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27 de junio
El vuelo desde Barcelona vía Amsterdam hasta Nairobi transcurrió tranquilamente, aburrido y largo como todos los vuelos. Las horas que se llegan a perder por no tener vuelos directos y la absurdidad de tener que ir dos horas y pico hacia el norte para después volver sobre tus pasos hacia África. Ahorraría por lo menos 6 horas de viaje y un montón de dinero en combustible que se repercutiría en el precio del billete. En fin, de qué sirve quejarse...
A la llegada a las 7 de la mañana al Jommo Kenyatta International Airport en Nairobi, antes de recoger el equipaje, ya tengo jaleo: para pagar el visado de entrada (25$ ), solamente llevo dólares americanos, pero al entregar un billete de 100 al funcionario de turno, me explica que los billetes americanos expedidos antes del 2000 no son aceptados. Por suerte, tengo alguno posterior y pago, pero el tío quiere sacarse un sobresueldo a mi cuenta y no me devuelve el cambio. Cuando le pido con cara de pocos amigos que me lo devuelva, sonríe y dice que es una broma. Ya! Tras recoger la maleta, salgo y me topo de cara con el que será mi guía, aguantando un papelito con mi nombre. Se presenta como Oddis y me lleva hasta su furgoneta, una Nissan Vanette con ruedas todo terreno y techo abrible (no descapotable, ojo). Cuenta que debemos entrar en Nairobi para dirigirnos al YHCA, con el que está asociado la empresa organizadora del tour, para conocer a Albert, mi interlocutor en la web. Nada más salir del aeropuerto se empiezan a ver las llanuras africanas, con posibilidad de ver animales salvajes. Al acercarte a los arrabales de Nairobi, el panorama es deprimente: casas hechas de cartón y uralita, suciedad en todas partes, con niños jugando en pilas de basura, un tráfico horrible...
A medida que entras en la ciudad, el panorama mejora, pero tampoco como para tirar cohetes. Tras una breve entrevista con Albert, cargo los utensilios de cocina y al cocinero del campamento y empezamos la ruta hacia el sudoeste, a Maasai Mara, a unos 300 kms. A los pocos minutos de salir de la ciudad, subimos por un desfiladero y paramos en unos miradores que ofrecen una vista preciosa del Valle del Rift, con la sabana y las acacias típicamente africanas.
Obviamente, en tal mirador no podían faltar los chiringuitos de frutas, souvenirs y demás. De momento la carretera es normalita, pero empeorará exponencialmente a medida que nos alejamos de Nairobi. Nos detenemos a comer en Narok, una semiciudad situada a ambos lados de la carretera con un par de restaurantes, un banco y granjas.
Tras una comida bastante aceptable acompañada de unas cervezas locales (TUSKER), voy andando hasta el banco para cambiar algunos dólares por moneda local. Mismo problema, no aceptan los anteriores al 2000. Tampoco necesito mucho efectivo en moneda local...
A partir de Narok, paramos en el siguiente pueblo, para comprar cuatro cosas de higiene personal que no encontraré en el campamento y que no quise llevarme de casa.
Ahora la carretera empieza a ser de serie B, con continuos baches y trozos sin asfaltar. Cuando ya llevamos unas horitas de camino (300 kms dan para mucho), veo un grupo de jirafas y cebras paciendo a pocos metros de la carretera y paramos para acercarme a fotografiarlas, con la excitación de un niño.
Unas cuantas fotos y vuelvo a la furgoneta para el último tramo, que lleva hasta el Enchoro Tented Camp, situado a pocos metros de la puerta de Oloolaimutia de la Reserva, y de un poblado Maasai, con sus habitantes luciendo el típico atuendo rojo:
El campamento consta de un comedor comunitario con techo pero sin paredes, construido totalmente en madera, y con una cocina en una puerta lateral, y de 6 o 7 tiendas fijas, alzadas y plantadas sobre plataformas de hormigón, con una cama de matrimonio y un baño y ducha privados en cada una, separados del dormitorio por unas cortinas. Tras dejar los trastos, salgo a hacer el primer safari!
