ALEMANIA 2013: DESCUBRIENDO LA REGIÓN DE SAJONIA ✏️ Blogs de AlemaniaUna semana por la región alemana de Sajonia, con una breve visita a la vecina Turingia.Autor: Marimerpa Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (45 Votos) Índice del Diario: ALEMANIA 2013: DESCUBRIENDO LA REGIÓN DE SAJONIA
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Este viaje surgió de una manera inesperada. No era uno de nuestros destinos preferentes, pero se dio la oportunidad, y como la ocasión la pintan calva, nos pusimos a buscar información de la zona. La idea primigenia era conocer Dresde, pero leyendo sobre la región de Sajonia y zonas adyacentes, nos dimos cuenta de que era mucho más que esta histórica ciudad. Al contrario, la región tiene mucho que ofrecer. Al final el planning quedó de la siguiente manera: * Erfurt: 1 día * Leipzig: 2 días * Dresde: 2 días * Suiza Sajona: 1 día Como base utilizamos Leipzig y Dresde, y desde allí hicimos todas las visitas. Los hoteles en los que nos alojamos fueron los siguientes: Leipzig: Motel One Leipzig Dresde: Ibis Dresden Bastei Los vuelos los hicimos con Lufthansa, con escala en Frankfurt, la ida a Leipzig y la vuelta desde Dresde. Acostumbrados a volar en compañías de bajo coste, volar con la aerolínea mejor valorada de Europa supone un cambio. Te ponen bebida y también comida (mala, eso sí) en los vuelos largos, y un snack los cortos. Aun así, a la vuelta hubo un problema con el avión en Frankfurt, y la información brilló por su ausencia. De esto no se libra ni Lufthansa. Una cosa que nos resultó muy útil fue pedir información a oficinas de turismo de las ciudades que íbamos a visitar. En concreto escribimos a las de Dresde, Leipzig y Erfurt. A los pocos días encontré en el buzón unos sobres enormes llenos de folletos, mapas, guías de hoteles,… Casi todo estaba en inglés y en alemán, pero algún folleto incluso estaba en español. Todo esto nos lo mandaron gratis, aunque alguna nos incluía el número de cuenta “por si queríamos colaborar”. Durante los días que pasamos allí nos pilló una ola de calor y yo, que no me había llevado calzado abierto ni mucha ropa ligera, me tuve que comprar unas sandalias y unos pantalones cortos. Las botas y la ropa de manga larga ni la saqué de la maleta. Cuando hace acto de presencia, el calor allí es húmedo y puede llegar a ser sofocante (y eso que yo estoy acostumbrada al calor, que vivo en Badajoz). Aunque en ocasiones, el calor nos hizo desistir de algunos planes, al menos no llovió (o casi). En el foro no hay mucha información sobre Sajonia, pero hay dos diarios muy buenos, que recomiendo que leáis, pertenecientes a dos usuarios que me han ayudado bastante a preparar mi viaje. Muchas gracias a Becajo y a Antoni54 Compartiendo mis vivencias por Sajonia (y un poco de Turingia), espero aportar yo también mi granito de arena. Etapas 1 a 3, total 7
El primer día lo dedicamos a visitar Erfurt, la capital del estado de Turingia. Para ello utilizamos el Sachsen Ticket, que te permite moverte en trenes regionales durante todo el día. Tardamos más de dos horas, y tuvimos que hacer transbordo en Weißenfels. Durante el trayecto vimos paisajes bonitos: campos de cereales, viñas, antiguos silos de madera, casitas asomando en la ladera de la montaña,… Era nuestro primer contacto con la Alemania agrícola y nos llamó la atención, ya que en nuestro anterior viaje por tierras alemanas estuvimos en una zona más industrial.
