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Hoy tenemos que madrugar más que ningún otro día. El motivo de ello es doble: primero, los porteadores sólo pueden coger el tren que sale de Aguas Calientes a las 5 de la mañana (ya le vale al Gobierno no poner tren en otro horario) y en segundo lugar porque necesitamos estar de los primeros en la puerta de acceso al tramo final del Camino.
A las 3 de la mañana nos despiertan y a las 3,30 horas ya casi hemos acabado de desayunar. Comprobamos que no nos hemos olvidado nada en la tienda y por fin nos liberamos del peso del saco de dormir que habíamos alquilado a Camping Tours.
Unos minutos después, con el frontal encendido, andamos hasta la puerta de acceso. ¡Ni siquiera a esas horas somos los primeros! Ya hay unas 6 personas delante nuestro y la ventanilla donde nos sellarán nuestro documento de acceso no abre hasta las 05:30h. Suerte que hay un banco de madera y aún encontramos sitio donde sentarnos, aunque es difícil pegar una cabezada sin poder apoyar la espalda y con un frío tan intenso. Poco a poco van llegando más grupos a la fila.
La espera se hace interminable pero el controlador llega puntual y en el momento que nos abren la barrera, olvidamos el cansancio de los días pasados y volamos por los últimos kilómetros. Aún no ha amanecido, todo está oscuro y el camino es estrecho e irregular.
La chica que llegaba siempre en primer lugar y nosotros dos vamos en cabeza. Parece que hacemos una carrera de relevos. Nos vamos turnando por tramos ya que el camino es empinado. Estaba previsto que estos 5 últimos kilómetros los hiciéramos en 2 o 2 ½ h pero no tardamos más de 1,45h.
El guía nos había advertido que el Camino reservaba una última sorpresa antes de llegar al Inti Punku o Puerta del Sol. Se trataba de una escalera tan empinada que casi se debe escalar.
Llegamos arriba sin resuello y nos llevamos la desilusión que ya barruntábamos desde ayer: la niebla lo cubre absolutamente todo y no puedes distinguir nada a más de 2 metros de ti. ¡No es posible! Esta visita era la que nos hizo venir a Perú y no íbamos a poder ver nada.
Desilusionados, comenzamos el camino de bajada hacia el punto de acceso y control al recinto. En el camino de bajada desde el Inti Punku recibimos varias explicaciones.
Unos metros más y estamos entre las ruinas. Parece que la niebla se disipa algo y ¡oh cielos! Empezamos a ver muros de piedra. El cielo va despejándose a toda velocidad y aún parece que tendremos suerte. Aun así, nos toca bajar al punto de control.
Hacemos una parada en la cafetería junto a la entrada (ojo, que los precios son prohibitivos) y en los baños (1 sol). Dejamos las mochilas en el guardarropa (3 soles por una pieza) y acudimos todos juntos al torniquete de entrada. Es obligatoria la presentación del pasaporte. Como dato curioso comentar que junto a la consigna hay una mesa donde estampan de manera gratuita un sello del Machu Picchu en el pasaporte. A la hora en que nosotros entrábamos no estaba todavía el chico, así que lo sellamos a la salida.
Ahora ya, comenzaba nuestra visita en un día despejado y con un cielo azul. Teníamos incluida una visita guiada de 2 horas con nuestra agencia.
La ciudad, cuya creación se atribuye a Pachacutec, está dividida en sector agrícola y sector urbano. Nuestra visita comienza por el Templo del Sol y las fuentes, continuamos por el sector de los Templos y visitamos el Templo de las Tres Ventanas, el templo del Cóndor, la Casa del Inca, la Roca Ceremonial…
Seguimos las explicaciones impresionados por el lugar. Es increíble, mucho más grande de lo que imaginábamos y el entorno es la guinda que completa el pastel.
El tiempo pasa volando y “D” tiene entrada a las 10h para subir al Waynapicchu. (Atención, si hacéis el Camino y deseáis subir al Wayna, avisad desde un primer momento no os pase como a nosotros, que lo decidimos con posterioridad y hubo que comprar otra entrada completa de Machu Picchu + Waynapicchu ya que no se venden de manera independiente. ¡A rascarse el bolsillo!).
