Un recorrido increible por estas maravillosas tierras disfrutando de sus paisajes y sus gentes. Abiertos a resolver las dudas que podáis tener si tenéis previsto viajar por la zona. Autor:Perdi2porelmundoFecha creación:⭐ Puntos: 4.5 (2 Votos)
¡ Volvemos a perdernos por el mundo ! El próximo 01 de febrero iniciaremos un largo viaje que nos llevará durante un mes y medio a recorrer Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Esta vez será diferente al viaje de EEUU del verano pasado: no compraremos ningún vehículo, y los traslados serán por medio de lo que consideremos más apropiado en cada momento: algún vuelo para las grandes distancias. autobuses locales, colectivos, trenes e incluso barco por determinadas zonas. Un recorrido que nos llevará a Lima, Cuzco, MachuPicchu, el lago Titicaca, La Paz, Uyuni, Atacama, Santiago de Chile, Valparaiso, Osorno, Bariloche, Puerto Montt, Puerto Natales, Torres del Paine y El Calafate dónde se encuentra el glaciar Perito Moreno, y desde donde regresaremos a Madrid. Ahora, días de preparativos, ultimar reservas, definir destinos, preparar equipaje ligero, e ir subiendo poco a poco los grados de emoción para emprender esta nueva aventura.
Hay que empezar diciendo las cosas como son: la culpa de todo la tiene Lara (nuestra hija para quien no lo sepa). Si no se hubiese empeñado en pasar el verano en Chile, a nosotros no se nos hubiese ocurrido hacer este viaje. Pero nos vimos “obligados”. Bien es sabido que nosotros vamos a dónde van nuestros hijos, para que no se libren de nosotros. El año pasado fue Chicago, (donde estaba nuestro hijo, para quien no lo sepa) y este año, Chile. Pero ya puestos, ¿ por qué no darnos una vuelta un poco más grande ?. Así que aquí estamos, empezando por Lima.
El vuelo, directo desde Madrid, fue una coctelera (versión Marga) y con pequeñas turbulencias (versión Juan). No nos dieron ventanilla, pero tampoco habríamos visto mucho, ya que al llegar al continente americano, se sobrevuela el Amazonas, y éste está siempre cubierto de nubes. Al aterrizar en Lima, después de casi doce horas, acababa de anochecer, y un golpe de calor húmedo nos golpeó: estamos en el verano austral. También nos golpeó el precio del taxi desde el aeropuerto. Ante la posibilidad de ser timados por un taxi pirata, hicimos caso a los carteles de “taxi oficial”, y pagamos la novatada. 45 dólares no es un precio caro en ciudades como Madrid o Nueva York, pero sí lo es en Lima, pues luego nos hemos enterado de que el precio normal en estos casos es de 50 soles, unos 15 dólares. Así que, primer consejo para quien venga a Lima: no cojáis el taxi oficial del aeropuerto. Fuera se puede elegir y negociar cualquier taxi por una tercera parte. Tampoco es aconsejable cambiar euros por dólares, y luego éstos por soles. Al final, todo el mundo pilla cacho en cada cambio, y terminas dejando comisiones por todas partes. Es mejor traer euros y cambiarlos por la moneda local o directamente nada y sacar dinero local en los cajeros automáticos, siendo el cambio aplicado mucho más ventajoso.
Primera impresión de Perú: la gente, encantadora. Seguridad total, a pesar de las advertencias. Ningún peligro de momento. Se pueden patear las calles tranquilamente sin problemas. Hemos ido por zonas céntricas y por otras menos frecuentadas por los turistas, y tan tranquilos. El centro de Lima es Patrimonio Universal reconocido por la Unesco, y no es para menos. El patrimonio cultural de la época colonial es considerable y en su mayor parte está bien conservado o restaurado, empezando por la plaza de Armas, que es el centro de la Lima histórica, y donde fue fundada la ciudad por Pizarro. Ahora el hombre está enterrado en la catedral, que ocupa uno de los cuatro lados de la plaza, junto al palacio arzobispal. Por cierto, que la catedral se ha derrumbado cuatro veces a causa de los terremotos, y otras tantas la han vuelto a levantar. Y luego dicen algunos que aquí no hay terremotos….
