A tres (mil) metros sobre el suelo ✏️ Blogs de Peru

Jueves 6 de Agosto. Llegamos a Cusco. Empieza nuestra aventura por Perú.

Aunque lo hemos leído en muchos foros y blogs, nadie nos evita la primera (y afortunadamente última) inocentada del viaje. Nos montamos en un taxi sin preguntar antes cuánto nos va a costar, y el simpático taxista nos cobra 50 soles!!!! Por llevarnos al hotel. Unos días más tarde, pagaremos por el mismo trayecto 20 soles. Primera lección para sobrevivir en el Perú: siempre, siempre, preguntar cuánto cuesta el taxi antes de montarse.
La primera impresión de Cusco no es buena, y por desgracia, no mejorará en los días siguientes. Los alrededores de la ciudad son maravillosos, pero sus calles son ruidosas y caóticas. Mucha gente y sobre todo muchos coches por todas partes, haciendo sonar los claxon y volviendo el aire irrespirable con los humos de sus tubos de escape.
Nos llama la atención lo feos que son los barrios periféricos. La mayoría de las casas parecen a medio terminar, con los ladrillos a la vista y sin ventanas, pero están habitadas. El paisaje mejora un poco, aunque sólo ligeramente, según nos vamos acercando al centro colonial.
Es el primer día y estamos cansados. El viaje ha sido largo desde que ayer por la tarde salimos de Bilbao. Nos acercamos a la agencia con la que hemos contratado nuestro tour de cinco días por el parque nacional del Manu (Bonanza Tours), pero hoy no nos pueden atender. Tendremos que pasarnos mañana por la mañana, lo que nos obliga a cambiar nuestros planes…. Pero nos permitirá empezar la mañana visitando el mercado de Cusco.
Cenamos en una pollería que está justo al lado de nuestro hotel (Kokopelli Hostel). Nos hemos olvidado enseguida de la recomendación de comer ligero para prevenir el sorochi…. Y nos ponemos hasta arriba de pollo a la brasa

Tengo una pequeña obsesión con visitar mercados. Me encanta moverme entre los puestos y ver frutas y verduras que no conocemos, que los olores desconocidos me sorprendan (aunque a veces no sean muy agradables, para que nos vamos a engañar).
Visitar el mercado de San Pedro en Cusco no estaba entre nuestros planes, pero tenemos que hacer tiempo hasta que abran la oficina de Bonanza Tours para que nos cuenten más detalles de nuestro tour por el Manu.
La visita resulta un poco decepcionante. Parece que hemos venido un poco pronto y muchos puestos están cerrados….. Damos una pequeña vuelta pero no vemos nada que nos llame mucho la atención y nos vamos rápido. Lo único que me da pena es haber desayunado en el hotel, porque hay muchos puestos de comida muy concurridos.
Nos vamos acercando a la zona de la plaza de Armas. La ciudad parece un poco más tranquila que ayer, aunque sigue sin decirnos demasiado. Lo más bonito, sin duda, es pararse en mitad de la plaza y levantar la vista hacia las montañas


Pasamos casi una hora en las oficinas de Bonanza Tours, mientras nos cuentan los detalles de los cinco días que vamos a pasar en el parque nacional del Manu. Hemos elegido esta agencia porque es pequeña y local. Todos los guías pertenecen a la misma familia, que es originaria de la selva, y han utilizado sus propios terrenos para construir los alojamientos.
Me meten mucho miedo en el cuerpo cuando me dicen que debería llevar manga larga en todo momento para que no me machaquen los mosquitos….. No le había dado tanta importancia a este detalle y no me he traído tantas camisetas de manga larga. Comprarme una se convertirá en una de mis prioridades en los próximos días.
Pero volvamos a Cusco. Una vez hemos cumplido el trámite de visitar a los amigos de Bonanza Tours y pagarles el tour, nos vamos a conocer los alrededores de Cusco. Primera parada, Tambomachay. 3762 metros sobre el nivel del mar (ahí es nada…..)


Nos hacemos un pequeño lío para coger el bus a Tambomachay. Mi información me dice que para ir a Tambomachay hay que coger el bus que va a Pisac y que sale de la Avenida Tullumayu 207. En el mapa turístico que hemos cogido en el Kokopelli Hostel parece que la indicación es la misma. Bien. Pero se nos ocurre preguntarle a la recepcionista del hotel, por confirmar, y nos da indicaciones diferentes de donde podemos coger un colectivo en la avenida Tullumayu.
Total, que nos acercamos al lugar que nos ha dicho la recepcionista pero allí no hay ninguna parada de autobús ni nada que se le parezca. Preguntamos a varias personas en la calle y cada uno nos dice una cosa diferente…. Vaya lío.
Al final, seguimos caminando por la avenida Tullumayu hasta llegar a una parada de autobús que está en el número 207 y nos quedamos allí. Pasan varios autobuses, hasta que llega el que va a Pisac. En cuanto nos ve, el chico que va cantando las paradas sabe que vamos a montarnos en su bus…… jeje es lo que tiene ser gringos.
Ahora estamos en el bus correcto, pero no termina ahí la cosa. No somos conscientes de que tenemos que avisar para que nos paren, y casi nos pasamos la parada. Menos mal que una mujer que va en el autobús se apiada de nosotros cuando ve que nos levantamos y ponemos cara de no entender nada….. “¿Van a Tambomachay?” nos pregunta. Y cuando le decimos que sí empieza a gritarle al conductor “¡Baja en Tambomachaaaaaaay!”. Y nos para. Menos mal

Tenemos el boleto turístico que hemos comprado el día anterior en Cusco (130 soles, permite la entrada a varios monumentos del Valle Sagrado, incluyendo Ollantaytambo y Pisac), así que después de mostrarlo entramos en el recinto. Hasta ahora no hemos notado la altitud, pero aquí estamos aún más altos que en Cusco, y la pequeña cuesta que tenemos que subir hasta las ruinas nos deja sin respiración.
El nombre de Tambomachay proviene de las palabras incas Tambo (refugio) y Machay (cueva). Se cree que su función principal era la del balneario para el inca. Posee un sistema hidráulico extraordinario, con acueductos que transportan agua clara y limpia durante todo el año a la poza litúrgica.