Todas las furgonetas llevan un sistema de radio para que los conductores y guías puedan pasarse información acerca de dónde se encuentran los animales "interesantes" (leones, guepardos y leopardos). Los Big Five son: león, búfalo, elefante, leopardo y rinoceronte. Aparte de estos, miles de herbívoros: gacelas de Grant, gacelas de Thompson, jirafas, ñus, impalas, facóqueros, avestruces, cebras...
La cámara no da abasto cuando recibimos por radio la situación de un par de guepardos. Empieza una loca carrera campo a través para no llegar los últimos y obtener una buena situación para sacar fotos. Encontramos un par de guepardos descansando majestuosamente a la sombre de una acacia. Qué elegancia en sus movimientos, son preciosos. El animal terrestre más veloz y un feroz depredador, a pocos metros de mi posición, ignorándome completamente.
Esto es una maravilla. Al acercarnos un poco al río Mara, vemos un grupo de jirafas, búfalos y otro herbívoro cuyo nombre no recuerdo. Un poco más allá, una manada de elefantes comiendo tranquilamente. Nos detenemos un buen rato para admirarlos. Las crías que no tendrán más de 3 meses deben pesar media tonelada, son enormes. Nos mantenemos a cierta distancia y con el motor en marcha, por si de repente nos atacaran, ya que con una embestida, nos volcarían la furgoneta fácilmente.
Tras unas cuantas vueltas por la zona y unos cientos de fotos, nos disponemos a iniciar el regreso cuando vemos unas furgonetas paradas bajo un árbol. Nos acercamos y vemos un leopardo durmiendo en una de las ramas superiores, con una presa a medio descuartizar un poco más arriba. Creo que es el animal más bonito que he visto jamás. Lástima que durante el día es difícil verlos en acción, solamente descansan y cazan por la noche.
En poco más de un par de horas he visto a 3 de los 5 grandes. Me doy por satisfecho y volvemos al campamento cuando empieza a caer el sol, poco antes de las 6 de la tarde. En el trópico, los horarios van en función del sol, sale a las 6 y se pone a las 6...
Antes de que se sirva la cena, tengo tiempo de darme una ducha de agua caliente, que proviene de un depósito alzado y que se calienta con el sol. Me tumbo, relajo y descanso del ajetreado viaje en coche. En el comedor conozco al resto de residentes en el campamento: Nikolai, un chico noruego que hace prácticas voluntarias de medicina y aprovecha los días libres para ir de safari, y una pareja de hermanos holandeses, Tom y Paul, que están recorriendo todo el este africano en plan mochilero. Durante la cena, compartimos mesa y conversación, sobre todo acerca de los efectos de la profilaxis de la malaria. Ellos toman las mismas que yo (Lariam), y aseguran tener efectos secundarios, como alucinaciones. Yo no he notado nada. Unas risas en buena compañía y una gran cena, y antes de que se corte el suministro eléctrico en todo el campamento, a las 10, me retiro a la tienda, saludando a mi paso a un grupo de masaais que se reparten por el campamento para vigilar y proteger del posible ataque de depredadores, atraídos por los rebaños del poblado vecino.
28 de junio
El día de hoy empieza con un buen desayuno en compañía de mis nuevos amigos nórdicos y unas risas, para un poco más tarde salir a hacer un safari de día completo, con picnic en la sabana. Estos picnics, obviamente no pueden hacerse en cualquier parte, ni siquiera para urgencias intestinales está permitido bajar del vehículo. Solamente en partes de la reserva cercanas a los puestos de guardia de los vigilantes, o en partes de la sabana sin vegetación alta en la que puedan acechar los depredadores.
