MONTANEJOS.
Montanejos es una localidad de unos 600 habitantes, que pertenece a la comarca del alto Mijares y está situada en el interior de la provincia de Castellón a 418 metros sobre el nivel del mar. Dista 60 kilómetros de Castellón (por la CV-20), 90 de Valencia (V-21 hasta Sagunto, A-23 hasta salida 42, pasado Novaliches y, por fin, CV-195) y 390 kilómetros de Madrid, desde donde el trayecto más corto y rápido es vía Teruel, capital que se encuentra a unos 65 kilómetros y cuyo itinerario pongo a continuación por si puede servir de referencia.
Como me ha ocurrido con numerosos destinos, no había oído hablar de este sitio hasta que me topé en internet con una foto de Montanejos mientras estaba buscando Balnearios en la Comunidad Valenciana. La estampa de un río de aguas turquesas serpenteando por un desfiladero de rocas cubiertas de verde vegetación mediterránea me llamó sumamente la atención, de modo que comencé a recopilar información. Así, me enteré de que su origen es árabe y se encuentra ligada a la fundación de La Alquería. Su población morisca fue expulsada a principios del siglo XVII y toda la comarca pasó a ser repoblada por aragoneses. Su principal atractivo turístico es su magnífico emplazamiento natural, con mención especial al entorno del río Mijares.
Situación de Montanejos en el mapa peninsular.
Tras un intento fallido de visita el año pasado, este verano decidí culminar allí nuestra ruta por la provincia de Teruel. Debido a la fama de sus aguas termales, en el pueblo hay un balneario y varios establecimientos hoteleros de diversas categorías pero casi todos relacionados con los baños. Entre las opciones disponibles, que ya no eran muchas al hacer la reserva del alojamiento, me decidí por el Hotel Xauen, de tres estrellas. El edificio es un poco antiguo, pero las habitaciones aunque no son muy grandes tienen camas cómodas y aire acondicionado, lo que no venía nada mal porque el tiempo estaba cálido y bochornoso. El precio de 80 euros por noche (estábamos a finales de agosto por si no lo he dicho aún), sólo llegó para una habitación con vistas a la calle en lugar de al río. Está muy cerca del río y se puede llegar caminando mediante un agradable paseo hasta la Fuente de los Baños. El spa es pequeñito y en casi todas las cabinas notamos el agua de los diferentes chorros demasiado caliente (quemaba, casi), pero en la piscina se estaba bien. El precio era de 10 euros por persona, creo recordar que una hora, no incluye gorro, albornoz ni chanclas, que hay que llevar aparte. En un principio, sólo habíamos reservado el alojamiento, pero por los motivos que luego contaré terminamos contratando también un desayuno, dos cenas y un almuerzo. Los menús por 12 euros la verdad es que no nos parecieron nada mal.
Edificios señoriales venidos a menos.
Llegamos por la tarde procedentes de Puertomingalvo (Teruel), con lo cual tuvimos que vérnoslas con 40 kilómetros de carretera de montaña muy virada y sinuosa que la única alegría que permitía era la de contemplar el paisaje de las estribaciones de la Sierra de Peñagolosa (Penyagolosa en valenciano), lo que tampoco estaba nada mal, por cierto, y nos permitía recordar unos lugares que tuvimos la ocasión de recorrer hace una pila de años. Y vimos también la estampa que nos proporcionó el pueblo de Villahermosa del Río (el Carbo, por cierto) desde la carretera y que hacía gala de su nombre.
Entorno de Penyagolosa.
Villahermosa del Río.
Villahermosa del Río.
La primera cuestión complicada en Montanejos en época veraniega punta (ni mucho menos la mejor, ya lo sé) es localizar aparcamiento. En el pueblo nos resultó imposible, así que tras subir el equipaje a la habitación, conseguimos dejar el coche en un milagroso hueco que encontramos en la parte alta de un parking señalizado como “zona inundable”, estaba a tope de vehículos. El tema no era ninguna broma porque había aviso de tormentas por la zona y ya se sabe lo que ocurre cuando aparece la gota fría por esas latitudes. Así que lo aparcamos allí, justo en el límite del riesgo, junto al cartel, estando muy pendientes del tiempo y los pronósticos meteorológicos.Por fortuna, durante la tormenta del día siguiente llovió poco si bien a lo lejos vimos y oímos una buena cantidad de truenos, rayos y centellas.
