El 16 de octubre era en realidad nuestro primer día en activo para comenzar a conocer algo de este gran país que es Argentina.
El coche alquilado nos estaba esperando en las oficinas de Alamo en la ciudad, un wolsvagen Gol (que no Golf) con bastantes kilómetros recorridos pero con una chapa especial en los bajos que lo hacía idóneo para caminos con ripio, con un motor de 1.6 que le permitió subir como un jabato por todas las cuestas que lo llevamos.
Ruta 68 camino de nuestro primer destino, atravesando pueblos del bonito Valle de Lerma hasta El Carril, dónde nos desviamos para acceder a la ruta 33 que nos llevaría hasta Payogasta.
En Chicoana comienza la Quebrada de Escoipe por un camino sinuoso que creíamos que se convertiría en ripio algo más adelante, y así fue, pero por poco tiempo, ya que estaba todo en su gran mayoría, salvo algunos pequeños tramos, asfaltado.
La quebrada de Escoipe, que contiene al rio del mismo nombre, es uno de los cañones pintorescos de la geografía salteña, formaba parte del Camino del Inca. La entrada de la quebrada es de un verde profundo con una vegetación frondosa formada por grandes árboles ( laureles, nogales silvestres, cedros …) y helechos y otros plantas similares en el suelo. Por esta zona el río discurre tranquilo y en un lugar conocido como los Laureles se suele utilizar por los lugareños como sitio de ocio, de excursión y paseo.
El camino cruza el río en varias ocasiones por pintorescos puentes como el último que se cruza que es de madera, y conforme va ascendiendo te vas encontrando variaciones en las formas del relieve con variedad de formaciones geológicas multicolores y en la vegetación, va desapareciendo el verde frondoso y apareciendo cardones, dando lugar a un marco paisajístico de gran atractivo.
En la zona del Maray, que, parece ser, es el punto dónde comienza realmente la Cuesta del Obispo, hicimos una paradita para contemplar algo espectacular que teníamos enfrente, el Torreón de la Cuesta, una gran farallón de piedra de arenisca roja en el que se observan huellas de cascadas recientes, posiblemente se repitan en época de lluvias, y unos puntos blancos que, al parecer, son condoreras, habitáculos del cóndor, pero no vimos ninguno. Desde este punto hay rutas de trekking que siguen las huellas de cóndor.
Y.. nuestras hojitas de coca y comenzamos a subir, 1000 metros de desnivel, pero que realmente no te das cuenta de la subida hasta que no llegas al mirador y no ves las curvas y recurvas por las que has subido. He visto fotos tomadas desde este mirador, todo verdecito, pero en esta ocasión los tonos eran ocres y marrones, con nubecitas al fondo que no son tales, era el humo de la quema de matojos en las laderas de los montes ????. También desde este mirador ya se contempla mejor el gran Cerro Negro (Cerro Malcante con 5.200 m.), situado a la derecha y por encima de esta cuesta y que luego nos acompañaría a nuestra derecha un largo trayecto.
Antes de llegar a la Piedra del Molino, como un par de kilómetros, un desvío a la izquierda te indica el acceso al Valle Encantado por un camino en no muy buen estado ( en época de lluvias tiene que ser imposible). Este camino tiene casi al inicio un pequeño mirador de todo este bonito paraje que en épocas de lluvia combina los verdes de los pastizales, lo múltiples colores de las flores y las pequeñas lagunas que se forman, con los cerros multicolores y las formaciones rocosas rojizas dando verdadero sentido a su nombre.
Ahora apenas hay tonos verdes, tampoco flores, pero quedan todas las formaciones rocosas con restos de una laguna que tuvo que ser mucho más grande pues se nota el suelo blando a sus alrededores. Aún así el paraje me parece precioso, perfecto para pasarse un día paseando por todo este valle. Este valle forma parte del Parque Nacional de los Cardones y dicen que es lugar habitual de avistamiento de cóndores. Tampoco vimos ninguno en esta ocasión
Enseguida se llega al lugar más alto, conocido como Piedra del Molino. Hay una pequeña ermita en la que dentro huele fatal, sobre todo a tabaco, y es que hay muchísimos cigarrillos que han sido encendidos y dejados allí para que se consuman. Su significado tendrá....
Se comienza a descender adentrándose en el Parque Nacional de los Cardones y en la casi perfecta recta de Tin Tin, así llamada por el cerro del mismo nombre que muestra en sus faldas franjas de distintos colores (verdes y parduzcos).
Esta Recta de Tintín se extiende por 19 kilómetros y fue diseñada hace más de 500 años por los Incas.
