lavadora en una de las tiendas!).

La tienda donde dormimos: limpia, muy cuidada y amueblada:

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Comimos al llegar y la tarde la pasamos tranquilamente descansando y haciendo pulseritas para los niños del campamento (habíamos llevado unas tiras de plástico de colores), que al parecer les encantaron.

Este ger tenía “inodoro”: una caseta con un agujero excavado en el suelo y unos tablones en el suelo con un hueco enorme en medio. Imaginaos cómo olía allí dentro… prefiero el “nature toilet”;y un “lavabo”: un poste con un pequeño depósito del que salía un grifo y que se rellenaba de agua con un bidón que había al lado; tenía su pastilla de jabón y su toalla y todo.

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También tenía una “ducha”: una estructura de palos y una tela alrededor con un contenedor arriba del que salía una alcachofa (no la vimos usar ni nos ofrecieron usarla).

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Como siempre, nos ofrecieron leche, carne de cabra, una especie de morcilla (que estaba muy rica) y un “crepe” o “burrito” con verduras muy bueno también; así que ya ni cenamos.

Por la noche, en el ger donde íbamos a dormir empezaron a extender colchoncillos, así que allí dormimos mi marido y yo, Soko, otros 2 niños en uno de los colchones, una mujer con su bebé de 23 días y otro niño en un sofá cama, y otros 2 niños en otra de las camas. Cuando ya estábamos dentro de los sacos, acostándonos todos, vinieron dos de los padres de los críos y uno de ellos cogió una especie de bandurria típica de allí y junto con su hija, estuvieron cantanto y tocando canciones típicas; fue un momento mágico, de verdad. Luego los dos adultos rezaron una especie de oración para ahuyentar los malos sueños antes de irse (nos lo explicó la guía).

La verdad es que los niños eran todos muy buenos; ninguno rezongó por irse a la cama, o montó bulla o se puso a jugar; era la hora de dormir y todo el mundo a dormir.

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