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MINGALABA: DIARIO DE UN VIAJE A MYANMAR (BIRMANIA). diciembre 2011

MINGALABA: DIARIO DE UN VIAJE A MYANMAR (BIRMANIA). diciembre 2011 ✏️ Blogs de Myanmar Myanmar

Descripción de un reciente viaje por cuenta propia a la antigua Birmania, con datos prácticos y recomendaciones.
Autor: Victormiguel  Fecha creación:  Puntos: 4.9 (10 Votos)
CONSIDERACIONES PREVIAS Y 10 PRIMERAS ETAPAS

CONSIDERACIONES PREVIAS Y 10 PRIMERAS ETAPAS


Localización: Myanmar Myanmar Fecha creación: 23/01/2012 14:19 Puntos: 0 (0 Votos)
A. EL MOTIVO

La antigua Birmania, ahora llamada Myanmar, es un país del que habíamos oído maravillas y al que desde hacía unos cuantos años estábamos deseando ir, siendo 2011 el elegido para hacerlo. Quizá lo hemos hecho demasiado tarde, porque nos hemos encontrado con un país abarrotado de turistas, sobre todos grupos organizados de estadounidenses, alemanes o británicos, cuyos tour operadores han vuelto a enviar clientes, incluyéndola en sus programas como algo exótico y novedoso, después de años de boicot a la dictadura militar, pero también mochileros como nosotros que llenaban hoteles y guest houses, elevando los precios de los mismos, y reduciendo la calidad de unos servicios ya de por si precarios.

B. FICHA TÉCNICA

1. Fecha del Viaje
Del 16 de Noviembre al 10 de Diciembre de 2011

2. El Plan
En esta ocasión disponíamos de veinte días íntegros en Myanmar, a los que había que añadir otros cuatro que necesitábamos para hacer la ruta Alicante-Londres-Kuala Lumpur (Malasia)-Yangón (Myanmar), con largos tiempos de espera en Londres, donde aprovechamos para visitar la National Gallery, dar un largo paseo por los alrededores, y tomar unas pintas de cerveza, y Kuala Lumpur, en la que hicimos noche tanto a la ida como a la vuelta, en un hotel de la cadena Tune situado en el mismo aeropuerto, sin acercarnos a una ciudad que ya conocemos.
Una vez en Myanmar, nos decantamos por un recorrido bastante clásico: Yangón-Mandalay, Hsipaw y alrededores, Bagán, Lago Inle y Ngapali Beach, utilizando, con alguna excepción en la que no era posible, el avión para los desplazamientos largos dado que, como otros países limítrofes, las carreteras se encuentran en un estado lamentable, y los demás transportes públicos son parecidos a los existentes en España en los años cincuenta.

3. Itinerario
DIA 1: Alicante-Londres
DÍA 2: Londres-Kuala Lumpur
DÍA 3: Kuala Lumpur-Yangón
DÍA 4: Yangón
DÍA 5: Yangón-Mandalay
DÍA 6: Mandalay
DÍA 7: Mandalay
DÍA 8: Mandalay-Hsipaw
DÍA 9: Hsipaw
DÍA10: Hsipaw- Pyin o Lwin
DÍA 11: Pyin o Lwin-Mandalay
DÍA 12: Mandalay-Bagán
DÍA 13: Bagán
DÍA 14: Bagán
DÍA 15: Bagán-Lago Inle
DÍA 16: Lago Inle
DÍA 17: Lago Inle
DÍA 18: Lago Inle-Ngapali Beach
DÍA 19: Ngapali Beach
DÍA 20: Ngapali Beach
DÍA 21: Ngapali Beach-Yangón
DÍA 22: Yangón
DÍA 23: Yangón-Kuala Lumpur
DÍA 24: Kuala Lumpur-Londres
DÍA 25: Londres-Alicante

4. Gastos del Viaje (dos personas)
Vuelos Alicante-Londres-Alicante (Ryanair y Easyjet): 160 €
Vuelos Londres-Kuala Lumpur (Air Asia): 850 €
Vuelos Kuala Lumpur-Yangón-Kuala Lumpur (Air Asia): 150 €
Vuelos internos en Birmania: (Air Mandalay). Pack de 5 vuelos reservados por Internet, y pagados en dólares en las oficinas de Yangón: 470 €
Visado: 70 €
Seguro: 50 €
Hoteles, comidas, transportes, compras...: 1.550 €
Total: 3.300 €. 1.650 € por persona.

C. EL PAÍS

1. Pinceladas geográficas, económicas, políticas y religiosas
La antigua Birmania, denominada desde 1989 Unión de Myanmar o sencillamente Myanmar, en un intento de sus gobernantes por reflejar mejor su diversidad étnica, y desligarse del pasado colonial británico, es un país un poco más grande que España, y tiene una población de unos 55 millones de habitantes, que en un 90% profesan la religión budista. Está situado en el sudeste asiático, limitando al norte con China, al sur con el mar de Andamán, al este con Laos y Tailandia, y al oeste con la India, Bangladesh y el golfo de Bengala.
A pesar de poseer importantes yacimientos minerales de plomo, cinc, estaño, carbón, hierro, gas natural, petróleo, piedras preciosas (rubíes fundamentalmente), suelos fértiles que producen grandes cantidades de arroz, y bosques tropicales que proporcionan algunas maderas muy valiosas como la teca, es el más pobre de la zona, y uno de los de menor renta per capita del mundo, a la altura de naciones como Uganda, Sierra Leona o Haiti. Esta paradoja solamente se puede explicar por la nefasta gestión, y la corrupción de un régimen militar que gobierna el país desde hace cincuenta años, alcanzando el triste honor de ser una de las dictadura más férreas del planeta y que, para conseguir lo que eufemísticamente llamaban “vía birmana al socialismo”, viola sistemáticamente los derechos humanos de muchos de sus ciudadanos, fundamentalmente pertenecientes a minorías étnicas u opositores políticos que, o bien ha sido asesinados directamente, o encarcelados tras juicios sin ningún tipo de garantía.
Desde 1964 sólo se han celebrado elecciones en dos oportunidades: en 1990 la Junta militar perdió los comicios de manera abrumadora ante la Liga Nacional para la Democracia, pero el régimen ignoró los resultados y arrestó a cientos de opositores, como la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, líder de dicha Liga. Después de diecisiete años, en 2007 la Junta Militar se vio afectada por masivas protestas dirigidas por monjes budistas, que mostraban su indignación por una importante subida de precios, y que fueron brutalmente reprimidas. Convocadas de nuevo elecciones en 2010, la Liga Nacional para la Democracia fue ilegalizada y no pudo participar al no expulsar de sus filas a los presos políticos como lo pedía la junta militar. Ésta se disolvió oficialmente el 30 de marzo de 2011 y desde este día, Birmania disfruta de un simulacro de gobierno civil, con presencia masiva de los mismos militares que la sometieron con puño de hierro durante casi cinco décadas. En un intento de ganarse la confianza internacional, y lograr romper su aislamiento internacional (prácticamente sólo mantiene relaciones fluidas con China, Tailandia e India, casi siempre por razones comerciales), el gobierno ha liberado en los últimos meses a decenas de presos políticos y alcanzado acuerdos de paz con algunas minorías étnicas, además de legalizar la Liga Nacional por la Democracia (LND) que podrá así concurrir a las próximas elecciones al Parlamento. Durante nuestra estancia, se produjo la visita al país de Hillary Clinton, como muestra de este intento aperturista, que únicamente se podrá hacer realidad, si va acompañado de una hoja de ruta hacia la democracia, y al respeto a unos derechos humanos pisoteados sin compasión durante demasiados años.

a. La influencia del Budismo
Birmania es un país muy religioso. El budismo, como observamos a lo largo de nuestro viaje, está presente en todas las formas de la vida: en los monumentos, en la cantidad de atención y de tiempo que le dedica la gente (se calcula que entre el 10 y el 20 % de los ingresos de cada individuo, se dedican al mantenimiento de pagodas y sacerdotes), y sobre todo en la actitud de las personas. El budismo de Birmania, al igual que en otros países asiáticos como Laos, Camboya, Sri Lanka o Tailandia, es de una versión denominada theravada, llamativamente plácida y serena, y esa serenidad impregna el país y las relaciones de los birmanos entre ellos y hacia el extranjero.

b. Los monjes
En la actualidad, en los monasterios de Myanmar hay unos quinientos mil monjes (el 1% de la población), aunque en realidad son muchos más, porque todo varón birmano se convierte en monje al menos dos veces en su vida, una como novicio entre los 10 y 20 años de edad, en la que acude al monasterio unas semanas, y otra pasados los 20, en los que acude a ordenarse. Algunos se quedan en el monasterio toda su vida y otros vuelven con sus familias. Los rigores de la vida monástica no son mucho peores que los del exterior; en realidad supone una forma barata de obtener una manutención básica, y una educación de calidad, ya que la enseñanza pública es bastante deficiente, con una inversión mucho menor que la dedicada a las fuerzas armadas.
Los monjes son muy valorados por la sociedad, y en casi todas las familias hay alguno, siendo su labor es parecida a la de los sacerdotes cristianos. Rezan, asisten a la población en sus urgencias espirituales y sociales y además su papel en la sociedad está impregnado de mucho activismo político. Hasta el siglo XIX, hacían de intermediarios entre el rey y el pueblo, enfrentándose muchas veces al monarca cuando subía los impuestos. En la época de la colonia británica, fueron famosas sus protestas contra los extranjeros porque no se quitaban los zapatos en las pagodas, y hace 20 años encabezaron las revueltas pacíficas contra la dictadura militar, que ocasionaron más de 5.000 muertos, muchos de ellos monjes. Como posesiones, únicamente tienen un juego de tres togas (inferior, interior y exterior), una cuchilla de afeitar, una taza, un paraguas y un cuenco para pedir limosna. Las monjas, también con la cabeza afeitada como ellos, visten con túnicas rosas, son menos numerosas, y no están tan valoradas socialmente como ellos.
Su jornada comienza a las cinco de la mañana con el rezo de la motivación, donde se concentran para vivir el día con la mayor energía posible; después de tomar un plato de arroz salen a pedir limosna, lo que no se puede considerar un acto de mendicidad, porque para cualquier birmano dar de comer a un monje es una obligación moral, contemplada por su religión budista, y los monjes, que no tienen permitido practicar trabajos cotidianos, les ayudan a mejorar su karma aceptando esa caridad; así, recorren las calles de los pueblos y las aldeas con su inseparable cuenco colgando del cuello y un paraguas en la mano para protegerles del sol o de la lluvia.
Como el pueblo birmano es bastante pobre, lo único que pueden darles (y en realidad, lo único que piden) es comida. La mayoría sólo recibe arroz, y algunos tienen la suerte de conseguir verduras o algo de carne. Al llegar de vuelta al monasterio, llevan lo recogido a los encargados de la cocina, y mientras estos preparan la comida central del día, el resto se dedica al estudio y la meditación. Esta comida es uno de los actos en los que se reúnen todos los monjes del monasterio, y se realiza antes del medio día, hora a partir de la cual tienen prohibido ingerir alimentos. Después, llega la hora de lavar el cuenco y las túnicas, y pasar a las salas de meditación y estudio. Después, llega la hora de lavar el cuenco y las túnicas, y pasar a las salas de meditación y estudio.
Algunos monasterios son también escuelas, y los monjes, los encargados de enseñar a los niños.