La visita acabó un rato después. El guía había propuesto ir a comer todos juntos a Aguas Calientes y esperar allí el tren pero ante semejante belleza, decidimos prescindir de la comida y las despedidas y disfrutar más del lugar. Nos dijimos adiós, nos dimos las direcciones y yo comencé un paseo en solitario por las ruinas. Me enganché a varios grupos para escuchar unas explicaciones de las que no te cansas y a las 11,30h estaba en la puerta de acceso al Wayna esperando a “D” o a lo que quedara de él. Aún tardó más en bajar, pero llegó entero. Su primer comentario fue que había hecho bien en no subir porque el camino, sobre todo al bajar, asustaba al más valiente: muy empinado, sin protección, escalones tan pequeños que no cabe el pie o escaleras voladas. Aun así, el paisaje y la otra perspectiva de Machu Picchu le parecieron espectaculares.
Dice que desde allá arriba se aprecia la forma de cóndor de la ciudadela. Echadle imaginación…porque yo no lo veo.
Para los valientes, deciros que tardó 40 minutos en subir y algo más en bajar y esto contando que llevaba 40 km a cuestas en los 3 días anteriores. Así que ánimos…que los que no tengan vértigo lo consiguen.
Decidimos quitarnos el mal sabor de boca y volver al Intipunku (Puerta del Sol) para hacer la foto con un sol radiante. El camino es cuesta arriba y lleva una ½ h. No llegamos hasta arriba del todo porque la ciudadela salía muy pequeña. A mitad de camino las fotos son más espectaculares y se aprecia eso que dicen es el perfil de un Inca.
Sobre las 14h dimos por finalizada nuestra visita. Teníamos tiempo suficiente para bajar a Aguas Calientes con tranquilidad ya que nuestro tren no salía hasta casi 16.45h.
Recogimos la mochila de consigna, nos sellamos el pasaporte e hicimos cola en los autobuses que bajan hasta el pueblo. Comentaros que con la agencia ya venía incluido ese autobús y el tren hasta Poroy pero para los que lo compréis por vuestra cuenta, el precio del bus es de 9,5 $ (sí, sí, dólares) por un trayecto o 18,5$ por ida y vuelta. Todo lo que relaciona a Machu Picchu tiene precios abusivos. No es de extrañar que los ingresos que obtienen por el turismo en este complejo arqueológico sea superior al PIB del país.
En 20 minutos, dejando atrás un recorrido de curvas, nos plantamos en Aguas Calientes. Tenemos un rato todavía para pasear por la localidad, pero nos parece tan turística y con tan poco interés que nos vamos a la estación a hacer tiempo.
El tren sale puntual. Tiene el techo acristalado pero a las horas que lo cogemos y con lo pronto que anochece no sirve de absolutamente nada las vistas panorámicas.
El tren tarda 3 ½ h en llegar a la estación de Poroy. Allí nos está esperando una furgoneta de la agencia que nos llevará a nuestro hostal.
En 30 minutos estamos en Cuzco y Marcos, el chico de Camping Tours con el que hemos estado en contacto vía mail durante estos meses de preparación del Camino, nos acompaña a la puerta de nuestro hostal y nos obsequia una botella de vino peruano. Un 10 por la organización y, ahora desde la distancia, podemos decir que el Camino ha sido la mejor experiencia que hemos tenido en mucho tiempo y los 4 días que más nos han gustado de todo nuestro viaje a Perú.
En el Piccola Locanda nos dan una nueva habitación pero con el mismo encanto que la anterior.
Son casi las 21,30h, estamos rendidos y mañana empezamos un tour de 6 días por el Parque Nacional del Manu (selva amazónica), así que decidimos probar la comida italiana que ofrece el restaurante Ubuntu, del hostal. El restaurante es pequeñito pero muy acogedor y el trato familiar. Además las pizzas que pedimos están buenísimas y pagamos 66 soles por ellas.
Tras la cena, corriendo a la habitación ya que tenemos que hacer la mochila para los próximos 6 días. El viaje a la selva lo contratamos con Amazon Wildlife Perú. Esta parte de la selva, el Parque del Manu en Madre de Dios, es CA-RÍ-SI-MA y esta agencia era la que mejor precio nos daba.
Teníamos una mochila que nos habían facilitado en esa misma agencia. Sólo podíamos llevar lo que cupiera dentro, pero teníamos más que de sobra. Importante: antimosquitos con al menos 45 o 50% de deet y prismáticos si tenéis.
