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APUNTES DE UN VIAJE A INDIA

APUNTES DE UN VIAJE A INDIA ✏️ Blogs de India India

De las faldas del Himalaya a las playas de Goa
Autor: Sorolla  Fecha creación:  Puntos: 4.4 (14 Votos)
NUEVA DELHI-SHIMLA

NUEVA DELHI-SHIMLA


Localización: India India Fecha creación: 05/06/2010 10:56 Puntos: 5 (1 Votos)
La calle está oscura y pese a ser en torno a la una de la madrugada hay bastante tráfico, en las aceras y las isletas de las rotondas hay gente durmiendo, comparten el espacio con vacas que también descansan, aquí y allá conductores de rickshaw intentan conciliar el sueño en posturas imposibles dentro de sus vehículos.
La calle se va estrechando y cada vez es más difícil identificar qué hay entre las sombras.

Finalmente el coche para, a través de un callejón oscuro me indican donde esta mi hotel, el Paradise, un nombre bastante pretencioso, visto el entorno, sin embargo no está del todo mal, la habitación es amplia y tiene cuarto de baño. Pongo la tele, multitud de canales pasan películas de Bollywood , vistosos coros y coreografías multicolores se alternan con primeros planos de bellas mujeres y adustos hombres compungidos por su amor imposible, de fondo la musiquilla hindú tan penetrante y que termina pareciendo siempre la misma a oídos del foráneo.

Hace un par de horas que he aterrizado en el aeropuerto internacional Indira Gandhi de Nueva Delhi, la primera impresión de India es el calor, que cae encima como si fuera una manta, y el olor, ese olor que nadie sabe describir con exactitud, mezcla de combustible mal quemado, vegetación en descomposición, basura acumulada, olor corporal, comida especiada hasta el límite, ese olor…

Otro asunto que impresiona al recién llegado es el tráfico, vehículos de todos los tamaños compiten por el espacio asfaltado, o sin asfaltar. La principal norma es que quien conduce el mayor vehículo pasa primero. Viejos y abollados camiones con todo tipo de mercancías tienen cada centímetro de su carrocería pintado artesanalmente de vivos colores, frases en hindú o inglés (“horn please”, pite por favor), advocaciones a los dioses y nombres comerciales. Furgonetas, taxis y coches particulares son los siguientes en el escalafón, puede haber hasta cuatro vehículos en línea en una carretera de solo dos carriles, todo son bocinazos de claxon, aunque más que algo agresivo son un “cuidado que me acerco por tu derecha”.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Un peldaño más abajo en la pirámide de la supervivencia se sitúan las motos, ricksaws (motocarros con un asiento cubierto para hasta tres pasajeros) y por último las bicis y los ciclo-ricksaw en los que el esforzado conductor transporta a golpe de pedal a sus clientes.

Tras el largo viaje y dada la hora solo hay ganas de comer alguna galleta, una ducha y a dormir.

Al día siguiente me levanto tarde, estoy en el barrio de Paharganj y la calle principal, Main Bazar, ya está en plena ebullición, a los pocos pasos de salir de mi hotel me encuentro con Stephanie, una neozelandesa con la que coincidí en el aeropuerto el día anterior, volvemos a hablar de nuestros planes. Le sugiero acompañarme a un mercado de la zona centro llamado Palika Bazar donde quiero comprar un pantalón y un antimosquitos eléctrico. Tras un paseo llegamos al mercado, es subterraneo y cientos de pequeños puestos se suceden por estrechos corredores, cada puesto parece tener al menos dos empleados que persiguen sin piedad a los posibles clientes, parecemos una presa especialmente tentadora, resulta agotador, no compramos nada y salimos para descansar en un parque cercano. Varias mulas pastan en la escasa hierba, las dos patas del mismo lado atadas, para que no escapen.

Nos dirigimos hacia el “Tibetan Market”, es una calle donde las tiendas se suceden puerta con puerta, los productos son atractivos y los vendedores no insisten para que entres en su establecimiento, están sentados junto a la puerta y se limitan a sonreir si les miras y con un gesto de la mano te invitan a entrar. Stephanie compra una camiseta con símbolos hindúes.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Para regresar a la zona de nuestros hoteles regateamos el precio con un conductor de rickshaw y nos lanzamos a recorrer las calles a toda velocidad, entre pitidos, frenazos y acelerones.

En Main Bazar consigo el antimosquitos, promete noches sin picaduras…
Cenamos arroz frito y un delicioso pollo con especias en un agradable restaurante e intentamos ir a un local con Internet pero hay apagón eléctrico y ninguno funciona. Cada tienda, restaurante y puesto callejero pone en marcha sus generadores de gasoil y las calles se llenan de ruido y gases que hacen difícil el respirar. Para completar la noche, un camión recorre a toda pastilla las calles del Main Bazar, va soltando desde el remolque un espeso chorro de humo, todo el mundo cubre su boca con un pañuelo. El dueño de una tienda cercana nos explica que es insecticida distribuido por el ayuntamiento. Cansados y algo mareados por el ambiente nos despedimos hasta el día siguiente, en el que continuaremos recorriendo la ciudad.

Me levanto más temprano que el día anterior, desayuno y consigo enviar unos correos desde un local con Internet. Más tarde me encuentro con Stephanie para dirigirnos hacia Old Delhi, la parte antigua, para ver el fuerte rojo y la mezquita Jama Masjid. Decidimos ir andando ya que tenemos todo el día por delante. Recorremos una carretera que bordea el ferrocarril durante más de una hora, es una sucesión de talleres de todo tipo, mecánicos, metalúrgicos, carpinterías, fontanerías, forjas, cada uno de ellos da para estar mirándolo un día entero, desarrollan sus labores a pie de calle, con los medios más escasos pero toda la pericia del mundo.

Los sonidos pasan zumbando por todos lados, como tiros en una película bélica. El martilleo de un herrero, los gritos de un hombre que se abre paso con su carro repleto de mercancías, el tráfico que abruma, una radio a todo volumen suena en algún lado, los compradores negocian a voz en grito con los comerciantes. El pobre cerebro va intentando procesar todo, sin mucho éxito, y finalmente se rinde, simplemente se deja llevar, se sumerge en el ambiente y se funde con el caos que le rodea. Esta sensación será muy común a lo largo de un viaje por India.

Llegamos a Chandni Chowk, una calle de aproximadamente un kilómetro de largo repleta de puestos con comida; especias, frutos secos, legumbres, alimentos preparados para llevar, dulces, etc. Según nos adentramos en el mercado hay cada vez más gente y el tráfico de coches, carros, motos, bicis y rickshaws se espesa por momentos. Se suceden los atascos que parecen colapsar por completo la calle en un maremagnum imposible de deshacer, sin embargo en pocos minutos y como movidos por reglas ocultas para el entendimiento del forastero aquello vuelve a la fluidez, de forma caótica pero efectiva, durante un tiempo, el que tarda en formarse otro embrollo descomunal una manzana más abajo. No puedo evitar pensar que pasaría en España si tuviéramos la población de India y se dieran estas situaciones, tumultos, peleas, muertos?.

Ya vemos el fuerte rojo, aunque antes pasamos por delante de un inmaculado templo Sij, fuera, en la calle, un amable hombre pulcramente vestido nos invita a unirnos a un grupo de turistas que van a visitarlo, somos sus invitados y la visita es gratuita, nos dice. Hay que descalzarse y yo prefiero esperar fuera, Stephanie acepta, a todos los visitantes les colocan un pañuelo naranja y pasan al interior del templo.

Guru Nanak (1469-1539) funda la religión sij, tras viajar a la Meca y otros lugares santos, fusiona elementos del Islam y el Hinduismo intentando poner fin a los seculares enfrentamientos entre religiones. Rechaza, como el Islam, la adoración de imágenes y el culto a los ancestros y toma del Hinduismo el uso de la música en el culto. Rechazó la separación injusta que suponen las castas así como la discriminación sexual. Proclamó que existe un único dios, Sat ( la verdad) y acercarse a él lo propicia la pulcritud mediante el baño, las limosnas a los necesitados y la meditación.

