Hoy volvemos a madrugar. El guía nos despierta a las 4:45h, antes de que amanezca. Dice que se escucha desde hace rato a los monos aulladores pero entre tanto sonido nuevo a nosotros nos resulta difícil distinguir cuál es.
En pocos minutos estamos listos y cargando las cosas en la barca. Sigue siendo oscuro y el camino no es fácil. El nivel del río está muy bajo y el lecho está lleno de piedra. Suerte que nuestro barquero, a pesar de su juventud, está muy curtido en el manejo de la embarcación. Aprendió el oficio de su padre, al que acompañaba desde muy pequeño. Había estudiado turismo, como la mayoría de la gente en la región de Cuzco, pero el hecho de no hablar bien le impide dedicarse a las tareas de guiado.
En este primer tramo, el ayudante va guiando la barca con un palo muy largo aunque en varias ocasiones tiene que bajar al agua para redirigirla y que no quede embarrancada.
Entre el frío (necesario forro polar y pantalón largo), la humedad y esta primera parte a oscuras, el recorrido no es apto para cobardicas.
La salida del sol es espectacular.
En temporada de lluvias la fuerza de la corriente es tan grande que arranca todos los árboles que se encuentran en la orilla. Ahora, con el nivel bajo, los troncos quedan atascados en medio del río y parece un cementerio de árboles.
En las orillas vemos varias fogatas en las que están ahumando cerdos. Al jaguar, que es madrugador, también le gustan los amaneceres pero a nosotros se nos resiste. Sin embargo sí que vemos un capibara que se esconde en cuanto escucha el ruido del motor.
Pasamos delante de la playa donde se han avistado “calatos”, aún en el río Alto Madre de Dios. Denominan “calatos” (término peyorativo) a nativos de comunidades no contactadas nunca. Hace unos meses, el hermano del guía junto con un grupo los vio en esa playa. Iban desnudos y utilizaban arcos con los que lanzaban flechas a todas las embarcaciones que se detenían para observarlos. Dice que son peligrosos porque hirieron a alguien, nosotros simplemente pensamos que defienden su territorio y su forma de vida.
A lo lejos vemos volando guacamayos escarlata. Son animales fieles y siempre vuelan con la pareja que mantienen de por vida.
Desayunamos en el barco: pastel de plátano y pan con mantequilla y mermelada, chocolate, café y te. Con el movimiento y sin cubiertos es un poco difícil, pero nos apañamos.
Por fin entramos en el río Manu, de color marrón por todos los sedimentos que arrastra. Aquí es mejor no darse un baño. Ni siquiera el ayudante del barquero se atreve, imaginaos la fauna que debe haber dentro, además de pirañas y caimanes.
En 10 minutos llegamos a una pared de arcilla y oímos mucho escándalo. Nos cuesta darnos cuenta de que son loros y periquitos de color verde y azul. No es tan espectacular como la collpa de guacamayos que se visita en otros tours, pero el barquero para el motor y conseguimos acercarnos un poco. Hay muchísimos y acuden aquí para aprovisionarse de sales minerales.
Continuamos el camino y por encima de las copas de los árboles sobrevuelas guacamayos. Están muy alto para hacer foto pero su sonido es totalmente perceptible.
Minutos después paramos en el puesto de control de Limonal. Bajamos de la barca y firmamos en un libro. Se trata de la entrada real a la zona reservada del Manu. Hay baños y tienen a la venta libros sobre fauna y flora del parque. Nosotros compramos uno de pájaros y mamíferos por 30 soles. Y volvemos a nuestra barca.
Seguimos el camino y vemos el primer caimán blanco (vanellus cayanus). El guía dice que es una cría pero a nosotros nos parece que tiene ya un tamaño considerable.
Observamos también garzas negras (ardea cocoi) volando, mosqueritos (myozetetes similis) en pequeñas ramitas junto a las orillas, cientos de tortugas en fila india sobre los troncos, camungos (anmhima corneta), monos ardilla (saimiri sciureus) y picos tijera con polluelos (rynchops nigra)…
A las 10,30h nos topamos con un caimán negro, de mayor tamaño que el blanco.