2. Peculiaridades birmanas
Hay que significar que cualquier occidental hablaría de rarezas, pero si nos alejamos de lo que la antropología denomina etnocentrismo, que consiste en conceder un valor superior a la cultura propia, en este caso la occidental, frente al que se otorga a la ajena, en este caso la birmana, empleando nuestros patrones para juzgar a los que no actúan como nosotros, y nos situamos como dice el relativismo cultural “en lugar del otro”, para poder comprenderlo, es mucho más apropiado definirlas como peculiaridades o costumbres.
. Tanto hombres como mujeres, llevan falda, el tradicional Longy, una especie de pareo de distintos colores, debajo del cual no llevan ropa interior, al menos las mujeres, lo cual intuíamos al no marcarles nada el trasero y que luego fue constatado por Rosi en un aseo público.
. Mujeres y niños llevan la cara pintada con Tanaka, un producto natural que se obtiene machacando la corteza de un árbol de la misma familia del sándalo, y que tiene como funciones, además de servir de maquillaje, la de hidratar la piel y proteger del sol,
. Como reminiscencia de haber sido colonia británica, los coches tienen el volante a la derecha. Esto ocurre en muchos otros países limítrofes, donde como en Gran Bretaña, se conduce por la izquierda, pero la peculiaridad birmana reside en que, desde hace años, y con el riesgo añadido que eso supone, conducen también por la derecha, tras opinar los astrólogos (que parece que tienen una influencia decisiva en las decisiones de los gobernantes) que el conducir por la izquierda era inapropiado.
.¿Creíais que no hay cabinas más típicas que las de Londres? Puede ser, pero sin duda no tan originales como las de Myanmar. Consisten en improvisados puestecillos en mitad de la acera con una mesa de plástico, 3 o 4 teléfonos conectados con cables medio roídos, que proceden de no se sabe donde, y una persona encargada de contar el tiempo de la llamada y de cobrar por ella.
. No existen cajeros, ni es posible la utilización de tarjetas de crédito (excepto en algunos hoteles de lujo, y con unos intereses astronómicos), por lo que hay que llevar todo el dinero en metálico. Hasta hace muy poco era imprescindible cambiar euros o dólares en el mercado negro, para obtener kyats (la moneda nacional). En nuestro viaje, hemos observado que algunos bancos han abierto oficinas en el aeropuerto de Yangón, y lugares muy turísticos como Bagán, donde se puede obtener un cambio parecido al que te ofrecen en dicho mercado negro, sin riesgo de timos. Los billetes de dólar o euro, deben estar impolutos, sin dobleces, roturas o marcas, porque si no, no te los cambian (eso sí, los kyats que luego manejaremos, están absolutamente cochambrosos).
. En las calles de todos los pueblos y ciudades birmanas se pueden ver manchas rojas en el suelo, de algo que parece sangre. Sin embargo, se trata de restos de betel. Son unas nueces procedentes de la palmera de areca, que se trocean, se mezclan con cal, tabaco aromatizado y otros ingredientes como lima o alguna especia, y se envuelven en hojas procedentes del betel, un tipo de enredadera, formando pequeños paquetes. Luego se introduce en la boca, y se va masticando poco a poco para que saque el jugo, que se escupe. El betel tiene un ligero efecto estimulante y quita el apetito. Su uso está también muy extendido en la India y otros países asiáticos, a pesar de que se ha demostrado que el consumo prolongado, puede provocar cáncer de boca. Los consumidores, mayoritariamente hombres, tienen los dientes teñidos de rojo, y en muchos casos, irremediablemente destrozados.

. Los birmanos son grandes bebedores de cerveza (en nuestros viajes por el sudeste asiático no habíamos encontrado nunca tantos bares, algunos con la sugerente denominación en inglés de Beer Station, con diversos tipos de cerveza, tanto embotellada como de barril, siempre llenos de una clientela exclusivamente masculina). Es también bastante normal que te pongan un platito de cacahuetes a modo de tapa, y que tengan jarras de cerveza congeladas, igual que en nuestro país en los meses de verano.
. Está prohibido el alquiler de motos para extranjeros (sólo lo pudimos hacer en una zona rural cerca de Mandalay), por lo que lo más socorrido es alquilar vetustas bicicletas sin cambios de origen chino, a las que no le han hecho un mantenimiento en su vida.
. En Birmania, son muy típicos los churros, muy parecidos a los nuestros (excepto por el aceite que usan para freírlos), y que igualmente sólo se hacen por la mañana temprano.
. Algunos trayectos de avión, son circulares, y el avión va dejando y recogiendo gente en cada aeropuerto, como si fuera un autobús.
D. EL VIAJE

DÍA 1. ALICANTE-LONDRES
El vuelo con Ryanair destino Londres transcurre sin novedad, y a las 11,30 estamos en el aeropuerto de Gatwick. En una hora recogemos el equipaje, y dejamos las mochilas en consigna (8 libras cada una), para “pillar” un tren de la compañía Southern Company, cuyos billetes habíamos comprado por Internet con un importante descuento, y que resulta bastante más barato que el famoso Gatwick Express y tiene una duración parecida (en media hora estamos en Victoria Station). En la estación nos tomamos un bocata antes de ir paseando hasta Trafalgar Square, pasando por Buckingham Palace y entramos en la National Gallery, donde durante tres horas disfrutamos de una de las pinacotecas más famosas del mundo. Sobre las cinco, con noche cerrada y bastante frío, aunque afortunadamente sin lluvia, volvemos a Victoria Station, después de contemplar casi a oscuras (nos sorprende la poca intensidad de la iluminación), el maravilloso exterior de la Abadía de Westminster, y tomarnos unas pintas de cerveza en un pub cercano. A las 19,30 estamos de nuevo en el aeropuerto, y poco después hemos facturado el equipaje, aunque todavía tendremos que esperar cuatro horas en la terminal, porque el vuelo saldrá con más de una hora de retraso.

DÍA 2. LONDRES-KUALA LUMPUR
El avión de Air Asia va casi lleno, por lo que no podemos utilizar más de un asiento, como hemos hecho en otras ocasiones. Menos mal que conseguimos dormir cinco o seis horas, pasando el resto hasta completar las doce del viaje, jugando con el móvil, o viendo películas en el ordenador. Como ya he comentado en otras ocasiones, al hacer la reserva del vuelo se puede comprar dos servicios de comida a un precio bastante bueno, aunque la calidad de los menús es bastante deficiente, por lo que opino que es mejor adquirir algo en el aeropuerto, aunque salga más caro.
A las ocho de la tarde hora malaya, llegamos al aeropuerto de Kuala Lumpur, y como ya conocemos los trámites a realizar, en una hora estamos en nuestra habitación del Tune Hotel (30 €, reservada por Internet), situado a 300 m de la misma terminal. La habitación es pequeña, pero funcional, con ventilador y aire acondicionado, indispensable para poder dormir en medio del sofocante calor tropical. Después de instalarnos, bajamos a cenar nuestro primer curry picante, al Decanter, restaurante situado justo al lado (hay también un socorrido 24 horas, y una especie de café), antes de disponernos a descansar del largo viaje, aunque son las 4 de la tarde en España.

DÍA 3. KUALA LUMPUR-YANGÓN
Tal como nos temíamos el jet lag nos pasa factura, y apenas hemos dormido unas pocas horas, cuando a las once de la mañana tenemos que abandonar la habitación, a pesar de que el vuelo no sale hasta las 15,30. Nos dirigimos a la terminal, donde desayunamos tranquilamente antes de facturar, observando el ajetreo habitual del aeropuerto, con multitud de personas de todas las etnias y nacionalidades pululando por los pasillos.
El vuelo destino Yangón sale puntual y en menos de tres horas estamos en la antigua Rangún, la capital hasta 2005, en el que el gobierno decidió trasladarla a Naypyitaw, una localidad en el interior del país, a medio camino entre sus dos mayores ciudades, Yangón -en el sur, a orillas del golfo de Bengala- y Mandalay, en el norte. El régimen militar argumentó que es mejor como capital nacional una ciudad que se encuentre a medio camino entre ambas. Disidentes en el exilio, sin embargo, señalan que la Junta que de una forma u otra gobierna Birmania desde 1962, se volvió paranoica tras la invasión estadounidense de Irak. y los astrólogos sugirieron a Than Shwe, el presidente, un cambio de aires, al predecir algún tipo de invasión foránea, aunque también se comenta que Nypyitaw, construida desde cero sin reparar en gastos, mientras que la antigua capital se despedaza en un imparable declive, ha sido convertida en un fortín aislado para permanecer ajena e inexpugnable, a las cada vez más frecuentes revueltas de una población cada vez más empobrecida, y cansada de ver pisoteados sus derechos.
En el exterior, tras realizar los trámites aduaneros, nos espera un empleado de la guest house Motherland Inn, en la que habíamos reservado por Internet, y cuyo precio (21 $ por noche con A/A), incluye el traslado. Antes, tal como habíamos leído en Internet, observamos que hay un banco abierto que cambia Kyats, con un cambio muy aceptable (1030 kyats por cada Euro), así que, igual que otros muchos turistas que volaban con nosotros, hacemos cola y cambiamos 700 € por lo que nos dan varios fajos de billetes de 1000 y 5000 que suman 721.000 kyats, y que no sabemos donde guardar.
El trayecto hasta el hotel junto a varias personas más, dura bastante porque es hora punta y el tráfico, como en casi todas las ciudades asiáticas, es caótico. Menos mal que habíamos reservado, porque al llegar a nuestro alojamiento estaba absolutamente lleno. Rápidamente nos instalamos en una correcta habitación, y bajamos a cenar al restaurante, donde nos llevamos una buena sorpresa con el precio de la cerveza (2000 kyats, es decir 2 €, botella de 640 ml). Tomamos unos abundantes platos de noodels (pasta de arroz) con pollo y una ensalada de tomate, antes de retirarnos a descansar sobre las 10 de la noche. El problema es que el jet lag nos sigue afectando y no conseguimos dormir bien.
DÍA 4. YANGÓN
Me “hago” mi primer desayuno típico birmano, denominado Mohinga, una especie de sopa de noodels con pescado, nutritiva y sabrosa. Rosi no arriesga, y pide huevos con tostadas.
Salimos a la calle para coger un taxi que nos lleve a las oficinas de Air Mandalay, la compañía aérea con la que habíamos reservado un pack de 5 vuelos, al interesante precio de 330 $. Al preguntar el coste del trayecto al primer taxista, nos pide impertérrito el equivalente a 3 € (una carrera parecida en Laos, Indonesia e incluso Marruecos, viene a salir por 1, y el salario mensual de un camarero birmano puede ser de unos 50 €), así que preguntamos a varios taxistas más, hasta que conseguimos un precio de 2,5 €, sin posibilidad de más rebaja (aunque ya había leído cosas sobre el exagerado precio de los taxis en Birmania, no me lo acababa de creer).
El caso es que la carrera duró unos 15 minutos, y el llegar a la sede de Air Mandalay, nos encontramos que nos habían modificado casi todos los horarios, aunque al menos conseguimos que el del día siguiente, destino Mandalay, con salida a las seis de la tarde, nos lo cambiaran a las 6,30 de la mañana. Tras una hora de gestiones, salimos con nuestros billetes escritos a mano y con el consejo de que confirmáramos siempre, y unas horas antes, cada uno de los vuelos, y nos dirigimos a pie a la cercana Pagoda Shwedagon, un inmenso complejo religioso presidido por una extraordinaria estupa de 100 m de altura, recubierta con un baño de oro que, según la leyenda, tiene 2500 años de antigüedad, aunque parece ser que fue construida entre los siglos VI y X. Es la pagoda más sagrada para los budistas del país, ya que contiene algunas reliquias de Buda, entre ellas un trozo de tela y ocho cabellos de Siddharta Gautama, y está llena de pequeños templos por donde transitan multitud de fieles, que rezan, comen o descansan a la sombra, resguardándose del intenso calor. Para los turistas, el precio de la entrada es de 5 $, y todos (turistas y locales), al igual que en todos los templos de país, deben descalzarse para entrar en el recinto, a través de una de las cuatro inmensas puertas. A pesar de tener ya bastante experiencia (en Laos también teníamos que descalzarnos), nos engañan y pagamos un dólar por dejar los zapatos en un mostrador (en adelante o bien los llevaremos en la mochila, o directamente los dejaremos en el suelo, antes de entrar), antes de deambular durante dos horas por el inmenso complejo, que nos resulta interesante más por el “ambientillo” que se respira, que por las construcciones y esculturas, demasiado kitsch para nuestro gusto, con multitud de luces de colores por todas partes, y excesivo uso de los dorados. Cuando acabamos la visita, el calor es horroroso, así que después de pasear un poco por los alrededores, cogemos un taxi (2 €) que nos lleva hacia el centro, para comer en un restaurante indio repleto de birmanos, biryani, un plato elaborado con arroz basmati, especias, yogurt y pollo o cordero, que a Rosi no le acaba de convencer, por lo que casi me como yo las dos raciones. Después nos acercamos hasta un templo indio, dedicado a Kali, diosa de la guerra, pero está en obras y no podemos entrar. Continuamos nuestro paseo hasta llegar al Hotel Strand, construido en 1896 y que fue uno de los hoteles más lujosos del imperio británico. En los alrededores se encuentran otros interesantes vestigios de la época colonial, casi todos en un estado lamentable, parecido al que presentan muchos de los edificios de la Habana Vieja en Cuba, y que contrastan con algunas torres modernas, como la Sakura Tower, donde subimos a la planta 22 para tomar una cerveza (2 € la caña de barril) y admirar las vistas de Yangón. Estamos en pleno Downtown, y pasamos por la calle de los cines, donde los precios varían en función de la situación de la butaca, hasta llegar a los alrededores de la Pagoda Sule, curiosamente situada en el centro de una rotonda. Su atractivo radica en la forma octogonal de la base, que se transmite a la cúpula dorada y tiene cuatro entradas, orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. En los alrededores, llenos de puestos de comida con minúsculas sillas, nos ofrecen un cambio de dinero bastante atractivo, por lo que aceptamos cambiar 100 € pero, cuando hemos contado los kyats, y les damos el billete verde, comienzan a remolonear diciendo que si puede ser falso, que si mejor dos de 50 €, por lo que intuimos que nos quieren timar, así que deshacemos la operación y nos marchamos rápidamente de lugar. Nuestro hotel no queda demasiado lejos, así que decidimos volver caminando atravesando calles bastante sucias, con aceras inexistentes o llenas de socavones, como si hubiera habido un bombardeo recientemente. El problema es que se nos hace de noche, y como la iluminación brilla por su ausencia, tenemos que regresar casi a ciegas, preguntando a gente que no habla nada de inglés e iluminando con la pantalla del móvil un mapa que llevamos, hasta conseguir llegar a nuestro alojamiento. Cenamos de nuevo en su restaurante, y nos vamos a dormir después de decir en recepción que nos despierten a las 4,15 de la mañana.