La reserva de Masaai Mara es enorme, y tiene en su interior una pista de aterrizaje para avionetas y un par de lodges cercados para visitantes que quieran dormir en el interior de la reserva y ahorrarse horas de coche.
Dependiendo de las zonas visitadas debe ser más fácil ver un tipo de animal u otro, pero hay algunos que están presentes en todas partes: gacelas, ñus, cebras...
Puedes pasar horas conduciendo por los caminos o campo a través sin ver un solo ser humano, solamente animales y una vegetación no muy exhuberante pero con mucho encanto. Los paisajes en África son espectaculares, y sobre todo al amanecer y a la puesta del sol, los colores que se ven en el cielo no se pueden disfrutar igual en ninguna otra parte del planeta.
A lo largo de la mañana seguimos viendo animales, muchos repetidos, otros nuevos, como los buitres, facóqueros, marabús y los primeros leones. Aunque veas repetidamente las mismas especies, no te cansas de observar como se desenvuelven en su hábitat natural, puedes pasar horas observando.
Nos pasamos más de media hora parados observando como unos guepardos acechaban a unas gacelas de Thompson, dispuestos a cazarlas. Me moría de ganas de ver una persecución en directo, debe ser un espectáculo alucinante estar presente en las carreras zigzagueantes para la supervivencia o la recompensa. No tuve suerte. Al ver la furgoneta parada, se nos unieron varias furgonetas más y al aumentar el público, los guepardos desistieron de la cacería.
Cuando estuve en Maasai Mara no correspondía a la época de la Gran Migración, en que millares de ejemplares de ñus y cebras atraviesan el río Mara en dirección sur hacia el Serengeti, o en dirección norte hacia Maasai Mara, en busca de pastos verdes. Las imágenes tantas veces vistas en documentales, vistas in situ tienen que ser una maravilla. Incluso a pesar de tratarse de época baja, las inmensas manadas de herbívoros de diferentes especies mezcladas son un espectáculo digno de ser contemplado. Incontables cabezas agachadas aprovechando hasta el último brote verde que salga del suelo, pero siempre alerta por si los depredadores están al acecho.
A mediodía, nos dirigimos a la estación de los rangers situada a orillas del río para la comida. Aquí está permitido bajar de los vehículos para comer, pero sin alejarse demasiado, pues el peligro continúa latente. Durante el picnic disfrutamos de la compañía de algún mono y alguna mangosta que se dejan ver para poder rapiñar algo, y no muy lejos, cruzando el puente sobre el Mara, podemos ver unos cuantos hipopótamos disfrutando de un baño a menos de 100 metros de nuestra posición. Tras la comida, unos rangers nos escoltan en un pequeño paseo por la orilla del río, y podemos ver algún cocodrilo. El paseo lleva hasta la frontera virtual con Tanzania, un simple monolito de piedra que delimita el borde de los dos paises en un punto concreto, aunque la frontera real es el propio río.
Tras la caminata, tenemos un largo recorrido de vuelta, así que con tranquilidad volvemos a la caza fotográfica de animales. Tengo mucha suerte, pues el leopardo de ayer continúa en el árbol, y aunque no parece que tenga intenciones de bajar, la visibilidad y las fotos son mejores que ayer.
De regreso al campamento, un tiempo de relax tras la ducha y antes de la cena. Uno de los maasais trae una botella de un tipo de cerveza que fabrican ellos con los frutos de un árbol de la zona. Verdaderamente mala para mi, porque no está ni fresca, pero se agradece la intención. Durante la cena, los guías proponen para la tarde siguiente una excursión al poblado maasai, para visitar sus viviendas, ver sus costumbres, etc. El precio me parece desorbitado y lo rechazo. Para la sobremesa, echo unas partidas de cartas los únicos clientes del campamento, entre risas y charlas sobre experiencias de otros viajes. Me retiro primero, ya no estoy para estos trotes. La noche no va a ser tan tranquila como la anterior, se pueden escuchar mugidos y balidos inquietos de los rebaños de los maasai, y mucho movimiento en el campamento.