El recinto es bastante pequeñito y no me impresiona demasiado, si debo ser sincera. Pero el paisaje en el que se encuentran las ruinas no está del todo mal.

Desde Tambomachay se ve Puca Pucara, el segundo de los complejos de ruinas que queremos visitar hoy. Puca Pucara en quechua significa fuerte rojo, nombre que se debe a tonalidad rojiza que adquiere al anochecer la piedra con la que está construido el recinto. A pesar de su nombre, no era una fortaleza militar, sino un lugar de descanso y depósito de alimentos.
Apenas quedan en pie unos muros y alguna puerta. No tiene mucha historia, pero está bastante tranquilo, y paseamos disfrutando del sol y sobre todo de saber que estamos en Perú y nos quedan por delante tres semanas para disfrutar sin parar.


Mi idea inicial era volver caminando desde aquí hasta Cusco pasando por Qenqo y Sacsayhuamán, pero no hemos visto ningún camino más allá de la propia carretera, y no nos apetece nada caminar a pleno sol y a mediodía por una carretera con bastante tráfico. Sobre todo, teniendo en cuenta como conducen los peruanos…..
Así que paramos un autobús y por un sol nos baja hasta la Huaca de Qenqo.


Se desconoce el nombre original de este completo que los conquistadores españoles bautizaron con el nombre de Qenqo, que significa laberinto en quechua.
El complejo está compuesto de dos adoratorios, el Grande y el Chico. Se desconoce su función exacta, pero se cree que se empleaba en rituales funerarios. El adoratorio Grande está construido aprovechando un gran monolito, siguiendo una costumbre habitual en las construcciones incas, que se encajan perfectamente en el entorno natural que las alberga.


El sitio es pequeño, pero a mí personalmente me gustó. Y la vista de Cusco desde este lugar impresiona y da miedo a partes iguales…… La ciudad parece enorme!!! Nos sorprendió saber que “sólo” tiene 350.000 habitantes.


El siguiente destino en nuestra ruta por las ruinas incas de los alrededores de Cusco es Sacsayhuamán. Con mucha diferencia, la que más nos gustó de todas.
Sacsayhuamán está justo al lado de Qenqo, pero como no lo sabemos volvemos a parar un bus. Y esta vez la liamos. Cuando nos damos cuenta de que nos hemos pasado, nos bajamos corriendo, pero no nos queda más remedio que subir una cuesta pronunciada para llegar a las ruinas. Es mediodía y la caminata a pleno sol nos deja bastante tocados. Hacemos una parada técnica en el Cristo Blanco. La estatua no tiene mucho, pero las vistas de Cusco y sobre todo de Sacsayhuamán desde aquí merecen la pena. Aprovechamos para comer unas patatas fritas y unas galletas que hemos comprado en un puestecillo, y que serán nuestra única comida de hoy.

Sacsayhuamán tiene aspecto de fortaleza, y durante mucho tiempo se ha creído que esta era su función. Sin embargo, en los últimos años hay teorías que apuntan a que realmente podría tratarse de un recinto ceremonial, ya que en la época en la que se construyó los incas no tenían ningún enemigo en la zona, y por tanto no parece muy lógico que construyeran una fortaleza.
Es uno de los mejores exponentes de arquitectura inca, y realmente merece la pena.


Mi chico aprovecha para deslizarse por el Rodadero, una formación rocosa natural que se encuentra dentro del recinto, y que recuerda a un tobogán. Por supuesto no es el único…. Hay varias excursiones de chavalillos pasándoselo “pipa” por aquí.


Nos pasamos más de dos horas en las ruinas de Sacsayhuamán. A pesar de que hay bastante gente, es fácil disfrutar del entorno, y quedarse embobada mirando las enormes piedras, sin poder entender como consiguieron los incas (o sus esclavos) transportar y colocar semejantes moles…..
Es nuestro primer día, y sobre todo yo empiezo a notar los efectos de la altura y de no haber comido en condiciones, Estoy bastante cansada. Además, como por la mañana hacía frío, hemos sido bastante imprudentes y no nos hemos puesto protector solar. Estoy muy quemada!!!
Desde Sacsayhuamán se puede bajar dando un agradable paseo hasta el centro de la ciudad. Necesitamos descansar, y una buena merienda, ya que apenas hemos comido. Hacemos una parada técnica con un capuccino, un jugo de piña y unas tortitas. Que buenos los jugos naturales que te preparan en Perú casi en cualquier lado….. ummmmm
Estamos a punto de dejar para otro día la última visita que tenemos pensada para hoy, el convento de Santo Domingo, antiguo templo Qorikancha. Finalmente decidimos visitarlo. Igual es porque estamos cansados, pero no nos dice mucho este lugar.


Donde ahora está el convento de Santo Domingo se alzaba el Qorikancha, templo en honor a Inti, el dios del Sol. Se cree que los muros de este templo estaban cubiertos de placas de oro que fueron saqueadas por los españoles tras conquistar la ciudad. Se conservan algunos muros con las típicas piedras encajadas incas, pero queda tan poco de la construcción original que es difícil imaginar cómo era. El convento en sí no tiene mucho atractivo, y lo que más me gustó fue una exposición temporal sobre cambio climático.

Con esto termina nuestro primer y muy intenso día de vacaciones. Es realmente el único día que le vamos a dedicar íntegramente a Cusco. Mañana nos vamos a recorrer el Valle Sagrado, camino de uno de los platos fuertes del viaje. Imagino que no tengo que decir cuál es...

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Hoy comenzamos el camino hacia uno de los platos fuertes del viaje: el Machu Picchu. Hemos planeado una mini ruta de tres días por el Valle Sagrado, visitando Ollantaytambo y Pisac. Hemos tenido que dejar fuera bastantes cosas que la gente suele visitar (Maras, Moray, Chinchero), porque teníamos claro que no queremos andar corriendo de un sitio a otro. Pero lo cierto es que nosotros no somos mucho de “piedras” (aunque sean piedras incas… ) así que tampoco nos importa mucho.