DÍA 5. YANGÓN-MANDALAY
A las 4,30 nos recoge un taxi que nos exige 7000 kyats sin posibilidad de regateo, y que, transitando por calles absolutamente vacías, tarda poco más de media hora en acercarnos al aeropuerto, donde operan cuatro o cinco compañías, todas con los mismos destinos y horarios parecidos, así que a partir de las seis de la mañana van partiendo los distintos aviones repletos de turistas, cada uno con una pegatina de colores en el pecho, que indica la compañía y el destino, y que son avisados a través de la información escrita en grandes pizarras negras, mostradas por diligentes empleados que gritan su contenido en inglés.
A la 6,30 sale nuestro pequeño avión de hélices, donde nos dan un bocata y un vaso de tónica o cola locales, antes de aterrizar en Bagan, y posterior despegue hasta llegar a Mandalay (ya he comentado que los aviones tienes paradas, como si fueran autobuses, donde sube y baja gente). La ciudad de Mandalay, considerara el alma del país con sus 150 monasterios y sus 70.000 monjes, sigue siendo el mayor centro de la fe budista. En sus proximidades, se encuentran, además, las cuatro capitales reales birmanas: Amarapura, Inwa, Sagaing y Mingún. La recogida de maletas es muy rápida, e inmediatamente nos ofrecen transporte compartido a la ciudad, situada a unos 40 Km, por 4.000 kyats cada uno, aunque lo dejamos en 3.500; el problema es que todos los turistas que nos acompañan van con tour operadores, y ya tienen transporte, por lo que no podemos compartirlo con nadie, así que finalmente conseguimos que nos lleven a los dos solos por 10.000 Kyats. Después de una hora larga de trayecto, llegamos al hotel E.T. que habíamos reservado desde Yangón, por 20 $ la noche. La habitación está bastante bien, es amplia y tiene aire acondicionado. Decidimos dormir un para de horas, antes de dejar ropa para lavar (los precios andan desde 100 kyats unos calcetines, hasta los 700 unos pantalones o chaqueta), e ir a comer a Lashio un restaurante cercano de comida Shan, originaria del más grande y poblado de los siete estados en los que se divide el país, y la más reputada del mismo. Allí se escoge sobre el mostrador lo que deseas, y te lo sirven con arroz y diversas salsas y con una botella de cerveza grande, y una de agua nos sale por el equivalente a 7 €. Al salir, intentamos conseguir un taxi que nos haga un recorrido por la ciudad, pero el destino hace que al final compartamos un blue-taxi, especie de pequeñas camionetas con la parte trasera abierta, y dos bancos corridos a modo de asiento, con dos chicas chinas que conocimos cerca del Palacio Real, a un precio de 11.000 kyats. Así visitamos varias pagodas, algunas gratuitas y otras incluidas en un ticket de 10 $ que no pagamos (creo que no merece la pena), antes de ir a ver un atardecer bastante feo (hay neblina, y estamos rodeados de turistas, sobre todo formando grupos de avanzada edad), desde la llamada Mandalay Hill. Mientras varias jóvenes practican inglés con Rosi, entablo conversación con una pareja checa que habíamos visto en el hotel, y a la que ofrezco unirse a nosotros y a las chinas, para ir al día siguiente a las capitales antiguas, y finalizar en el puente de U-bein viendo el atardecer. Aceptan y negociamos con el taxista, que nos lo deja a 25.000 kyats para los seis. Quedamos con él a las ocho de la mañana y nos dirigimos al Mandalay Rum Station, un bar cuya iluminación destaca sobre la oscuridad de la calle, y donde degustamos una estupenda cerveza de barril a 500 kyats, acompañada de un platito de cacahuetes a modo de tapa, que será la más barata que encontraremos en toda Birmania. Volvemos al hotel que sorprendentemente tiene Wi-Fi, y podemos conectarnos a Internet, enviar varios correos, e incluso hablar por vídeo conferencia con Skype, antes de caer rendidos en nuestras camas.



DÍA 6. MADALAY
Por fin hemos dormido diez horas de un tirón, y después de un buen desayuno con huevos y tostadas, bajamos a la calle donde ya nos espera la pareja checa, y donde nos recogerá nuestro taxista. Después pasamos a por las chinas, que se alojan en otro hotel, e iniciamos nuestro recorrido visitando la Pagoda de Mahamui, donde se encuentra el buda más bonito de todos los que veremos a lo largo de nuestra ruta , una empresa que fábrica pan de oro y el Monasterio de Mahagandaryon, cerca de Amarapura, donde viven miles de monjes, y a los que observamos junto a una marabunta de turistas, como se dirigen a comer en silencio formando filas, que asemejan a gigantescas serpientes de color azafrán. Es curioso, pero ha perdido toda autenticidad debido a poca educación de muchos “guiris” que, empeñados en hacer una fotografía ganadora del Word Press, se muestran poco respetuosos. Continuamos hacia Sagaing, la primera de las ciudades antiguas, en la que visitamos una importante pagoda, tras ascender a una colina a través de cientos de escalones. La vista es parecida a la que disfrutamos en la colina de Mandalay, con decenas de estupas sobresaliendo entre la vegetación. Al bajar decidimos con el taxista ir a comer al restaurante Sagaing Hill, elegante recinto al aire libre al que van muchos de los grupos organizados, que nos encontraremos a lo largo de toda la jornada. La comida es correcta sin más, aunque algo cara para lo que estamos acostumbrados.
Después de comer nos dirigimos a Awa, otra capital antigua, que está situada en una isla a la que se accede en canoa (1.000 kyats). Al llegar, decenas de carros de caballos asaltan a los turistas para realizarles un recorrido, al abusivo precio de 5000 kyats; junto a los checos y después de una ardua pero inflexible negociación, conseguimos alquilar dos carros por ese mismo precio, y visitamos varios templos en medio de un delicioso paisaje rural. Sobre las 4 de la tarde regresamos al taxi, para ir a ver la puesta de sol desde el puente de teca de U-Bein, el más largo del mundo (1.400 m) construido en dicha madera. El lugar, además de bonito, es una interesantísima mezcolanza de personas, como vendedores de recuerdos, acuarelas o comida, fotógrafos que inmortalizan a los birmanos, y que obtienen sus fotografías al instante, con impresoras que funcionan con baterías, monjes ociosos que van y vienen, turistas embobados como nosotros, y deseosos de buscar una buena toma de un ocaso que resulta una verdadera gozada, y que alargamos lo máximo posible para disfrutar de un momento especial, cuando se ha hecho de noche y todos los turistas se han marchado. Regresamos al hotel, y después de confirmar en Internet el esperado resultado de las elecciones en España, vamos con la pareja checa al restaurante Rainbow que, plagado de locales, tiene una estupenda cerveza de barril a 600 kyats, y un delicioso pescado a la barbacoa relleno de especias, al módico precio de 2000 kyats (2 €), que acompañamos con unas patatas asadas. Hay que tener en cuenta que la barbacoa sólo funciona por las noches, y que la carne, que pidió uno de los checos, no merece la pena. Sólo nos queda irnos a dormir para finiquitar un día muy intenso

DÍA 7. MANDALAY
Hoy no sabemos que hacer. Mucha gente va a Mingún, otra antigua capital, pero intuimos que será más de lo mismo, así que después de acercarnos a la oficina del autobús que va a Hsipaw (nuestro próximo destino) a comprar los billetes, y probar el betel que me proporcionan en uno de los puestecillos donde lo elaboran y venden (realmente me supo asqueroso), decidimos alquilar una bicicleta, ya que no nos dejan hacerlo con motos. Después de regatear, las dejamos a 1500 kyats cada una, y nos lanzamos a la vorágine de una ciudad con calles rectilíneas y planas, y un tráfico absolutamente caótico, en el que las vetustas bicicletas no parecen el transporte más seguro; a pesar de ello, rápidamente les cogemos el truco y disfrutamos de la situación, acercándonos al precioso monasterio de Shwe in Bin, un tesoro oculto y poco conocido, que fue construido en madera de teca por comerciantes chinos, con puertas, frisos y ventanas primorosamente decorados. No hay turistas y eso acrecienta una sensación de paz, que hasta ahora no habíamos notado en todo el país. Después nos dirigimos a otro monasterio cercano, en el que converso con jóvenes monjes que están estudiando, antes de acabar en un inmenso e interesantísimo mercado de comida (frutas, verduras, carne y pescado). Se ha hecho hora de comer, así que, consultando nuestra guía de viajes (la Trotamundos), decidimos ir a un restaurante indio vegetariano, llamado Marie Sin, totalmente recomendable, donde en una tranquila terraza del piso superior, degustamos un par de currys con arroz y unos espléndidos lassis de frutas, bebida tradicional india a base de yogurt, por el equivalente a 6 €. La única pega es que no sirven cerveza, y tenemos que conformarnos con agua mineral. En fin, esta noche nos desquitaremos en la cena.
Son las 14,30 cuando hemos terminado, así que nos vamos a descansar un rato a nuestra habitación, para después preparar las mochilas, consultar Internet y tomar notas para el diario, de viajes, irnos a tomar un par de jarras a nuestro bar de cabecera, el Mandalay Rum Station, en cuyo exterior práctico un juego cuyo nombre desconozco, y que consiste en empujar unas fichas de colores sobre un tablero cuadrado con superficie deslizante, para introducirlas en agujeros como si fuera un billar americano, y posteriormente cenar en el Rainbow el consabido pescado a la brasa con patatas asadas e irnos a dormir.
Mañana de nuevo madrugón, porque nos han citado a las cinco en la oficina donde hemos comprado los billetes de autobús.

DÍA 8. MANDALAY-HSIPAW
Compartimos blue-taxi (3000 kyats) con dos franceses, y tardamos unos minutos en llegar a través de una ciudad dormida y oscura, a la pequeña oficina. Allí subimos a una camioneta que nos traslada junto a 4 turistas más a la Estación de Autobuses. A las seis de la mañana, con el sol despuntando en el horizonte, salimos en un desvencijado autobús que vivió tiempos mucho mejores. El vehículo transporta más mercancías que pasajeros, y su tripulación la forman el conductor y un cobrador que va asomado a la puerta abierta, recogiendo pasajeros. Los dos son consumidores de betel, que supongo les hace soportar mejor el trayecto a Hsipaw, en el que empleamos siete horas para recorrer unos 180 km por una carretera llena de baches, que atraviesa un puerto de montaña, y en el que las paradas son constantes; en una de ellas desayunamos y a las 12 del mediodía llegamos a Hsipaw, una pequeña localidad rodeada de montañas, en el estado Shan, y que los extranjeros utilizan para realizar diversos trekkings. Nos alojamos en Mr. Charles (uno de los dos hoteles existentes), donde nos habían reservado una habitación desde el hotel de Mandalay. El caso es que está bastante lleno, y al final elegimos una habitación superior, aunque bastante cara (22.000 kyats). Nos apremian para confirmarles cuantas noches estaríamos, y de momento le confirmamos dos. Estamos muertos de sueño, así que nos comemos algunas galletas que llevamos y dormimos un par de horas, antes de intentar alquilar una moto para el día siguiente (parece ser que aquí, la policía hace la vista gorda). Tras cerrar el trato (lo dejamos en 9.000 kyats), nos acercamos a un templo cercano, donde vemos un bonito atardecer. A las siete de la tarde, pasamos por un restaurante de comida típica Shan, donde vemos una pareja de turistas rodeados de muchos platitos; les preguntamos si merece la pena y nos confirman en italiano, que está todo bastante bueno, y a un precio excelente, así que nos sentamos en una mesa, y pedimos un curry cada uno, que viene acompañado por arroz, y al menos una decena de platitos con salsas, verduras, pescados......todo ello al precio de 2000 kyats cada uno, a lo que hay que añadir el importe de una botella de cerveza china baratísima, de nombre Dali (700 kyats), pero bastante floja y que nos dejamos a la mitad para pedirnos una birmana (1.800 kyats). Al acabar, charlamos un rato con los italianos, antes de volver al hotel, en medio de un caótico tráfico que circula por calles con escasa luz.

