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Agni_Mani · 24-08-2005

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El tren come terreno al puente aéreo entre Barcelona y Madrid

Dos periodistas pusieron ayer a prueba el tren directo entre Barcelona y Madrid, que parte a las 15.30 h. De Sants, y el puente aéreo. En un trayecto entre las redacciones de EL PERIÓDICO en ambas ciudades, el resultado aún favorece al avión (2.55 h.) frente al ferrocarril (4.52 h.)

• Renfe consigue cubrir en 3 horas y 45 minutos el recorrido de Sants a Atocha en un ferrocarril directo

• El avión sigue siendo el más rápido, a la espera de completar la vía del AVE hasta la capital catalana

XABIER BARRENA / EDWIN WINKELS

DE BARCELONA A MADRID

Poco a poco, el tren se va acercando al avión en la concurrida ruta entre Barcelona y Madrid. Gracias a la inauguración de la línea del AVE a partir de Tarragona, ayer un convoy Alvia llegó por primera vez en menos de cuatro horas de Sants a Atocha. EL PERIÓDICO hizo la ruta en tren y avión, que pronto, cuando el AVE cubra la ruta en 2.15 horas, librarán un duelo en velocidad, comodidad y precios. Ayer, en rapidez, todavía ganó el puente aéreo.

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Aprovechar que la gente está almorzando sirve lo mismo para ir de rebajas que para encaminarse hacia El Prat a las 14.44 h. En ambos casos la multitud no atosiga. La circulación hacia el aeropuerto, tanto por el centro de Barcelona como por la C-32, fue ayer fluida. El trayecto costó 19,30 euros y duró 25 minutos, lo que permitió entrar en el puente aéreo de las 15.45 horas. El siguiente vuelo partía a las 16 horas. La facturación apenas se demoró seis minutos, y eso que el avión estaba casi lleno. Pero se intuía que las colas se habían producido un rato antes. El rito siguió con el embarque, que se produjo con puntualidad, a las 15.20 horas. Tras una pequeña cola, el pasaje entró en el avión a las 15.29 horas.

La sensación que producía hilvanar todo estos trámites sin solución de continuidad fue de incredulidad, como la que tiene un espectador cuando ve en el cine que los protagonistas de las películas encuentran siempre una plaza para aparcar justo delante de su destino y, además, se van sin echar el cerrojo al coche.

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Ya le hubiera gustado al taxista haber cogido el otro pasajero, el que iba al aeropuerto, una carrera tres veces más cara. El coche llegó en menos de 15 minutos a las obras que invaden la estación de Sants, donde los trámites eran más rápidos que en el aeropuerto. El pasajero del tren Alvia no facturaba, ni pasaba su cuerpo ni su mochila por un escáner, ni guardaba líquidos en una bolsa transparente. Tras enseñar el billete a un revisor, se presentó con media hora de adelanto en el andén. Podría haber apurado un poco, para acortar aún más este viaje novedoso: nunca un tren había tardado menos de cuatro horas en cubrir los más de 600 kilómetros entre Sants y Atocha. La salida prevista y real fue a las 15.30 horas. La llegada prevista, a las 19.30, aunque tanto en el billete de una señora como la megafonía anunciaban que sería a las 19.55. "Aún no nos hemos dado cuenta del cambio", se disculpaba una azafata.

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Desde la puerta hasta el asiento en la fila 35, en la cola del avión, pasaron cinco minutos a paso de procesión por el pasillo. El avión se movió sin retraso hacia la pista adecuada, pero no despegó hasta las 16.06. El sol que entraba por las ventanillas invitaba a la siesta y no fueron pocos los ejecutivos que aparcaron blackberries y portátiles y se durmieron como bebés, antes incluso de despegar.

Pedro, un consultor madrileño de 29 años que viajaba en la fila 33, dijo estar esperanzado en que el AVE, cuando llegue a Barcelona, le "permita evitar" las colas de tráfico de acceso al aeropuerto: "Son mortales, sobre todo si vas en taxi", afirmaba. Sobre la opción ferroviaria actual, Rafael, un director comercial de 36 de Barcelona, cree que es una alternativa, "pero no para los que van y vuelven en el mismo día".