29 de junio
Al levantarme, los cocineros cuentan sobre el jaleo de anoche: unos leopardos merodeaban por los alrededores del campamento y el poblado maasai, y el ganado se puso nervioso y escapó de su redil. Acto seguido hubo una auténtica escabechina, más de 30 cabezas de ganado entre vacas, cabras y ovejas fueron matados y medio devorados por leopardos y hienas (a las que por cierto aún no he visto).
En fin, después del desayuno voy a por el último safari en esta reserva, a ver si completo los 5 grandes. Aunque parezca extraño, aún veo nuevas especies de animales que no había visto: chacal, águila, una especie de antílope de cuernos larguísimos, gallinas africanas, pájaro secretario, varias especies de aves que no conozco...
Repito suerte con un montón de elefantes, búfalos y leones (entre ellos una pareja en plena luna de miel), ñus luchando a cabezazos, una mamá león cazando para sus dos cachorros que después se divierten con el cadáver, más guepardos... La naturaleza es una maravilla para entretenerme.
A media mañana, paramos cerca de una curva del río, en un descampado sin matorrales y con amplia visibilidad, y Oddis dice que se puede bajar del coche para hacer un pipí (lavabo de hombres a la derecha del coche, lavabo de señoras a la izquierda, en caso necesario), y desayunar fuera. Parece mentira la seguridad que te da estar en el interior de una furgoneta que no aguantaría un ataque de cualquiera de los grandes mamíferos, y en cambio la sensación de vulnerabilidad que tienes al estar fuera, aunque los animales más próximos sean (en teoría) inofensivos y estén a varios centenares de metros del vehículo. Al cabo de un rato se acerca otra furgoneta con los compañeros de campamento, con quienes ya compartí el picnic ayer, y parece que hoy vamos a coincidir otra vez. Cuando hemos terminado el desayuno, cada uno a su furgoneta y a seguir.
De vez en cuando paramos cerca de otros vehículos que observan animales y entablo conversación con los ocupantes, alguna familia de españoles y comentamos ligeramente las jugadas. Al cabo de un rato, necesito parar otra vez para ir al servicio, pero como el lugar no es adecuado, nos metemos en el recinto del Serena Lodge para usar los lavabos y descansar un rato. También en él, me acerco a la charca interior en la que se pueden ver algunos hipopótamos y cocodrilos. La mayoría de los lodges interiores de las reservas tienen una charca (natural o artificial), a la que acuden a beber los animales de la zona, para deleite de los residentes, que pueden observarlos tranquilamente mientras desayunan, cenan o toman una copa en el restaurante, que siempre está orientado a la charca. Las horas de mayor actividad de estas charcas son al alba y en el crepúsculo.
El safari se ha acabado sin poder haber visto al rinoceronte y regreso al campamento un poco decepcionado. La comida la tengo que hacer solo pues los amigos nórdicos ya han dejado el campamento. Por la tarde, como rehusé la excursión al poblado maasai, después de una siesta, me invitan a dar un paseo con un par de guerreros maasai por los alrededores del campamento, y andamos mientras en un inglés aceptable, me cuentan algo acerca de su estilo de vida y costumbres. Van armados con lanza y cuchillos, y cuentan que el paso de niño a hombre en los maasai se realiza cuando matan un león con esas armas (no sé si acabar de creerlo).
Llega el anochecer y regreso al campamento para cenar. Han llegado tres nuevos huéspedes, británicos los 3, 2 chicas y un chico. Se nota que la agencia tiene convenio con el YH porque el más mayor de cuantos han pasado estos días por aquí soy yo. El resto no alcanza los 25 años. Tras la cena, me dispongo a pasar la última noche en el campamento, despidiéndome de los recién llegados. A ver si esta noche no hay ataques sorpresa...
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