Otros gurus posteriores recogieron los textos sagrados en el libro Adi Granth, impulsaron la construcción de templos (gurudwaras) el más importante de ellos el templo dorado en Amritsar (Punjab). Durante la dominación Mogol se sucedieron los enfrentamientos y el derramamiento de sangre contra los sijs.
Durante el décimo guru, Guru Gobind Singh (1666-1708) se establecen preceptos como no fumar, no comer carne halal y no mantener relaciones sexuales con mujeres musulmanas. Deben renunciar a sus nombres de casta , los hombres toman el nombre de Singh (leon) y las mujeres el de Kaur (princesa). El actual primer ministro indio es sij, Manmohan Singh. Los sij son reconocidos como honrados y trabajadores.

Deben llevar siempre consigo los cinco kakkars ; el pelo nunca se corta (kesh) recogido en un turbante, para llegar íntegro ante Dios, muchos cuerpos policiales y militares como la policía montada del canadá, scotland yard o el ejército sueco han tenido que adaptar sus reglamentos para que los sij que sirven en ellos puedan llevar turbante en vez de la gorra o casco oficial. Un peine de madera (kangah) para estar arreglado, un brazalete metálico (Kara) que esposa al sij con Dios, unos calzoncillos tipo boxer (kuchha) símbolo de sencillez, y un puñal (kripan) para luchar por la fe y defender al débil. Por lo que pude ver, más que un puñal suelen llevar auténticos espadones de casi un metro que te impresionan cuando por ejemplo los encuentras esperando el tren en tu mismo andén.

Los sijs forman el Khalsa (ejército de los puros). En el verano de 1984, un carismático sij, Jarnail Singh Bindrawale, seguido por cientos de leales desafió al gobierno indio atrincherándose en el templo de oro de Amristar. Muchos iban armados, era otro momento más de tensión en la lucha por un estado independiente para los sij, el Khalistan. La primera ministra, Indira Gandhi, decidió suprimir la rebelión a sangre y fuego y el cuatro de Junio ordenó la operación “Blue Star”, el templo fue reducido a cenizas y decenas de sijs perdieron la vida.
Unos meses más tarde, en Octubre, dos miembros de la guardia personal de la primera ministra, compuesta por sijs, la asesinaron. Los trágicos acontecimientos se sucedieron y en los días siguientes cientos de sij fueron perseguidos y asesinados en toda India.

Salen del templo una media hora después, han visto cómo se cocina y se ofrece a todo el mundo la comida preparada, según los preceptos de hospitalidad y servicio común (seva). Les han pedido un donativo de 100 rupias y Stephanie les ha dado 50.

Por fin llegamos al fuerte rojo, es una construcción enorme, con un perímetro amurallado de dos kilómetros en cuyo interior se suceden los palacetes de la época Mogol.

El imperio Mogol se extiende entre 1526, año en que Babur, descendiente de Tamerlan y Genghis Khan, conquista el norte de India y 1857 en que el imperio británico se impone al Mogol. Mogol es una versión indoaria de la palabra Mongol. De aquí nace la influencia del Islam en el norte de India.
Las construcciones son muy elegantes, con tallas refinadas y el lugar tiene un aspecto de cuento, pese a que el nacar y las piedras preciosas que cubrían las paredes desaparecieron hace mucho tiempo.

Al salir del fuerte regateamos con un conductor de rickshaw para que nos lleve la mezquita Jama Masjid, la más grande de India. Según nos acercamos su aspecto impone, con sus enormes torres y cúpulas, es de un tamaño enorme. La gran escalinata de acceso es una estampa desoladora, a ambos lados se suceden personas mendigando con toda clase de llagas, erosiones, malformaciones, amputaciones y enfermedades imaginables. Al llegar a la entrada nos indican que debemos descalzarnos, yo sigo sin estar por la labor y Stephanie también desiste, necesitamos un descanso.

Nos dirigimos a un restaurante cercano llamado Karim, recomendado en mi guía, está regentado por descendientes de los cocineros del último emperador mogol. Todo lo que comemos es realmente sabroso, aunque pica como un demonio.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Al salir volvemos a regatear con los conductores de rickshaw para ir a la tumba de Humayun, el segundo emperador mogol. El monumento es predecesor del Taj Mahal, y en sus formas adivinamos las que luego perfeccionará este. Es un lugar con un gran encanto, apenas hay visitantes, los enormes jardines de inmenso césped y cuidados árboles rodean las construcciones de piedra ocre. El sol del atardecer va descendiendo entre las bulbosas cúpulas de los edificios y las copas de los frondosos árboles, se extiende un silencio y una paz difícilmente explicables. Lamento no tener una buena cámara de fotos para captar el momento, aunque creo que por buena que sea no podría recoger el ambiente que nos rodea.

Tomamos otro rickshaw para volver a Main Bazar en un frenético slalom entre el tráfico de Nueva Delhi, aspirando los gases, escuchando el ritmo atronador de los claxon, apretando la mano en torno a algo a lo que sujetarse y tensando la mandíbula, a la vez que le vamos cogiendo el gusto y no podemos evitar una sonrisa, como de niños viviendo algo peligroso y emocionante a la vez.

Nos dirigimos al restaurante Leema, donde he quedado con William, un inglés con el que contacté a través de Internet. El local tiene una bonita terraza, con un ambiente relajante que invita a dejar pasar el tiempo, rodeado de tenues luces y plantas, se escucha música india y reggae, mientras abajo, en la calle, el mercado va calmándose poco a poco con la llegada de la noche.
Después de cenar Stephanie se despide, coge un tren nocturno hacia el norte, pues quiere estar un mes recorriendo los valles de los Himalayas. Nos despedimos intercambiando los correos electrónicos y deseándonos feliz viaje.
Tomo unas cervezas con William mientras hablamos del viaje y mas tarde nos despedimos quedando en encontrarnos para desayunar el día siguiente en el mismo sitio, ya que se ha convertido en el preferido de los que hemos visto hasta ahora.

Al día siguiente nos acompaña en el desayuno Caroline, es una chica inglesa que, como William, dispone de un billete para volar alrededor del mundo con un plazo de 7 meses, quien pudiera!, ella llega de los Himalayas y junto con William se dirigirán a Rajastán.

Vamos a la estación de tren de New Delhi para reservar sus billetes, decir que está llena de gente es quedarse corto, parece más el escenario de un refugio provisional para desplazados por alguna catástrofe. Cientos de personas sentadas o acostadas en el suelo esperan su tren, charlan, comen, dormitan, juegan bajo los enormes indicadores de horarios de los trenes.

La oficina de reservas para atender a los turistas extranjeros está situada en el piso de arriba. Al llegar a las escaleras un amable hombre nos indica que está cerrada, viste chaqueta y lleva una especie de chapita ovalada en el pecho que le da un aire oficial. Se ofrece a acompañarnos a una oficina cercana donde nos atenderán de inmediato. Ya he leído en la guía sobre el timo. La agencia cercana es la de su primo o amigo, que recargarán el precio del billete sin misericordia. No le hacemos caso y subimos al primer piso.
Nos lleva una hora y media esperar la cola, rellenar los formularios en los que se indica fecha, destino, clase etc y solucionar las dudas sobre posibles horarios y diferencias entre las distintas clases de vagón, al fin tienen sus billetes.

Al salir de la estación cogemos un rickshaw para dirigirnos al Purana Qila, el fuerte viejo. En su interior hay una mezquita y cerca un edificio que fue biblioteca. Es día de fiesta en los colegios y muchos estudiantes pasan el rato paseando o sentados en los jardines. Varios grupos se acercan a nosotros para hablar y así practicar su inglés, son muy simpáticos y les encanta preguntar cualquier cosa para escuchar a los ingleses.

Cuando nos vamos, dos de los chicos con los que hemos hablado se acercan y se dirigen a Caroline, le explican de la forma más amable posible que para su religión es ofensivo el modo en que ella luce un pañuelo con motivos religiosos hindúes, ya que lo lleva alrededor de la cintura y tapando su culo. Le explican que la forma correcta es sobre los hombros o la cabeza. Caroline se deshace en disculpas y retira su pañuelo, pese a que nos confiesa que lo llevaba para tapar un roto en su pantalón.