A las 16.30 horas llegó la hora de la merienda, eso sí, de pago. Algún valiente, que no conoce ni el dolor ni el sufrimiento, se atrevió, incluso, con un capuccino made in Iberia. Poco después, el hilo musical dio muestras de vida, y emitió una nana en alemán, toda una contradicción en términos, se mire como se mire. En la aproximación, por la ventanilla, se veían los retales urbanísticos que forman la ciudad: los bloques hormigueros de los años 60, los adosados (a miles) de los 80 y las obras de los nuevos barrios. Tras esperar a que el avión se desalojara, los últimos pasajeros cruzaron la puerta a las 17.04 horas.

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El vagón número 2 del tren iba casi vacío, solo había cinco pasajeros más para un viaje ininterrumpido a 200 kilómetros por hora, un Barcelona-Madrid directo, sin detenerse ni en Camp de Tarragona, Lleida, Zaragoza o Guadalajara. Solo hay uno de este tipo al día, los otros hacen algunas paradas. Lidia Ramis, empresaria de Barcelona, explicaba que tiene tres razones para coger a menudo este tren. "Uno: va de centro a centro y tengo mi casa madrileña al lado de Atocha. Dos: me gusta muy poco el avión. Y tres: el tren es comodísimo".

Desde luego, para un pasajero de 1,87 metros, el espacio para las piernas es un alivio en comparación con el que le dejan en la aeronave. No hay cinturones y por pasillos anchos se llega al bar, donde la oferta es bastante amplia y varía según las horas. Un zumo de naranja cuesta 1,80.
"Aunque tarde un poco más que el avión, es bueno ir sin prisas. Y sobre todo sin todo el estrés del aeropuerto y del tráfico para llegar ahí", explicaba Margarita Novoa. "En cuanto el AVE tarde poco más de dos horas, el puente aéreo dejará de existir para mucha gente. Yo solía ir más en coche, pero ni en Barcelona ni en Madrid se puede aparcar ya gratis". Por su edad, tiene una tarjeta dorada y el billete de preferente le costó 58 euros.

El Alvia hizo una breve parada en Roda de Barà para adaptarse al ancho de la vía del AVE, un proceso rapidísimo y fluido. A partir de ahí, parecía volar. Cuando caía la noche, ya era imposible saber por dónde iba, al ser una línea que ya no atraviesa pueblos ni estaciones.

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La multipremiada T-4 de Barajas se cruza en apenas siete minutos. Eso sí, si no se factura el equipaje. El taxi tardó 38 minutos en acercarse hasta la zona del Retiro, y eso que Barajas está más cerca del centro de Madrid que El Prat del de Barcelona. Pero es que, a eso de las 17 horas, el tráfico de la M-40, la autopista orbital equivalente, más o menos a la B-30, empieza a coger músculo. De camino, entre los páramos en estado de urbanización destaca Valdebebas, donde ya se está construyendo otro gran barrio justo al lado de la nueva ciudad deportiva del Real Madrid. Y si de pelotazos hablamos, de fondo, se dibujan las cuatro hermosas torres de más de 200 metros que se están construyendo en la antigua ciudad deportiva del laureado equipo madrileño.

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Y de repente, mucho antes de lo previsto, frenó el Alvia y entró en la Puerta de Atocha, a las 19.15 horas: 3.45 horas de viaje para leer periódicos y un libro, trabajar en el ordenador y dormir una siesta. "Podemos ir más rápido aún", decía un revisor. "Dentro de poco iremos a 250 por hora". El pasajero le contaba que el compañero del avión ya había llegado. "Hombre, contra lo imposible no se puede luchar". Aun así, algún día el viaje de puerta a puerta puede ser más breve en tren. Como en Barcelona, ir desde la estación a cualquier punto de Madrid es más rápido que desde el aeropuerto. Pese a ser hora punta, en 12 minutos el taxi llegó al destino final, menos de cinco horas tras iniciar el viaje por tierra.