DÍA 9. HSIPAW
Hemos dormido estupendamente hasta que a las cinco de la mañana, los propios empleados del hotel nos han despertado con sus gritos (todavía tienen mucho que aprender, si quieren vivir del turismo). El desayuno es muy completo, e incluye huevos, churros y fruta. A las ocho, tal como habíamos quedado, nos traen una vieja motocicleta china con cambios “asiáticos” (tienes que ir metiendo las marchas con la puntera, y reducirlas con el talón); menos mal que ya tengo experiencia de Laos y Tailandia. Lo primero que hacemos es echar gasolina (me llenan el depósito por 1.000 kyats), y después vamos a la estación de tren, para reservar el billete de mañana hasta Pyo Lin, atravesando el viaducto de Gotiket. Nos apuntan en una lista en primera clase, y nos citan a las 11,30 (el tren suele pasar sobre las 12, 15). Después, croquis en mano que nos facilitó la guest house, atravesamos la ciudad hasta llegar, tras preguntar varias veces, a un monasterio, donde tenemos que aparcar la moto para seguir andando poco mas de una hora, hasta llegar a una bonita cascada. El recorrido es muy interesante, puesto que observamos in situ, la vida rural birmana, aunque el paisaje no es demasiado atractivo, teniendo incluso que saltar por encima de un gaseoducto que están construyendo los chinos, (las reservas de gas birmanas son bastante grandes). Por el camino nos encontramos con bastante niños, a los que vamos dando bolígrafos, globos, horquillas para el pelo…. , de un surtido que compramos en España. En la cascada, me doy un baño e iniciamos el camino de vuelta para regresar al mismo monasterio. Un monje nos acompaña en su moto, para indicarnos la dirección de unas lagunas de agua caliente a las que queremos llegar, pero no conseguimos encontrarlas, así que decidimos volver a la ciudad y tomarnos una cerveza en un bar. Después, comemos en Mr. Food un chino decente y bastante barato, damos una vuelta por un parque cercano al río, y nos vamos a dar una ducha, porque queremos ir a una colina cercana para ver la puesta de sol. Sobre las cinco de la tarde partimos hacia la misma, teniendo que coger un empinadísimo camino de cabras, por el que nos introducimos sin pensarlo demasiado, porque el riesgo de pinchazo y de quedarnos sin gasolina, era alto, con la circunstancia agravante de estar haciéndose de noche.
El caso es que llegamos a lo alto, donde un solitario monasterio en el que un monje medita tranquilamente, nos da la bienvenida. Desde allí observamos en absoluta calma la sunset, con el sol reflejándose sobre las aguas del río. La bajada, casi a oscuras, la hacemos también con bastante tensión, pero al final logramos devolver la moto, ya de noche, sin daños aparentes. Volvemos andando al hotel, para hacer las mochilas, parando antes en un enorme supermercado lleno de productos chinos, con precios realmente caros. Rosi está cansada, así que me voy yo a cenar solo, aunque en el salón del hotel, hay un grupo de birmanos viendo resúmenes de partidos de la Champion, con el Madrid en plan estelar (creo que le metió siete a los franceses), y un portugués que conocimos en Yangón. Me uno a su grupo, y vamos a Mr. Food. La mesa es bastante internacional, con un japonés, una suiza, una holandesa, una pareja de alemanes, el portugués y yo, y aprovecho para practicar mi mal inglés.
A las nueve de la noche están cerrando, así que volvemos al hotel por calles que están prácticamente vacías, dando por finalizado otro intenso día.

DÍA 10. HSIPAW-PYIN O LWIN
La principal razón para escoger el tren como medio de transporte entre Hsipaw y Pyin O Lwin era pasar por encima del viaducto de Gokteik, construido por encargo de los ingleses a una compañía de acero de Pensilvania en 1901 y que, con una longitud de 677 metros, es el puente ferroviario más antiguo y largo del país.
Después de desayunar y comprar unos churros y samosas para comer en el viaje, pedimos un taxi (2.000 kyats) que en cinco minutos nos deja en la estación, donde pagamos los billetes en First Class (5 $ cada uno), y esperamos cerca de una hora la llegada del tren. La estación permanece anclada en el tiempo, con carteles, y teléfonos de comunicación que podían estar en cualquier museo. En el andén decenas de vendedoras ofrecen todo tipo de comida a los usuarios: arroz, verduras, noodels, samosas, salsas diversas pinchos de carne, frutas variadas... y por las vías pululan animales, niños.....
A las 12,30, con puntualidad casi británica, aparece resoplando una vetusta locomotora que nos hace ponernos en pie y buscar la primera clase, que sólo se diferencia de la turista en que los asientos de madera llevan almohadilla.
Nos sentamos junto a dos holandeses que van haciendo un viaje con guía particular, y que también quieren vivir la experiencia del tren, y poco a poco el tren comienza a tomar velocidad y empezamos a saltar como pelotas, teniendo que asegurar las mochilas para evitar que se cayeran. Así transcurren varias horas de viaje, con infinitas paradas de diversa duración (no menos de 20 minutos), en estaciones polvorientas llenas de vida, con vendedoras que ofrecen su mercancía por la ventana, niños pidiendo cosas a los turistas, mercancías que suben y bajan del convoy; en fin, un universo de colores y sonidos digno de observar. Por fin, cuatro horas más tarde, divisamos el desfiladero, sobre el que se eleva, con pinta de inestable, esta vieja obra de ingeniería. Después de que el tren se detuviera unos instantes, para aflojar la velocidad y no tensar demasiado la bestial estructura, empezamos a cruzarlo, a casi 100 metros de altitud. Es curioso pero habíamos leído que estaba prohibido hacer fotografías, y que había grandes medidas de seguridad, pero en nuestro caso, incluso el revisor nos decía donde podíamos hacer la mejor fotografía (suponemos que es otro de los síntomas de los intentos de apertura de la dictadura).
Una vez cruzado el viaducto, todavía pasan dos horas más (ya bastante tediosas) hasta llegar casi de noche a Pyin o Lwin, en cuya estación extrañamente no hay taxis, así que mochilas en ristre, junto a un americano de Texas enamorado de España, y que quiere llegar a Mandalay ese mismo día, comenzamos a andar en medio del tráfico hasta encontrar, después de un par de intentos, un correcto hotel, el Bravo, situado cerca de la Torre del Reloj, y en el que conseguimos una habitación por 20 $. Es de noche y hace frío, así que, después de reservar de nuevo habitación en el E.T. de Mandalay, para el día siguiente, vamos a cenar al Restaurante Family, donde contamos 16 platitos en el sabroso buffet que nos sirven. Después de la opípara cena damos una vuelta por una ciudad en el que las farolas brillan por su ausencia, antes de recogernos en nuestra habitación




ETAPAS 11-23

ETAPAS 11-23


Localización: Myanmar Myanmar Fecha creación: 23/01/2012 14:26 Puntos: 5 (1 Votos)
DÍA 11. PYIN O LWIN-MANDALAY
Anoche decidimos pasar la mañana en Pyin O Lwin y marcharnos al medio día a Mandalay, así que tras un desayuno en la terraza del hotel (estamos solos, ya que en esta ciudad no hay apenas turistas), nos acercamos al mercado Shan, donde curioseamos durante una hora, para iniciar un paseo que también se puede hacer en coche de caballos y que nos acerca a un interesante y uidado templo chino, en el que se hacen fotos varias familias de ciudadanos que suponemos de dicha nacionalidad. Continuamos nuestra ruta por las afueras de la ciudad, donde se encuentran algunas antiguas casas coloniales reconvertidas en hoteles, algunos deliciosamente decadentes como el Camdacraig Hotel o el Gandamar Myaing Hotel, en el que entramos para echar un vistazo, o el más moderno Casa del Gobernador, anunciado como Spa.
De regreso al centro, una amable chica nos confirma en una agencia de viajes la hora del vuelo de mañana hacia Bagán, tomamos una cerveza, y alquilamos un taxi compartido con otras dos personas (6.000 kyats cada uno), para ir a Mandalay, ciudad a la que llegamos sobre las tres de la tarde. En el E.T. nos dan una habitación un poco más barata (18 $) que en nuestra anterior visita, aunque sin A/C, que realmente no es necesario. Dejamos las mochilas, y nos encaminamos a las orillas del río, paseo no demasiado recomendable, porque al salirnos del centro, las calles están mucho más sucias y llenas de pobreza y chabolas, así que decidimos volver en sendos rickshaws (bicicleta-taxi), por los que nos piden 500 kyats cada uno. Da un poco de pena, pero nos tranquiliza saber que les estamos dando trabajo, y además no hay apenas cuestas, por lo que los conductores circulan con cierta facilidad. Cuando llegamos al hotel, les damos una buena propina, y nos sonríen con gratitud.
Preparamos las mochilas, usamos la Wi-Fi, y vamos a cenar al Rainbow, antes de regresar a la habitación.

DÍA 12. MANDALAY-BAGAN
Desayunando vemos los resultados de la liga en la televisión, y decidimos alquilar un blue-taxi durante toda la mañana, para ir de nuevo al puente de U-bein, y a la zona de los artesanos de la piedra, madera y bronce. Lo dejamos en 11.000 kyats después de un corto regateo y salimos en un blue taxi que nos lleva en media hora al puente. Allí disfrutamos de dos horas magníficas, sin turistas, observando a los pescadores como se ganan el sustento. Nos acompaña un joven, que nos va dando alguna explicación en castellano. Le recompensamos al final, comprándole un par de collares.
Después el taxi se dirige al barrio de los artesanos de la piedra, donde en decenas de fábricas, múltiples operarios tallan con maestría budas, elefantes, colgantes…. de mármol o jade. Mas tarde visitaremos una fábrica de artesanía de madera, donde adquirimos un esbelto Nat (un espíritu con forma humana), y como se nos ha hecho un poco tarde, renunciamos a ir a la zona del bronce y regresamos al E.T., donde pedimos que nos reserven habitación en un hotel de la zona arqueológica de Bagan, nuestro siguiente destino, antes de comer un ligero plato de noodels con pollo y coger un taxi al aeropuerto (10.000 kyats), donde llegamos a las 15,30. El avión sale a las 17 h, y en media hora aterrizamos en este lugar absolutamente mágico, donde somos recibidos por un grupo de danzantes, y nos hace pasillo otro de guapas chicas, dándonos la bienvenida (nos da un poco de vergüenza, la verdad). En el control policial hay que pagar una tasa de 10 $, que sirve para disfrutar de templos durante una semana. Un taxi nos lleva por 5.000 kyats al Golden Village Inn, en Nyaung OO, el pueblo más importante y animado de la zona, y en el que recomendamos alojarse por la variedad de alojamientos, la animación y los precios de los restaurantes (es posible también alojarse en Old Bagan, aunque aquí se encuentran los hoteles más caros, o en el llamado New Bagan, lugar al que fueron obligados a desplazarse los habitantes de Old Bagan, por el gobierno militar con el pretexto de construir una nueva ciudad más salubre, y proteger el patrimonio arqueológico). El Hotel es un complejo de bungalows, que cuesta 18 $ la noche. La habitación está muy bien, amplia, limpia y con aire acondicionado. El problema es que, como luego descubriremos, no te limpian la habitación en toda la estancia. En el bungalow de al lado se aloja un grupo de catalanes, que recorren Myanmar en bici, y con los que conversamos amigablemente, hasta que nos vamos a cenar a la cercana calle principal, donde se encuentran varios restaurantes; elegimos un nepalí, con varios menús a un precio muy razonable (8.000 kyats con dos botellas de cerveza), y con una comida bastante buena.
Sobre las 9 de la noche, regresamos al hotel, compramos un mapa de la zona (1.000 kyats), entregamos una bolsa llena de ropa sucia para que nos la laven, y nos encerramos en la habitación para estudiar detenidamente el recorrido del día siguiente.

