He dormido de un tirón. Me da un poco de pereza arrancar porque nuestro tren no sale hasta las 8:04 hora de Moscú que en hora de Ulan-Ude significa las 13.04 del mediodía. He de ir a devolver la llave a la recepción del edificio y queremos pasar por el supermercado a por unos noodles instantáneos.
Nos reunimos con Alex en la cocina del hostal. Tiene un montón de comida rusa para compartir con nosotras y aunque rechazamos la mitad de las ofrendas, acabamos aceptando alguno de sus regalos. Volvemos a hablar y se ofrece a llevarnos a un rápido tour por la ciudad. A fin de cuentas, M no la ha visto y yo sólo lo hice de noche. No tenemos ganas de ir con prisas y aunque la ciudad ofrece algunos puntos de interés, acabamos rechazando nuevamente su oferta. También se ha ofrecido a acompañarnos a la estación de tren y ayudarnos con las maletas. Quiere decirnos adiós. Esto sí que no podemos negárselo y ambas estaremos encantadas de compartir alguno de nuestros fardos con él.
Al final los planes se nos tuercen un poco. Cuando llega la hora de salir Alex se ha dormido y no consigo con mis llamadas despertarlo. Nos sabe mal no despedirnos de él, pero ¡así es la vida del viajero!
Ya en la estación y sin haber pasado por el super nos apoltronamos con la esperanza de que nuestro tren llegue en la primera vía. No me apetece subir y bajar nuevamente las maletas por el pasaje elevado de la estación.
Al poco de estar allí vemos como la pareja francesa que encontramos en la Isla de Oljón entran por la puerta. Todas nos alegramos de volvernos a encontrar en el camino. Esta vez, nos presentamos: Florence y Parvin (o algo parecido).
El nombre de Florence me recuerda a mis tiempos en Londres Son de la Bretaña francesa, como la mayoría de franceses que han acabado cruzándose en su camino. Supongo que un día tendré que ver qué tiene la Bretaña francesa que hace que sean todos tan viajeros, y mucho más simpáticos que alguno de sus conciudadanos. Pero por el momento me quedo en Ulan Ude.
El tren que cogemos es chino y hace el recorrido completo del Transmongoliano: Moscú-Pekín. Florence y Parvin van a compartir compartimento justamente con Kristhen y Thibault, nuestros compañeros en Oljón. Es una alegría también encontrarse con ellos y encima en nuestro mismo vagón. M y yo vamos en un compartimento solas todo el trayecto. Es mucho más cómodo aunque también algo más aburrido.
Llegamos a la frontera sobre las 18.30 de la tarde. Nuestra visa expira hoy mismo así que hay que salir de territorio ruso como sea. La parada serán unas 3 horas y media más o menos.
Se nos llevan el pasaporte y vienen a revisar nuestro equipaje. Traen a un perro que seguramente debe ponerse malo si huele sustancias nocivas. En nuestro compartimento anexo hay una señora Mongola que ha cargado de todo en su compartimento: juguetes, abrigos, pañuelos, zapatillas..allí es dónde el perro pasa, evidentemente, mucho más rato.
La mitad del tren acabamos en el tiempo de espera yendo en peregrinación a una pequeña tienda de comestibles que hay a unos metros. Yo compro finalmente los noodles y algo de bebida antes de regresar al tren.
M y yo no nos hemos registrado en ninguno de los lugares que hemos estado y deberíamos haberlo hecho si pasábamos más de 72 horas en el lugar. No es muy preocupante puesto que por lo que parece no hay gran problema con los europeos, pero aún así, hay un no sequé en mi estómago.
Mientras el tren está parado no hay baño en el tren ni funciona el samovar, así que con el paso del tiempo, Kristen y yo acabamos pasando a primera clase a robarles el agua que allí por la escasez de pasajeros sigue caliente. Cenamos los noodles y salimos a charlar con los compañeros del otro compartimento contiguo: Khalmann y Sikam.
Los dos son de Kazajistan y estan realizando una ruta turística que comprende además de la capital Mongola varias ciudades de Khazajistan y de Rusia (Karaganda, Astana, Omsk) . Por lo que parece Sikam, el más charlatán, es minero. Tiene 3 hijos y es muy mal bailarín. Acabamos hablando a través del diccionario de iconos que lleva M en caso de necesidad, aunque como siempre la primera pregunta ha sido que qué edad teníamos. Intercambiamos preguntas sobre qué comemos, qué religión tenemos, pero sobretodo el coste de vida: una barra de pan, un coche de primera mano, de segunda, un iphone, un Kw, una vaca entera (evidentemente yo no puedo darle la replica), repasamos casi todo el diccionario. Me entero que Khalmann es un buen boxeador y que además en Kazajistán tienen temperaturas mínimas de -40 grados… too much para mí!
Por fin el tren arranca aunque no sin que antes hayamos visto con estupor cómo se pasea una vaca por los raíles del tren arrancando el poco pasto que hay a orillas de la vía.
Nos han devuelto los pasaportes aunque por poco tiempo. Al cabo de poco paramos ahora ya en la frontera Mongola. Es un proceso similar aunque lleva algo de menos tiempo. Aquí hay que hacer la declaración de entrada de mercancías, así que una de las oficiales pasa un buen rato en el compartimento de la señora mongola. Yo voy sacando la cabeza al pasillo, aunque he de recogerla porque no tengo ganas de tropezarme con el pastor alemán que se pasea arriba y abajo del vagón.