Nada más llegar a la estación, nos abordó un señor, en correcto español, para preguntarnos si teníamos alguna duda y podía ayudar. Diez pasos más adelante, mientras discutíamos si entrar a la oficina de turismo o seguir con el plano que me habían enviado, una chica, igualmente en castellano, nos ofreció ayuda sobre el recorrido turístico mas recomendable que podíamos hacer. Me llevé muy buena sensación de la amabilidad los habitantes de esta ciudad. Pero como en todo hay excepciones, tuvimos un pequeño incidente en el tren de vuelta con una pareja alemana bastante desconsiderada. Emprendimos el paseo hacia el centro, por la Bahnhof Straße (calle de edificios de casas señoriales y alguna iglesia), hasta la plaza del Anger. Esta plaza es el centro neurálgico de la ciudad, con bonitos edificios (entre ellos el de correos), un centro comercial y una estatua en honor a Lutero, que vivió varios años en Erfurt. Continuamos por Johannesstraße, admirando algunos edificios muy pintorescos como la casa del bacalao seco y la Torre de San Juan. Esta torre, que hoy día sirve de campanario al Monasterio Agustino, pertenecía a la Iglesia de San Juan, que fue demolida. El Monasterio Agustino fue nuestro siguiente objetivo, aunque sólo se puede visitar la iglesia (al menos el día que nosotros estuvimos, que era domingo). Las vidrieras muy chulas, y el patio, al que no se podía acceder, estaba ajardinado de forma exuberante, con flores en los balcones, arreates... Erfurt está muy colorido en estas fechas. Cuando nos apareció el hambre, nos sentamos a comer en Wirtshaus Christoffel, un restaurante ambientado de forma medieval, donde nos tomamos las primeras cervezas “oficiales” del viaje. Pedimos variedad de carne, con su guarnición correspondiente. Los dumplings de patata no me gustaron mucho, tenían una textura un poco extraña, pero el resto estaba muy rico. Justo enfrente, el Kulturhof Krönbacken, un antiguo almacén de glasto, que hoy en día se dedica a cine y actividades culturales, además de albergar un biergarten. ¡Qué buen concepto el de los biergarten! (jardín de cervezas) Seguimos nuestro paseo por Erfurt, entre casitas de entramado de madera. ¡Qué bonita es esta ciudad! Llegamos al Fischmark, que está totalmente en obras, y entramos en el Ayuntamiento. No teníamos intención de visitarlo, pero nos asomamos y el señor de la entrada insistió, recalcando que era gratis, así que subimos. Solo le entendimos que subiéramos a la segunda planta, y es que allí había una sala de conferencias muy bonita, con el techo de madera pintada, y las paredes con cuadros representando escenas de la vida de Lutero, al igual que las escaleras. Si está abierto, no dudéis en entrar, se ve rápido y merece la pena. Desde allí nos fuimos a la Domplatz, para visitar la Catedral de Santa María y la Iglesia de San Severo. La plaza es preciosa, en un lateral, casas antiguas de entramado de madera, y del otro, tras una escalinata multiusos, las majestuosas Iglesia de San Severo y Catedral de Santa María. No pudimos hacer la típica foto de la plaza porque la escalera está acondicionada como escenario de una obra de teatro. Por lo que habíamos leído, en verano esto es lo normal ya que se celebra un festival de teatro allí mismo. Me pareció que tiene que ser un lujazo ver una representación en ese marco. Definitivamente, Erfurt se merece pasar alguna noche allí. Ambas iglesias son muy bonitas, si bien la de San Severo es más sobria. De la Catedral destacaría el altar y la sillería del coro, y de la iglesia de San Severo su precioso órgano. Y por fuera, el conjunto formado por las dos iglesias es espectacular, la imagen inconfundible de Erfurt. Desde allí subimos a la Ciudadela de Petersberg, una fortaleza del siglo XVII con unas vistas preciosas de la ciudad. Finalmente, nos dirigimos a una de las atracciones más fotografiadas de la ciudad, el Krämerbrüke, el Puente de los Mercaderes, que aunque habíamos estado muy cerca, no lo habíamos cruzado. Se trata de un puente con casas habitadas a ambos lados. Es el único de esta característica que se encuentra al norte de los Alpes. De hecho, si no te dicen que es un puente, paseas por él como por una calle estrecha más, llena de tiendecitas y cafeterías. Solo desde los laterales se aprecia que es un puente. En uno de los extremos del puente está la Ägidienkirche. Subimos a la torre (1,50 euros) y las vistas desde allí son realmente espectaculares. Bajamos para ver el puente desde los laterales y hacerle algunas fotos a las casas, y entramos a tomar algo en un bar con terraza sobre el río para reponernos del calor. Desde