DÍA 13. BAGÁN
A las 6,45 estamos arriba para desayunar apresuradamente (tenemos unas ganas enormes de visitar este lugar), y alquilar unas bicicletas al precio de 1500 kyats cada una. La llanura de
Bagán cuenta con unos 2.000 templos, pagodas y stupas, de los 10.000 construidos entre los siglos XI y XIII por ambiciosos reyes, y constituyen un fabuloso patrimonio arquitectónico de una belleza impresionante. Es, junto con Angkor en Camboya, yacimiento que visitamos en nuestro viaje a Vietnam, el recinto arqueológico más importante del sureste asiático, tanto por la cantidad de templos, como por su tamaño, y aunque pueden parecer similares, son bastantes las diferencias que los caracterizan:
Los templos de Angkor son hinduistas, construidos en piedra, y datan de los siglos IX a XIV. Están situados en medio de una amplia y frondosa jungla, lo que impide tener una visión de conjunto de la zona, cuando subimos a lo alto de uno de ellos. Su capital estuvo durante varios siglos deshabitada, y los templos camuflados por la vegetación, hasta su descubrimiento en 1870.
Los templos de Bagan son budistas, de los siglos XI-XII. Están construidos en ladrillo recubierto, situados en una planicie que hace que todos estén al descubierto, pues hay pocos árboles en los que ocultarse; por ello, desde una cierta altura es posible ver cientos de estupas apuntando al cielo, con una de las mejores panorámicas que he visto en mi vida. Por otro lado, el área nunca dejó de estar habitada y siempre se supo de su existencia.
No hay bastantes superlativos para expresar lo que se siente en un paseo en bici entre los ladrillos y estucos de los monumentos. La carretera de acceso a los templos es llana y muy tranquila y, a los pocos kilómetros, empezamos a verlos aparecer uno y otro lado de la misma, con los más importantes señalizados convenientemente. Mi consejo es que lo mejor es ver los principales, que aparecen recomendados en cualquier guía, y que son de visita obligada (pueden ser unos veinte) y, luego, dejarse llevar por la intuición para acceder a través de senderos de arena, en los que hay que tener cuidado porque las bicicletas se quedan en ocasiones frenadas repentinamente, a otros templos no tan renombrados pero en los que se puede disfrutar enormemente, bien porque no hay un solo turista en los mismos, por la existencia en ocasiones de pinturas maravillosas, que se pueden observar con la ayuda de una linterna que normalmente te facilita el vigilante, o porque mientras los recorres, te hace de guía un niño, ávido de saber de donde eres y que se conforma al final con un bolígrafo, caramelos o un par de globos. De esta forma bajo un sol radiante, pero sin un calor exagerado, recorremos decenas de construcciones de ladrillo donde quizá el único inconveniente es el exceso de vendedores de productos de artesanía, agolpados a la entrada de los edificios, y que a veces te agobian un poco. A uno de ellos le compramos un par de pinturas de arena, que se hacen extendiendo arena sobre el lienzo, y aplicando después la pintura. Sobre las tres de la tarde llegamos a un lugar cerca del río, donde hay bastante restaurantes y tiendas, y en el que tras la correspondiente negociación (lo dejamos en 6.000 kyats), alquilamos un barco para ver la puesta de sol desde el agua, con un horizonte único de templos destacando por encima de la vegetación. Al finalizar y antes de regresar, observamos lo que parece una celebración, con un banquete, música y danzas, que, según me aclara un profesor birmano, se debe a la entrega de premios de una competición deportiva. Cuando iniciamos el regreso casi es de noche, así que aceleramos el ritmo puesto que no hay farolas a lo largo de la carretera, y el tráfico es muy intenso. A pesar de ello, como hay algunos templos iluminados, el contraste que presentan con la oscuridad del anochecer hace que disfrutemos de una magnífica, aunque arriesgada, experiencia. Es noche cerrada cuando conseguimos llegar a nuestro hotel, donde recogemos la colada (2.700 kyats), y donde nos llevamos la desagradable sorpresa de que no nos han limpiado la habitación. Cuando pedimos explicaciones en recepción, nos dicen que es política de la empresa para evitar robos (vaya morro que tienen). Después de cambiar mi bici, ya que hace un ruido bastante escandaloso, y de intentar vanamente conectarnos a Internet en un cyber, vamos a cenar al Restaurante Aroma, que aparece en todas las guías. Es un sitio al aire libre bastante elegante, con una comida india más que aceptable (Rosi pide un correcto curry de pollo y yo un delicioso pollo tandoori, marinado con yogurt y varias especias, que es la especialidad de la casa y que tiene un color rojizo, debido pimentón que lleva). Los platos vienen acompañados de arroz y 6 salsas diferentes, y con dos botellas grandes de cerveza, la cuenta asciende a 15.000 kyats (15 €) y el problema es que tardan casi una hora en servirnos, a pesar de no haber demasiada gente. El chef nos explica que la tardanza se debe a la elaboración del pollo tandoori. Son casi las 10 cuando acabamos, y regresamos a nuestro hotel, parando antes en una pequeña tienda donde compramos agua. Antes de dormir, pensamos en madrugar para ir en bici a ver la salida del sol desde lo alto de uno de los templos, pero desistimos al pensar en la dificultad de acceder a cualquiera de ellas a oscuras, así que decidimos hacerlo en taxi el último día de estancia en Bagán.

DÍA 14. BAGÁN
Cuando nos dirigimos a desayunar, observamos que hay un taxi en la puerta, por lo que aprovechamos para negociar con el conductor una agenda para la mañana del día siguiente que consistiría en ir a ver la salida del sol, llevarnos después al mercado local, dejarnos en el hotel, y sobre las doce del mediodía recogernos de nuevo para trasladarnos al aeropuerto. Acordamos 15.000 kyats y después vamos a la cercana pagoda dorada de Shwezigon, una de las más hermosas del país, en cuyo exterior nos asalta una legión de vendedoras, reclamándonos el pago por aparcar la bici, a lo cual nos negamos, y penetramos en el interior del recinto religioso, que presenta una decoración de extraordinaria riqueza en sus múltiples stupas, templetes y oratorios, y está coronado por una impresionante stupa cilíndrica, recubierta de placas de oro, muy parecida a la Shwedagon en Yangón. A la salida conseguimos librarnos de las vendedoras dándoles globos, caramelos y bolígrafos, que literalmente nos quitan de las manos.
Realmente nos han agobiado un poco así que, para relajarnos, nos dirigimos a un antiguo monasterio cercano que presenta unas deliciosas pinturas, aunque muchas de ellas deterioradas irremediablemente. Allí nos resarcimos el momento de agobio en la Pagoda, y disfrutamos como enanos linterna en ristre. Mas tarde, pasamos por el hotel para confirmar el vuelo del día siguiente destino Lago Inle (que se ha retrasado media hora), y reservar una habitación en Nyaungshwe , la ciudad más importante de dicho lago.
Son sólo las diez de la mañana, y nos disponemos a visitar más templos, perdiéndonos por recónditos caminos que invariablemente están flanqueados por pequeñas joyas arquitectónicas, que podemos ver casi siempre en solitario. En uno de ellos encontramos a un español, entusiasmado por su primer viaje por el sudeste asiático, y con el que conversamos unos minutos. Al medio día, el calor hace mella y buscamos con desesperación un bar para refrescarnos y descansar un rato. Unos chicos nos guían a un restaurante, y allí tomamos una cerveza fría (2000 kyats, aunque nos querían cobrar 3.000) que nos sirven con un pequeño aperitivo, que completamos, para comer, con algunas provisiones que todavía nos quedan. Reposando, coincidimos en que ya hemos visto bastantes templos (en total en los dos días, calculo que habremos visitado unos 40-50), y volvemos al hotel a descansar un rato, pensando en ir a ver la puesta de sol desde un templo cercano de nombre Bulleti, en el que habíamos estado por la mañana, descartando otros más famosos, porque nos habían avisado del peligro de la masificación de turistas. Así lo hacemos, y la verdad es que el atardecer mereció mucho la pena, con pocos guiris que, como nosotros, habían dado con ese pequeño templo. Volvemos a la Pagoda Shwezigon para verla de noche, y allí conocemos a una pareja de catalanes con los que quedamos a cenar en el nepalí de la primera noche. Tardan en encontrarlo y acabamos la velada cerca de la media noche, con nuestros forros polares puestos porque la temperatura ha descendido considerablemente, y haciendo esperar a los propietarios que están deseando que nos marchemos. Al regresar al hotel la puerta está cerrada, por lo que tenemos que saltar la valla, no sin cierta dificultad, lo que provocó un momento bastante divertido que recordaremos siempre.

DÍA 15. BAGAN-LAGO INLE
A las 5,30 estamos arriba y un cuarto de hora después nos recoge el taxista, que nos propone un templo diferente al que le habíamos dicho para ver la Sunrise (lamentablemente no me acuerdo del nombre, para poder recomendarlo). Aceptamos y en diez minutos llegamos a una Pagoda en la que, en sus distintos niveles, se distribuyen sin apreturas unos veinte silenciosos turistas, para ir observando poco a poco, y cada vez con más nitidez, los cientos de templos que nos rodean, y que parecen competir con el sol en su deseo de elevarse hacia el cielo, en un espectáculo bastante emocionante.
Una hora después vamos al interesante mercado local, donde “echamos” dos horas realizando fotografías y repartiendo algunos globos y bolígrafos, hasta que comienzan a llegar los grupos de turistas, momento en el que decidimos volver al hotel, a ducharnos y preparar las mochilas. Así lo hacemos y quedamos con el taxista que nos recogerá a las doce para llevarnos al aeropuerto, donde nuestro vuelo aparece escrito en una pizarra. Nos despedimos de los ciclistas españoles y en poco tiempo llegamos a la pequeña terminal, donde podemos disfrutar de Wi-Fi mientras esperamos hasta las tres de la tarde, hora en la que al final saldrá el vuelo. Al llegar al aeropuerto de Heho (Lago Inle), nos espera un taxi que nos envía el hotel que reservamos ayer al astronómico precio de 20.000 kyats, aunque barato en comparación a los precios que comenta la guía Trotamundos (30.000 kyats). Desde Heho tardamos una hora en llegar a Nyaungshwe, la población más importante de la zona, recorriendo una carretera en obras en las que son mayoría los niños y mujeres que trabajan en condiciones bastante precarias, muchas veces de forma
obligatoria y sin remunerar. A la entrada de la población hay una especie de taquilla donde hay que abonar 5 $ por persona, para visitar el lago.
El Teakwood G.H. está bastante bien, aunque la dueña y su hija, unas “negociantas” de mucho cuidado y las habitaciones, sin posibilidad de regateo, son caras. Elegimos una de 30 $, y la hija intenta que paguemos por adelantado los tres días que pensamos pasar allí, a lo que nos negamos con una sonrisa. Preguntamos por los precios de las excursiones por el lago y del alquiler de bicis, que resultan más altos que los de la agencia Thu Thu, recomendada por los catalanes, y con la que en días sucesivos contrataríamos todo lo que íbamos a necesitar. Aquí también hace fresco, se nota la altura, y nos ponemos pantalones largos y los forros polares para ir a cenar un insulso pescado relleno al Restaurante Lotus. Al finalizar, volvemos al hotel atravesando una ciudad con bastantes “guiris” deambulando por los distintos restaurantes y puestos callejeros, para meternos en nuestra confortable habitación, que cuenta con cálidos suelos de madera de teca.