Nuestra ruta es Ollantaytambo – Aguas Calientes (primera noche allí) – MachuPichhu – Ollantaytambo (segunda noche aquí) – Pisac – Cusco.
El día empieza con una vivencia que tarde o temprano todo viajero independiente por Perú tiene que pasar…. Coger un colectivo!!
Los colectivos a Ollanta salen de la calle Pavitos, que está cerca de nuestro hotel. No sé qué idea tenía yo en la cabeza de cómo iba a ser esta experiencia, pero desde luego que no me esperaba una parada organizada, con los coches allí esperando su turno para salir. Supongo que me esperaba algo más caótico. En todo caso, creo que se nos nota que es la primera vez que vamos a coger un colectivo… y hacemos un poco el bobo.

Según aparecemos por la calle, se nos acerca un hombre y nos dice “¿Ollanta?”. Le digo que sí y nos lleva hasta su coche. Somos los primeros, pero no tenemos que esperar mucho hasta que el coche se va llenando.
El conductor se pasea calle arriba y abajo gritando “¡Ollanta! ¡Ollanta!”. En cuando ve un taxi llegar le falta tiempo para ir a abordar a sus pasajeros, a ver si consigue a alguien más. Aún asi, pasan más de veinte minutos hasta que conseguimos que sólo falte una plaza por llenar. Pero aún no nos vamos. El colectivo tiene que estar completo.
En este momento, mi chico y yo teníamos que haber sido un poco más avispados y habernos ofrecido a pagar la plaza que falta. Pero a pesar de que es lo más lógico, en ese momento ni se nos ocurre Claro, encontrar una persona que viaje sola no es fácil. Otros coches que han empezado a llenarse después del nuestro se marchan y nosotros seguimos allí.

Para colmo de males, tenemos el tren a Aguas Calientes muy pronto. En su momento nos pareció una buena idea coger el tren de la una del mediodía, y cuando luego me puse a organizar la ruta me di cuenta de que había sido muy mala idea. De hecho, uno de los motivos por los que no pudimos visitar más sitios arqueológicos como Maras o Moray fue tener que “perder” la tarde en un pueblo a priori sin nada interesante como es Aguas Calientes. Así que el retraso del colectivo me empieza a poner de muy mal humor… porque nos está quitando tiempo de nuestra visita a Ollantaytambo, que ya va a ser bastante corta.
A todo esto, una pareja que se había montado en el colectivo porque les había dicho que salía ya, se harta de esperar y se marchan! Así que ahora nos faltan tres, no uno. Vaya papelón.
Cuando estamos a punto de imitarles, y buscarnos otro colectivo que salga ya, finalmente conseguimos dos viajeros más, y el conductor decide arrancar antes de que nos amotinemos todos. Vaya pesadilla.
Moraleja –> negociar, negociar, negociar. El tiempo que vas a estar esperando, las plazas que le pagas al conductor para que salga antes….. Vamos, echadle morro. No como nosotros.

El viaje no mejora mucho la experiencia de la espera en Cusco. Se nos hace eterno, y el conductor es con mucha diferencia el peor de todos los que hemos sufrido en Perú (que ya es decir……). Me alegro de ir en los asientos de atrás y no ver lo que va a haciendo el colega…. Porque incluso desde aquí atrás temo por mi vida.
Pero al fin…… llegamos a Ollantaytambo. El listo del conductor nos quiere llevar directamente a la estación de tren, que está a unos quince minutos caminando del pueblo, y casi tenemos que discutir con él para que nos deje en la Plaza de Armas, desde donde queremos visitar las ruinas antes de coger el tren.
En resumen, desde las ocho y media que hemos llegado a la parada de colectivos en Cusco, son las once de la mañana y hemos pagado veinte soles por este viaje de pesadilla.
Menos mal que Ollantaytambo no nos decepciona.


Las ruinas de la fortaleza son pequeñas, y el recinto del templo del Sol está inacabado, pero la forma en la que se integran en el monte que la rodea hace que el lugar sea realmente impresionante. Las vistas del valle y el pueblo desde la zona superior de las ruinas merecen mucho la pena, así que no nos importa tener que subir por las terrazas cargando con las mochilas y bajo un sol de justicia…… buf, menos mal que el sorochi no nos ha dado mucha guerra.

Nos da tiempo de sobra de visitar las ruinas entre la hora que llegamos a Ollanta y la una, que es cuando tenemos los billetes de tren. No podemos visitar el pueblo en sí, que aparentemente no tiene mucho aunque es bonito, con las calles empedradas y encajado en el valle entre las montañas. El pueblo conserva la estructura básica de la época inca, y las paredes de algunas casas actuales son muros de dicha época.

A la una y media, con puntualidad, sale el tren destino a Aguas Calientes. Confieso que a la hora de visitar Machu Picchu no nos complicamos mucho y elegimos la opción más cómoda, que pasa por pagar el impuesto revolucionario de PeruRail y que el tren nos lleve hasta Machu Picchu pueblo. Por descontado que es caro, y que la sensación de turistada que tenemos cuando estamos todos montados en el tren no es lo que más nos emociona del mundo, pero las otras opciones nos parecían demasiado farragosas y no tenemos tanto tiempo para dedicarle a esta parte del viaje.
Dentro de las posibilidades que da PeruRail, elegimos la menos cara, saliendo y llegando a Ollantaytambo en vez de a Cusco. Por conveniencia de horarios, elegimos el tren Vistadome, más caro que el Backpacker porque tiene un supuesto techo de cristal para admirar las vistas. Lo cierto es que no es nada espectacular porque no es un techo entero de cristal sino unas ventanitas pequeñas en el techo. Además, el paisaje que se ve durante el camino no es ni de lejos el más espectacular que se puede encontrar en Perú.