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Nos acercamos a la puerta de India, un enorme arco de triunfo al estilo romano que conmemora a los caídos en la primera guerra mundial y la guerra afgana, unos soldados sijs con llamativos turbantes naranjas hacen guardia.
A poca distancia se encuentran lo que fueron los edificios del secretariado británico durante su domino en India. Son unos imponentes bloques de oficinas pensados para dejar claro con su sola visión quien mandaba en India durante el “Raj” (periodo de administración colonial británica), y la voluntad inequívoca de quedarse del imperio británico.
Cerca están el Parlamento y la residencia del primer ministro.

Comemos en un sitio recomendado en mi guía llamado Nirula´s, hasta el momento la mejor comida del viaje. Pedimos el plato especial del día, trozos de pollo frito acompañados con salsa dal, hecha con lentejas, alubias y especias, brochetas variadas con guarnición de verduras y pan roti, una especie de tortitas planas con las que untar las salsas.

Después de comer les sugiero visitar el mercado tibetano, ya que quieren hacer algunas compras. Todos compramos pantalones y camisetas. William compra también una tarjeta SIM para su móvil, se hace la hora de volver al hotel pues ellos toman el tren para Jaipur a las 20h. Quedo en encontrarme con ellos más tarde en la terraza de su hotel, ya que he quedado con Jason, un canadiense que se apunta a tomar algo, aunque empiezo a tener la sensación de ser algo así como un guía no oficial de Delhi.

Disfrutamos de una rica cena y varias cervezas hasta la hora en que Caroline y William se despiden para poner rumbo a Rajastan, quedamos en mantener contacto por e mail y quizás encontrarnos más adelante.

Hablando con Jason ambos coincidimos en la dirección a tomar, el norte. El quiere hacer algo de trekking y visitar la zona de Manali, yo por mi parte quiero tomar un tren de vía estrecha (“toy train”) que lleva a la ciudad de Shimla. Siempre me han gustado los trenes, mi padre trabajaba en RENFE y yo siempre disfrutaba viajando en tren a cualquier lado, y si es de vía estrecha, tanto mejor!, quedamos en comprar los billetes la mañana siguiente.

Después de desayunar hemos comprado los billetes y visitado el fuerte rojo, como ya lo conozco prefiero quedarme tumbado a la sombra de un gran árbol mientras Jason lo visita. Comemos en un local de Connaught place, una gran plaza circular con multitud de tiendas y restaurantes.
Por la tarde toca preparar la mochila, algo de Internet, ducharse y cenar, antes de tomar el tren nocturno a Kalka, punto donde transbordaremos al ferrocarril de vía estrecha para Shimla.
La estación de la vieja Delhi es un tumulto de viajeros, porteadores, vendedores, policías, empleados del ferrocarril y alguna que otra rata que pelean por un pedazo de espacio propio.

El ferrocarril indio (Indian Railways IR) tiene en nómina a más de un millón y medio de empleados, la empresa con más asalariados del mundo, pero indirectamente se calcula que da trabajo a unos 18 millones de personas.

La extensa red ferroviaria es un gran medio para recorrer India, los trenes se dividen principalmente en Express y Passenger. El Express es mucho más rápido y algo más caro que el Passenger. Los especiales “super-fast” (Shatabdi Express, Rajdhani Express y Taj Express, cubren rutas entre las principales ciudades. Además están los trenes de vía estrecha o “toy trains” para destinos montañosos como Darjeeling, Ooty o Shimla.

La segunda clase sin reserva (second class unreserved) es la más económica y por ello las más incómoda y abarrotada. La segunda clase “sleeper” dispone de asientos para tres personas a cada lado y camas plegables adosadas a las paredes laterales para la noche. La primera clase es mucho más cómoda, con aire acondicionado y cristales tintados en compartimentos de tres o cuatro camas.

Viajamos en segunda “sleeper” y aunque la litera no es especialmente cómoda el cansancio hace que me duerma enseguida. De madrugada transbordamos en Kalka y tomamos el tren de vía estrecha que irá ascendiendo con esfuerzo las faldas de las montañas, las vistas son estupendas, interminables bosques cubren hasta donde alcanza la vista y pasamos por pequeños pueblos de casas tan humildes que provocan cierta desazón.

La comida está incluida en el precio del billete, un agradable empleado atiende con mimo a todos los pasajeros del vagón a su cargo. Ciertas actitudes de prepotencia hacia él por parte de algunos pasajeros indios me hacen darle una propina al terminar el viaje.

El tren es un pedazo de historia bien conservando, los detalles en madera, las tapicerías de los asientos, las trabajadas cortinas te hacen imaginar que viajas en plena época colonial. El destino, Shimla está enclavado en las montañas a los pies del Himalaya, durante la época colonial británica era un sitio de retiro para los soldados heridos y funcionarios con días de descanso, también para las familias de los británicos que durante el tórrido verano en Delhi acudían a Shimla buscando la fresca brisa de las montañas. En 1864 las autoridades del “Raj” la declararon capital de verano.

La calle principal es la llamada “the Mall”, en pararelo a esta discurre otra a un nivel inferior repleta de puestos callejeros sobre todo de comida y especias.
En la explanada central los británicos construyeron una iglesia y muy cerca se alza una estatua de Gandhi con la cordillera del Himalaya al fondo.

No me encuentro bien ya que la altura suele afectarme y estamos a casi 2500m de altitud, a esto se suman los efectos del famoso “Delhi belly” o tripa de Delhi, es decir la típica disfunción gástrica de la mayoría de los viajeros al entrar en contacto con bichitos en alimentos y líquidos a los que su estómago no está acostumbrado.
Conseguimos un buen precio en un hotel, ya que no es época alta para el turismo indio.

Al día siguiente subimos a una colina cercana que alberga un templo dedicado al dios mono, Hanuman. El camino es muy empinado por interminables escaleras, ya cerca del final una mujer vende comida para los monos, nos avisa de que haríamos bien en quitarnos las gafas ya que los monos las arrebatan en cuanto pueden.
Parece que el dueño del bar cercano consigue , por un módico precio, que los primates devuelvan su trofeo. Tienen una buena relación comercial el señor hostelero y los j..dos monos.

El templo no deja precisamente boquiabierto, pero las vistas desde este punto son fantásticas, los tupidos bosques cubren todo lo que se alcanza a ver, al fondo la cordillera de los Himalayas.
Dedicamos la tarde a callejear y hacer alguna compra, postales y unos chales de cachemira para las féminas de la familia.
No he disfrutado de la gastronomía india, ya que mi estómago sigue sin recuperarse.

La religión hindú tiene multitud de dioses, encabezados por la trinidad “Trimurti”, Brahma (dios creador), Visnú (Preservador) y Siva (Destructor).

Brahma: es el autoexistente, autocreado y supremo ser, nacido como tortuga, huevo o pez primordial, según versiones, con el tiempo su imagen se fijó como un dios de cuatro caras y cuatro brazos, en los que lleva un rosario (akshamala) y un cántaro de agua ( kamandalu) mientras pone sus otras dos manos, una hacia abajo en posición de varada, otra en la de mudra abhaya. Suele vestir un pequeño taparrabos de piel de tigre, también un cordón sacerdotal que es la marca de distinción de la casta de los bramines. Su mayor fuerza es el control del tiempo.

Visnú: Es el preservador del Cosmos, se le representa con forma humana, de color azul, sentado sobre una flor de loto y su consorte Lakshmi sobre sus rodillas. En sus cuatro brazos sostiene una flor de loto (padma) un disco para degollar demonios (sudarshana chakra), una caracola, shanka cuyo sonido festejaba la victoria sobre el enemigo en la antigua India, y una maza de oro para la lucha.

Shiva: tiene tres ojos, uno de los cuales está en medio de su frente (denotando su capacidad de ver las tres divisiones del tiempo: pasado, presente y futuro), su piel es de color azul grisáceo (cubierta de cenizas). En una de sus cuatro manos sostiene un tri-shūla o tridente. Shiva vive en lo alto del monte Kailash, en el Himalaya, junto a su mujer Parvati y sus hijos Ganesh y Kartikeya.