Lógicamente, queríamos cenar algo, de modo que fuimos al centro del pueblo en busca de un bar o similar para tomar tapas o unas raciones. Sin embargo, tuvimos poca suerte porque la oferta que encontramos era bastante escasa y los pocos lugares potables estaban a tope. Así que volvimos hacia el hotel después de haber visto el núcleo antiguo que no nos llamó demasiado la atención, por cierto. Los lugares aconsejados para visitar son la Torre Árabe, la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol, el Puente de San José sobre el río Montán y un antiguo molino harinero a orillas del río Mijares.
Iglesia parroquial del siglo XVIII, dedicada al Apóstol Santiago.
Los restaurantes en su mayoría eran los de los hoteles, así que cansados de vagar sin esperanzas, decidimos aceptar la oferta de nuestro hotel de un descuento en las comidas, que quedaron a 11,5 euros. El menú se servía en mesa (no era buffet) y constaba de bebida, aperitivo, dos platos y postre con cuatro opciones, lo ideal para nosotros que no necesitamos excesos, especialmente de noche. No somos amigos de medias pensiones o pensiones completas en los hoteles, pero dadas las circunstancias fue lo mejor que pudimos hacer ya que al día siguiente teníamos previsto descansar y no movernos de Montanejos. Y, para nuestro gusto, las comidas resultaron variadas y estaban buenas.
El día siguiente amaneció espléndido y caluroso y fuimos a dar una vuelta hasta el río. Vimos bastante gente bañándose e instalándose en las orillas y en las zonas de picnic, como era de esperar. Hay varios aparcamientos en las márgenes del río, el que queda más cerca de las piscinas naturales y la zona de las aguas termales se encuentra en la carretera, a unos 50 metros de la Fuente de los Baños y es de pago. Está instalado al menos un parquímetro y creo recordar que el día completo cuesta cinco euros por coche, pero no estoy segura porque nosotros fuimos caminando y tampoco sé si se paga también en otra época del año, aunque supongo que no.
Si se desea aparcar junto al llamado lago de aguas termales, mejor ir pronto porque las plazas se completan. Unas escaleras bajan a esta zona del río, donde también hay servicios y un chiringuito. En principio, está prohibido instalar sillas y mesas y comer en esta zona, para lo cual hay que retroceder hasta un pequeño puente, a partir del cual ya se permite colocar todo el “equipo”. El agua es clara, está limpia y permite nadar a gusto. Resulta recomendable seguir un rato el curso del río allí donde se estrecha el cauce entre las paredes de roca ya que se pueden contemplar varias cascadas.
Desde el pueblo hasta la Fuente de los Baños existe un camino asfaltado de un kilómetros, aproximadamente, muy agradable de recorrer ya que va muy cerca del río. La Fuente de Baños está siempre concurrida con gente que llena garrafas de sus caños. Según reza el azulejo informativo, se trata de “aguas minero-medicinales sulfatado magnésicas y bicarbonatadas”, indicadas como agua de mesa y para enfermedades de la piel, el estómago y el riñón, y fueron declaradas de utilidad pública en 1863. Salen a una temperatura de 25 grados y su caudal es de 6.000 litros por minuto. Muy cerca se encuentran los vestigios de lo que fueron los antiguos baños árabes, de los que solo se conservan dos estructuras y la una red de pequeñas acequias que llevan el agua.
Al margen del valor medicinal de estas aguas, el paraje es realmente bonito, dejando al margen el número de personas que puedan encontrarse por allí según la época del año, naturalmente. El río Mijares nace en la Sierra de Gudar (Teruel) a 1.500 metros de altitud, su longitud es de 156 kilómetros y es uno de los de mayor caudal de la Comunidad Valenciana, alcanzando normalmente su valor más alto en los meses de junio y septiembre.
Entre la vegetación, se puede mencionar el bog, el pino carrasco, las sabinas, el matorral mediterráneo en el que predominan los zarzales y los arbustos como el lentisco, la cornicabra o la venenosa emborrachacabras, con la que hay que tener mucho cuidado pues sus frutos son similares a los de las zarzamoras pero resultan sumamente tóxicos y se utilizan para curtir pieles. La vegetación de ribera abarca los sauces, el chopo negro, el fresno, los juncos…
Hay varios senderos que se pueden realizar en los alrededores: Sendero Familiar, de la Bojera, de los Estrechos, del Monte la Copa, del Castillo, Marrón de Campos, Senda Cinglo de los Castillejos, etc.
Sendero de los Estrechos.
