La excursión a La Graciosa no la llevábamos planeada, pero nos hablaron muy bien de esta isla, para allá que nos fuimos, y nos gustó mucho.
Se puede llegar en ferry, en un trayecto que dura unos 20 minutos. El ferry sale desde Órzola y cuesta 20 euros ida y vuelta (la mitad si eres residente canario). Hay dos empresas que cubren este trayecto, Líneas Marítimas Romero y Biosfera Espress, que complementan los horarios, por lo que sale un barco prácticamente cada media hora. Nosotros nos fuimos en el de las 10 de la mañana y volvimos en el de las 4. El último de vuelta sale a las 5:30 en invierno y a las 6:30 en verano.
La Graciosa es la mayor de las islas del Archipiélago Chinijo, al norte de Lanzarote. Solo tiene dos núcleos de población: Caleta del Sebo, el pueblo principal, donde llega el ferry, Pedro Barba, donde hay cuatro casas (literalmente). En la isla no hay carreteras de asfalto, solo caminos, y la mejor forma de moverse por allí es andando o en bicicleta. Tampoco hay transporte público, pero se puede ir en transporte motorizado alquilando un 4x4 con conductor, que son los propios habitantes de la isla que ofrecen este servicio.
Nosotros alquilamos una bici, en una tienda que hay junto al puerto, por 8 euros al día. La bici está un poco vieja, normal, todo el día por aquellos caminos, pero vamos, que nos hizo el apaño. Llevamos bocadillos para comer donde nos entrara hambre, y compramos agua en un supermercado de allí, antes de emprender nuestro camino a la Playa de las Conchas. Es la playa más bonita de la isla, situada en el noroeste. Está a unos 6 km de Caleta del Sebo, y se tarde en llegar unos 35 minutos en bici, o 1h20’ andando. El inicio de la ruta es cuesta arriba, y luego ya se va llaneando un poco o cuesta abajo. Lo bueno de ir en bici es que te puedes ir parando donde quieres, cuando hay algo que te llama la atención. Un rato antes de llagar a La Playa de las Conchas paramos en la Baja del Ganado, una playa con muchas piedras, poco apta para el baño. No había nadie, pero las vistas, la sensación de tranquilidad…
Y por fin llegamos a la Playa de Las Conchas. Dejamos la bici aparcada en el camino, pues no se puede entrar en la playa. Un espacio virgen sin manipulación del hombre, con arena blanca fina, el agua azul turquesa, Montaña Clara al frente… Vamos, un paraíso, y con menos de 10 personas en la playa, ¡un lujazo! Una de las playas más bonitas que he visto, preciosa! Eso sí, las olas venían con mala leche, por lo que no es muy adecuada para el baño. Había bandera roja, y según nos contaron todos los años muere alguien allí. No nos bañamos, pero alguno sí que se estaba bañando… Nosotros nos dedicamos a pasear y a disfrutar de la tranquilidad y de las vistas, ¡era difícil marcharse de allí!
Proseguimos nuestra ruta por el norte de la isla, ya que teníamos las bicis no íbamos a volver tan pronto. Desandando un poco el camino para rodear la Montaña Bermeja, tomamos el camino que nos llevaría hasta el norte de la isla, en la Playa de Lambra. Allí nos paramos un rato, entre las piedras, viendo pececitos que se camuflaban, y con vistas de otra de las islas del archipiélago, Alegranza. Y nosotros solos, parecía que la isla era nuestra.
Por esta zona los caminos eran de arena, y era más difícil pedalear, porque alguna vez se nos quedó la bici pinchada en la arena… Hasta que pusimos rumbo al centro de la isla, por la ladera de La Aguja Grande, con unas cuestas que nos hicieron bajarnos de la bici en más de una ocasión. Desde el punto más alto las vistas de los acantilados de Famara eran preciosas.
Lo peor de los caminos eran las ondulaciones que tenían, que hacían que la bici temblara mucho, y a veces era difícil mantener el equilibrio. Llegamos a Caleta del Sebo a las 15:30 horas y devolvimos las bicis, después de una ruta de 16 kilómetros. Nos hubiera gustado ir a las playas del sur de la isla, pero nos aconsejaron no ir en bici, porque los caminos son de arena, poco preparados para las bicicletas, que era mejor ir andando. Y ya no nos daba tiempo, que el último ferry salía a las 17:00 horas, y además estábamos cansados. Así que nos quedamos tomando algo junto al puerto hasta que salió el siguiente ferry.
El viaje de vuelta pasa muy cerca de los acantilados de Famara, y las vistas de Punta Fariones son muy bonitas, además se formó un arcoíris precioso, aunque la cámara no lo captó muy bien.
En definitiva, una excursión preciosa, totalmente recomendable. Recorrer la isla en bici requiere un mínimo de forma física, aunque tampoco mucha. Si solo se quiere ir a la Playa de las Conchas, yo iría andando o en coche, no merece alquilar la bici solo para eso.