Krishna: es muy popular entre los hindúes, Inspira afecto ya que desde su tierna infancia no podìa resistirse a robar mantequilla. Mientras que de acuerdo con las principales tradiciones hindúes él es una de las encarnaciones principales de Vishnú, en el vaisnavismo gaudíia (o sea el ‘vishnuismo de Bengala’) se le considera la fuente de toda la realidad material, que constituiría una emanación suya, así como de las encarnaciones divinas, y por lo tanto es visto como el único y siendo la forma original de Dios.

Kali: Es la diosa de la destrucción, tiene una apariencia terrible, largos cabellos, piel oscura, alargada lengua roja, brazaletes de serpientes y luce un collar de ensangrentadas cabezas. Se la suele representar combatiendo en el campo de batalla.

Hanuman: es el dios mono, se le considera un aspecto del dios Shiva. Es el fiel compañero de Rama (uno de los diez avatares de Visnú) y una de las deidades más importantes del panteón hindú. Posee un poder y una fuerza casi ilimitada, hasta el punto de que al nacer saltó hasta el sol al confundirlo con una fruta.

Ganesh, o Ganesha el dios con cabeza de elefante, adorado por todos los hindúes, recibe apodos cariñosos como “Lambodara”, el de la gorda panza, “Edakanta”, el de un colmillo, está presente en gran parte de las casas, comercios y vehículos, es el “removedor de obstáculos”, dios de la sabiduría, los caminos y las letras. sostiene varias armas en sus cuatro brazos, y un bol de laddoo, su dulce favorito. Según la leyenda, un día la madre de Ganesh, Parvati, fue a bañarse, y le pidió a Ganesh que vigilara la puerta del aposento. En ese momento su padre Shiva volvió. Ganesh no reconoció a su padre, ni éste a su hijo, de modo que el joven dios le prohibió el paso. Hubo una reyerta y Shiva enfurecido, decapitó a Ganesha. Cuando se dio cuenta de que había matado a su hijo, y ante el llanto de la desconsolada madre, Shiva bajó a la Tierra con la promesa de darle a su hijo la cabeza del primer ser que encontrara a su paso. Resultó ser un elefante.

El día siguiente por la mañana Jason toma el bus para Manali y yo me acerco a la estación para comprar el billete con destino a Delhi, sale a las 17.30, para hacer tiempo doy una última vuelta por las calles de Shimla, me atrevo a comer algo de arroz sin especias y busco un sitio con Internet.

De nuevo en el pequeño tren camino de Delhi, mi compañero de viaje en el asiento de enfrente es un ingeniero indio de unos 60 años, estudió en Alemania durante su juventud y no para de hacerme preguntas sobre España.

- ¿A que edad se casa la gente en España?
- Ahora bastante tarde la verdad, a partir de los 25 incluso 30.
- ¿Y conviven junto a sus padres cuando se casan?
- Pues no, antes sí era muy común, mis abuelos y mis padres es lo que hicieron hasta conseguir una casa propia, ahora se procura tener ya tu hogar instalado.
- Vaya, las costumbres cambian a gran velocidad en todo el mundo…

En un momento de la conversación cometo el error de hablarle de lo mucho que India se está desarrollando en los últimos años (empleo la palabra “development”), al hombre le cambia la cara y parece que el orgullo nacionalista indio le posee, me dice muy serio que India estaba desarrollada siglos antes de que los europeos pudieran considerarse desarrollados. Intento salir del jardín, aclarando que yo me refería a las industrias y tecnología y no a la cultura o las costumbres. Algo mas relajado seguimos hablando durante todo el trayecto hasta llegar a Delhi.

Al llegar a la estación de Old Delhi el hombre se ofrece a llevarme hasta la estación de New Delhi, en la que cojo mi próximo tren, a él viene a esperarle su chófer y un rato después nos despedimos a la puerta de la estación.

Al llegar a la entrada de la estación, allí me espera el típico buen samaritano para informarme de que el despacho de billetes para extranjeros está cerrado, y él conoce, casualmente, una estupenda oficina donde me ayudarán gustosos a tramitar mis billetes. Declino su ofrecimiento con una sonrisa y espero sentado a que den las ocho de la mañana, que es cuando abren.

Cuando abren ya somos unos cuantos esperando, una chica me pregunta si soy español, me sorprendo de cómo la gente puede adivinar por el aspecto de donde eres. Se llama Ana y también es española, se dirige a Rishikesh, donde los Beatles practicaban yoga. Me cuenta que estuvo en Benarés ,o Varanasi, el lugar sagrado a orillas del río Ganges donde quienes fallecen consiguen poner fin al proceso de reencarnaciones sucesivas para alcanzar el moksha (liberación) del alma inmortal.

Le han impactado y emocionado los rituales para preparar a los difuntos antes de llevarlos a la pira funeraria, la espiritualidad que se respira y la manera de entender el paso de un estado a otro para cuerpo y alma. Me asegura que sintió una especie de vacío y gran pena al coger el tren para abandonar el lugar. Yo le confieso que no es un sitio al que desee ir en absoluto.

Pasamos un buen rato hablando, ella toma el tren a las 15:00 y yo el mío para Agra a las 11.30, voy con ella a la policía turística para poner una denuncia. La pobre sí cayó en la trampa de la estación, tras conseguir llevarla a una agencia de viajes, con el mencionado engaño de que la taquilla para extranjeros estaba cerrada, estuvieron con ella más de una hora aparentando mirar en el ordenador los billetes de tren disponibles para Agra.

Lamentablemente todos estaban ocupados, en todos los horarios y clases!, finalmente y casi como un favor a la pobre turista desamparada, la propusieron el viaje a Agra con chofer, que también haría de guía una vez allí para el Taj Mahal, y vuelta en tren, en primera clase, todo por 9000 rupias, más de 170 eruros, una auténtica barbaridad. Para colmo, el tren de vuelta no era de primera clase y tuvo que viajar sentada en el suelo.
Nos acercamos a los policías para el turista, que visten vistosos chalecos reflectantes y manejan coches mejores que los policías “normales”. Uno de ellos, muy amable, nos ofrece una especie de churros con mucho azucar que estaba comiendo en ese momento.
Tras contarles el caso, uno de los policías se dirige con Ana a buscar la agencia e intentar que le devuelvan el dinero, al menos la parte que le han robado descaradamente. La deseo mucha suerte y me despido de ella.



AGRA, TAJ MAHAL - JAIPUR

AGRA, TAJ MAHAL - JAIPUR


Localización: India India Fecha creación: 05/06/2010 12:12 Puntos: 5 (3 Votos)
El viaje a Agra es muy cómodo, solo somos dos pasajeros, en un compartimiento para cuatro. Mi compañero de viaje no parece dispuesto a dar mucha conversación, se descalza y luce un montón de mugre acumulada en sus pies, sin embargo lleva reloj y grueso anillo que parecen de oro. Cuando le sirven la comida que ha pedido, no deja de eructar. Definitivamente no me cae bien el jambo.

Al llegar a Agra me dirijo a uno de los mejores hoteles que he encontrado recomendados entre mi guía y la que me dejó Ana para echarle un vistazo. Mi idea es madrugar bastante y poder ver el Taj Mahal al despuntar el día, cuando según he leído la luz del primer sol arranca los colores más bellos al mármol del monumento.

El hotel está bastante bien, 1050 rupias, habitación muy amplia, un buen cuarto de baño y una gran televisión, doy una vuelta y después de cenar temprano cerca del hotel me dispongo a dormir.

Dormir?... Menudo fiestón tenían en el barrio esa noche, la música india suena a todo volumen justo al lado del hotel, las horas pasan y no hay quien pegue ojo, bajo a recepción para pedir un cambio de habitación, quizás a la zona opuesta del hotel donde no se escuche tanto, me dicen que no es posible ya que todo está ocupado y me aseguran que la música parará a las 12… a eso de las 5 termina la fiesta. Duermo hasta las 11 y me resigno a ver el Taj Mahal junto a la horda de turistas bajo un inclemente sol en vertical.
En la puerta del hotel tomo un rickshaw, a la entrada del Taj Mahal realizan un concienzudo registro de las bolsas y mochilas, no se puede meter comida ni bebida.