El viaje dura algo más de dos horas. Como hemos cogido el tren tan pronto, tenemos casi toda la tarde libre en Aguas Calientes. Cuando estaba organizando el viaje me arrepentí bastante de esta decisión, porque en varios blogs y foros leí que Aguas Calientes no tenía nada que ver y que de hecho era bastante feo.
Sin decir que sea una maravilla, me quedo gratamente sorprendida con el pueblo. Evidentemente es un chiringuito turístico a muerte con montones de restaurantes, tiendas de souvenirs, y el típico mercado de “artesanía” en el que casualmente todas las artesanías son iguales. Pero la ubicación, rodeado de montañas, hace que se te olvide un poco lo que te rodea cuando levantas la vista al cielo. Y saber que estamos tan cerca de Machu Picchu….. simplemente mola!!!!!


Aprovechamos la tarde, además de para pasear sin rumbo por el pueblo, para comprar esa camiseta de manga larga que tan preocupada me tiene desde nuestra visita a las oficinas de Bonanza Tours…… y para comprar los billetes del autobús para el día siguiente. La verdad es que esto de visitar Machu Picchu es un no parar de sacar la cartera! Si sumamos los billetes de tren, las entradas, el autobús…. La bromita nos sale por unos 200 euros cada una. Pero claro, a quién le importa!

Tenemos reservada desde España la visita al Machu Picchu de mañana incluyendo la subida al Wayna Picchu en el turno de 7 a 8 de la mañana. Nuestro tren de vuelta a Ollantaytambo es a las cuatro y media de la tarde, así que en teoría tenemos bastante tiempo para visitar todo el recinto…… aunque como casi siempre yo no las tengo todas conmigo.
El primer autobús para subir a las ruinas es a las cinco y media y nos imaginamos que habrá cola, así que nuestra idea inicial era salir del hotel a las cuatro de la mañana para ponernos a hacer cola. Afortunadamente, seguimos el consejo de la recepcionista de nuestro hotel, que nos dice que no hace falta que hagamos eso porque tenemos tiempo de sobra. El desayuno en el hotel comienza a las cinco, y ella nos aconseja que desayunemos y luego salgamos a coger el autobús. Y así lo hacemos.

Resulta algo raro pensar que ese día el despertado sonó a las cuatro y media de la mañana!!! Aunque más raro resulta saber que no fue el día que madrugamos de estas vacaciones…… buf, han merecido la pena pero han sido durillas…
Sin embargo, cuando nos acercamos a la zona de los autobuses sobre las cinco y media de la mañana, comprobamos que ha habido mucha gente que ha madrugado mucho más que nosotros. La cola es impresionante!!!!!! Yo había leído que había colas pero no me imaginaba ni por un segundo que iba a ser así. ¿Nos dará tiempo a estar en la puerta de Wayna Picchu antes de las ocho? Porque como no nos dé tiempo….. la hemos liado y bien.
Hacemos cola durante hora y media, y a las siete nos estamos montando en el autobús. Vamos con el tiempo justito, porque el bus tarda media hora en subir y luego tenemos que atravesar todo el recinto para llegar a la puerta del Wayna. Pero creo que lo hemos conseguido!!!
Una vez arriba, aún nos queda una pequeña cola para pasar el control de entrada, y estamos dentro!!
El día está algo gris y nublado, aunque no parece que vaya a llover. Nos da un poco de pena porque las vistas desde el Wayna Picchu se verán algo deslucidas, aunque una vez arriba estaremos más que agradecidos de no haber tenido que subir con sol….
La sensación es algo rara, estamos en Macchu Picchu!! Pero vamos casi corriendo sin fijarnos mucho en nada, con el único objetivo de llegar a tiempo a la puerta del Wayna. Por un momento, hasta pienso que no es para tanto……


… pero la cosa cambia a medida que vamos subiendo el Wayna. Nos vamos quedando sin palabras, en parte por lo que están viendo nuestros ojos, y en parte porque la subidita se las trae, y los dos mil y pico metros de altura pesan. Pero merece la pena. Vaya, si merece la pena


Es cierto que la vista desde el Wayna Picchu no es la típica imagen de Machu Picchu que todas tenemos en la cabeza. Precisamente, porque desde el Wayna Picchu no se ve la propia e icónica montaña que redondea la imagen. Pero haber subido hasta aquí entre la niebla, y ver como poco a poco va desapareciendo y antes nuestros ojos aparece la ciudad perdida de los incas….. nos deja sin palabras.

No hay mucho sitio para sentarse tranquilamente a disfrutar de la vista, una vez arriba. De hecho, hay MUCHA gente, y los mejores sitios están ya cogidos. Pero en ningún caso se puede comparar la gente que estamos aquí con las filas de personas que empiezan a llenar las ruinas….. buf. Casi agobia verles!

Nos pasamos un buen rato aquí, sacando montones de fotos y simplemente disfrutando de lo que tenemos delante. Pero llega el momento de empezar a bajar, porque tenemos que volver al control de la entrada antes de las diez.
Una vez abajo, contentos pero cansados, decidimos salir a desayunar por segunda vez, y reponer fuerzas para conocer el Machu Picchu desde el suelo. En este segundo paseo apresurado, lo que tengo a mi alrededor empieza a parecerme algo más interesante… sobre todo cuando vemos desde abajo el Wayna Picchu, sabiendo que hemos estado allí arriba


Después de picar algo en la cafetería, volvemos a entrar, con la intención de aprovechar a tope el tiempo que nos queda. Queremos verlo todo!! El templo del Sol, el templo del Cóndor con su espectacular piedra central, el Intihuatana….. Hasta hacemos el camino hasta el puente inca, que merece más la pena por el paseo hasta allí que por el propio puente. Pero sin duda, lo mejor de todo, lo que más recordaremos, es sentarnos en las alturas, sobre la casa del cuidador, y disfrutar de la vista increíble que, ahora sí, incluye la icónica Wayna Picchu justo frente a nosotros. Como os he dicho, ni mi chaval ni yo somos muchos de “piedras”, pero Machu Picchu, definitivamente, es otra historia.