Antes de comer, paramos en Cocha Juárez donde se encuentra un albergue abandonado de Manu nature tours. Allí oímos primero y vemos después un par de tucanes. Las ramas cercanas empiezan a crujir y entre las copas de los árboles salta un mono araña negro (ateles paniscus). Junto al albergue, vemos más tortugas, mariposas que las incordian y hasta una raya en el agua (yo pensaba que sólo eran animales marinos).
A las 17h llegamos al albergue de la casa Matsiguenka. Esta comunidad vive un día río arriba pero varios de sus miembros, por turnos rotatorios, bajan a esta zona para recibir a turistas y gestionar el alojamiento. Todos tienen los mismos rasgos faciales: ojos saltones, cara redondeada. Debe ser una sociedad endógama.
Las cabañas están muy bien y aquí la vegetación que las rodea es más salvaje. El baño está un poco lejos, no sé yo cómo vamos a salir en medio de la noche y sin electricidad para una urgencia. Me pongo a vigilar desde la cabaña los ruidos de los arbustos que hay junto al camino. Aparece primero una lagartija, luego otra hasta que aparece un lagarto de medio metro. Será mejor no curiosear y no pensar qué hay esconde entre las hojas.
Pedimos al guía que nos dé una vuelta por los alrededores así que salimos a pasear. Vemos varios monos ardilla y nos enseña una araña gigante. La provoca hasta que con le muerde en el dedo. Dice que no le gusta lo que va a hacer pero sólo es para demostrarnos la utilidad de este bicho. Le arranca el cuerpo y las tenazas de la boca siguen enganchadas a su dedo. Nos cuenta que son los puntos de sutura de la selva.
También nos encontramos una rana venenosa, arañas lobo…
Cuando volvemos al alojamiento, nos damos una ducha y nuestra cena está lista. Hoy tenemos sopa de camarones, pollo rebozado, pastel de coliflor y brócoli, arroz chaufa y quinoa con chocolate y lúcuma. ¡Qué rico todo!
Ya estamos listos para un sueñecito reparador…
En pocos minutos estamos listos y cargando las cosas en la barca. Sigue siendo oscuro y el camino no es fácil. El nivel del río está muy bajo y el lecho está lleno de piedra. Suerte que nuestro barquero, a pesar de su juventud, está muy curtido en el manejo de la embarcación. Aprendió el oficio de su padre, al que acompañaba desde muy pequeño. Había estudiado turismo, como la mayoría de la gente en la región de Cuzco, pero el hecho de no hablar bien le impide dedicarse a las tareas de guiado.
En este primer tramo, el ayudante va guiando la barca con un palo muy largo aunque en varias ocasiones tiene que bajar al agua para redirigirla y que no quede embarrancada.
Entre el frío (necesario forro polar y pantalón largo), la humedad y esta primera parte a oscuras, el recorrido no es apto para cobardicas.
La salida del sol es espectacular.
En temporada de lluvias la fuerza de la corriente es tan grande que arranca todos los árboles que se encuentran en la orilla. Ahora, con el nivel bajo, los troncos quedan atascados en medio del río y parece un cementerio de árboles.
En las orillas vemos varias fogatas en las que están ahumando cerdos. Al jaguar, que es madrugador, también le gustan los amaneceres pero a nosotros se nos resiste. Sin embargo sí que vemos un capibara que se esconde en cuanto escucha el ruido del motor.
Pasamos delante de la playa donde se han avistado “calatos”, aún en el río Alto Madre de Dios. Denominan “calatos” (término peyorativo) a nativos de comunidades no contactadas nunca. Hace unos meses, el hermano del guía junto con un grupo los vio en esa playa. Iban desnudos y utilizaban arcos con los que lanzaban flechas a todas las embarcaciones que se detenían para observarlos. Dice que son peligrosos porque hirieron a alguien, nosotros simplemente pensamos que defienden su territorio y su forma de vida.