Tras pasar un par de amplios arcos abiertos en los altos muros que rodean el monumento, aparece ante tus ojos una de las maravillas del mundo, y entiendes porqué tiene ese reconocimiento. El tamaño apabulla, la perfección y equilibrio de sus formas asombra, y según te vas acercando no dejas de concentrarte en retener esa imagen para que no desaparezca de tu cabeza mientras vivas. Es más grande de lo que habías imaginado, más blanco y más hermoso de lo que las fotos o los documentales han podido transmitirte a lo largo de los años. Es, en resumen, una obra que te reconcilia con la especie humana, si somos capaces de hacer algo así, es que tenemos algo bueno en el interior.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Tras comer algo me dirijo a la estación de tren para comprar el billete a Jaipur. El conductor de rickshaw me advierte de que es mucho mejor ir en bus, Vaya, pienso, ya está el amigo intentando colármela de algún modo.
Al llegar a la estación el taquillero me repite que no es buena idea viajar a Jaipur en tren y me recomienda el autobús. Me rindo a la evidencia y les hago caso. Voy a la estación de autobuses, da algo de miedo ver el estado en el que están, son viejos y sucios, y no parece que puedan aguantar más de 5 kilómetros sin desintegrarse. Parece que hay una compañía que hace el viaje a Jaipur en lo que anuncian son autobuses “deluxe”, algo más abajo en la misma calle. Me dirijo allí preguntando cada poco, al fin llego, el vehículo tiene la misma cantidad de mierda por fuera y por dentro que los otros, aunque parece algo más nuevo y los asientos algo más cómodos.

Hay una pareja de occidentales con los que entablo conversación, también se dirigen a Jaipur, él es canadiense y trabaja en una empresa que se dedica a exportar piedra y mármol para la construcción, su novia ha venido a visitarle y tras pasar el día viendo el Taj Mahal vuelven a casa.

El viaje son cinco horas interminables en las que el autobús parece avanzar por la superficie lunar en vez de por una carretera, los volantazos constantes para intentar esquivar los cráteres más grandes sólo conducen a topar con otros cráteres. Viajo en la parte de atrás del autobús y los pasajeros son un grupo de cabezas que se mueven a un lado y a otro con serio riesgo de fractura cervical. Veo los focos de los vehículos que avanzan hacia nosotros en sentido contrario, cada vez que nos cruzamos con uno, parece seguro que no lograrán esquivarse, creo que pasan a pocos centímetros uno del otro.

Por fin llegamos a Jaipur, son las 11 de la noche, Michel, que así se llama el canadiense, me pregunta si tengo hotel en el que alojarme. Le respondo que todavía no, que buscaré alguno. Me ofrece acompañarles a su casa, ya que tienen sitio de sobra. Acepto.
Llegamos a un edificio de tres plantas, lo tienen alquilado entre cinco occidentales, además del canadiense hay alemanes y franceses, trabajan en empresas indias durante unos meses o años, algunos como intercambio de estudiantes, pagan muy poco al mes, unos 36 euros. Son apartamentos muy amplios, con un salón enorme, dos habitaciones, cocina y baño. En la planta baja vive una pareja de jóvenes indios, se encargan de limpiar los apartamentos, la ropa, hacen la compra y la comida, solo a cambio de la vivienda y la comida.
Se lo han montado como auténticos maharajás. Se mueven en moto, algunas de ellas de la mítica marca británica Enfield, legado del período colonial que sigue fabricándose en India.

A la mañana siguiente vemos las noticias en la tele mientras la pareja india nos trae el desayuno a la mesa de la sala, fruta, Lassi (bebida refrescante a base de yogurt), dulces y bollos. No me siento muy cómodo, es como vivir en el período colonial, con los sirvientes atendiendo a los amos.
Tras el desayuno, me despido agradecido y uno de los alemanes, Tom, me acerca a la zona donde quiero buscar un hotel. Me han animado a que me quede el tiempo que quiera, pero no quiero abusar de su hospitalidad.
Tom conduce una vieja moto tipo vespa, parece que ha interiorizado la forma de conducir en India y se lanza a toda velocidad driblando vehículos y pitando sin cesar.

!trata de arrancarlo!...detras la mítica Enfield

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Llego al hotel que buscaba, el MeghNiwas, un remanso de paz en el caos de Jaipur, es pequeño y el edificio rodea una piscina, sobre el césped bien cuidado se mecen las hamacas, la plantilla es muy atenta y el establecimiento resulta muy acogedor.

Me dirijo a la estación de tren para comprar un billete con destino Udaipur. Imposible, todos los trenes están repletos, hay festival en Udaipur. Desisto de la idea y decido ir directamente a Bombay, 24 horas de tren!.

Para el día siguiente reservo una visita guiada a Jaipur en la oficina de turismo de Rajastán, luego voy al bazar de la calle Johari para intentar comprar una pieza de oro en alguna de sus muchas joyerías. Las joyas están labradas con detalle y elegancia asombrosos. La pieza que me gusta marca 2170 Rs, pregunto por una posible oferta y el vendedor, tras concienzudas operaciones calculadora en mano me muestra el nuevo precio; 1469 Rs, bueno para un primer regateo no está mal, sigo regateando durante un rato y consigo que baje a 1200 Rs.

Paseo por “la ciudad rosada”, como se conoce a Jaipur, ya que en 1856 todos los edificios se pintaron de rosa para recibir la visita del príncipe Alberto.

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Tras una noche reconfortante, un sabroso desayuno y un bañito en la piscina del hotel, comienzo la visita guiada. En un pequeño minibús viajamos una docena de turistas, todos indios salvo una chica japonesa que pasa 12 días visitando el triángulo de oro Delhi-Agra-Jaipur, y yo.

Visitamos el palacio del maharajá de Jaipur, hoy en día reconvertido en hombre de negocios, dedicado al sector hotelero. Un equipo de rodaje chino rueda un anuncio con todos los tópicos de India; lanceros en camello, engalanados elefantes que transportan al barbudo maharajá y la bella y grácil maharaní, todo colorido y exotismo.

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La siguiente parada es un templo de reciente construcción, realizado en impoluto mármol blanco por un afortunado, y agradecido a los dioses, hombre de negocios.

Después llegamos al fuerte Amber, cuya situación en las montañas le hace imponente ,las murallas serpentean entre los abruptos desniveles que lo rodean. El interior sin embargo no es muy impresionante.

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Vuelta al hotel para escribir unas postales que he comprado en el camino, una ducha y cena en el variado buffet libre.

El día siguiente he quedado pronto con el conductor de rickshaw con el que he hecho todos los desplazamientos desde que llegué a Jaipur, tengo pensado darle una buena propina por sus servicios, pero no se presenta. Mientras paro otro rickshaw para que me lleve a la estación pienso en el pobre tipo, turbante y larga barba gris, los dientes destrozados pero una imborrable sonrisa todo el tiempo. ¿A qué hora deberá levantarse cada día para llegar a la gran ciudad, desde un suburbio o un remoto pueblo alejado de sus clientes? Quizás estaba a punto de llegar, retrasado por el tráfico, o ha sufrido algún percance en la jungla del asfalto indio…



BOMBAY - GOA

BOMBAY - GOA


Localización: India India Fecha creación: 14/06/2010 18:54 Puntos: 4.5 (4 Votos)
El tren parte para Bombay a las 8:40, queda por delante un día de viaje. Viajo en clase 2A, los asientos se convierten por la noche en cuatro camas, voy solo durante casi todo el día.

El tren para en monte Abu, un destino turístico con varios templos de interés. Sube una pareja india que aparenta ser de clase media-alta. Hablamos durante largo rato sobre España, conocen el museo Guggenheim de Bilbao, les gusta el arte. Les pregunto cosas sobre India; costumbres, lugares, religión…

Es curioso que incluso en los billetes de tren, después del precio ponen "solo"

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Tras largas horas en las que se alternan conversaciones, ratos dormitando, degustación de viandas varias y disfrute del lento discurrir del paisaje, llegamos a la estación de Bandra, en el norte de Bombay. Tengo que tomar un taxi hacia el centro, tardo más de media hora en recorrer el trayecto, Bombay o Mumbai, es enorme, unos 20 millones de personas si contamos toda su área metropolitana, un imán para decenas de miles de personas que cada año aspiran a mejorar sus vidas en la capital económica de India. Esto da lugar a los tristemente famosos “slums” , suburbios de hojalata y madera donde se hacinan millones de seres humanos.