Son más de las dos de la tarde cuando decidimos que ya está bien de Machu Picchu. Vamos con tiempo de sobra porque no tenemos el tren hasta las cuatro y veinte de la tarde, pero hace ya un rato largo que el sol aprieta con fuerza y estamos algo cansados. No hay que olvidar que nos hemos pegado un señor madrugón…. Así que preferimos bajas a Aguas Calientes con tiempo e intentar comer algo antes de coger el tren.
Me da un poco de bajón cuando veo la ENORME cola que tenemos de nuevo para coger el autobús. Afortunadamente, va bastante rápido y a las tres de la tarde estamos comiendo unas hamburguesas en la plaza principal de Aguas Calientes.
El viaje en tren hasta Ollantaytambo se hace un poco largo, ahora que ya no estamos con el subidón de saber que vamos hacia Machu Picchu. Cuando llegamos, ya es de noche y tenemos una larga caminata hacia nuestro hotel, que no está en el propio pueblo. Cansados y cargando con las mochilas, caminamos kilómetro y medio por un camino poco iluminado y no muy amigable….. El hostel se llamaba Mama Simona. No es que el sitio estuviera mal, pero yo os recomendaría elegir uno más cerca del centro.

El tercer día de nuestro periplo por el Valle Sagrado lo vamos a dedicar a Pisac. Las ruinas de Pisac nos sorprendieron muy gratamente. Después de haber visitado Machu Picchu, mi expectativa era bastante baja. Por todas partes había leído que Pisac estaba bien…… si lo veías antes de Machu Picchu. Con la joya de la corona todavía en nuestras retinas, imaginaba que cualquier otra cosa quedaría empequeñecida. Sin embargo, las ruinas de Pisac nos gustaron mucho, y el recuerdo del paseo que nos dimos para bajar de las ruinas al pueblo, a pesar de ir cargados con las mochilas, será de los más bonitos que me queden de esta parte del viaje.
El día empieza bien. La noche anterior, nos ha costado obtener una indicación clara por parte de la recepcionista del hotel sobre cómo llegar de Ollantaytambo a Pisac. Lo único que tenemos claro, y para eso no la necesitábamos a ella, es que tenemos que ir a la Plaza de Armas, pero una vez allí no sabemos si tenemos que coger colectivo, bus o qué.
Por suerte, según llegamos a la plaza, un hombre nos intercepta y nos ofrece llevarnos a Maras y Moray. Le digo que no, que vamos a Pisac, y nos dice que ahí también nos lleva. Por ochenta soles. Considerando que yo sé que sólo por subir a las ruinas, un taxi en Pisac cuesta veinticinco soles, me parece un precio más que aceptable por ir los dos solitos y tranquilos en un taxi. Como ya llevamos alguna inocentada encima, y una es un poco corta pero al final aprende le pregunto varias veces si por ochenta soles nos sube hasta las ruinas. Y cuando me dice por tercera vez que sí, que nos sube “hasta el Intihuatana”, me quedo tranquila y nos vamos con él.
La mejor decisión que pudimos tomar. Tenemos además la suerte de que el hombre parece ser el único conductor prudente de Perú…. O igual es que ya había ganado el día con nosotros y por eso no tenía prisa. Sea como sea, nos lleva hasta la misma entrada de las ruinas. Tardamos casi dos horas, y son sin duda los ochenta soles mejor invertidos de las vacaciones.

La visita a las ruinas de Pisac entre en el mismo boleto turístico que las de Cusco y Ollanta. Después de enseñar el billete en la entrada, accedemos al recinto.
Las ruinas están divididas en dos zonas diferenciadas. En la zona de la entrada, destacan las terrazas agrícolas. Pisac es uno de los mejores ejemplos de terrazas de cultivo incas; hay muchas con diferentes inclinaciones, orientaciones y tamaños, que permitían a los agricultores incas cultivar multitud de variedades de maíz y otras verduras. La ingeniería agrícola de los incas era realmente asombrosa, y se ha comprobado que la diferencia térmica entre diferentes terrazas de las ubicadas en Pisac llega a ser de varios grados, permitiendo la asombrosa diversidad de cultivos que aquí se obtenían.


Dejando atrás la zona de las terrazas, en la que también hay unas pequeñas ruinas correspondientes a las casas de los cultivadores, un camino nos lleva al Intiwatana, la zona de palacios y templos mejor conservados, que está totalmente separada de la zona de la entrada. El complejo es pequeño, y está dominado, como en la mayoría de la ocasiones, por el recinto del templo del sol. A pesar de ser mucho más pequeñas que Machu Picchu, las ruinas son realmente asombrosas. Como en otras ocasiones, el escenario natural que las rodea es espectacular, aunque en este caso los ocres dominen sobre los verdes. Y la ausencia de las masas de gente que visitan Machu Picchu hace que pasear entre los muros y asombrarse, una vez más, de cómo están encajados con impecable perfección, sea una experiencia realmente agradable.


Una vez nos hemos pateado todo el Intihuatana, y con las mochilas pesando bien a nuestras espaldas, volvemos al punto de inicio. A estas alturas, riadas de turistas están entrando para iniciar sus visitas, y nos alegramos muy mucho de haber madrugado. Subimos un poco por la zona de las casas de los cultivadores, pero no nos ofrece demasiados atractivos y decidimos iniciar la bajada al pueblo.

Preparando el viaje, había leído que es posible bajar desde las ruinas a Pisac dando un paseo, y localizamos un indicador junto a la entrada que aparentemente marca en camino. Pasamos junto al antiguo cementerio excavado en la roca, del que hoy en día sólo se ven los agujeros que dejaron los saqueadores, y comenzamos la bajada.


El silencio nos envuelve en cuanto descendemos un poco. Sólo nos rodean montañas ocres y silencio, y parece mentira que hace sólo unos minutos estuviéramos en uno de los complejos más visitados del Valle Sagrado.
Caminamos y caminamos con un calor bastante pegajoso. Al principio vamos disfrutando del paisaje y de la soledad, pero debo confesar que esa soledad se vuelve un poco inquietante a medida que avanzamos y seguimos sin ver el pueblo, sin cruzarnos con nadie…….. Um. ¿Nos habremos perdido?
De repente nos encontramos con unos obreros comiendo su almuerzo, les preguntamos y nos confirman que vamos por buen camino para llegar a Pisac. Poco después el pueblo aparece a nuestros pies….. pero..... bastante abajo!! Y no vemos muy claro por donde bajar.