Antes de iniciar la recta hay una indicación de un mirador, “mirador ojo del cardón”, con un pequeño paseo que te permite contemplar con detenimiento el cerro Tin Tin y sus colores , la extensa planicie poblada de cardones y ya al fondo el Nevado de Cachi .
Entre los antiguos pobladores circulaba la leyenda de que los cardones eran vigías privilegiados que guardaban y custodiaban el imperio Inca. En este mirador hay dos paneles, en uno de ellos cuenta las tribulaciones de un cura que en la noche confundió a los cardones con indios que lo perseguían y querían matarlo y en otro una poesía dedicada a la flor del cardón que me encantó por lo simple que es:
“Arriba florece/ la flor del cardón/ entre las espinas/ al viento y al sol
¡Copa de oro y nácar/ generosa flor/ dulce a las abejas/ la flor del cardón!
Por esta zona, más o menos, se encuentra el desvío a Seclantás que en unos 3 km. pasa por el bosque de Churqui Gigante (churqui: bonito árbol con la copa en forma de parasol). Pero nosotros teníamos como destino Cachi.
Hasta Payogasta llega la ruta 33. Para continuar hasta Cachi aquí hay que unirse a la RN 40. La ruta 40 es en todo el tramo, hasta San Carlos, con ripio, no tiene nada de asfalto. Muchos kilómetros en los que hay que ir a poca velocidad, traqueteando el coche y nosotros también. Mucho polvo, ¡que cantidad de polvo!. El mismo se introducía por cualquier recoveco del coche. Las mochilas que estaban dentro del maletero se volvieron grises como el polvo de la carretera.
En el pueblo de Cachi nos detuvimos a ver su bonita iglesia con espadaña, la plaza, el mirador norte (el Nevado de Cachi y el cementerio) y por supuesto a comer que ya era hora.
Proseguimos camino a Molinos. La lentitud en el camino de ripio tiene como ventaja que te permite ir viendo los paisajes del valle del rio Calchaquí.
El río Calchaquí nace en el Abra de Acay, se alimenta de varios nevados y arroyos pluviales, luego va cambiando de nombre hasta desembocar en el Rio de la Plata. El paisaje va cambiando, a tramos casi desérticos, a tramos con vegetación por la influencia del agua. Con el transfondo de las formaciones montañosas, a veces de formas caprichosas.
Van pasando las desviaciones a los otros pueblos y sitios del valle, Rancagua, La Paya, San José, laguna Brealito, Seclantás …. Observamos el tipo de viviendas, casi todas en adobe y muchas de ellas, por pobres que sean, con su galería de columnas, también al paso descubrimos algo del transcurrir de la forma de vida campesina y propia de estos valles.
En Molinos hay varias cosas que visitar, una reserva de vicuñas, el museo de arqueología El Churcal... Su capilla es la más antigua del valle, hoy es la Iglesia de S. Pedro Nolasco de estilo cuzqueño. Enfrente, la finca Isasmendi, hoy convertida en Hostal de Molinos, con unos patios preciosos, sitio lleno de tranquilidad en el que hay que entrar, aunque sea a tomarse un refresco debajo del centenario “árbol molle” de su patio central.
Afrontamos nuestra última etapa. Nuestro destino era la Finca El Carmen, aproximadamente en el km. 4420 de la RN 40, antes de llegar al desvío para Angastaco, dónde pasaríamos la noche. Pero cuando llegamos a ella la pasamos de largo al comprobar que quedaban algunos minutos de sol y seguimos adelante para intentar ver algo de la quebrada de las Flechas con esta luz del atardecer. No fue mucho lo que pudimos ver de esta maravilla, casi paisaje lunar, pero intentando encontrar el camino a un mirador, que ya contaré, nos subimos a una ladera en la que contemplamos una bonita puesta de sol entre estas formas rocosas y en el fondo el curso del río Calchaquí.
Y ya sí, nos volvimos hasta la Finca el Carmen, alojamiento que pertenece a la red de Turismo de Haciendas y es que realmente es una hacienda en activo, con sus rebaños de cabras y llamas y sus cultivos, que tiene habilitadas varias habitaciones como alojamiento en lo que llaman la Sala Vieja (por otro lado de la finca también tienen cabañas para alojarse). Habitaciones muy bonitas y confortables, decoradas al estilo colonial como toda la casona, que dan a una galería cubierta que te sorprende por lo acogedora que resulta, los ventanales de esta galería dan a uno de los patios de la casona.
Éramos los únicos huéspedes, tanto en el alojamiento como en el comedor cenando y al día siguiente en el desayuno. El cielo estaba lleno de estrellas a más no poder. Lástima que solo pasamos una noche.