DÍA 16. LAGO INLE
El lago Inle mide aproximadamente veinte kilómetros de largo y tiene una profundidad que no supera en ningún momento los cinco o seis metros, aunque sus límites son bastante imprecisos, puesto que importantes zonas pantanosas separan la superficie del agua de tierra firme. Alberga en la actualidad unas cuarenta localidades habitadas por los Intha (que significa hijos del lago), etnia que fue obligada a recluirse en este territorio, levantando sus poblados sobre pilotes, y no teniendo más remedio que aprender todos los oficios para así poder vivir de forma autárquica. Así por ejemplo, han construidos huertos flotantes, una de las grandes curiosidades de lago, con algas, hierbas acuáticas, jacintos de agua... que cubren de tierra y fango, y donde plantan semillas de todo tipo de vegetales, lechugas, patatas, judías, y sobre todo tomates, de los que son
los más importantes productores del país.
Otras particularidades de los intha son sus métodos de pesca, y su forma de remar. Debido a la escasa profundidad los peces se ven perfectamente, así que han diseñado una especie de nasa de forma cónica, llena de algas y hierbas, que colocan en el lugar donde han localizado los animales. Cuando estos se meten dentro, tiran de la nasa para hacerla subir, pero como para llevar a cabo esta tarea se necesitan las dos manos, los pescadores se sirven de una de sus piernas para hacer maniobrar impecablemente la barca, mientras que con la otra se mantienen en equilibrio. De ahí su original postura para remar, única en el mundo. Otra de las ventajas de esta manera de remar en vertical, es que permite moverse por los canales más estrechos, sin tropezar con la vegetación ni los cultivos.
Igual que Bagán, teníamos muchas expectativas con este lugar así que, después de disfrutar de un opíparo desayuno en la tranquila terraza de la guest house, con café, tostadas, huevos, churros, fruta, arroz y mermeladas, alquilamos sendas bicicletas en Thu Thu (1.000 Kyats cada una), que llevan incluso un pequeño cambio de tres velocidades en su único piñón, y nos disponemos a circunvalar parte del lago, siendo nuestra primera parada un poblado lleno de niños que nos rodean rápidamente en busca de algún regalo; después atravesamos un puente para llegar a un solitario monasterio, en cuyo exterior jóvenes monjes intentan interactuar con nosotros, aunque su inglés es inexistente. Le regalan a Rosi una flor procedente del agua, y les correspondemos con bolígrafos, globos y caramelos. Proseguimos nuestro camino bastante llano, disfrutando tanto de las serenas aguas de lago, con los pescadores enfrascados en sus quehaceres diarios, como de los poblados por los que pasamos, y donde nos vamos deteniendo para observar por ejemplo un taller que fabrica piraguas, un colegio en el que los niños se arremolinan cerca de la valla para saludarnos, o de pequeños mercados en los que la gente, sorprendida por nuestra presencia, realiza sus compras habituales. También realizamos una parada en el Lake View Resort un hotelito que, como muchas de las casas de la zona, tiene las habitaciones sobre pilotes, y a través del cual llego a un pequeño templo, donde converso, fundamentalmente de fútbol, con un joven monje, profesor de inglés. Habremos recorrido unos quince kilómetros, y en los alrededores de la localidad Khaung Daing decidimos cruzar en canoa hacia el otro lado, para llegar al pueblo de Mang Thawk, famoso por sus huertos flotantes. No es fácil encontrar a alguien que lo haga, por lo que la negociación es dura, hasta conseguirlo por 5.000 kyats. Así, tras media hora de travesía, llegamos al mencionado poblado, observando de cerca como reman y pescan los Intha, para desde aquí, iniciar el regreso. Hace calor y tenemos bastante sed, pero es imposible encontrar un sitio con bebida fresca, así que pedaleamos sin descanso hasta llegar a unos kilómetros de Naugshew, donde hay una bodega de vinos, aunque parezca increíble, de la que habíamos oído hablar y a la que nos dirigimos. El problema es que está en todo lo alto, así que tenemos que echar pie a tierra, para recorrer los últimos metros entre viñedos. Al llegar nos llevan a un restaurante con algunos turistas, donde se pueden pedir varios tipos de vino por copas o botellas (bastante caras por cierto). Después de bebernos un par de botellas de agua, nos decidimos por una degustación de 4 vinos, que aparece en la carta al precio de 3.000 kyats, y pedimos un par de ensaladas para comer, ya que con el desayuno que nos hemos pegado, tenemos poca hambre. La camarera parece que va a heredar, porque sirve una minúscula cantidad de cada vino, que por otra parte no son nada de otro mundo. Allí pasamos poco más de una hora, para cruzar Naugshew y acercarnos al Monasterio de las Ventanas Ovaladas, curiosa construcción de madera llena de jóvenes monjes rezando, aunque la magia del lugar queda anulada por la presencia de decenas de alemanes que, en el momento en que llegamos, bajan de dos grandes autobuses. A pesar de ello, recorremos las estancias más importantes y regresamos por una carretera en obras a Naugshew, donde, antes de devolver las bicicletas, nos acercamos a reservar mesa para la cena en el restaurante View Point, considerado el mejor de la zona. En la agencia Thu Thu no han conseguido más gente para realizar al día siguiente, la excursión en canoa alrededor del lago, así que nos rebajan 2.000 kyats, y nos lo dejan en 16.000 para los dos solos. Vamos al hotel a ducharnos y cambiarnos de ropa antes de ir a cenar al View Point, que cuenta con un pequeño bar tipo lounge con chimenea en la planta baja, y una sala circular en la planta alta, asomada al canal, y decorada con bastante clase. Tomamos un menú degustación, el Shan Discovery, que por un precio de 15.000 kyats, bebidas aparte, permite probar una docena de pequeños platos shan, todos deliciosos, y presentados magníficamente sobre largas piraguas en miniatura; en fin, una delicia para el paladar y la vista. Al terminar regresamos al hotel, donde la dueña nos invita a darle consejo “occidental”, sobre la forma de decorar una nueva habitación que están construyendo.

DÍA 17. LAGO INLE
A las siete estamos desayunando porque hemos quedado media hora después en la agencia, donde antes de marchar hacia el lago junto a nuestro barquero, les pedimos nos confirmen el vuelo del día siguiente destino Ngapali Beach.
Una vez llegados al embarcadero, que se encuentra al lado del View Point, subimos a una piragua a motor, que rápidamente se adentra en el lago a través de un largo canal. Disfrutamos de un panorama único, con templos, viviendas sobre pilotes y pescadores intha en sus maniobras tradicionales, bien avanzando con la pierna enroscada alrededor del remo, bien colocando cuidadosamente las grandes nasas de forma cónica, o “llamando” a los peces con golpes en el agua, sólo perturbado por la cantidad de turistas que, como nosotros, van y vienen en un trajín de piraguas, que se mezclan con las propias de los habitantes de lago.
Nuestra primera parada es en el muy animado mercado de Nam Pan, el más grande de la zona, donde hacemos algunas compras, y del que salimos con cierta decepción porque al contrario que en otros mercados de Laos, Vietnam o Tailandia, no se ve prácticamente a nadie vestido con el traje tradicional. Lo que sí nos resultará muy curioso es la parte denominada bamboo market, donde se venden bambúes de varios metros de longitud. Después visitamos sucesivamente fabricas de seda y fibra de loto, madera y cigarros, la Pagoda Phaung-Daw U en el poblado de Thar Lay, la más venerada del estado shan, antes de ir a comer a un restaurante poco recomendable al que nos lleva el barquero y donde nos intentan “clavar” con el precio de la cerveza, a pesar de aparecer claramente indicado en la carta. Al terminar nos dirigimos a In Dein, en el suroeste de lago y fronterizo con el territorio Karen, una de las etnias más belicosas contra la dictadura, razón por la cual esta localidad estuvo vetada hasta no hace demasiados años a los extranjeros. In Dein es famoso por su larga escalera cubierta, flanqueada a ambos lados por decenas de puestos de artesanía, y sus 1000 estupas del siglo XVII escondidas en la vegetación, a veces en un estado lamentable. Después de un paseo de un par de horas, volvemos a nuestra piragua para iniciar el regreso, con parada en una tienda de artesanía, donde trabajan tejiendo telas cuatro mujeres jirafa, etnia procedente de Tailandia, y que poseen unos anillos que les alargan el cuello. El problema es que en este caso son únicamente un reclamo para turistas, y nos dan mucha pena, por lo que nos vamos del lugar rápidamente. Nuestra última parada en el Monasterio de Nga Phe Chaung también llamado de los gatos saltarines, debido a la cantidad de gatos que pululan por allí haciendo cabriolas. El monasterio es muy bonito, construido sobre postes de teca y en cuyo interior se guardan 70 soberbios budas, ofrecidos por los habitantes del lago, con el fin de ver realizados sus deseos de felicidad, aunque un gran grupo de franceses quiebra bastante la paz del lugar. Desde aquí podemos ver también un tramo importante de jardines o huertos flotantes, cerca de los cuales pasamos cuando regresamos a Nyaungshwe, viendo ocultarse el sol sobre las imponentes montañas que rodean al lago. Es de noche cuando volvemos a Thu Thu, en la que nos confirman el horario del vuelo a Ngapali Beach y donde reservamos un taxi que nos lleve al día siguiente al aeropuerto (16.000 kyats), antes de ir al hotel a ducharnos. Hace fresco, y nos abrigamos para ir a cenar a un chiringuito en la calle que ofrece varios platos a la brasa con muy buena pinta. El problema es que todas las sillas están ocupadas, así que sin saber donde cenar, pasamos cerca del hotel Amazing donde publicitan una oferta de pescado relleno, arroz, verduras y cerveza al precio de 3.500 kyats, y donde nos acomodan en una de las mesas instaladas sobre un pequeño puente que atraviesa el canal, lugar con bastante encanto. La comida además está deliciosa y realmente disfrutamos de la cena y el entorno, a un precio ridículo. Satisfechos, volvemos al hotel a preparar las mochilas. Mañana nos vamos a la playa.

DÍA 18. LAGO INLE-NGAPALI BEACH
Hoy no tenemos ninguna prisa, así que desayunamos tranquilamente hasta las nueve de la mañana. Un cuarto de hora después nos recoge un moderno taxi tipo 4X4, curiosamente con volante a la izquierda, que en menos de una hora nos lleva al minúsculo aeropuerto de Heho. Los últimos minutos los hacemos detrás de una comitiva de cinco o seis coches flanqueados por camionetas llenas de policías, que también se dirigen al aeropuerto, y que hace que todos los vehículos que se encuentran a su paso se detengan en el arcén. El vuelo se retrasa una hora, así que hacemos tiempo leyendo y oyendo música. Curioseando, leo un inquietante cartel que avisa a posibilidad de pena de muerte para los traficantes de drogas. Por fin, se anuncia nuestro avión que nos llevará a Ngapali Beach, donde el equipaje te lo sacan directamente al exterior del aeropuerto. Allí hay varios coches esperando turistas, y la chica del hotel Memento nos ofrece llevarnos al mismo (como no hemos hecho reserva, aceptamos) y en 15 minutos llegamos al Resort. Allí negociamos un bungalow a cincuenta metros de la playa, con nevera, televisión y A/C por un total de 125 $ tres noches. Lo que no nos dicen es que la luz sólo funciona de 5 de la tarde a 8 de la mañana, aunque realmente el aire no es necesario. Son las tres, y nos damos un baño en esta bellísima playa de unos 3 km, al fondo de una bahía bordeada por una densa vegetación vegetal que está situada en un extremo del golfo de Bengala. Después, juego al fútbol con un grupo de birmanos, antes de observar un bello atardecer. En la misma playa hay una decena de chiringuitos que ofrecen pescado, marisco, cerveza y cócteles. En uno de ellos, el Oasis, pedimos calamares, gambas, pescado a la brasa, arroz y como postre, dos cócteles servidos en un coco natural, todo al precio de 12.000 kyats. Tardan en servirnos, pero aprovechamos para relajarnos observando el reflejo de la luna sobre el mar. Al terminar, son las 10 de la noche, y casi ya está todo cerrado, así que en la oscuridad nos encaminamos a nuestro hotel, observando cientos de cangrejos que se esconden en agujeros hechos en la arena.

DÍA 19. NGAPALI BEACH
Hemos dormido de fábula oyendo el rumor de las olas. Esta noche ha caído una buena chupa de agua y el día amanece nublado, aunque con una temperatura muy agradable. Damos un paseo por la playa antes de desayunar en la terraza pegada al mar, un buffet compuesto por huevos, pancake, miel, arroz, zumo de naranja y café. Al terminar nos conectamos a Internet en un cyber cercano y después alquilamos unas bicis, que en una hora nos llevan a Thandwe la ciudad más importante de la zona, atravesando pequeños poblados donde la gente está en sus quehaceres cotidianos. En Thandwe paseamos por el mercado matutino, reposamos un rato delante de una cerveza helada, en un bar próximo a la salida de la localidad y emprendemos el regreso que nos llevará, a través de una carretera llena de baches, a uno de los pueblos de pescadores al sur de la playa, en el que la suciedad y la pobreza que observamos, nos hace dar la vuelta inmediatamente. Parece increíble que a 100 m de aquí se encuentra uno de los hoteles más caros, el Pleasant View Resort y que hay tan poca distancia entre la opulencia y la pobreza. Regresamos al Memento, circulando por la arena de la playa, y nos dedicamos a descansar en las hamacas del mismo, bebiendo cerveza, y disfrutando de una soberbia puesta de sol. Por la noche, damos una vuelta por algunas tiendas cercanas, y terminamos cenando magníficamente en el Restaurante Best Friend, abarrotado de turistas, un menú compuesto por barracuda, cangrejo, gambas, calamares, arroz y verduras, acompañados de cerveza de barril, y terminando con 4 cócteles (dos nos los llevamos al hotel, para beberlos en la terraza de nuestra habitación), por un precio de 15.000 kyats. A las 10,30 nos vamos a dormir.