A lo tonto nos vamos a dormir muy tarde y a las 05,30 de la mañana nos vendrán a recoger.
Buenas nooooches
A las 3 de la mañana nos despiertan y a las 3,30 horas ya casi hemos acabado de desayunar. Comprobamos que no nos hemos olvidado nada en la tienda y por fin nos liberamos del peso del saco de dormir que habíamos alquilado a Camping Tours.
Unos minutos después, con el frontal encendido, andamos hasta la puerta de acceso. ¡Ni siquiera a esas horas somos los primeros! Ya hay unas 6 personas delante nuestro y la ventanilla donde nos sellarán nuestro documento de acceso no abre hasta las 05:30h. Suerte que hay un banco de madera y aún encontramos sitio donde sentarnos, aunque es difícil pegar una cabezada sin poder apoyar la espalda y con un frío tan intenso. Poco a poco van llegando más grupos a la fila.
La espera se hace interminable pero el controlador llega puntual y en el momento que nos abren la barrera, olvidamos el cansancio de los días pasados y volamos por los últimos kilómetros. Aún no ha amanecido, todo está oscuro y el camino es estrecho e irregular.
La chica que llegaba siempre en primer lugar y nosotros dos vamos en cabeza. Parece que hacemos una carrera de relevos. Nos vamos turnando por tramos ya que el camino es empinado. Estaba previsto que estos 5 últimos kilómetros los hiciéramos en 2 o 2 ½ h pero no tardamos más de 1,45h.
El guía nos había advertido que el Camino reservaba una última sorpresa antes de llegar al Inti Punku o Puerta del Sol. Se trataba de una escalera tan empinada que casi se debe escalar.
Llegamos arriba sin resuello y nos llevamos la desilusión que ya barruntábamos desde ayer: la niebla lo cubre absolutamente todo y no puedes distinguir nada a más de 2 metros de ti. ¡No es posible! Esta visita era la que nos hizo venir a Perú y no íbamos a poder ver nada.
Desilusionados, comenzamos el camino de bajada hacia el punto de acceso y control al recinto. En el camino de bajada desde el Inti Punku recibimos varias explicaciones.
Unos metros más y estamos entre las ruinas. Parece que la niebla se disipa algo y ¡oh cielos! Empezamos a ver muros de piedra. El cielo va despejándose a toda velocidad y aún parece que tendremos suerte. Aun así, nos toca bajar al punto de control.
Hacemos una parada en la cafetería junto a la entrada (ojo, que los precios son prohibitivos) y en los baños (1 sol). Dejamos las mochilas en el guardarropa (3 soles por una pieza) y acudimos todos juntos al torniquete de entrada. Es obligatoria la presentación del pasaporte. Como dato curioso comentar que junto a la consigna hay una mesa donde estampan de manera gratuita un sello del Machu Picchu en el pasaporte. A la hora en que nosotros entrábamos no estaba todavía el chico, así que lo sellamos a la salida.
Ahora ya, comenzaba nuestra visita en un día despejado y con un cielo azul. Teníamos incluida una visita guiada de 2 horas con nuestra agencia.
La ciudad, cuya creación se atribuye a Pachacutec, está dividida en sector agrícola y sector urbano. Nuestra visita comienza por el Templo del Sol y las fuentes, continuamos por el sector de los Templos y visitamos el Templo de las Tres Ventanas, el templo del Cóndor, la Casa del Inca, la Roca Ceremonial…
Seguimos las explicaciones impresionados por el lugar. Es increíble, mucho más grande de lo que imaginábamos y el entorno es la guinda que completa el pastel.
El tiempo pasa volando y “D” tiene entrada a las 10h para subir al Waynapicchu. (Atención, si hacéis el Camino y deseáis subir al Wayna, avisad desde un primer momento no os pase como a nosotros, que lo decidimos con posterioridad y hubo que comprar otra entrada completa de Machu Picchu + Waynapicchu ya que no se venden de manera independiente. ¡A rascarse el bolsillo!).
