Amanece el martes día 7, desayunando en el ático-terraza del hotel, con las famosas vistas al Bósforo, desafortunadamente algo nublado el día no nos permitió divisar el horizonte. El desayuno turco, para los que no lo sepáis es muy saludable, se compone de: pepino, tomate, aceitunas variadas, panecillos diversos, huevo cocido o similar, quesos de dos o tres tipos (blancos y suaves), frutas, zumos, todo ello acompañado de un café o de un té turco, y yogur natural “al por mayor” aderezado con mermeladas caseras de: cerezas, albaricoques, fresas e incluso mieles. Yo creo que con ese despertar tienes energía para soportar todo lo que te echen durante la jornada.
Esa mañana dimos una vuelta por la plaza de Sultanahmet y el barrio con el mismo nombre en general. Observamos las grandes colas para entrar en la mezquita de Santa Sofía (Ayasofia o Hagiasofia), que eran de media hora o más, a no ser que contrates un guía y te “cuelan” con el grupo por el precio de la entrada más el doble. Por allí fuimos dándonos cuenta del agobio que nos esperaba de vendedores de todo tipo, era “vendible todo”, libros, entradas, diademas, chiflos, postales, rosquillas, castañas,…cruceros, audio auto-guía,… en fin, todo lo que se os ocurra y más.
Como las colas para Santa Sofía eran inmensas, decidimos visitar la mezquita azul, también se llama de Sultanahmet, que están prácticamente una frente a la otra, la mezquita azul es gratuita aunque conviene hacer algún donativo. Y llegados a este punto, ya sabéis que hay que entrar descalzos y las mujeres con la cabeza cubierta y vestidas de forma “decente”. A mí me gustó bastante, pero como ya había visto mezquitas en otros países, supongo que no me emocioné como con mi primera experiencia en el Cairo.
Después dimos un gran paseo por el barrio, parándonos en el Hipódromo, con las tres columnas y observando tiendas de tapices, “carpets & Kilims” y el devenir diario de los lugareños, siempre interesante, sobretodo me sorprende cuántos tés pueden tomar al día, al menos los hombres varones. Seguidamente fuimos a la mezquita de la Pequeña Santa Sofía, (Küçuk Ayasofya Camii), que también es conocida como iglesia de San Sergio y San Baco, (Aziz Sergius ve Bacchus Kilisesi), por cierto es una delicia y no había gente, así sí que se disfruta de las “joyas”.
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Pequeña Sofía
Hicimos un pequeño paseo por el Gran Bazar, y como es inmenso nos centramos solamente en la calle dedicada a joyas y cueros. Fuimos a la Universidad, con intención de entrara verla, pero nos sorprendió que incluso los estudiantes tenían que mostrar su documentación para acceder, con lo que nuestra misión fue imposible.
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Gran Bazar
Fuimos a la mezquita de Soleimán, (Süleymaniye Camii), que es grandiosa y con menos agobios de gente, merece la pena. Además para acceder a ella, pasamos por calles pintorescas de artesanos, (estañadores, tapiceros, zapateros, peleteros,…), y comimos en un bar o restaurante que se llama Limon Bar y que nos trataron estupendamente, nos invitaron a Mezzes y a té de manzana y té turco tras la comida, el señor fue encantador, si no nos hubiera pillado tan lejos hubiésemos repetido algún otro día.
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La mezquita de Soleimán: exterior e interior.
Por la tarde visitamos el barrio de Fatih, su mezquita, sus calles, el acueducto y parte de la ciudad amurallada bizantina.
Terminamos el día viendo un bazar muy apacible en “nuestro barrio” llamado Bazar Arasta, (Arasta Bazzar), con restaurantes alrededor y tiendas que nos surtieron para la cena.
Agotaditos, llegamos al hotel apara reparar nuestros pies para el día siguiente.