Este es el sendero que se aconseja para conocer el paraje que se conoce como “Los Estrechos”, donde se encuentra el paisaje más bonito del entorno del río Mijares, cuyo cauce fluye por un desfiladero de unos 25 metros de anchura, entre paredes rocosas verticales que en algunos tramos llegan a superar los 100 metros de altura. Esta senda está situada entre Montanejos y el Embalse de Arenoso (Campos de Arenoso) y bordea la zona de los estrechos por la montaña, si bien nosotros decidimos hacer alguna variación.
Los datos de la ruta son:
Longitud: 8 kilómetros.
Circular: incluye ida y vuelta.
Duración: entre dos horas y veinte minutos y tres horas, dependiendo de las paradas.
Dificultad: media/baja.
Oficialmente, la ruta comienza junto al Balneario, en una zona de bajada que hay hacia el río y se puede hacer en ambas direcciones. Nosotros preferimos ir en el sentido de las agujas del reloj, pero en vez de subir hacia el monte en el inicio de la ruta, que está a la izquierda de la carretera que va hacia la Fuente de los Baños, decidimos seguir por la misma carretera durante un tramo para así ver el río, el desfiladero y los estrechos más de cerca. Haciendo caso a las indicaciones de un joven guía de la zona, llegamos hasta el tercer túnel, contemplando por el camino el hermoso discurrir turquesa del río, encajonado entre las rocas. Como teníamos intención de bañarnos, no me llevé la cámara habitual y las fotos están tomadas con la acuática.
Salvo que se desee completar el sendero ciñéndose escrupulosamente al itinerario establecido, recomiendo hacerlo así porque las vistas que contemplamos son mucho más bonitas desde aquí que desde lo alto de la montaña, como luego pudimos comprobar a la vuelta. Eso sí, hay que tener cuidado porque se circula por la carretera. También se puede recurrir a la llamada senda familiar, que va paralela al cauce del río hasta la presa, unos cuatro kilómetros de ida y vuelta con recorrido muy sencillo; aunque repito que las vistas desde arriba son muy sugerentes.
Creo recordar que después de pasar el primer túnel, se contempla desde arriba la pequeña presa de Cirat (no confundir con la del Embalse de Arenoso, mucho más grande). A esta altura, en la carretera hay un acceso a la senda familiar. Nosotros seguimos caminando hasta alcanzar otro túnel, junto al cual hay un pequeño aparcamiento. Las vistas desde aquí son realmente preciosas, con el río formando unas encantadoras cascaditas.
Con precaución, entramos en el túnel y, a la derecha, vimos un par de huecos abiertos en la roca a modo de balcones que se asoman al río, desde donde se contemplan mejor las cascadas. El sol daba de frente, lo cual no favoreció la nitidez de las fotos. Pongo también algunas tomadas el día siguiente, cuando ya pasamos por allí con el coche. Mucha cuidado en este tramo porque pasan coches a bastante velocidad.
Continuamos hasta encontrar más adelante a nuestra derecha otro acceso a la Senda de los Estrechos, internándonos ya en el bosque. Todo está bien señalizado. Poco después, escuchamos el estruendo del agua precipitándose por el aliviadero del Embalse de Arenoso, conocido como El Chorro. Primero, lo contemplamos desde una cierta altura. Luego bajamos hasta el camino que pasa junto al Chorro (que también se pueden contemplar desde una pasarela) y terminamos empapados porque el aire arrastra el agua como si fuera lluvia. Fue un momento divertido y hasta lo agradecimos porque empezábamos a notar bastante calor. Eso sí, cuidado con las cámaras de fotos, que pueden quedar chorreando. Menos mal que yo llevaba la acuática porque se llevó un buen remojón.
Seguimos un rato por el bosque, con continuas subidas y bajadas, cerca del cauce, que discurría muy alegre, formando nuevas y vistosas cascaditas. Cruzamos una nueva pasarela sobre el río y continuamos junto a la orilla durante un rato, hasta que en un momento dado, el sendero comenzó a subir y a subir entre los árboles hasta alcanzar una altura bastante considerable sobre el río, mostrándonos el desfiladero.
Desde arriba podíamos contemplar el bosque, el desfiladero, con los estrechos, el río y la presa de Cirat. Un paisaje muy bonito realmente.