DÍA 20. NGAPALI BEACH
Como nos acostamos temprano, a las siete estamos arriba. Recorremos un trozo de playa antes de desayunar, y me echo una siesta “mañanera” hasta las once. Rosi decide darse un masaje birmano (5.000 kyats), y yo aprovecho para dar otro largo paseo y hablar con algunos empleados de los chiringuitos de la playa, que salen a mi encuentro cuando me detengo a ver los menús. Nos reunimos en nuestro hotel y, como no tenemos hambre, comemos unas galletas en nuestras hamacas preferidas. Sobre la una de la tarde voy a hacer un poco de snorkel, aunque no hay coral y la visibilidad es escasa, por lo que veo pocos peces (nada que ver con los que hice en Indonesia). Al volver, una joven me ofrece un masaje a un precio estupendo, en una cabaña al borde de la playa que tiene buena pinta, por lo que decido dármelo. Éste es mucho más suave que el tailandés, pero muy gratificante. Cuando vuelvo al hotel, juego con un canadiense y un americano al chinlone, un deporte tradicional birmano al que se juega en todas partes y en que hice mis pinitos, con poco éxito todo hay que decirlo, en el Lago Inle, y que consiste en pasarse una pelota de mimbre con los pies, sin que caiga al suelo, aunque a veces también se juega con dos equipos y una red por medio. Cuando se marchan voy a jugar un rato al fútbol con el grupo de jóvenes, que se reúnen todas las tardes en la playa. Un de ellos es el dueño del Best Friend, y le pido que me reserve para esa misma noche una buena mesa. Termino la tarde charlando en inglés de economía (¡vaya nivel¡), con un funcionario alemán que trabaja en Munich y que estaba viéndonos jugar. Me doy un baño, una ducha y vamos a cenar pescadito (en esta ocasión elegimos barracuda, un pequeño tiburón y red snapper, una pescado blanco delicioso muy apreciado en toda la zona.). Volvemos a la habitación y salgo a la terraza, para disfrutar de una noche estrellada y contemplar en la lejanía, las luces de decenas de pesqueros que faenan en las ricas aguas del golfo de Bengala.

DÍA 21. NGAPALI BEACH-YANGÓN
Seguimos relajados. Cuando vamos a desayunar, ya han recogido el buffet, aunque estábamos dentro del horario y, disculpándose, nos traen café, huevos y tostadas.
Hago un poco snorkel, y de regreso por la playa, me cruzo con la dueña de uno de los chiringuitos que me comenta, casi llorando, que el Gobierno ha decidido eliminarlos, por encontrarse en un lugar público. Le deseo “good luck” y cuando llego al resort, vamos a “hacernos” otro masaje. Salimos de nuevo encantados, comemos algo, y preparamos las mochilas, porque a las dos nos trasladan al aeropuerto junto a otros cuatro turistas. De nuevo el vuelo llega con retraso, y observamos como los operarios chillan a una furgoneta que transitaba cerca de la minúscula pista de aterrizaje, cuando estaba a punto de llegar el avión. Sin comentarios.
El trayecto de poco más de una hora, nos deja en Yangón, donde después de varios intentos de rebaja conseguimos un taxi por 6.000 kyats, para llevarnos al Motherland Inn, donde habíamos reservado habitación. Como el primer día, hay muchísima gente en recepción, así que dejamos el equipaje, cenamos algo ligero, y vamos a dar una vuelta. Al regresar, hay un restaurante indio bastante cutre, que hace chapati (delicioso pan indio) en un horno tradicional (tandoori) de forma cilíndrica, situado en el exterior. Pedimos cuatro piezas, que hacen al instante pegando la masa a las paredes del horno, y nos cobran 400 kyats (40 céntimos de Euro). Está buenísimo y nos lo comemos antes de volver a la habitación.

DÍA 22. YANGÓN
Hemos decidido no visitar Bago, una ciudad cercana con varios templos y que era una de las opciones para el día de hoy, y quedarnos en la capital, para ir al Bogyoke Market y hacer las últimas compras. Antes nos dirigimos caminando a la Pagoda de Botataung, que después de las que hemos visto, no nos sorprende demasiado, aunque hay que reconocer que está muy animada.
De camino al centro, preguntamos a una joven como llegar y, muy amablemente, nos acompaña a una parada de bus, donde espera a que subamos a uno (este medio de transporte en la ciudad no lo habíamos probado), que nos llevará a los alrededores del hotel Strandt por 100 kyats (10 cm. de Euro). Allí, un simpático vejete nos aborda preguntándonos de dónde somos; al decirle que de España, nos reímos porque menciona a Napoleón. Creemos entenderle que lo importante en la vida es hacer el bien, independientemente de la religión, pensamiento con el que no podemos estar más de acuerdo. Me hago una foto con él, y nos dirigimos al Strandt, santuario de lujo y vestigio del pasado colonial británico; allí curioseamos un buen rato, aprovechando el excelente aire acondicionado, antes de de irnos al inmenso mercado, donde pasamos más de dos horas (el problema es que casi todos los puestos tienen lo mismo; son poco originales.) Al salir es hora de comer, así que hacemos caso a nuestra guía de viajes, y vamos a comer al Sabai Sabai, considerado uno de los mejores restaurantes tailandeses de Birmania. Al taxista le cuesta encontrarlo, porque lo han cambiado de dirección, pero al fin, da con él. Está sorprendentemente vacío, y una legión de camareros ociosos acude a recibirnos. Una carta pletórica con más de 200 platos, nos hace dudar y al final comemos dos currys, que nunca suelen fallar, y una ensalada de papaya verde. El servicio es muy bueno, y los precios asombrosamente bajos para el lugar (15.000 kyats la comida con dos botellas de cerveza grandes). Queremos tomarnos un cóctel, pero nos dicen que van a cerrar, así que volvemos de nuevo al mercado donde damos la última vuelta, nos refrescamos en algo parecido al Dunkin Donuts americano, y volvemos en taxi al hotel cuando comienza a anochecer.
Después de ducharnos, vamos a una cercana beer statión repleta de locales, donde degustamos una extraordinaria cerveza negra de barril llamada ABC (750 kyats la jarra), de la que habíamos oído hablar, pero que hasta hoy no habíamos visto, acompañada con unos fritos que cocina y vende un joven en el exterior. Hago una fotografía del interior, y al rato sale uno de los clientes con cierto enfado y aspecto achispado que me recrimina haberla hecho, por lo que se la enseño, diciéndole que sólo era para “palpar” el ambiente. No sé si me entiende, pero sonríe y me dice “no problem”.
Antes de regresar a nuestra habitación, vamos a un restaurante cercano, donde pido un plato de vermicelli con pollo, mientras Rosi sólo toma un helado, y de vuelta al hotel nos compramos otros chapatis de postre en el indio de la esquina.

DÍAS 23. YANGÓN-KUALA LUMPUR
Hoy “perreamos” en la habitación hasta las doce, hora en que tenemos que hacer el check out. Dejamos las mochilas en recepción y salimos a dar una vuelta, pero hace bastante calor y volvemos al hotel, a tomar algo en la terraza y consultar Internet. A las dos de la tarde cogemos un taxi que nos lleva al aeropuerto. El trámite de facturación y embarque es bastante rápido, pero el problema es que el vuelo sale con más de una hora de retraso, así que llegamos a las 22,30 hora local, a Kuala Lumpur. Menos mal que ya conocemos de sobra el aeropuerto, y los trámites a realizar y en poco más de media hora, estamos en el Tune Hotel donde, como en la ida, teníamos reservada una habitación. Nos registramos, dejamos las mochilas y bajamos a cenar nuestro último curry, al Decanter donde los camareros observan resúmenes de los partidos de la Champions. Al terminar, compramos agua y unos yogures en el Seven Eleven, y nos vamos a acostar. Mañana será un día duro.

DÍAS 24 y 25. KUALA LUMPUR-LONDRES-ALICANTE
Hemos dormido de fábula hasta las nueve, sin apenas ruidos, a pesar de que en el hotel había bastante gente. Permanecemos al abrigo del A/C, y a las once bajamos al Seven Eleven a comprar zumo y unos bollitos, que nos comemos en la terraza del Decanter. Al terminar, nos dirigimos a la terminal y observamos en las pantallas que el check in de nuestro vuelo está abierto, así que facturamos las mochilas, y nos conectamos a la Wi FI del aeropuerto. A Rosi no le gusta nada la comida del avión, así que se come una pizza y algo de fruta, antes de subir al que será nuestro cubículo durante muchas horas. El embarque se hace a tiempo, el problema es que una de las puertas no cierra bien, así que el despegue se demora casi una hora en la que distintos operarios revisan la avería, que se soluciona con plástico adhesivo ante la mirada entre jocosa y asustada del pasaje. El caso es que a las tres de la tarde abandonamos Asia, con la suerte de que llevamos en medio un asiento vacío, lo que nos hará mucho más cómodo el viaje, que tratamos de pasar como podemos, con música, películas, lectura, dormitando……
A las nueve de la noche llegamos a Gatwick, y una hora después ya tenemos nuestras mochilas y hemos pasado el control. El vuelo a Alicante sale a las seis de la mañana del día siguiente, así que no sabemos si merece la pena alojarnos en uno de los hoteles del aeropuerto o pasar unas horas “tirados” en el mismo. Pregunto en el Sofitel, y la tarifa que me piden (130 libras), nos hace salir de dudas y buscamos un asiento en una zona lo más caliente posible, donde podemos tumbarnos los dos. Así dormimos un par de horas, antes de dirigirnos a facturar a las 4 de la mañana al mostrador de Easyjet, en el que hacen cola decenas de personas porque es un mostrador único para todos los vuelos. Tardamos un buen rato, y después nos tomamos un desayuno en uno de las cafeterías de la zona, antes de volar de vuelta a casa, a la que tenemos unas inmensas ganas de llegar. A las diez, con un día soleado, el avión toma tierra en el Altet poniendo fin a nuestra nueva aventura asiática. Hasta la próxima.



CONCLUSION Y DATOS PRÁCTICOS

CONCLUSION Y DATOS PRÁCTICOS


Localización: Myanmar Myanmar Fecha creación: 23/01/2012 14:27 Puntos: 0 (0 Votos)
E. CONCLUSIÓN

Ha sido un viaje cuyo interés ha ido “in crescendo”. Empezamos atontados por el jet lag, y un poco desanimados en Yangón, una ciudad sin ningún atractivo, caótica y sucia, y progresivamente hemos ido descubriendo lugares mucho más interesantes, como Mandalay y sus alrededores, el puente de U-Bein, la zona del lago Inle, la fantástica playa de Ngapali y, sobre todo, el recinto arqueológico de Bagán, donde sólo por observar el crisol de colores cambiantes, que suponen los más de dos mil templos que pueblan está árida llanura, merece la pena llegar hasta aquí.
Además de lo monumental, nos ha encantado el carácter apacible de la gente que, a pesar de no hablar apenas inglés, intenta comunicarse y ayudar al viajero, siempre con una sonrisa en la boca y, el hecho de que todavía no estén demasiado maleados por el turismo, aunque pensamos que en pocos años se pondrán a la altura de países como Vietnam o Tailandia, y entonces Myanmar perderá gran parte de su encanto.

F. DATOS PRÁCTICOS

Visado
A día de hoy, 9 de enero de 2012, no se puede obtener visado on arrival al llegar al país, como ocurre en otros países limítrofes como Indonesia o Laos. Al no haber embajada de Myanmar en España, lo mejor es hacerlo a través de la Embajada de Berlín www.botschaft-myanmar.de/. En esta página se encuentra toda la información para poder obtenerlo. El único problema es que hay que remitirles por correo el pasaporte original y el dinero, aunque en todos los foros se dice que son bastante serios. Nosotros enviamos toda la documentación con carta certificada, y en 25 días lo teníamos de vuelta.
Otra opción es hacerlo en las embajadas birmanas de Bangkok o Kuala Lumpur, si se tiene tiempo (parece ser que te lo hacen en uno o dos días).

Clima
La mejor época para viajar a Myanmar es de noviembre a febrero, porque no llueve y hace menos calor. De hecho, necesitamos en alguna ocasión ponernos el forro polar, para abrigarnos por la noche en el Lago Inle y Bagán. El problema es que es temporada alta, y hay más turistas.