Llegamos a la estación Victoria Terminus, hoy conocida como Chatrapati Shivaji Terminus (CST), mi intención es reservar el billete de tren hacia Goa. El taxista pretende clavarme 700 rupias, le digo que eso es demasiado y que debe rebajar ese precio, baja a 600, tras un rato de discusión termino pagando 500, lo que sigue siendo un robo, según me enteraré más tarde.

No quedan billetes para el tren nocturno del día siguiente así que tendré que viajar durante el día.

Bombay es un inmenso caos de tráfico y gente, todo bulle de actividad. En cualquier calle hay un mercado con cientos de puestos en los que los comerciantes anuncian su mercancía a voz en grito. Los autobuses de dos pisos dan el toque colonial a su paso y la ciudad se mueve como un animal gigantesco que no descansa.

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Me alojo en el hotel Bentley´s, en el barrio “mochilero” de Colaba, un cómodo hotel de grandes habitaciones en un tranquilo caserón rodeado de vegetación. Ceno algo en el café Leopold, centro de reunión de mochileros, que luego sería tristemente famoso por ser uno de los objetivos de los atentados integristas en 2008.

El día siguiente paseo junto a la puerta de la India, un arco de triunfo construido junto al mar en 1924 para recibir la visita de Jorge V, irónicamente también sirvió para que el 28 de febrero de 1948, las últimas tropas británicas aún en suelo indio embarcaran en el navío Empress of Australia y abandonaran definitivamente el país.

Entro en el hall del impresionante hotel Taj Mahal, construído en 1899 por el magnate indio Jamshedji Tata, uno de los primeros industriales indios y cuyos descendientes hoy controlan gran parte de la economía india, no solo construyen coches (dueños ahora de Land Rover y Jaguar) sino que abarcan casi cualquier sector imaginable; siderurgia, finanzas, compañías eléctricas, fertilizantes, químicas, editoriales, software…El señor Tata, harto de las restricciones a los indios para entrar en los grandes hoteles, solo para británicos, decidió construir el que sería sin duda el mejor hotel de la ciudad.

El hotel sería en 2008 el objetivo principal de los salvajes atentados integristas.

Entro en un local con internet, poco después entra un grupo de hipijas, llevan el kit completo de todo viajero realmente integrado en la cultura india; faldas y blusas de vistosos estampados, chalecos y pañuelos de vivos colores, collares, pulseras, henna en las manos, incluso alguna el punto rojo en la frente, bindu o tilak. No paran de comentar lo “cool” que es todo, los paisajes, monumentos, las costumbres, la gente, debe ser muy “cool” decir todo el rato “cool”. Se lo están pasando en grande, aunque no termino de entender la actitud de quien parece estar en un parque temático.

El paisaje durante el viaje a Goa es espectacular, por la ventanilla del tren se suceden los campos de arroz, palmeras, colinas de verdes intensos, el sol anaranjado va descendiendo hacia las montañas que se ven al fondo. Me siento junto a las puertas abiertas de la plataforma central del vagón y disfruto mientras el aire que entra alivia el calor.

Mi compañero en el compartimiento es Akash, creo que se escribe así, un marino de la armada india, me cuenta que tiene ganas de licenciarse, dentro de dos años y después de 14 de servicio. Solo puede estar con su familia durante 46 días al año, y tiene mujer y un bebé. Su idea es conseguir trabajo en uno de los barcos turísticos que recorren el río Mandovi.

Mi parada es en la estación de Karmali, la más cercana a la capital de Goa, Panjim. Akash me dice que negociará por mí el precio del taxi para llegar a la ciudad.

Una vez en la ciudad y pagado el precio acordado por mi amigo el marinero, me dedico a buscar alojamiento.

La mayoría de los viajeros sólo para en Panjim el tiempo justo para coger un autobús hacia cualquiera de las playas en la costa de Goa. Pero a mí me gusta Panjim, es una pequeña ciudad muy tranquila, con aire de vieja colonia detenida en el tiempo. Goa fue colonia portuguesa desde 1510 hasta nada menos que 1961, cuando tropas indias entraron en el estado para anexionarlo. No hubo enfrentamiento, pero Portugal no reconoció esta anexión hasta 1974.

La arquitectura tiene un aire europeo, muchos rótulos en los comercios están en portugués y algunos vehículos lucen en su parte trasera la enseña portuguesa. No parece haber rencor hacia la antigua metrópoli, más bien lo contrario. Una agradable plaza es el centro de la vida en Panjim y unas enormes escaleras conducen a la iglesia de la Inmaculada Concepción.
Es un buen lugar para probar la rica repostería local mientras disfrutas viendo la vida pasar.

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El día siguiente tomo un autobús a la cercana Old Goa, la antigua capital, rio arriba, lo fue hasta que la malaria hizo a los portugueses cambiar la ubicación a Panjim, un sitio más cerca del mar y relativamente más saludable.

Old Goa es un sitio enigmático y excitante, una ciudad de catedrales, basílicas y conventos medio comidos por la selva circundante, algunos de ellos son solo ruinas, en otros quedan reducidas comunidades religiosas.

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En la basílica del Buen Jesús se hallan los restos de San Francisco Javier, discípulo de San Ignacio de Loyola, evangelizó Goa, además de Japón y otras partes de Asia. Su cuerpo, supuestamente incorrupto, se puede contemplar cada 10 años (la próxima vez en 2014) en una multitudinaria peregrinación.

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Paseo por el silencio de los enormes edificios acosados por la vegetación e intento imaginar como era la vida aquí, cuando en la ciudad de Old Goa se unían Europa e India, construida desde la nada y mezcla de dos mundos tan diferentes. Cómo vivían y qué sentían los funcionarios, soldados, religiosos y comerciantes venidos a esta parte del mundo desde tierras tan lejanas.

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La tarde la dedico a un crucero por el río Mandovi. El barco se va llenando de turistas indios, soy el único occidental. En mitad de la cubierta principal comienza un espectáculo de karaoke amenizado por los animadores del crucero, van reclamando la colaboración en la fiesta, primero de los niños, luego las mujeres, los hombres. Se van alternando para cantar en el escenario alegres viajeros que pierden el pudor conforme pasa el tiempo. Me encojo en mi asiento rezando para que no decidan echarse unas risas a cuenta del guiri, y parece que consigo pasar desapercibido.

El sol va descendiendo como un enorme disco y llena el río de reflejos anaranjados, en las orillas se mecen las palmeras que sobresalen sobre el resto de la vegetación.

El plan para el día siguiente es unirme a un tour organizado por el departamento de turismo de Goa para recorrer el norte del estado. El autobús recorre lugares como Arambol, Vagator, Anjuna, Calangute… se detiene en cada sitio, para poder disfrutar de las playas y visitar las ruinas de algún que otro fuerte portugués.

Goa todavía atrae a miles de fiesteros que buscan reunirse en las playas y disfrutar de las raves de música tecno, el “goa trance” como estilo propio del lugar. Sobre todo cuando se acerca la navidad y año nuevo, acuden a Goa por oleadas, principalmente desde Europa e Israel.
Esta peregrinación se remonta a los 60, cuando los hippies terminaron recalando en esta parte de India, por su clima, paisajes y quizás una tolerancia hacia las drogas que no había en otros sitios. No en vano a finales de los 60 el “Magic Bus” salía de Amsterdam, a veces a diario, con destino Goa, vía Kabul (sí que han cambiado las cosas….).

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El tour termina por hacerse algo pesado, ya que recorremos muchos sitios en poco tiempo, pero me sirve para reservar alojamiento para el día siguiente en uno de los sitios que más me han gustado, Vagator.

Caminando el día siguiente hacia la estación de autobuses se planta ante mí un hombre vestido con traje, algo desaliñado, luce bigote y lleva en la mano un pañuelo con el que se seca el sudor de la frente, con voz algo temblorosa me dice “do..you..speak..english….sir”, le contesto que si y me cuenta como le han robado la cartera y ahora no tiene posibilidad de viajar de vuelta a su casa, donde le espera su familia. Me pregunta si puedo dejarle algo de dinero, por supuesto con la firme promesa de enviármelo de vuelta a la dirección del hotel donde le diga que voy a alojarme.