Sin embargo, de aquí en adelante caminamos por zona elevada, sin el abrigo de los árboles, que quedaban a los lados, privándonos de su sombra. Y el sol pegaba pero bien. Un rato después divisamos Montanejos abajo, en la distancia. Seguíamos estando en terreno elevado. En este punto se me acabó la batería de la cámara y tampoco llevaba el móvil, dada nuestra intención de bañarnos; así que se acabaron las fotos desde este punto. De todas formas, no importa demasiado porque el resto del camino (unos cuarenta y cinco minutos más) se nos hizo muy pesado y sin nada nuevo que destacar respecto al paisaje. Para nuestra decepción, el sendero dejó atrás Montanejos y siguió unos cuantos cientos de metros hasta que, al fin, giró a la derecha empezando un pronunciado descenso que nos llevó a la zona de picnic y, después, al camino asfaltado que cruza el puente por debajo y llega hasta el pueblo.
Esa tarde se cumplió el pronóstico y llovió. La tormenta sirvió para que la zona del río se despejara de gente y bártulos en un abrir y cerrar de ojos, con una rapidez increíble. Por la tarde todo estaba mucho más tranquilo, aunque nosotros aprovechamos para visitar el spa y que nos dieran unos relajantes masajes.
Tan relajantes como estas vistas junto al río.
Al día siguiente, paramos un momento en el Embalse de Arenoso, cuya construcción provocó en 1977 el desalojo del pueblo de Campos. Estas eran las vistas desde la presa.
NAVAJAS.
Montanejos y Navajas se suelen asociar en muchas visitas turísticas dada su proximidad, ya que se encuentran a poco más de 30 kilómetros de distancia entre sí, una media hora en coche. Como en el caso de Montanejos, lo que destaca en Navajas no es la población sino su río y, más concretamente, su cascada más famosa: el Salto de la Novia. Como estábamos muy cerca, la curiosidad nos llevó a echar un vistazo, aunque nos imaginábamos que ni el paraje (por la gente) ni la cascada (por el caudal del agua) estarían en su mejor momento.
Ruta en GoogleMaps desde Montanejos hasta Navajas.
El acceso está bien señalizado y dejamos el coche en un aparcamiento. Para llegar al paraje que comentamos, hay que abonar una entrada de 2 euros, que da derecho a estar todo el día en la zona de baños. Y, ojo, porque nos pidieron la entrada al acercarnos al río, así que nada de entrar a hurtadillas, que te pillan . Supongo que en otras épocas del año es gratis, así que mejor evitar el verano.
Para situarnos, decir que nos encontramos en las orilla del río Palancia, que nace en la Sierra del Toro y desemboca en Sagunto tras 85 kilómetros de recorrido. A su paso por la localidad de Navajas, el río ha erosionado el terreno a lo largo de los siglos, dando formas caprichosas a las rocas que lo circundan. Hay numerosas fuentes y zonas de baño, si bien nos pareció que el río estaba más revuelto y turbio que el Mijares en Montanejos.
Fuentes.
Antes de llegar a la cascada, subimos por un sendero con escaleras hasta el llamado Mirador del Paraíso, si bien primero se pasa por la Cascada del Tío Juan, que debe su nombre a Juan Torres, que fue alcalde de Navajas. Dada la época del año, esta cascada no estaba muy sobrada, pero tenía agua y quedaba resultona viéndola en vivo, desde luego, mucho más que en fotos. Este lugar concreto era muy frondoso y bonito. Además, no había nadie.
Seguimos un poco más adelante, con cuidado porque el suelo pedregoso estaba bastante encharcado, y llegamos al Mirador del Paraíso, desde el que divisamos la cascada del Salto de la Novia, que llevaba agua pero no en exceso, como era de esperar. Enfrente, al otro lado del río, está la que llaman Cueva del Reloj, que también ofrece vistas muy bonitas a juzgar por las fotos que hemos visto, y a la que se llega haciendo una pequeña ruta senderista de una hora más o menos. Sin embargo, estábamos de paso, teníamos poco tiempo y hacía bastante calor, así que lo dejamos para otra ocasión.
Volvimos a la ruta principal y llegamos frente al Salto de la Novia, cuyas aguas caían a una poza donde había bastantes bañistas que le quitaban encanto al lugar. De todas formas, el sitio es bonito, pero repito que mejor visitarlo en otra época del año.
Cascada del Salto de la Novia.
Por cierto, que el nombre de la cascada se debe a una antigua leyenda del lugar, según la cual las parejas antes de casarse debían ir al lugar donde se estrecha el río y la novia debía saltar de un extremo a otro. Si lo hacía sin percance, era señal de prosperidad para el matrimonio, si sufría algún percance, era un mal augurio y el compromiso debía romperse. Hasta que un día, una novia se precipitó al río y la corriente se la llevó; el novio saltó a rescatarla y sufrió la misma suerte. Al final, murieron los dos. Desde entonces, se interrumpió el rito y se le dio a la cascada este nombre.