La visita acabó un rato después. El guía había propuesto ir a comer todos juntos a Aguas Calientes y esperar allí el tren pero ante semejante belleza, decidimos prescindir de la comida y las despedidas y disfrutar más del lugar. Nos dijimos adiós, nos dimos las direcciones y yo comencé un paseo en solitario por las ruinas. Me enganché a varios grupos para escuchar unas explicaciones de las que no te cansas y a las 11,30h estaba en la puerta de acceso al Wayna esperando a “D” o a lo que quedara de él. Aún tardó más en bajar, pero llegó entero. Su primer comentario fue que había hecho bien en no subir porque el camino, sobre todo al bajar, asustaba al más valiente: muy empinado, sin protección, escalones tan pequeños que no cabe el pie o escaleras voladas. Aun así, el paisaje y la otra perspectiva de Machu Picchu le parecieron espectaculares.
Dice que desde allá arriba se aprecia la forma de cóndor de la ciudadela. Echadle imaginación…porque yo no lo veo.
Para los valientes, deciros que tardó 40 minutos en subir y algo más en bajar y esto contando que llevaba 40 km a cuestas en los 3 días anteriores. Así que ánimos…que los que no tengan vértigo lo consiguen.
Decidimos quitarnos el mal sabor de boca y volver al Intipunku (Puerta del Sol) para hacer la foto con un sol radiante. El camino es cuesta arriba y lleva una ½ h. No llegamos hasta arriba del todo porque la ciudadela salía muy pequeña. A mitad de camino las fotos son más espectaculares y se aprecia eso que dicen es el perfil de un Inca.
Sobre las 14h dimos por finalizada nuestra visita. Teníamos tiempo suficiente para bajar a Aguas Calientes con tranquilidad ya que nuestro tren no salía hasta casi 16.45h.
Recogimos la mochila de consigna, nos sellamos el pasaporte e hicimos cola en los autobuses que bajan hasta el pueblo. Comentaros que con la agencia ya venía incluido ese autobús y el tren hasta Poroy pero para los que lo compréis por vuestra cuenta, el precio del bus es de 9,5 $ (sí, sí, dólares) por un trayecto o 18,5$ por ida y vuelta. Todo lo que relaciona a Machu Picchu tiene precios abusivos. No es de extrañar que los ingresos que obtienen por el turismo en este complejo arqueológico sea superior al PIB del país.
En 20 minutos, dejando atrás un recorrido de curvas, nos plantamos en Aguas Calientes. Tenemos un rato todavía para pasear por la localidad, pero nos parece tan turística y con tan poco interés que nos vamos a la estación a hacer tiempo.
El tren sale puntual. Tiene el techo acristalado pero a las horas que lo cogemos y con lo pronto que anochece no sirve de absolutamente nada las vistas panorámicas.
El tren tarda 3 ½ h en llegar a la estación de Poroy. Allí nos está esperando una furgoneta de la agencia que nos llevará a nuestro hostal.
En 30 minutos estamos en Cuzco y Marcos, el chico de Camping Tours con el que hemos estado en contacto vía mail durante estos meses de preparación del Camino, nos acompaña a la puerta de nuestro hostal y nos obsequia una botella de vino peruano. Un 10 por la organización y, ahora desde la distancia, podemos decir que el Camino ha sido la mejor experiencia que hemos tenido en mucho tiempo y los 4 días que más nos han gustado de todo nuestro viaje a Perú.
En el Piccola Locanda nos dan una nueva habitación pero con el mismo encanto que la anterior.
Son casi las 21,30h, estamos rendidos y mañana empezamos un tour de 6 días por el Parque Nacional del Manu (selva amazónica), así que decidimos probar la comida italiana que ofrece el restaurante Ubuntu, del hostal. El restaurante es pequeñito pero muy acogedor y el trato familiar. Además las pizzas que pedimos están buenísimas y pagamos 66 soles por ellas.
Tras la cena, corriendo a la habitación ya que tenemos que hacer la mochila para los próximos 6 días. El viaje a la selva lo contratamos con Amazon Wildlife Perú. Esta parte de la selva, el Parque del Manu en Madre de Dios, es CA-RÍ-SI-MA y esta agencia era la que mejor precio nos daba.
Teníamos una mochila que nos habían facilitado en esa misma agencia. Sólo podíamos llevar lo que cupiera dentro, pero teníamos más que de sobra. Importante: antimosquitos con al menos 45 o 50% de deet y prismáticos si tenéis.
A lo tonto nos vamos a dormir muy tarde y a las 05,30 de la mañana nos vendrán a recoger.
Buenas nooooches
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