En Lanzarote las localidades no son muy grandes, destacando la capital, Arrecife, donde se concentra un tercio de la población de la isla. En general, los pueblos son muy bonitos, con casas blancas, chimeneas típicas, construcciones utilizando la piedra de basalto, y unos jardines con estilo zen preciosos.
SAN BARTOLOMÉ
Uno de los pueblos del centro de la isla. Destaca su plaza, con la iglesia de San Bartolomé, muy bonita, y el ayuntamiento. Al otro lado de la plaza hay un parque con jardines también muy agradable.
A pocos kilómetros de el pueblo está el Monumento al Campesino, obra de César Manrique. Nosotros no entramos en el museo, sino que nos quedamos fuera, viendo la estatua, que porque me dicen que homenajea a un campesino, porque podría ser cualquier cosa… Desde arriba hay una bonita vista de las casas y el entorno.
YAIZA
Pequeño pueblo junto al Parque Nacional de Timanfaya. Siguiendo la tónica general de la isla, las casas están pintadas de blanco, y algunas son muy bonitas, al estilo tradicional con balcones de madera y chimeneas típicas. Junto a la Iglesia de Nuestra Señora de Los Remedios, está el Bar "El Stop", muy recomendable, pero de las cosas del comer ya hablaré más adelante
En los alrededores de Yaiza está La Geria, la zona de vinos de Lanzarote. Es curiosa la forma en que se cultiva la vid, protegiendo la planta del viento con un muro de piedra, y formando un cono en el lapilli hasta llegar al suelo. Se considera paisaje protegido. Por allí también se pueden visitar bodegas, aunque nosotros no lo hicimos.
TEGUISE
Es uno de los pueblos más grandes y bonitos de la isla. Los domingos hay un gran mercadillo que abarca las principales calles y hay mucha afluencia de gente. A nosotros particularmente no nos gustó. Aparte de la multitud, que medio evitamos yendo temprano, en la mayoría de los puestos tenían las mismas cosas, y estaba muy enfocado al turismo extranjero. De hecho, muchos de los puestos los llevaban extranjeros. Solo se salvaban unos cuantos tenderetes en la parte de arriba, dedicados a comida típica, porque había otros de comida donde solo se vendían salchichas y hamburguesas. Debido a la cantidad de gente, habilitan aparcamientos a las afueras del pueblo. Hay que pagar entre 1,50 y 1,80 euros (nosotros vimos de los 2 precios), pero si se va fuera de temporada, tempranito y se callejea un poco, se puede encontrar aparcamiento sin pagar.
Intentamos abstraernos del mercadillo y ver un poco el pueblo, aunque para eso recomiendo ir un día que no sea domingo. Era la capital de la isla, y eso se nota en que tiene varios edificios antiguos.
Después subimos al Castillo de Santa Bárbara, situado sobre el volcán de Guanapay. Actualmente alberga el Museo de la Piratería, pero nosotros no entramos, dado que no nos interesaba el tema (por lo visto está planteado en plan cómic) y pasamos de pagar, así que lo vimos por fuera. El castillo es pequeño y tampoco es que tenga mucho, pero merece la pena por las vistas, que son muy bonitas. También es recomendable alejarse del castillo y dar una vuelta por el cráter del volcán.
ARRECIFE
La capital de la isla no es una ciudad turística ni mucho menos. Y tampoco tiene demasiadas cosas que ver. Pero bueno, un paseo de una tarde sí que lo merece. Aparcamos el coche junto al Charco de San Ginés, según nos recomendó un guía que vive allí (es que aparcar en Arrecife no es fácil). El Charco de San Ginés es una laguna de agua salada, en torno a la cual se fundó la ciudad y donde todavía hoy se practica la pesca artesanal.
De allí nos fuimos al Puente de las Bolas, que da acceso al Castillo de San Gabriel. Un pequeño castillo para defender la ciudad del ataque de los piratas, al que no se podía acceder dentro (al menos cuando nosotros fuimos).
Después de dar un paseo junto al mar, nos adentramos en la ciudad, que en sí no es bonita, está algo descuidada, pero que tiene algunos rincones, como la plaza donde se ubica la Iglesia de San Ginés. Por allí cerca está también la calle comercial, pero no encontramos nada que nos interesara.
Por último, nos tomamos una cervecita en una terraza junto al puente, donde vimos la puesta de sol, muy a gusto. Decir que al no ser un sitio turístico, nos dio la sensación que Arrecife era un buen sitio para comer, ya que los bares y restaurantes están destinados a un público local, con lo que se sirven las cosas típicas de allí y a buen precio.