Damos varias vueltas y seguimos al menos un par de caminos que no llevan a nada antes de encontrar las terrazas por las que tenemos que bajar para llegar al pueblo. Mola! Hay que reconocer que con las mochilas al hombro y a pleno sol del mediodía cansa bastante, pero estamos contentos de haber elegido este paseo cuando finalmente llegamos a Pisac.


Damos una pequeña vuelta por el típico y tópico mercado de artesanía, más por hacer tiempo que otra cosa. Ni mi chico ni yo somos muy de hacer compras en los viajes, y con el mercado de Aguascalientes ya nos llega para una temporada. Lo que sí nos gusta es comer , así que nos metemos en un garito bastante peculiar a comer unas empanadas, por las que Pisac es famosa. Las empanadas están realmente buenas y tiradas de precio, y como el sitio nos gusta, decidimos quedarnos a comer. Entran bastantes turistas sólo para sacarle fotos al patio interior con el horno de las empanadas en el medio, sofás en los que nos encontramos gatos durmiendo a sus anchas, y una jaula enorme llena de cuys (pobres…… ya sabéis lo que va a pasar con ellos, verdad?).
Mi chico se come una trucha enorme y yo un plato de pasta que no le envidia, con dos jugos naturales de piña tamaño gigante……. Esto es vida!!! Nos quedamos un rato largo aquí tirados antes de salir a la busca y captura de la parada del colectivo y volvernos a Cusco. La selva nos espera!!

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Pensar y planificar esta parte del viaje fue de lo que más nos costó (tanto en tiempo como en dinero, porque la experiencia barata no fue!!).
Casi desde que decidimos el destino de las vacaciones, yo tenía claro que me apetecía vivir una pequeña experiencia “salvaje” en la selva peruana. Pero al empezar a mirar las diferentes opciones que teníamos, fui muy consciente de que vivir una experiencia realmente “salvaje” requería mucho más tiempo del que podíamos o queríamos dedicarle a la selva en este viaje.

Nuestra primera opción era Iquitos, por aquello de ser el “auténtico” Amazonas. Con esa idea en la cabeza planificamos multitud de itinerarios que incluían un viaje en avión desde algún punto de Perú hasta Iquitos, y tres o cuatro días allí. Pero cada vez que leía la oferta de una nueva agencia local me quedaba la misma sensación de que nos estaban vendiendo una auténtica turistada….. vamos, que nos iban a llevar a un lodge muy mono junto al río pero que de selva, selva…. Poca cosa.
Una conocida que vivió un año en Perú nos recomendó la reserva de Pacaya-Samiria, como una opción menos masificada y más "auténtica". Pero la organización logística era complicada y acabamos descartándolo. También valoramos la opción de la zona de Chachapoyas y la “selva en altura”, pero como que no era lo mismo….. Además, logísticamente tampoco era más fácil de organizar, sobre todo cuando en ningún momento fui capaz de quitarle a mi chico la idea de incluir el Salar de Uyuni en el viaje (y menos mal, porque fue sin duda la gran experiencia del viaje).

Finalmente, nos decantamos por el Manú por dos motivos. Desde un punto de vista organizativo, era el único destino al que podíamos llegar por transporte terrestre desde Cusco, y eso nos facilitaba bastante encajar el itinerario. Por otro lado, nos pareció a priori un destino menos explotado turísticamente que otros como Puerto Maldonado o el propio Iquitos, y las probabilidades de ser víctimas de una turistada eran por tanto menores (al menos a priori).

Elegimos una agencia local y familiar, Bonanza Tours. Tienen varios alojamientos dentro de los terrenos que su familia posee en la zona de selva del Manú, y todos los guías y trabajadores de todos los alojamientos son de la misma familia. Luego nos enteramos de que están súper-recomendados por la Lonely Planet...... pero os aseguro que eso no influyó en nuestra decisión.

Dentro de las opciones que ofrecían, nos decantamos por el tour de cinco días y cuatro noches. Es poco tiempo para un viaje de este tipo, si realmente quieres ver selva “salvaje”, o por decirlo de otra forma, no “domesticada” (o al menos "poco domesticada"). Por eso, incluso después de haber puesto todos los medios a nuestro alcance para que esto sea lo menos turistada posible, sigo sin tenerlas todas conmigo. Y os aseguro que después de la pasta que nos vamos a gastar en la aventurita de marras (600USD por persona), no nos hace mucha gracia equivocarnos.

Afortunadamente, y con todos los peros del mundo, la aventura resulta un éxito.
La primera sorpresa es que nos dicen que hay mucha gente que ha contratado el mismo tour que nosotros para esta fecha. Exactamente 22 personas. Buf. Para evitar que estemos todos juntos nos dividen en dos grupos, de diez y doce personas (que ya son bastantes....), cada grupo con un guía y con las actividades programadas en diferente orden, para que coincidamos lo menos posible. Y la verdad es que lo organizan bien. Sólo coincidimos la primera noche en el alojamiento, y puntualmente a lo largo de los viajes, pero nunca en las diferentes actividades. En ningún momento tenemos sensación de ser ovejas en un rebaño.

Creo que mi chico y yo tuvimos suerte tanto con el grupo como con el guía. En nuestro grupo había otra pareja como nosotros, dos grupos de amigos y un chico que viajaba solo. El otro grupo eran todos miembros de la misma familia salvo otra pareja de españoles….. y la verdad es que la familia parecía menos dada a relacionarse. También nuestro guía me dio mejor sensación que el del otro grupo. De hecho, creo que William fue uno de los puntos fuertes del viaje…… sin él no hubiera sido tan interesante.

