Este día lo vamos a comenzar con una pequeña lección de historia porque toca hablar de los castros. Prometo no alargarme.
Un castro, cuyo nombre deriva del latín castrum (fortaleza), viene a ser un poblado rodeado por una muralla. Se empezaron a construir a finales de la Edad de Bronce y se siguieron haciendo durante la Edad de Hierro, normalmente en las cimas de colinas o lugares que tuvieran una buena visibilidad y que facilitaran la defensa.
En principio están relacionados con la cultura celta y en España hay ejemplos de este tipo de construcciones por toda la cornisa Cantábrica en diferente estado de conservación.
En la zona del Parque Histórico de Navia se pueden ver y hacer un montón de cosas interesantes, entre ellas una ruta desde la costa hacia el interior (o viceversa) siguiendo los pasos de nuestros antepasados que incluye este tipo de yacimientos.
Como el tiempo no da para todo, nosotros elegimos dos bastante diferentes: Mohías y Coaña.
El de Mohías está cerca de la localidad del mismo nombre. La visita es libre y gratuita, de hecho allí no hay nadie (imagino que porque no es tan grande ni tan espectacular como otros).
Hay indicaciones por la carretera para llegar, aunque desde el camino donde se aparca no se ve porque los restos están escondidos detrás de una casa, pero lo encontraréis seguro.
Poniendo un poco de atención y sabiendo lo que se busca, se pueden distinguir canales de desagüe, tramos pavimentados o esquineras en las fachadas de algunas casas.
El Castro de Coaña está junto al pueblo de Villacondide (Coaña) y conforme te acercas te das cuenta de que no tiene nada que ver con el anterior. Para empezar por la ubicación, mucho más estratégica (al menos hoy en día) y para seguir porque hay una buena zona de párking habilitada y un centro de visitas con un interesante museo con piezas relacionadas con los castros y su historia.
Allí mismo te venden las entradas (3€) y te dan un mapa con la descripción del sitio arqueológico y con las normas que tienes que seguir durante la visita, aunque también es libre y puedes recorrerlo todo a tu aire y estar allí el tiempo que quieras.
A los cuatro nos pareció una visita muy interesante y os aconsejo que si no sabéis nada de castros vayáis antes a uno donde podáis haceros una idea de qué va el tema.
Después nos acercamos hasta el pueblo de Coaña para ver otro resto con relevancia histórica: Una Estela Discoidea de piedra que se relaciona con el cercano castro.
La verdad es que no sabíamos exactamente lo que buscábamos, así que Jota y yo (que teníamos en mente las estelas que habíamos visto en Guatemala) esperábamos algo grande, que se viera de lejos... Así que al principio la pasamos de largo, pero preguntando se llega a Roma, así que aquí tenéis la prueba de que la encontramos.
La web del Parque de Navia es muy completa y tiene un montón de información muy bien organizada (no sólo de castros, sino también de actividades, recorridos, lugares de interés, etc)así que os pongo el enlace: www.parquehistorico.org
Después de culturizarnos un poco ponemos rumbo a la Playa de las Catedrales.
Nuestros amigos ya habían estado mientras nosotros visitábamos las ciudades, pero nos dijeron que no les importaba volver, así que les tomamos la palabra rápidamente.
Llegas allí y no ves nada especial... Al principio, claro, porque en cuanto te acercas un poco más te das cuenta de porqué la llaman así y entiendes lo bien merecido que tiene el nombre.
Sólo pongo esta foto porque no quiero chafarle la sorpresa a nadie, pero ya os digo que me encantó poner los pies en Lugo.
Entre unas cosas y otras casi se nos pasa la hora de comer.
¿A dónde vamos? A Ribadeo, al restaurante La Solana que era donde habían comido ellos un par de días antes (C/.Antonio Otero nº41, Muelle de Porcillán).
Ya lo conté respondiendo a la pregunta de un viajero en el hilo de comer en Asturias, pero lo voy a repetir: Totalmente recomendable.
Mi zarzuela estaba buenísima, literalmente para untar pan en la salsa después de acabar con el pescado y los bichos que lo acompañaban, el arroz con bogavante también muy rico y los postres... Huuuummmmm... De pecado, porque lo nuestro fue gula, aunque era imposible resistirse a la tentación después de ver la carta.
El arroz para dos, la zarzuela para dos, una botella de vino y dos postres para compartir porque no podíamos más, nos salió a 56€ por pareja.
Lo único que hicimos en Ribadeo después de comer fue subir a un mirador que hay casi al lado del restaurante (tiene ascensor) y hacer un par de fotos al puerto.
Al principio nos habíamos planteado hacer la Senda del Oso en bici, pero finalmente nos decantamos por una excursión a las Cascadas de Oneta.
La ruta comienza en el pueblo de Oneta (Villayón), a donde se llega siguiendo la carretera local AS-36, así que aparcamos el coche y comenzamos el paseo dejando atrás las casas de la aldea y el cementerio a la derecha del camino.
Calculo que nos costaría algo más de hora y media entre ir y volver, pero íbamos en plan tranquilo y parándonos a hacer fotos.
La primera cascada, que cae desde una altura de 15 metros, se llama Firbia y el acceso está bastante bien. El camino que sale de Oneta es de tierra al principio y luego se estrecha hasta convertirse en un sendero rodeado de una vegetación frondosa.
Para llegar a la segunda cascada que es la Ulloa seguimos el riachuelo pasando junto a un viejo molino de agua abandonado.
En general es una excursión sin dificultad, lo único que hay que tener en cuenta es que las bajadas a las cascadas son un poco empinadas y hay que estar atento a las raíces de los árboles y a las piedras.
Hay una tercera cascada llamada Maseirúa, pero habíamos leído que el acceso era bastante más complicado y además mi amiga se había quedado esperándonos en la Firbia, así que volvimos sobre nuestros pasos para reunirnos con ella.
Y así terminamos otra intensa e inolvidable jornada en Asturias.