En mi opinión, en Bergen habría que pasar por lo menos un día completo. Estuvimos una tarde, un día entero y una mañana y nos supo a poco. Hay un montón de cosas para ver y hacer. Claro que contrariamente a la fama que tiene de ser una de las ciudades más lluviosas de Europa, hizo un tiempo extraordinario, con un sol de justicia que iluminaba en todo su esplendor sus coloridas casas. En Bergen fuimos a nuestro aire, salvo un pequeño recorrido panorámico en autobús que estaba incluido en el viaje, gracias al cual pudimos visitar sin cansarnos Gamle Bergen, un interesante museo al aire libre que muestra edificios, talleres, tiendas, mobiliario, utensilios y objetos que ilustran como era la vida en Bergen durante los siglos XVIII y XIX.
Calle con edificios típicos en Gamle Bergen:
Ya por libre, fuimos bordeando el puerto, encontrándonos con estas vistas:
Ya por libre, fuimos bordeando el puerto, encontrándonos con estas vistas:
Nos entretuvimos un buen rato en el Fisketorget, el mercado de pescado, donde había un gran ambiente, sobre todo turistas curioseando y probando todo tipo de pescado y marisco ya cocinado que venden al peso. En los puestos casi siempre hay españoles, muchos estudiantes con beca Erasmus, que aprovechan para ganarse un dinerillo.
Caminando, caminando llegamos hasta Strandgaten, donde hay un parque con bonitas vistas panorámicas de la Península de Nordness, aunque lo más llamativo son las pintorescas calles que hay cerca del puerto, con edificios de madera de colores:
Sin embargo, en mi opinión, no merece la pena ir hasta allí porque te das un palizón a andar de cuidado. Es suficiente con ir hasta la zona donde cargan gasóleo los barcos, que está frente por frente con el Bryggen, donde se consiguen las mejores fotos panorámicas de esa zona de Bergen, con la montaña de Floyen al fondo (en la foto, a la izquierda; la colina con la antena en lo alto de la derecha, creo que se llama Ulrikken y tiene 642 metros):
Después fuimos hasta el funicular que asciende los 320 metros que separan el centro de la cima de la montaña de Floyfjeller, conocida como Floyen. La guía tuvo el detallazo de, a los que quisimos, darnos las entradas para que las utilizásemos cuando nos viniese mejor. Las vistas de Bergen desde lo alto son impresionantes:
Además, se puede pasear por los senderos y tumbarse en el césped o sentarse a descansar tomando un bocata o un refresco, lo cual agradecimos mucho con la caminata que nos habíamos dado. Naturalmente, también saludamos al simpático y enorme troll que nos recibió a la entrada del parque:
Por la tarde, fuimos a la zona norte del puerto de Bergen, conocida como Bryggen. Allí se encuentran los viejos almacenes de madera que durante 400 años formaron el centro del comercio hanseático en Noruega. Han sido pasto de las llamas y reconstruidos varias veces, de hecho se siguen quemando de vez en cuando, incluso después de estar nosotros allí; están catalogados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su encanto es innegable con sus llamativos colores brillando al sol en contraste con el cielo tan azul.
Había muchos restaurantes y terrazas en los que se podía comer muy bien a precios bastante más razonables que en el resto de Noruega. Así que aprovechamos para darnos un pequeño homenaje en una especie de taberna, cerca del Bryggen. También visitamos la parte moderna del centro de la ciudad, una plaza con un parque muy agradable con quiosco de música y otra con lago. Ni que decir tiene que acabamos muertos de cansancio y ni siquiera notamos el agobio de la minúscula habitación.