Nos reunimos con Alex en la cocina del hostal. Tiene un montón de comida rusa para compartir con nosotras y aunque rechazamos la mitad de las ofrendas, acabamos aceptando alguno de sus regalos. Volvemos a hablar y se ofrece a llevarnos a un rápido tour por la ciudad. A fin de cuentas, M no la ha visto y yo sólo lo hice de noche. No tenemos ganas de ir con prisas y aunque la ciudad ofrece algunos puntos de interés, acabamos rechazando nuevamente su oferta. También se ha ofrecido a acompañarnos a la estación de tren y ayudarnos con las maletas. Quiere decirnos adiós. Esto sí que no podemos negárselo y ambas estaremos encantadas de compartir alguno de nuestros fardos con él.
Al final los planes se nos tuercen un poco. Cuando llega la hora de salir Alex se ha dormido y no consigo con mis llamadas despertarlo. Nos sabe mal no despedirnos de él, pero ¡así es la vida del viajero!
Ya en la estación y sin haber pasado por el super nos apoltronamos con la esperanza de que nuestro tren llegue en la primera vía. No me apetece subir y bajar nuevamente las maletas por el pasaje elevado de la estación.
Al poco de estar allí vemos como la pareja francesa que encontramos en la Isla de Oljón entran por la puerta. Todas nos alegramos de volvernos a encontrar en el camino. Esta vez, nos presentamos: Florence y Parvin (o algo parecido).
El nombre de Florence me recuerda a mis tiempos en Londres Son de la Bretaña francesa, como la mayoría de franceses que han acabado cruzándose en su camino. Supongo que un día tendré que ver qué tiene la Bretaña francesa que hace que sean todos tan viajeros, y mucho más simpáticos que alguno de sus conciudadanos. Pero por el momento me quedo en Ulan Ude.
El tren que cogemos es chino y hace el recorrido completo del Transmongoliano: Moscú-Pekín. Florence y Parvin van a compartir compartimento justamente con Kristhen y Thibault, nuestros compañeros en Oljón. Es una alegría también encontrarse con ellos y encima en nuestro mismo vagón. M y yo vamos en un compartimento solas todo el trayecto. Es mucho más cómodo aunque también algo más aburrido.
Llegamos a la frontera sobre las 18.30 de la tarde. Nuestra visa expira hoy mismo así que hay que salir de territorio ruso como sea. La parada serán unas 3 horas y media más o menos.
Se nos llevan el pasaporte y vienen a revisar nuestro equipaje. Traen a un perro que seguramente debe ponerse malo si huele sustancias nocivas. En nuestro compartimento anexo hay una señora Mongola que ha cargado de todo en su compartimento: juguetes, abrigos, pañuelos, zapatillas..allí es dónde el perro pasa, evidentemente, mucho más rato.
La mitad del tren acabamos en el tiempo de espera yendo en peregrinación a una pequeña tienda de comestibles que hay a unos metros. Yo compro finalmente los noodles y algo de bebida antes de regresar al tren.
M y yo no nos hemos registrado en ninguno de los lugares que hemos estado y deberíamos haberlo hecho si pasábamos más de 72 horas en el lugar. No es muy preocupante puesto que por lo que parece no hay gran problema con los europeos, pero aún así, hay un no sequé en mi estómago.
Mientras el tren está parado no hay baño en el tren ni funciona el samovar, así que con el paso del tiempo, Kristen y yo acabamos pasando a primera clase a robarles el agua que allí por la escasez de pasajeros sigue caliente. Cenamos los noodles y salimos a charlar con los compañeros del otro compartimento contiguo: Khalmann y Sikam.
Los dos son de Kazajistan y estan realizando una ruta turística que comprende además de la capital Mongola varias ciudades de Khazajistan y de Rusia (Karaganda, Astana, Omsk) . Por lo que parece Sikam, el más charlatán, es minero. Tiene 3 hijos y es muy mal bailarín. Acabamos hablando a través del diccionario de iconos que lleva M en caso de necesidad, aunque como siempre la primera pregunta ha sido que qué edad teníamos. Intercambiamos preguntas sobre qué comemos, qué religión tenemos, pero sobretodo el coste de vida: una barra de pan, un coche de primera mano, de segunda, un iphone, un Kw, una vaca entera (evidentemente yo no puedo darle la replica), repasamos casi todo el diccionario. Me entero que Khalmann es un buen boxeador y que además en Kazajistán tienen temperaturas mínimas de -40 grados… too much para mí!
Por fin el tren arranca aunque no sin que antes hayamos visto con estupor cómo se pasea una vaca por los raíles del tren arrancando el poco pasto que hay a orillas de la vía.
Nos han devuelto los pasaportes aunque por poco tiempo. Al cabo de poco paramos ahora ya en la frontera Mongola. Es un proceso similar aunque lleva algo de menos tiempo. Aquí hay que hacer la declaración de entrada de mercancías, así que una de las oficiales pasa un buen rato en el compartimento de la señora mongola. Yo voy sacando la cabeza al pasillo, aunque he de recogerla porque no tengo ganas de tropezarme con el pastor alemán que se pasea arriba y abajo del vagón.