allí tomamos el camino de regreso a la estación, aprovechando el recorrido para ver el Molino Viejo (donde nos vinos a saludar una garza) y la Anger Straße (calle de edificios señoriales, entre los que destaca el Angermuseum). Cuando preparamos el viaje estuvimos dudando si ir a Erfurt o no, pues en trenes regionales se tarda bastante, pero no nos arrepentimos en absoluto, valió la pena el tiempo en el tren. Es una ciudad preciosa. Ya de vuelta en Leipzig, sin plano, fuimos a dar una vuelta por el centro, perdiéndonos un poco y buscando un sitio para cenar. Al final nos sentamos en Pepper House, en una agradable terraza cerca de la plaza del Ayuntamiento. Comimos bastante bien, y probamos la Leipziger Gose, la cerveza local, que sabia un poco a limón. En esa terraza empezamos a sufrir los típicos mosquitos de Leipzig… Etapas 1 a 3, total 7
DÍA 1
Comenzamos la visita a la ciudad por la zona más próxima a la Haupbahnhof, la estación de trenes. Esta estación es muy grande y alberga un centro comercial, con cantidad de tiendas de todo tipo. Cerca está la Reformierte Kirche y el zoológico, como nos indicaban las huellas de distintos animales que habían dibujado en el suelo para indicar el camino. Al zoo no entramos, solo vimos el edificio, antes de dar un paseo por Rosental, uno de los muchos parques de Leipzig. Tiene varios senderos y un pequeño lago, y se veía mucha gente corriendo, en bici, paseando al perro o jugando con los niños. Desde allí, bajando por Friedrich Elbert Straße vimos a lo lejos las cúpulas del Palacio de Justicia, y fuimos en esa dirección. Es un edificio enorme, que cuesta un rato rodearlo. Cerca está la Biblioteca Albertina de la Universidad de Leipzig, un edificio muy bonito. Por esa zona hay edificios bastante interesantes, a mi me llamó la atención uno amarillo con un curioso tejado. Por esa zona se encuentra también el Ayuntamiento Nuevo, un edificio bastante peculiar, con unas torres redondas que llaman la atención desde lejos. Es curioso el reloj con la frase en latín “la muerte es cierta en hora incierta”. Entramos a preguntar si se podía visitar, pero la señora no sabía ni una palabra de algún idioma que no fuera alemán, así que al final desistimos, tras intuir (porque nuestro alemán no da para mucho) que solo se podía visitar de forma guiada, y mucho me temo que en alemán. Seguimos hacia la plaza del Ayuntamiento por Peterstraße, una calle peatonal con mucho ambiente comercial. Por esta zona, la música en la calle es una constante y, como pudimos comprobar en otras ciudades de Sajonia, hay bastante nivel en las actuaciones de algunos músicos callejeros (algunos, otros no). Había un cuarteto de cuerda que sonaba muy bien. El Markt, con el precioso ayuntamiento, tenía mucho ambiente, a pesar de las obras del túnel del tren, que ocupaban una parte de la misma. La plaza en sí es preciosa, no solo por este edificio, sino por otros también muy bonitos, además de la cantidad de pasajes que salen y van a parar a la plaza. Hay también muchas terrazas de restaurantes y bares. Cuando nos entró hambre, entramos en uno de estos locales, a comernos una nuestra primera salchicha de este viaje a Alemania, con una vista privilegiada del ayuntamiento, a pesar de las obras. Después de un breve descanso en el hotel, visitamos la Nikolaikirche, que estaba justo enfrente. Su interior es muy llamativo, ya que está decorada en tonos rosas y verdes, con columnas en forma de palmera, con lo que te da la sensación de estar en un palmeral. Como muchas de las iglesias de Sajonia, tiene forma de teatro, con palcos a los lados. Y es que allí se celebran muchos conciertos, sobre todo de música de órgano. No pudimos comprobarlo, pero según cuentan la acústica es muy buena. Desde allí nos fuimos a Augustplatz, donde destaca el edificio de la Universidad, con la fachada de cristal, construida sobre una iglesia, guardando las formas originales. Se encuentra también en esta plaza el moderno Gewandhaus, una sala de conciertos, además de la Ópera, que a mi personalmente me parece un edificio feo, de líneas rectas y sobrias. Después dimos un paseo hasta la Iglesia de Peterkirche, que no sale en los mapas turísticos. Es una iglesia de estilo neogótico y es el edificio más alto de la ciudad y sus torres (de 88 metros de altura) se ven desde lejos, por eso nos acercamos a visitarla. Es muy bonita, aunque está algo descuidada, se ve que necesitan continuar con las obras de reparación. Más tarde, nos preparamos para ir a un concierto frente al memorial de Bach en la Thomaskirche. Se trata de conciertos que hacen los lunes de julio y