Otro de los laterales de la plaza de Armas, lo ocupa el Palacio Presidencial, actualmente ocupado por Ollanta Humala, presidente de Perú. Hacia las doce del mediodía se puede ver el cambio de guardia, que puede resultar más pintoresco incluso que el del palacio de Buckingham. Primero, la banda de música nos obsequió con unas espléndidas interpretaciones de música del país. Y luego un montón de soldados vestidos del blanco y rojo, marcharon al paso de la oca, que debe ser cansadísimo, para relevar a solo dos individuos. Una mezcla entre lo marcial y lo folklórico.
Quien nos conoce, ya sabe que una buena parte del tiempo de nuestros viajes lo dedicamos a la gastronomía. ¿Como no íbamos a ir al Mercado Central de Lima?. En los mercados de Sudamérica en general, es frecuente que, aparte de poder comprar los productos propios del lugar, se puedan comer y degustar diferentes platos de su gastronomía. Así que nos metimos entre pecho y espalda nuestro primer ceviche por poco menos de cuatro euros.
Una vez alimentado el cuerpo, también alimentamos nuestro espíritu ateo visitando los conventos de San Francisco y el de los dominicos. Este último fue de los primeros conventos fundados en América, y hogar de la Universidad de San Marcos, que pasa por ser la primera universidad latinoamericana. Aquí una amable guía, nos enseñó las tumbas de Santa Rosa de Lima y de San Martín de Porres, más conocido como Fray Escoba. Lo mejor es el claustro. Su balconada está hecha con madera de cedro de Nicaragua. Este material constructivo está presente en muchas de las edificaciones de madera de la ciudad. Nos han comentado que se sienten un poco culpables de haber dejado en su día a los pobres nicaragüenses sin árboles.
Por las calles del centro de Lima también se pueden ver muchas casas patricias, en su mayor parte de la época colonial. Algunas son sedes de organismos oficiales, y no todas se pueden visitar por dentro, aunque sí que se pueden admirar sus magníficos balcones.
Nuestro segundo día en Lima lo hemos dedicado a la visita de los barrios costeros. Bien aconsejados por el personal de nuestro hostal, hemos tomado un autobús express (Lima no tiene metro), y hemos visitado las poblaciones costeras de Chorrillo, Barranco y Miraflores. En la primera de ellas, hay un puerto pesquero y se puede comer buen pescado en una especie de merenderos. La pena es que hemos ido demasiado pronto, y aún no teníamos hambre. Pero vale la pena la visita.
En Barranco hemos comido un menú del día correcto por solo 13 soles, que vienen a ser 4 euros, y luego hemos visitado el conocido Puente de los Suspiros. No el de Venecia, que es más conocido aún, sino el que inmortalizó Chabuca Granda en su canción “La flor de la canela”.
Por último hemos visitado el barrio de Miraflores, donde vive la gente bien del lugar. De cara al turista, lo mas interesante es un centro comercial moderno llamado Larcomar y situado sobre los acantilados que dominan toda la franja costera, para apreciar el Océano Pacífico.
En fín, que Lima nos ha gustado más de lo que preveíamos. Es una ciudad enorme pero limpia y llena de gente amable a la que siempre vas a ver dispuesta a ayudarte o a contarte cualquier historia con una sonrisa. Buen ejemplo lo hemos encontrado en el hostal Santa Rosa donde nos hemos alojado durante tres noches. Siempre hemos contado con la conversación amable de sus dueños, y seguido sus recomendaciones. ¡ Muchas gracias !
De Lima aún nos faltaban algunas cosas por ver, así que aprovechamos la mañana del jueves, antes de tomar el vuelo hacia Cusco. Cercano a nuestro alojamiento estaba la Casa Aliaga. Se trata de una casa señorial de uno de los capitanes del mismísimo Pizarro, y cosa curiosa, lo sigue habitando la misma familia, ¡ desde hace más de cuatrocientos años !. No tiene ninguna señalización a la puerta, para evitar las hordas de turistas. Hay que llamar al telefonillo, y con un poco de suerte te la enseñan. La verdad es que merece la pena. Si algún lector está interesado en ver alguna foto, la hemos añadido en la entrada anterior, ya que este capítulo está dedicado a Cusco. La última visita en Lima fue al convento de los Franciscanos, interesante principalmente por sus catacumbas y la cantidad de huesos y calaveras que han conservado. ¡ Viva el morbo !.