Internet
Hay muchos ciber por todo el país para conectarse a Internet, además de WI FI en algunos hoteles y aeropuertos. En general funciona bastante bien, en incluso pudimos hablar por Skype.

Transportes
Siempre que se pueda, es recomendable coger vuelos internos, ya que autobuses y trenes son extremadamente lentos e incómodos.
Hay varias compañías aéreas, todas con los mismos destinos. Una vez comprados los billetes en cualquier agencia de viajes u hotel, conviene reconfirmarlos un día antes. Interesante el pack que Air Mandalay ofrece en su página web, que no hay que pagar hasta que se llega a Myanmar


Regalos
Para regalar se puede llevar jabón, muestras de perfume, globos, horquillas para el pelo, bolígrafos y caramelos sin azúcar, para prevenir las caries.

Compras
No hay demasiada artesanía que merezca la pena: alguna talla de madera o bronce, figuritas de jade, lacados, marionetas, pinturas de arena y poco más. El problema es que en todos los sitios tienen prácticamente lo mismo, e intuimos que se fabrican en serie en la cercana China.

La seguridad
El régimen militar represor que gobierna Myanmar, no molesta para nada al turista, considerado una importante fuente de ingresos. Ello, unido al carácter birmano, hacen de Myanmar un país absolutamente seguro para el viajero, como en casi todo el sudeste asiático.

Medicamentos y vacunas
Nos aconsejaron estar vacunados contra el tétanos, tifus y hepatitis. Para la malaria llevábamos Malarone, pero sólo para utilizarlo como tratamiento de choque, en caso de mostrar algún síntoma.
Para evitar picaduras de mosquitos utilizamos Relec sobre la piel, y permentrina (los productos antipiojos que se pueden comprar en cualquier droguería, la llevan) con la que rociábamos nuestra a ropa, y sábanas y almohadas en los hoteles.
El sol pega bastante fuerte, así que es imprescindible utilizar bronceadores con alta protección en todo el país, así como sombreros o gorras, e hidratarse continuamente.

La Cerveza
Hay varias marcas de cerveza nacionales, todas estupendas. Las principales son Mandalay Beer que puede ser blue (suave) o red (fuerte) y Myanmar Beer, que tiene el inconveniente de ser propiedad del Gobierno, al igual que la Dagón. El último día pudimos tomarnos una ABC, cerveza negra de buena calidad. También existen algunas cervezas chinas como la Dalí, mucho más barata, pero de inferior calidad.
Se puede tomar, para compartir, en botellas grandes de 640 ml o de barril (draft beer), en jarras de un tercio aproximadamente.

La Comida
En Myanmar se puede comer bien y muy barato. Siempre hemos utilizado restaurantes, aunque también hemos comprado algunas fritos, como empanadillas, chapatis o churros, cocinados en la calle.
La comida birmana, sobre todo la Shan, es sabrosa y variada, con productos de excelente calidad. Es muy frecuente que cada uno de los platos que se solicita, vaya acompañado además de arroz, con varios cuencos que apenas caben en la mesa, y que contienen salsas diversas, sopa, verduras crudas o estofadas y algún tipo de pescado en salmuera. En la playa, mariscos (aunque bastante sosos, comparados con los gallegos) y sobre todo pescados, han constituido nuestra dieta habitual a precios comedidos.
Por otra parte, existen numerosos restaurantes especializados en cocina de otros países cercanos como China, Nepal, India, Tailandia, que hacen la delicia del gourmet más exquisito y de los que hemos disfrutado enormemente.
En los hoteles, el precio de la habitación siempre lleva incluido un desayuno contundente, normalmente de tipo occidental con café, huevos y tostadas, pero en ocasiones con la posibilidad de elegir algo birmano, como el Mohinga, sopa de pescado y pasta

La Moneda
Hay que tener en cuenta que el pago de hoteles, trenes, aviones, templos, museos y algunas tasas, como la salida del país (10 $) o la estancia en Bagán (10 $) o Inle (5 $), se exige en dólares. Para el resto se usa el kyat, la moneda local, que ya puede ser cambiada por euros o dólares en algunos bancos, lo que facilita no tener que hacerlo en el mercado negro. Siguen sin existir cajeros y el cambio que obtuvimos en un banco fue el siguiente:
1 € = 1.030 kyats
1 $ = 780 kyats

Precios de artículos de uso cotidiano
- Agua 1 l. En la calle: 300 kyats. Restaurante: 300-600 kyats
- Cerveza. Restaurante: botella de 640 m: entre 1.000 y 3.000 kyats. Jarra de 1/3: 500-700 kyats.
- Cócteles con alcohol: 1.500-5.000 kyats
- Zumos de fruta, Lassis: 1.000-2.000 kyats
- Gasolina: 1 l: 750 kyats
- Comida Restaurante (un plato y cerveza): entre 2.500-7.000 kyats
- Plato de noodels con carne o pescado: 1.000-2500 kyats
- Plato de arroz blanco: 200-500 kyats
- Huevo frito: 200-500 kyats
- Churros, samosas y otros fritos: 100 kyats unidad
- Snacks (cacahuetes, patatas fritas, plátano frito): 300-500 kyats bolsa
- Pescado a la brasa: 2000-5000 kyats
- Fruta: 200-400 kyats pieza manzana. 500-1.000 kyats kg mandarinas
- Buffet Shan: 2.000-3.000 kyats + bebida
- Carrera taxi ciudad: 1.500-3.000 kyats
- Carrera taxi aeropuerto: 5.000-20.000 kyats
- Trayecto autobús o tren 6 horas: 40.00 kyats
- Trayecto autobús ciudad: 100 kyats
- Habitación doble con A/A: 15.000-25.000 kyats
- Alquiler día moto: 9.000-10.000 kyats
- Alquiler día bicicleta: 1.000-3.000 kyats
- Paquete tabaco birmano: 500 kyats
- Internet: 300-1.000 kyats hora
- Gestión telefónica agencia y hotel: 300-500 kyats
- Lavandería: 100-700 kyats pieza

Precios de artesanía y otros
- Marionetas: 5.000-25.000 kyats
- Lacados de calidad: 10.000-25.000 kyats
- Esculturas de madera (grandes): 25.000-60.000 kyats
- Figuras de jade: 5.000-10.000 kyats
- Pañuelos de seda: 10.000-15.000 kyats
- Camisetas (que suelen ser de mala calidad): 2.000-3.000 kyats
- Masajes (1 hora): 5.000-10.000 kyats
- Internet (1 hora): 300-1.000 kyats






G. RECOMENDACIONES

Yangón
- Tomar una cerveza en el restaurante de la Torre Sakura, para admirar las vistas.
- Visitar el hotel Strandt, que además de un estupendo aire acondicionado, tiene Wi Fi.
- Restaurante de comida tailandesa Sabai Sabai. Elegante y barato. Preguntar porque ha cambiado de dirección.
- Hotel Motherland Inn, recomendable por el hecho de que te recogen en el aeropuerto, si haces la reserva por Internet. Atención de las recepcionistas un tanto regular. En los alrededores, probar una estupenda cerveza negra de nombre ABC, en un bar sólo frecuentado por birmanos.

Mandalay
- Hotel E.T. con personal eficaz, billetes de autobús, limpieza de ropa, alquiler de bicicletas… y habitaciones amplias y limpias desde 15 $. Tiene Wi Fi que funciona en la zona de recepción.
- Bar Mandalay Rum Station, cerca del E.T. hotel. Cerveza de barril muy fría, de la marca Mandalay strong con unos 7 grados. La acompañan de platitos de cacahuetes fritos.
- Rainbow, restaurante igualmente en la misma zona. El pescado a la barbacoa que preparan por la noche, tiene una relación calidad-precio insuperable.
- Marie Min, restaurante vegetariano con una excelente comida india, exclusivamente vegetariana, en un ambiente muy agradable.
- Alquilar una bicicleta y recorrer la ciudad.
- Visitar el solitario y coqueto templo de Shwe Bin Inn, y el Mercado de frutas y verduras.

Hsipaw
- Alquilar una motocicleta para perderse por los alrededores.
- Mr. Charles. Buen hotel, aunque con habitaciones un poco caras. Negociar en temporada baja.
- Mr. Food, correcto y barato restaurante chino.

Bagán
- Sin duda, la mejor relación calidad-precio, se encuentra en el restaurante nepalí de la calle Taung Za Lat, calle dónde hay una gran proliferación de restaurantes para turistas. Lo conoceréis por el rótulo que hay en la calle. Dispone de una extensa carta de especialidades birmanas, chinas, indias, nepalíes y algunos platos occidentales.
- En la misma zona, restaurante indio Aroma, lugar con clase, aunque bastante más caro. Probar el delicioso pollo tandoori.
- Para visitar los templos, mejor alquilar una bicicleta que un carro de caballos.

Lago Inle
- Agencia Thu Thu. Información, excursiones y alquiler de bicis. Se puede negociar.
- Imprescindibles dos excursiones: en bicicleta alrededor del Lago y en piragua, por el interior
- Restaurante al aire libre del Hotel Amazing, y aconsejaría preguntar por el precio de las habitaciones; quizá no sea mucho más caro que Teakwood G.H, donde nos alojamos y que nos costó 30 $ la noche.
- Como curiosidad, visitar la bodega existente en los alrededores de Nyaungshwe, para probar vino birmano, aunque es bastante deficiente.

Ngapali Beach
- El Resort Memento está bien, aunque sólo tiene electricidad durante la noche. Precios negociables. Recomendaría preguntar en otros hoteles similares de la zona
- Restaurante Best Friend, pescados y mariscos frescos a buen precio.
- Cualquier restaurante situado en la arena de la playa.
- Darse un masaje birmano en un chiringuito frente al mar.
- Alquilar una bicicleta y llegar a la ciudad de Thandew.
- Presenciar, cerveza en ristre, la soberbia puesta de sol.



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Cristicuerpo  cristicuerpo  23/01/2012 16:23
Estaria perfecto si pones algunas fotos, gracias por tus recomendaciones.
Default https Avatar  risaku  27/01/2012 20:32
Muy buen relato, yo estuve este verano, y me ha sacado una sonrisa leerlo, sobretodo el comentario de la manager del teakwood, menuda negociante.
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Fecha: Sab Feb 01, 2020 01:06 pm    Título: Re: Recorriendo Myanmar. Itinerarios - Rutas

Gracias Nathanian y Markeli. Si os soy sincero, me habéis hecho dudar.Haciendo caso a vuestra experiencia, quizás comience a considerar lo del avión para alguno de los desplazamientos más largos. Dependerá también de lo que me vayan respondiendo los conductores con los que contacte y la forma de encajar los días si lo hago por carretera. Ahora mismo tengo todo en pañales y un poco de agobio, porque voy dando palos de ciego. A ver por dónde se deslía finalmente la cosa. Os mantendré informados y seguro que recurro a vuestra sabiduría más de una vez cuando me asalten dudas.! Gracias de...  Leer más ...
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Fecha: Sab Feb 01, 2020 01:13 pm    Título: Re: Recorriendo Myanmar. Itinerarios - Rutas

Nosotros hicimos Mandalay-Bagán-Inle-Yangón y el único vuelo que tomamos fue el Inle-Yangón. El resto de trayectos se pueden hacer en bus sin que resulte pesado.
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Fecha: Sab Feb 01, 2020 01:26 pm    Título: Re: Recorriendo Myanmar. Itinerarios - Rutas

Nosotros hicimos en avión Yangon-Heho y Heho-Bagan. Estuvimos dudando hasta última hora porque tampoco nos gustan demasiado los aeropuertos. Finalmente nos decidimos a hacer los trayectos en avión. No hace falta estar ni una hora antes en los aeropuertos, aprovechamos los días y estuvimos muy descansados. Lo recomendaría.

De esta manera no creo que sea necesario alquilar coche con conductor porque el resto de los trayectos son cortos. Creo que incluso puede salirte más barato, los vuelos no son caros.
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Fecha: Vie Oct 21, 2022 06:33 pm    Título: Re: Recorriendo Myanmar. Itinerarios - Rutas

Está abierto la frontera terrestre en Myanmar con India y Tailandia?
Nathanian83
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Fecha: Lun Oct 24, 2022 04:48 pm    Título: Re: Recorriendo Myanmar. Itinerarios - Rutas

"Chicocheburashka" Escribió:
Está abierto la frontera terrestre en Myanmar con India y Tailandia?

Te he contestado en el hilo de Fronteras:

Fronteras y Visados para y entre países del Sudeste Asiático

Saludos.
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