Para finalizar nuestro viaje, pasamos cinco noches en Saman Villas, un hotel más que estupendo, en una habitación con piscina para nosotros solos. La verdad es que, teniendo en cuenta las comodidades, a penas salimos de la habitación. Un día fuimos de compras a Bentota y un par de noches a cenar fuera. No es que no haya nada que hacer. Sí que hay actividades (un paseo por el río, ir a ver ballenas, algún que otro templo, Lunuganga y Brief, donde ya habíamos ido). Pero a Saman Villas íbamos a descansar y disfrutar del hotel.
Entrada de Saman Villas
El hotel, con pocas habitaciones, está situado en la playa de Bentota, en un saliente rocoso, lo que hace que tenga playa a la derecha y a la izquierda y unas vistas privilegiadas.
Es verdad que las playas ofrecen básicamente eso, vista, porque el oleaje es fortísimo y no recomiendan el baño. Mi único intento casi acaba con mis sandalias camino de Tailandia.
La habitación, una pasada. Algo pequeña, a penas 100 metros cuadrados. Dormitorio, vestidor, baño con ducha exterior (semiexterior, más bien), sala de estar, terraza, jardín y piscina. Mucho más, muchísimo más de lo que me ofrece el piso donde vivo los otros 11 meses y 25 días del año.
Las vistas desde la piscina
Un visitante asiduo
El dormitorio
El baño, semiexterior
Realmente, la habitación es muy cómoda, aunque la verdad es que yo me pasé casi todo el tiempo fuera, entre la terraza y la piscina. Creo que solo entraba para dormir.
La piscina del hotel al atardecer
El comedor donde desayunábamos
Compartiendo desayuno
La entrada del spa
Saman Villas desde la playa
Una de las noches que salimos a cenar fuimos a Malli’s Seafood Restaurant, un sitio muy recomendable. El pescado, muy rico y el camarero un encanto (menos pelota y no tan pesadito como los camareros y el dueño del Amal Restaurant, también en Bentota). Algo caro para Sri Lanka, eso sí. Además, ¿en cuantos restaurantes el tren pasa tan cerca que el maquinista te saluda? Creo que esa es la curiosidad del local. Está muy cerca de la estación de Bentota y paralelo a la vía del tren. Cada media hora, más o menos, ahí está! Con el primer pitido, esperaba ver pasar el tren atravesando el comedor mismo. Pero no. Pasa cerca, muy cerca, tan cerca que el maquinista te saluda, te sonríe y hasta te desea buen provecho.
Las gambas del Malli's seafood restaurant
Cerca del hotel
El quinto día, con pena y dolor, hicimos las maletas y, a las dos del mediodía salimos camino del aeropuerto. Tres horitas y se acabó Sri Lanka y se acabaron las vacaciones hasta el año que viene. Como siempre, empezamos ya a “discutir”: y el año que viene… ¿Dónde?
Entrada de Saman Villas
El hotel, con pocas habitaciones, está situado en la playa de Bentota, en un saliente rocoso, lo que hace que tenga playa a la derecha y a la izquierda y unas vistas privilegiadas.
Es verdad que las playas ofrecen básicamente eso, vista, porque el oleaje es fortísimo y no recomiendan el baño. Mi único intento casi acaba con mis sandalias camino de Tailandia.
La habitación, una pasada. Algo pequeña, a penas 100 metros cuadrados. Dormitorio, vestidor, baño con ducha exterior (semiexterior, más bien), sala de estar, terraza, jardín y piscina. Mucho más, muchísimo más de lo que me ofrece el piso donde vivo los otros 11 meses y 25 días del año.
Las vistas desde la piscina
Un visitante asiduo
El dormitorio
El baño, semiexterior
Realmente, la habitación es muy cómoda, aunque la verdad es que yo me pasé casi todo el tiempo fuera, entre la terraza y la piscina. Creo que solo entraba para dormir.
La piscina del hotel al atardecer
El comedor donde desayunábamos
Compartiendo desayuno
La entrada del spa
Saman Villas desde la playa
Una de las noches que salimos a cenar fuimos a Malli’s Seafood Restaurant, un sitio muy recomendable. El pescado, muy rico y el camarero un encanto (menos pelota y no tan pesadito como los camareros y el dueño del Amal Restaurant, también en Bentota). Algo caro para Sri Lanka, eso sí. Además, ¿en cuantos restaurantes el tren pasa tan cerca que el maquinista te saluda? Creo que esa es la curiosidad del local. Está muy cerca de la estación de Bentota y paralelo a la vía del tren. Cada media hora, más o menos, ahí está! Con el primer pitido, esperaba ver pasar el tren atravesando el comedor mismo. Pero no. Pasa cerca, muy cerca, tan cerca que el maquinista te saluda, te sonríe y hasta te desea buen provecho.
Las gambas del Malli's seafood restaurant
Cerca del hotel
El quinto día, con pena y dolor, hicimos las maletas y, a las dos del mediodía salimos camino del aeropuerto. Tres horitas y se acabó Sri Lanka y se acabaron las vacaciones hasta el año que viene. Como siempre, empezamos ya a “discutir”: y el año que viene… ¿Dónde?