Aún así, llegamos al aeropuerto con tiempo suficiente para que nos colocasen en un vuelo anterior al que teníamos programado, y en una horita, estábamos en Cusco, la capital del imperio inca. Ya desde el avión, se aprecia el impresionante lugar donde está ubicado, en un fértil valle pero rodeado de montañas, algunas de ellas en torno a los 6000 metros de altura y con nieves perpetuas. Así que aunque estamos en pleno verano austral, las temperaturas son suaves, entre diez y veinte grados. La gente de aquí suele ir bastante abrigada, entre otras cosas, porque a lo largo del día te puede hacer de todo: sol, lluvia, frío…los únicos que vamos más ligeros de ropa somos los turistas. Además, se nos conoce rápido, al ser más altos que el habitante medio de estas tierras, de origen quechua y aimara.
Todo Cusco está lleno de vendedores ambulantes. Se te acercan, al verte extranjero, y muy educadamente, te ofrecen sus mercancías. No son pesadas, en general no insisten si les dices que no. Algunas, como las de la foto, también están vestidas con sus trajes típicos para que te hagas una foto con ellas y les des unos soles. Es casi obligado hacerles caso, pues es su medio de vida. Si comprásemos todo lo que pueden ofrecerte por la calle a lo largo del día, volveríamos con siete maletas cargadas de artesanía, ropa, pinturas etc.
Aunque en las calles se vende de todo, también tienen sus mercados cubiertos. El de San Pedro es de los más conocidos, y nos pilla al lado de nuestro alojamiento. Por cierto, en Cusco nuestro cuartel general es un apartamento enorme con tres habitaciones, cocina, salón y dos cuartos de baño, todo por 25 € la noche. No incluimos fotos porque es un apartamento nuevo, construido el año pasado y sin nada en especial. Eso sí, hay que decir que aquí es temporada baja, y que este mismo apartamento triplica su precio en julio o agosto.
Andar por las calles de Cusco, es un poco, como andar por Extremadura, Castilla, Andalucía… Los españoles, al llegar, construyeron sobre las edificaciones incas. Conservaron los cimientos y los espléndidos muros de piedra, y sobre ellos construyeron sus casas y sus iglesias. La mezcla es curiosa y fascinante.
Alucina pensar que, con los pocos que eran, los conquistadores españoles se hicieron dueños y señores de todo lo que había, y lo modificaron a su antojo. Los dominicos, sin ir más lejos, plantaron su iglesia y su convento sobre el Corincancha, que era el templo del Sol de los incas, el principal de sus rituales religiosos. Pero la “justicia divina” derribó a través de varios terremotos la construcción cristiana, y ya en el de 1950 decidieron respetar lo que quedaba del templo inca.
Visita obligada en las cercanías de Cusco son las ruinas de Sacsaywaman. Se puede subir andando desde Cusco, pero hay una buena caminata y muy cuesta arriba. Una amable vendedora callejera nos dijo que se podía subir en bus. Aquí los buses no tienen paradas concretas. Se detienen en la calle, baja una señorita y a voz en grito, anuncia su recorrido y destino. Te subes, y pagas cuando te vas a bajar. Normalmente, no llega a un sol, unos 30 céntimos de euro. En uno de estos buses subimos hasta las ruinas de lo que fue casa del sol y templo de paz, oración y sacrificio, así como observatorio astronómico.
Visitando estas ruinas, nos cayó una tormenta repentina de las que por aquí son habituales. Menos mal que llevamos siempre encima nuestro kit antilluvia para empaparnos lo menos posible.
Hemos sacado un boleto multivisitas que te permite entrar a un montón de lugares, y no solo ruinas, pues también incluía la asistencia a una representación de bailes populares. Así que allí estuvimos haciendo el guiri y disfrutando del folklore local.
En cuanto a la gastronomía, estamos probando, como no podía ser de otra manera, los platos típicos del lugar. Sin escrúpulos, hemos comido cuy al horno, que es una cobaya doméstica y que, sinceramente, tiene poca chicha. También hemos probado la alpaca, un buen lomo, mucho más sabroso y con fuerte sabor campero. El caldo de gallina es un bol enorme con caldo y gallina. Pero también hemos comido platos más normales como una sabrosa trucha al ajo y carne de res salteada. Aquí llaman res a la carne de vaca. Siempre los platos vienen acompañados por patatas locales, arroz, ají (pimientos) y cebolla. Vamos, que no pasamos hambre.
Mañana dejamos Cusco para adentrarnos en el Valle Sagrado de los Incas, cuyo punto culminante será MachuPichu. Pero eso será otra historia que contaremos en cuanto la tecnología wifi del lugar nos lo permita.
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