agosto, y la gente se lleva las sillas de su casa para poder sentarse. No sé por qué, pero siendo frente al Memorial de Bach, y en Leipzig, me esperaba música clásica, pero no. Era un grupo de rockeros mayorcitos que interpretaban versiones, y que sonaban realmente bien. Pasamos un rato muy agradable. Una vez terminó el concierto nos fuimos a cenar. Nos habían recomendado acercarnos a la zona sur, que es la zona de bares y restaurantes donde va la gente de la ciudad. Comimos en el restaurante Orange, con una relación calidad precio aceptable. DIA 2 Lo primero que hicimos el segundo día en Leipzig fue visitar la Thomaskirche. Aunque el día anterior habíamos estado de concierto junto a la iglesia no nos había dado tiempo a ver el interior. Esta iglesia es conocida por ser el lugar donde Johann Sebastian Bach trabajó como director y donde se encuentran sus restos mortales. Es bonita, aunque creo que más por fuera que por dentro (a mí me gustó más la Nikolaikirche). En esos momentos había un coro ensayando, que sonaba bastante bien. Después fuimos a visitar el Museo de la Stasi en la Esquina Curva. Personalmente no me dijo mucho, porque estaba todo en alemán y, salvo algunos artefactos curiosos, que se sabía para que sirvieron sin necesidad de explicaciones, lo que me llamó la atención fue el ambiente, de un edificio de los 70 sin reformar, como si hubiesen estado trabajado dentro hasta ayer mismo. El resto de la mañana lo dedicamos a pasear por los pasajes del centro. Los más conocidos son los Pasajes Madler y Specks Hof, pero hay otros, que dan a las traseras de los restaurantes a la vez que comunican calles, y en los que se pueden encontrar rincones con mucho encanto. Esa mañana, en el Markt había un enorme mercado con puestos de frutas, quesos, plantas, especias, panes,… Se ve que la plaza no ha perdido su esencia original. En los arcos del Antiguo Ayuntamiento estaba tocando un grupo que nos gustó mucho, de Ohio, que tocaban música bluegrass, con guitarra, banjo, mandolina, violín y bajo. Se llamaban Hunnabee & The Sandy Tar Boys y nos quedamos un rato a escucharlos. Fuimos a la estación de trenes, y aproveché para comprarme unas sandalias y un pantalón corto, que no me había llevado ropa para el calor que hacía. Comimos allí mismo, en el NordSee, una franquicia que está por toda Alemania, que sirve básicamente pescado. Me encantaron los bocadillos de pescado, sobre todo los de arenque curado (Bismarckhering), que ya había probado en un viaje anterior por tierras alemanas. Tras el almuerzo, cogimos el tranvía 15 dirección al Monumento a la Batalla de las Naciones. Por el camino paramos en el Jardín Botánico, que está algo descuidado. En algunos sitios las plantas invadían el camino, y el calor de esos días había hecho estragos (en ese momento estaban regando). Nos bajamos también para ver la Iglesia Rusa, pero estaba tapada con andamios, así que nos quedamos sin verla. Por cierto, lo de las obras es un no parar, debe ser que en invierno no pueden por el frío, y en cuanto llega el verano sacan todos los andamios a la calle. El Monumento de la Batalla de las Naciones en sí no dice mucho. Lo más chulo es la vista desde delante del lago, aunque, como no, tenía grúa incluida. Junto al lago hay un parque donde se reunían algunos grupos de gente joven. A la torre no subimos, pero se puede subir por 6 euros. Tras un descanso y una ducha para reponernos del calor, salimos a cenar. Decidimos comprar la comida en un supermercado y sentarnos en uno de los muchos parques de la ciudad, cerca de la Universidad. Compramos cervezas frías a muy buen precio en una tienda cercana, al comienzo de Peterssteinweg, según se cruza Rossplatz. Se estaba muy a gusto, hasta que empezó a llover. Es normal, con tanto calor y la humedad del ambiente, al final tenía que llover. No le dimos importancia, eran unas gotas, y nos quedamos allí comiendo. Cuando empezó a llover más fuerte, nos refugiamos bajo un árbol, pero ya la lluvia pasó a diluvio, y tuvimos que recoger todo, cervezas en mano, y correr hacia algún portal “saltando” los enormes charcos que se habían formado en cuestión de minutos. La suerte es que justo al lado había un cajero automático, donde acabamos nuestra cena en la compañía de otros transeúntes igual de mojados. Según parece, esto es normal por allí, y no les incomoda ponerse como una sopa en verano. Después nos fuimos para el hotel, porque con la ropa mojada no apetecía mucho pasear, y teníamos que hacer las maletas, que al día siguiente cambiábamos de ciudad. Etapas 1 a 3, total 7
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