La fiesta se desarrolla parte en tierra y parte en el mar y se suele iniciar con una procesión con salida en una ermita o iglesia, donde suele residir la imagen casi todo el año, y tras un paseo por los barrios pescadores se dirige a los muelles. El trono con la imagen de la Virgen del Carmen, se embarca en un barco engalanado para la ocasión, descansando en su cubierta. Se inicia en ese momento la procesión marítima, que es acompañada en todo momento por las bocinas de los barcos y fuegos artificiales.

Una comitiva de barcos, pequeños y grandes seguirá a la embarcación, por un periplo con salida y llegada al puerto, suele prolongarse toda la tarde o incluso la noche, visitando poblaciones y playas cercanas.

El recibimiento en estos lugares suele ser similar, gritos de “¡Viva la Virgen del Carmen!” y cohetes. Es especialmente vistosa si se celebra de noche, tanto por la iluminación de los barcos y su reflejo en el agua, como por los fuegos artificiales que se suelen montar en la orilla de la playa o incluso en el propio agua.


La fiesta suele tener garantizado el buen tiempo, por el mes en el que se celebra, pero en algunas ocasiones, cuando el temporal lo impide, la comitiva se debe limitar al paseo por el puerto, para tristeza de los asistentes.

Actualmente la fiesta se suele acompañar con atracciones de feria y se extiende durante varios días. Debido a su interés turístico se suele acompañar con conciertos, eventos deportivos, concursos y otras actividades de ocio.


Para un niño, que nació hace muchos años junto al mar Mediterráneo y observa la celebración con ojos ateos, aun se le encoje el corazón cuando los barcos marineros pasean a su virgen, cerca de la orilla. Quizás sea porque le sumergen en los recuerdos de su niñez, siempre con ese mar al fondo.