El primer día de los cinco que pasaremos en la selva es prácticamente todo de viaje en coche. Salimos muy pronto de Cusco, y muy pronto quiere decir MUY pronto. El coche nos recoge a las cuatro de la mañana, porque parece ser que se ha caído un puente y por las obras de reparación, tenemos que cruzarlo antes de las doce o nos cierran la carretera…….
Muy horrible este despertar a las tres y media de la mañana. Además, a cierta viajera poco lista se le ha ocurrido que la noche anterior era la mejor para ponerse hasta arriba de ceviche…… que me sienta como una patada allí. Me paso todo el viaje mareada y con ganas de vomitar. Y es una pena, porque a pesar de que el plan del día no parecía muy interesante, William y su vista extraordinaria nos proporcionan una de las mejores experiencias del viaje.
Una vez que pasamos el puente y podemos ir más despacio, comienza nuestro periplo por el bosque nublado. No es selva como tal, ni está dentro de la reserva del Manú. Es un bosque tropical, cruzado por una carretera de grava por la que avanza nuestro coche. Pero es el hábitat de infinidad de pájaros, y William parece tener la habilidad de verlos todos!!!!! Poco a poco, a medida que avanzamos, nos descubre un mundo que está ahí aunque nosotros seamos incapaces de verlo.
No puedo recordar nombres de prácticamente ninguno de los pájaros que vimos, salvo el icónico gallito de las rocas, ave nacional de Perú. Tampoco tengo buenas fotos para enseñar porque la mayoría de las veces las aves están tan escondidas entre las hojas de los árboles que resulta imposible capturarlas con nuestra cámara. Pero William está muy equipado con telescopio y prismáticos, y resulta fascinante (a pesar de mi perpetuo dolor de estómago) pasear en silencio por el bosque y descubrir tantas aves de colores imposibles….


Es noche prácticamente cerrada cuando llegamos al albergue donde pasaremos la primera noche. Hemos estado todo el día de viaje, desde las cuatro de la mañana hasta las cinco de la tarde, y ni siquiera estamos todavía dentro de la propia reserva

Así que al día siguiente tiene que continuar el viaje, aunque esta vez es por barco!! Recorremos el curso del Madre de Dios, río abajo, hasta llegar a Atalaya, justo en el límite de la reserva del Manú, y donde Bonanza Tours tiene su segundo albergue.


¡Empieza a oler a selva!!
Por el camino, paramos en una zona de aguas termales para darnos un baño. Resulta levemente asqueroso porque lo que llaman "aguas termales" es realmente una charquita donde hay bastante gente...... Además, hay multitud de insectos (evidentemente), incluyendo esas moscas enanas que llaman “sunflies” (no sé cómo se traduce, porque no creo que en Europa tengamos ese insecto del demonio…). No transmiten ninguna enfermedad pero ¡ay! como te piquen. Algunas de sus mordeduras en mis pies seguían picando dos semanas después de volver a España!!!!

Total, que más que por gusto me baño por no decir que todos se meten y yo no……. Luego me cambio de ropa en unos cuchitriles que tienen por allí preparados, donde lleno de kk la única toalla que me he llevado para ducharme (lo que tiene la vida selvática jijiji) y continuamos camino.

Comemos en el propio barco, y ahí descubro cuál va a ser mi comida “de selva” en lo que queda de viaje: aguacates y tomates!!!!! Oh…… como pueden los aguacates estar TAN buenos?.......

Llegamos al alojamiento sobre las tres de la tarde. Esta noche no tenemos habitaciones, porque nos toca dormir en la “casa camuflada”. Mi chico y yo la apodamos “la casa-árbol del terror”. Se supone que es el plato fuerte del viaje, pero a ambos es sin duda lo que menos nos gusta.
En pocas palabras, la casa camuflada es una plataforma cubierta con hojas situada junto a una colpa a la que supone que, por la noche, acuden los mamíferos a comer. Por tanto, tenemos que pasar allí la noche, para poder verlos cuando se acerquen.
Para llegar hasta allí tenemos dos horas de caminata desde el albergue, ahora ya sí, en la selva de verdad verdadera. Bien!!!! Como no podemos caminar de noche tenemos que llegar allí sobre las cinco y media de la tarde, y no podremos marcharnos hasta que se haga de día, a eso de la seis y media de la mañana.
Total, que nos dan la cena en un tupper, nos calzamos las botas de goma y nos ponemos en marcha.

El propio paseo hasta la casa-árbol del terror resulta mucho más interesante que la noche en sí, porque os adelanto desde ya que no vimos nada de nada….. bueno sí, dos tepires por los que me despertaron sobre las tres de la mañana, y que se medio intuían en mitad de la colpa…… pero vamos, que si no me hubiesen despertado tampoco me hubiese perdido nada.

Esta es la famosa colpa......

A pesar de la decepción y la absoluta incomodidad del sitio, tanto la caminata a la ida como la vuelta hacen que la experiencia merezca la pena. William nos va explicando muchas cosas de la vida en la selva, de las plantas, los insectos…….. Lo disfrutamos mucho a pesar del insoportable calor húmedo y de que nos estamos cociendo en nuestro propio jugo con las camisetas y pantalones largos……


De vuelta al alojamiento, nos dan por fin nuestras habitaciones y nos dejan un rato libre para ducharnos y descansar.
El sitio es cualquier cosa menos un lujo, pero está bien; a fin de cuentas, estamos en el medio de la selva y parece más coherente un alojamiento austero que un hotel con piscina. Por no haber no hay ni agua caliente, pero con el calor que hace poco importa.

Mientras el otro grupo se prepara para su noche “camuflada”, nosotros aprovechamos la tarde en una de las dos plataformas de observación de aves que Bonanza Tours tiene montadas en los alrededores del alojamiento. Como nos adentramos tan poco en la selva, sabemos que nuestras posibilidades de ver mamíferos son muy bajas…… salvo algunos monos que tenemos la suerte de ver al día siguiente, casi todo lo que conseguimos ver son pájaros.
Pero no resulta decepcionante. Observarlos en silencio mientras se posan en los árboles a nuestro alrededor es una experiencia única. Además, William nos da montones de datos de cada especie que vemos, sus costumbres, lo fácil o difícil que resulta verlos...... el tío parece una enciclopedia!!
Al final de la tarde, llega uno de los momentos que más me gustó de estos días: sentados en silencio, disfrutamos de un lento e increíble anochecer……


Hemos dejado que se nos haga de noche sobre la plataforma de observación de aves, porque esta noche nos toca otro de los puntos fuertes del viaje: la caminata nocturna por la selva.
La idea no me seducía mucho, al principio, y los primeros minutos son algo angustiosos para mí, mientras millones de insectos de arremolinan en la luz que llevo en la frente……. Finalmente, decido que prefiero no saber muy bien donde pongo los pies y apagar mi luz, dejándome guiar por las de los compañeros que me preceden en la fila india en la que nos movemos por la selva. Parece que algunos tenían más tolerancia a los bichos en la cara que yo

Una vez que me relajo, el paseo resulta ser entretenido e interesante. Casi todo lo que vemos son insectos, sobre todo arañas, y aunque resulte algo raro, mola verlas en su hábitat.


