La localidad de Tomar fue reconquistada a los musulmanes por los templarios quienes comenzaron la edificación de su castillo en 1160, con la idea de proteger sus fronteras. Dentro de sus muros irregulares (gran parte de ellos hoy en ruinas) comenzaron también en el siglo XII la construcción de su iglesia, un templo circular a imitación de la Rotonda del Santo Sepulcro, por orden del Gran Maestre dom Gualdim Pais.


Hoy, esta iglesia conocida como la charola, que sería común en las iglesias templarias, es el elemento más singular del convento. Del siglo XII en adelante comenzaron las ampliaciones del convento, sobre todo a partir de la disolución de los templarios y la instauración de la Orden de Cristo, sus herederos, en 1319, dando lugar al enorme complejo que hoy vemos y que funde elementos románicos, góticos, manuelinos, renacentistas y barrocos, que se entremezclan en la iglesia, las dependencias monacales y sus ocho claustros. Precisamente la iglesia, anexa a la charola y obra de Juan de Castillo es una de las principales obras del arte manuelino, lo que se ve en su excelsa portada, y sobretodo en la famosa ventana del Capítulo, considerada el ejemplo perfecto de la decoración y ornamentación típicas manuelinas.


La visita al convento comienza en la sacristía y en el gótico Claustro do Cemitério, construido en tiempos de Enrique el Navegante y que servía de cementerio para los caballeros de la orden. A su lado el también gótico Claustro de Lavagem. Desde el Claustro do Cemitério se accede ya al interior de la iglesia, y a partir de aquí, la visita se articula como un juego de rompecabezas en el que es muy fácil perderse.


El principal elemento de la iglesia es la Charola, una capilla circular en torno a una capilla central que data del siglo XII y fue decorada con frescos y cuadros en el siglo XVI (han estado en restauración hasta hace muy poquito, gracias a lo cual han recuperado sus colores).


Desde aquí se puede acceder a la sala del Capítulo, que presenta una bóveda rebajada, o salir al Claustro de João III, el más grande e impresionante de todos ellos. Construido en estilo renacentista italiano, está formado por arcadas de medio punto en dos pisos sustentadas por columnas dóricas toscanas en el nivel inferior y jónicas toscanas en el superior. En cada esquina del claustro se encuentran unas elegantes escaleras en espiral que permiten la subida al segundo piso y también a la azotea, desde donde se tiene la mejor vista del cuerpo de la iglesia.


Resulta curioso que este claustro (que por cierto, necesitaría una buena limpieza) fue construido sobre un claustro manuelino anterior del que se conservan algunas partes, entre ellas una ornamentada ventana semejante a la de la sala del capítulo. Desde este claustro se accede a las dependencias monacales, con varias celdas abiertas, así como el refectorio (el comedor, con das largas mesas de mármol), el calefactarium, y las cocinas. También se puede acceder al Claustro da Hospedaria, desde donde se tiene la mejor vista de la famosa ventana del Capítulo. Esta ventana es el ejemplo perfecto de la decoración manuelina, con elementos marinos, cuerdas, esferas armilares, todo ello muy abigarrado, sensación que acentúa el musgo que cubre gran parte de la ventana y de esta fachada de la iglesia.


La visita puede continuarse por decenas de salas utilizadas por los monjes, otros claustros (dos de ellos en obras en el momento de escribir esto) o incluso por las antiguas huertas y las ruinas del castillo que están anexas al convento. Dentro de las murallas también se encuentra el bosque y el jardín francés que los monjes utilizaban para la meditación.


Tomar no sólo posee el convento y el castillo, sino que también posee la sinagoga más antigua de Portugal, varias iglesias y un puente romano que hacen que la localidad merezca una detenida visita. La visita al convento son 6 euros (5 euros con el ticket conjunto de la Ruta del Patrimonio) y los domingos hasta las 14:00 es gratuito.

Podéis ubicar este convento en el siguiente diario: www.losviajeros.com/ ...php?b=9035