Algo no me cuadra,¿ por qué este tipo me pide ayuda a mí, un guiri, cuando está en su país rodeado de sus paisanos y con la familia a una llamada de teléfono?
Me disculpo y le digo que no tengo dinero para prestarle, no sin un ligero cargo de conciencia, por si la historia es real.

Vagator son dos playas separadas por un promontorio rocoso, al sur la más tranquila, una cala rodeada de palmeras en la que dejar pasar las horas olvidando cualquier preocupación. Al norte del saliente rocoso está “Big Vagator”, una extensión de fina arena blanca ideal para pasear. Al final de la playa, una corta ascensión a la colina cercana permite subir a un fuerte portugués del siglo XVII, desde el que se contemplan las interminables playas hacia el sur y el territorio casi virgen al norte, más allá del río Chapora, cuya entrada desde el mar controlaba el fuerte.

En la parte más al sur de la cala pequeña veo todos los días un grupo de occidentales, todos jóvenes, algunas parejas con niños pequeños. Tienen montado una especie de campamento improvisado entre las palmeras. Unos toldos para resguardarse del sol y los aguaceros, hamacas que cuelgan y algunas alfombras en el suelo. Parecen pasar los días en ese lugar. Da la impresión de que viven cerca, si no de forma permanente, si por una larga temporada. Supongo que son algo así como nuevos hippies y se les ve muy felices.

Los restaurantes y pequeños hoteles se sitúan a ambos lados de la carretera principal que recorre de este a oeste el lugar.

Tras unos días decido cambiar de aires y me dirijo a Palolem, en el sur. En la guía se la define como la playa perfecta, un amplio semicírculo de blanca arena rodeado por un frondoso palmeral y todos los servicios necesarios para todos los bolsillos. Me encuentro con un lugar masificado, con cientos de construcciones más o menos estables cubiertas por plástico azul, tiendas, bares y cabañas elevadas sobre bambú para alquiler, que pueden resultar atractivas de forma aislada, pero en una cantidad tan grande le dan a aquello un aspecto grotesco.

Salgo de allí tan rápido como me lo permiten las piernas. Camino del autobús me cruzo con un sadu, un asceta que renuncia a todo lo material para buscar la unión con lo divino mediante la meditación, viven de las limosnas. Tiene el pelo y la barba muy largos, viste un simple taparrabos y lleva el cuerpo cubierto de cenizas, lo que le da la apariencia de una estatua viviente. Al acercarse a mi repite “holy man”, “holy man”, para que me quede bien claro quien es. Le doy unas monedas y me saluda juntando sus manos.

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En los parabrisas de los autobuses, grandes estampas de la Virgen de Vailankani sustituyen lo que en otras partes de India serían imágenes de Ghanesa o Krishna. Durante el trayecto hay un continuo subir y bajar de lugareños, con los enseres más variados a cuestas, gente que va o viene a los mercados de los diferentes pueblos, colegiales uniformados de enormes ojos oscuros y eterna sonrisa en sus rostros que te miran divertidos.

Finalmente termino recalando en Colva, un lugar a primera vista no muy apetecible. La carretera que llega a Colva termina en un gran parking junto a la playa, alrededor hay numerosas tiendas de souvenirs y variada oferta de hoteles, algunos bastante agradables con precios más que asequibles.
Hasta el gran parking llegan cada día autobuses llenos de turistas indios, y los fines de semana coches con familias procedentes de Bombay. Sin embargo todos ellos permanecen en una franja de playa que no va más allá de los 300 metros a un lado y otro del parking.

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Caminando diez minutos hacia el norte o el sur, dispones de los 26 kilómetros de playa prácticamente en exclusiva, de vez en cuando un bar-restaurante ofrece sus hamacas y sombrillas a quien se tome una económica bebida y también pescados a la plancha o en salsa recién sacados del Océano Indico.
Una buena opción es alquilar una bici, pedaleando por la interminable playa apenas te cruzas con nadie durante horas. Algún aislado resort exclusivo tiene alineadas sus hamacas y los clientes son atendidos por uniformados empleados.

*** Imagen borrada de Tinypic ***

Me alojo en el Amigo Plaza, un hotelito de reciente construcción en el que consigo un buen precio, ya que no es temporada alta.

*** Imagen borrada de Tinypic ***


Es un buen lugar en el que dejar pasar los días… y es exactamente lo que hago.


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Llega el día de vuelta a Bombay, me despido agradecido de Goa. Viajo en autobús a Panjim y cuando me dirijo, bajo el sol inclemente, desde la estación de autobuses a buscar un transporte que me lleve a la de tren, aparece el jambo de la otra vez!, con su traje usado, el pañuelito blanco en la mano temblorosa, los ojillos tristes y su conocido “do..you…speak…english ….sir”. Estoy a punto de preguntarle por qué no está en Bollywood ganando una pasta con su dotes de interpretación, pero me limito a sonreírle y negar con la cabeza. Me cae bien el tipo.

Tomo un autobús en Panjin que el conductor me asegura para en la estación de tren. Tras unas cuantas paradas me indica amable que he llegado a mi destino, yo por las ventanillas solo veo que estamos en lo alto de un puente que salva la vía del ferrocarril, alrededor solo se ven campos. Le pregunto si está seguro y el hombre afirma señalando hacia la derecha sin dejar de sonreír. Cojo la mochila y bajo, sin tenerlas todas conmigo, cuando el autobús arranca y se aleja, puedo ver la estación. Bueno, si, está en esa dirección, unos dos kilómetros en esa dirección. Parado en lo alto del puente la veo a lo lejos.

Voy caminando por las vías, acordándome, desde el cariño, de toda la familia del autobusero. Afortunadamente iba con tiempo de sobra y puedo disfrutar aún de un atardecer en medio de los campos de arroz que rodean la estación, solo se oyen los grillos y el aleteo del vuelo de algún ave. Todo son enormes alfombras verdes que van cambiando sus tonos conforme el sol desciende.

Tras un cómodo viaje en el “Mandavi Express” llego a Bombay. Es el comienzo de la fiesta de el “Diwali” o festival de las luces, la entrada del nuevo año hindú, tiene lugar en el decimoquinto día de la quincena oscura del mes de kārttika (21 de octubre al 18 de noviembre), y puede durar cuatro o cinco días.

Buscar alojamiento ahora es como hacerlo en Pamplona el 6 de Julio. Tras recorrer varios hoteles en la zona de Colaba, todos están llenos o las tarifas son exageradamente elevadas. El recepcionista de un hotel conoce una opción económica que me puede servir. Llama a un amigo y este me acompaña hasta un antro de mala muerte con una estancia que hace de recepción-sala de televisión-dormitorio del encargado. Un israelí con cara de pánico me dice que ha visto una rata corretear bajo el sofá. El somnoliento recepcionista lo mira socarrón, me mira a mí y le pido ver la habitación. Lo previsible, un camastro en una habitación con manchas de goteras en el techo.
Bueno, una noche se pasa en la cárcel, pienso.

Charlo un rato con el israelí y me voy a dormir cuando el sueño me vence.

El día siguiente lo dedico a pasear por Bombay y hacer las compras de última hora. Me dirijo al “Cottage Industries Emporium”, en la calle Shivaji Marg cerca de la puerta de India, tienen variada oferta de artesanía con precios fijados por el gobierno. Una especie de tienda estatal, con dependientes apáticos que se nota que no van a comisión, pero donde encontrar variedad y calidad a precios razonables. También paso por “Bombay Store” en P Mehta Road, una gran tienda también con mucha variedad de artículos para recuerdo o regalo.
Recorro los puestos de la calle principal de Colaba, “Colaba Causeway”, donde se pueden encontrar algunos productos iguales a los que tienen en las tiendas anteriores, con la ventaja de poder regatear por ellos.

Las calles de Bombay están llenas de mendigos, muchos de ellos niños, algunos afectados por la poliomielitis, una enfermedad viral que afecta sobre todo en la infancia, el virus infecta y destruye las células motoras, causando parálisis y atrofia muscular. Pese a las campañas de vacunación del gobierno, sigue haciendo estragos, sobre todo entre la población rural.