A lo lejos vemos volando guacamayos escarlata. Son animales fieles y siempre vuelan con la pareja que mantienen de por vida.
Desayunamos en el barco: pastel de plátano y pan con mantequilla y mermelada, chocolate, café y te. Con el movimiento y sin cubiertos es un poco difícil, pero nos apañamos.
Por fin entramos en el río Manu, de color marrón por todos los sedimentos que arrastra. Aquí es mejor no darse un baño. Ni siquiera el ayudante del barquero se atreve, imaginaos la fauna que debe haber dentro, además de pirañas y caimanes.
En 10 minutos llegamos a una pared de arcilla y oímos mucho escándalo. Nos cuesta darnos cuenta de que son loros y periquitos de color verde y azul. No es tan espectacular como la collpa de guacamayos que se visita en otros tours, pero el barquero para el motor y conseguimos acercarnos un poco. Hay muchísimos y acuden aquí para aprovisionarse de sales minerales.
Continuamos el camino y por encima de las copas de los árboles sobrevuelas guacamayos. Están muy alto para hacer foto pero su sonido es totalmente perceptible.
Minutos después paramos en el puesto de control de Limonal. Bajamos de la barca y firmamos en un libro. Se trata de la entrada real a la zona reservada del Manu. Hay baños y tienen a la venta libros sobre fauna y flora del parque. Nosotros compramos uno de pájaros y mamíferos por 30 soles. Y volvemos a nuestra barca.
Seguimos el camino y vemos el primer caimán blanco (vanellus cayanus). El guía dice que es una cría pero a nosotros nos parece que tiene ya un tamaño considerable.
Observamos también garzas negras (ardea cocoi) volando, mosqueritos (myozetetes similis) en pequeñas ramitas junto a las orillas, cientos de tortugas en fila india sobre los troncos, camungos (anmhima corneta), monos ardilla (saimiri sciureus) y picos tijera con polluelos (rynchops nigra)…
A las 10,30h nos topamos con un caimán negro, de mayor tamaño que el blanco.
Antes de comer, paramos en Cocha Juárez donde se encuentra un albergue abandonado de Manu nature tours. Allí oímos primero y vemos después un par de tucanes. Las ramas cercanas empiezan a crujir y entre las copas de los árboles salta un mono araña negro (ateles paniscus). Junto al albergue, vemos más tortugas, mariposas que las incordian y hasta una raya en el agua (yo pensaba que sólo eran animales marinos).
A las 17h llegamos al albergue de la casa Matsiguenka. Esta comunidad vive un día río arriba pero varios de sus miembros, por turnos rotatorios, bajan a esta zona para recibir a turistas y gestionar el alojamiento. Todos tienen los mismos rasgos faciales: ojos saltones, cara redondeada. Debe ser una sociedad endógama.
Las cabañas están muy bien y aquí la vegetación que las rodea es más salvaje. El baño está un poco lejos, no sé yo cómo vamos a salir en medio de la noche y sin electricidad para una urgencia. Me pongo a vigilar desde la cabaña los ruidos de los arbustos que hay junto al camino. Aparece primero una lagartija, luego otra hasta que aparece un lagarto de medio metro. Será mejor no curiosear y no pensar qué hay esconde entre las hojas.
Pedimos al guía que nos dé una vuelta por los alrededores así que salimos a pasear. Vemos varios monos ardilla y nos enseña una araña gigante. La provoca hasta que con le muerde en el dedo. Dice que no le gusta lo que va a hacer pero sólo es para demostrarnos la utilidad de este bicho. Le arranca el cuerpo y las tenazas de la boca siguen enganchadas a su dedo. Nos cuenta que son los puntos de sutura de la selva.
También nos encontramos una rana venenosa, arañas lobo…
Cuando volvemos al alojamiento, nos damos una ducha y nuestra cena está lista. Hoy tenemos sopa de camarones, pollo rebozado, pastel de coliflor y brócoli, arroz chaufa y quinoa con chocolate y lúcuma. ¡Qué rico todo!
Ya estamos listos para un sueñecito reparador…