El día siguiente es el último que pasamos en la selva como tal. A media mañana nos toca coger de nuevo el barco para volver a la civilización……
William nos propone madrugar un poco para visitar la segunda torre de observación de aves, que está más cerca del alojamiento pero es bastante más alta. Desde ella, volvemos a disfrutar del espectáculo de los pájaros posándose a nuestro alrededor, y también recibimos la visita de dos grupos de monos bastante numerosos, que nos entretienen un buen rato con sus saltos



La vuelta en barco nos obliga a remontar la corriente del río, y William nos advierte de que nos va a tocar empujar el barco en algunos puntos, porque hay poca agua y si no empujamos es probable que encallemos en las rocas.
Os prometo que al principio pensaba que era coña…. Que nos iban a hacer bajar a hacer el paripé en plan, jaja estamos de vacaciones en el Amazonas empujando un barco por el río..... y que finalmente iba a ser suficiente con que empujaran el guía, el barquero y el cocinero.
Pero de eso nada. ES totalmente verdad que TENEMOS que empujar para poder remontar la corriente. Y os aseguro que nos tocó empujar a gusto, y en algunos tramos llegamos a pasarlas mal para poder desatascar el barco. La primera vez fue gracioso, la segunda algo menos……. Cuando llegó la sexta o séptima ya estaba un poco hasta el gorro de bajarme del barco, la verdad.

No os voy a decir que fuera peligroso, pero tampoco me parece que sea la mejor idea. En nuestro grupo había al menos cuatro chicos jóvenes (que más que menos ya pueden empujar algo), y tres chicas jóvenes que también teníamos capacidad de empujar. Pero el otro grupo estaba compuesto por tres señoras de la edad de mi madre, cuatro críos de diferentes edades, un señor de la edad de mi padre y la pareja de españoles..... Vamos, que no veía yo ni a las señoras ni a los críos muy en disposición de empujar. No me hubiera gustado estar en ese barco..... El chico español nos confesó luego que allí empujar, lo que se dice empujar..... el guía, él y poco más

Finalmente, llegamos de nuevo a Atalaya, donde nos espera la furgoneta. El final del viaje se va acercando…..
Antes del volver al alojamiento de la primera noche, nos llevan a visitar el Lago Salvación. Es un pequeño lago en el que te alquilan unas balsas para que puedas moverte por allí y ver fauna, una vez más sobre todo aves, aunque vemos también un par de capibaras. No es que sea espectacular, pero el sitio es tranquilo, y el paseo en balsa es una bonita forma de terminar el día.


Esa noche William nos propone un pequeño paseo por los alrededores del alojamiento, a la búsqueda de ranas. No resulta muy fructífero. Se ve que las ranas no tienen ganas de salir esa noche, y lo único que sacamos a cambio es llenarnos de barro los pantalones y las botas… En fin

Nuestro último día en el Manu fue decepcionante, el único de toda esta parte del viaje que podríamos definir como malo y que nos deja un sabor de boca algo agridulce.
Como el problema del puente caído sigue estando ahí, nos toca madrugar de nuevo un montón. Mi esperanza de poder volver a pasear por el bosque nublado, esta vez sin dolor de tripa, se desvanece, porque tenemos que llegar al puente de marras antes de que lo cierren. Y el problema es que una vez pasado el puente ya no hay nada que ver. Llegamos a Cusco sobre la dos de la tarde, y lo único que hacemos realmente este día es viajar en la furgoneta y comer a orillas de un lago muy sin más que está en la cercanía de Cusco. La comida deja bastante que desear (no es un punto fuerte del viaje en ningún momento, de hecho, creo que nos dan pollo TODOS los días.......). Mi chico y yo casi hubiésemos preferido ahorrarnos la comida y elegir nosotros en Cusco una opción más apetecible.
Total , que el día resulta ser totalmente perdido. Aprovechamos para descansar, hacer las maletas para el día siguiente, y, a última hora de la tarde, despedirnos de las calles de Cusco

A pesar de que el primer día me agobió bastante su tráfico y el humo de los tubos de escape, este último paseo, de noche, por calles y plazas peatonales, me deja un sabor de boca muy bueno.

Y aquí termina nuestra aventura por la selva peruana. Que realmente no fue muy aventurera, ni muy selvática tampoco.

No me decepcionó haber visto pocos animales, porque ya era consciente antes de ir de que con tan pocos días no era muy probable ver jaguares ni cosas por el estilo. Además, y aunque no soy una fanática de las aves, debo reconocer que el tiempo que pasamos en las plataformas me resultó mucho más interesante de lo que esperaba.

Lo que realmente eché en falta fue no encontrar el paisaje que yo esperaba, la imagen que tenía en la cabeza de la selva como un lugar virgen, un paisaje bonito hecho de enormes árboles verdes, ríos caudalosos y sonidos misteriosos. La mayor parte del tiempo la huella del hombre se ve por todas partes, en las caminatas, desde el barco en el río…… Y el paisaje en sí no es especialmente bonito ni espectacular.
Me queda la duda de si esto es debido a que nos hemos adentrado muy poco en la selva, o es que esa imagen que yo tengo en la cabeza realmente no existe…

Pese a esa pequeña decepción, la experiencia fue muy buena, y en ningún momento tuvimos, ni mi chico ni yo, la sensación de que nos estaban moviendo por un escenario prefabricado para turistas. No dudaría en recomendar Bonanza Tours a cualquiera que fuera a Perú y quisiera vivir la selva por unos días.

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