La pobreza más absoluta se extiende entre millones de personas. Viendo sus condiciones de vida, su mirada y su sonrisa permanente pierdes el derecho a quejarte y enfadarte por chorradas el resto de tus días.

Al atardecer tomo un taxi para ir al aeropuerto, curiosamente en el trayecto de ese viaje en taxi tendré la peor y la mejor experiencia de todo mi recorrido por India.
El taxi para en un semáforo, lo cual aprovecha un crío para acercarse a pedir limosna a través de la ventanilla bajada, intento no hacerle caso, pero me agarra de la manga para hacerse notar mientras suplica unas rupias. En ese momento le grito, algo así como vete de aquí o déjame en paz. Se dirige al siguiente coche para pedir. Inmediatamente me arrepiento, y busco mil excusas, la primera es que favorecer la mendicidad infantil solo sirve para que sus familiares exploten a los críos indefinidamente, también pienso que a veces llega a ser agobiante la cantidad de personas que piden, el calor sofocante es también una buena excusa, no he debido hacerlo pero el calor te llega a sacar de quicio…. no sirve de nada, me siento un auténtico miserable.

Es curioso que la memoria selectiva siempre nos ofrece los mejores recuerdos, soslayando los peores de cualquier experiencia. De un viaje se recuerdan los grandes momentos, vivencias que enriquecen, majestuosos paisajes, el sabor de una comida suculenta. Sin embargo al recordar mi viaje a India lo primero que “veo” es el interior oscuro de aquel taxi, las pequeñas manos y el moreno flequillo intentando encaramarse sobre la ventanilla. No esta mal que sea así, merecido lo tengo.

Más tarde, en el avión de vuelta a España pienso que quizás India te enseña algo más importante que sus monumentos y paisajes, te permite asomarte a tu interior. Todo es extremo en India, la condición más humillante y devastadora da como resultado la más bella sonrisa, lecciones vertiginosas que no te da tiempo a procesar en su momento. Tu reacción frente a experiencias y sensaciones tan intensas que te abren por dentro, te permite conocerte mejor a ti mismo y conocer mejor el mundo.

El taxi sigue su camino, Diwali está en pleno apogeo. Circulamos por una autovía elevada sobre la ciudad, lo cual permite disfrutar de una estupenda vista de las calles y avenidas de Bombay a derecha e izquierda. Toda la ciudad está en la calle, literalmente millones de personas lo llenan todo. Enormes mercados con miles de puestos se suceden en cada cruce. Las ventanas de todos los edificios de la ciudad están iluminadas por luces de colores, ya sea en barrios humildes o pudientes, infinitos puntos rojos, azules, amarillos, verdes intensos dan la apariencia de un gigantesco árbol de navidad.

Los fuegos artificiales estallan donde quiera que mires. La gente baila y canta, ríe, come, bebe (alcohol si su religión lo permite). El taxista me explica que todos disfrutan de este festival, sea cual sea su fe, hindúes, musulmanes, budistas, sijs, jainistas, cristianos.

Yo sigo pensando en el crío…

Bombay impresiona a esa hora, la vida con mayúsculas y en toda su intensidad.



Ahora me gusta escuchar música chill out con bases indias y algunas veces echo curry en las comidas.


Escribí este diario durante un viaje a India hace unos años, no he detallado datos prácticos como precios, horarios, hoteles o restaurantes ya que han podido variar mucho. Creo que casi tengo que disculparme por la calidad de las fotos, solo llevé dos cámaras de usar y tirar, y todavía me estoy arrepintiendo. Por último dar las gracias a quienes lean este diario y a quienes lo hacen posible a través de esta página. Ánimo a quienes se planteen viajar allí, no conozco a nadie que se haya arrepentido.



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Total comentarios: 12  Visualizar todos los comentarios
Reich1979  Reich1979  03/08/2010 12:19
Una narrativa impresionante. Gracias por compartir tu experiencia
Default https Avatar  sorolla  03/08/2010 17:35   📚 Diarios de sorolla
Gracias por tu comentario Reich1979, me alegra que te haya gustado. Creo que compartiendo los viajes los vivimos dos veces. Un saludo
Universo18  universo18  10/08/2010 02:36   📚 Diarios de universo18
sorolla gracias por compartir tu experiencia, lo de las fotos es lo de menos, al menos a mi me has trasmitido mas con tus palabras y he conocido un poco mas de ese pais aun para mi desconocido. Gracias y van todas mis estrellas.
Isbiliaelena  isbiliaelena  16/08/2010 17:55
Interesante relato, gracias por compartirlo. Las fotográfias son muy buenas. Me ha gustado mucho, que sigas disfrutando de nuevos viajes. Saludos
Default https Avatar  sorolla  20/08/2010 19:12   📚 Diarios de sorolla
Gracias isbiliaelena y universo18, la verdad es que es un placer compartir las experiencias de un viaje, me alegra mucho que os haya gustado. Saludos y largos viajes!
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Abdelkrim
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Fecha: Sab Abr 06, 2024 08:15 am    Título: Re: Viajar a India: Dudas, Consultas generales

Es una buena pregunta. Yo siempre viajé sin nada reservado pero con tiempo de sobra, para estar seguro de poder alcanzar determinados objetivos aún en el caso de que las circunstancias me retrasaran. Lo que pasa es que de eso ya hace demasiado tiempo, y las condiciones han cambiado. Supongo que ahora es bastante conveniente reservar con antelación los billetes de tren, o los vuelos internos si preferimos volar. Pero el tema de los alojamientos es diferente, yo creo que lo ideal es verlos personalmente antes de cogerlos, porque los indios pueden llegar a ser muy marrulleros a la hora de no...  Leer más ...
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Fecha: Dom Abr 07, 2024 08:29 am    Título: Re: Viajar a India: Dudas, Consultas generales

Muchas gracias. Me alegra que las temperaturas bajen por la noche, he viajado por varios países asiáticos pero siempre en verano. Es la primera vez que me decido hacer el viaje en invierno y si hace frío mucho mejor que el calorazo que he pasado muchos veranos...Lo de ver los alojamientos antes también es buena idea. En cuanto a reservar o no me preocupa que me quede lejos de las zonas de interés, de modo que espero opiniones sobre reservar o no sobre la marcha. Gracias.
Abdelkrim
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Fecha: Dom Abr 07, 2024 08:40 am    Título: Re: Viajar a India: Dudas, Consultas generales

Si no son muchas las ciudades que vas a visitar, quizá aquí en el foro encuentres para cada una referencias de alojamientos fiables y céntricos. En mis tiempos, ir sin referencias a los sitios era arriesgado; muchas veces tuve que peregrinar por varios alojamientos hasta encontrar uno en el que me quisiera quedar ya que encontrarlos sucios y descuidados era casi la norma, incluso muchos que no eran exactamente baratos en las ciudades más grandes. Las excepciones también existían, hoteles familiares escrupulosamente limpios y bien atendidos, pero eso era siempre en ciudades pequeñas. Y...  Leer más ...
DelfínAguilas
DelfínAguilas
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16-03-2023
Mensajes: 70

Fecha: Lun Abr 08, 2024 09:52 am    Título: Re: Viajar a India: Dudas, Consultas generales

Sí, quiero mirar alojamientos por aquí también, pero la pregunta es si es posible encontrar buenos alojamientos en febrero buscándolos sobre la marcha o por el contrario merece la pena reservar con antelación...
spainsun
Spainsun
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29-09-2002
Mensajes: 92248

Fecha: Sab Abr 20, 2024 11:48 am    Título: Re: Viajar a India: Dudas, Consultas generales

Estos días estamos viendo los videos de las elecciones que acaban de iniciarse en India y una de las cosas que me ha llamado la atención es que sacan mucho un video de unos funcionarios transportado las urnas y cruzando un río descalzos. Si bien esa imagen es cierta, es un hecho anecdótico y tergiversa la imagen que podemos sacar sobre la realidad del país. India está conectado por ferrocarriles y carreteras. La autopista que une Delhi y Agra tiene 240km con tres carriles en ambos sentidos. Pero eso no vende como noticia. Si quereis podeis echa una ojeada a este video con bastantes...  Leer más ...
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