Roadtrip por el Noroeste de España ✏️ Blogs de España

Esto es lo que recorrimos a la ida (google maps no admite más paradas):


Comienza el viaje con algunos olvidos que nos hacen retrasar casi una hora la salida desde Valencia, así que en vez de llegar a comer a Salamanca tuvimos que parar en Peñaranda de Bracamonte.

Peñaranda de Bracamonte.
Vimos poco, básicamente paramos porque era la hora de comer y lo hicimos, y muy bien en el restaurante del Hotel Las Cabañas, llamado el Tostón de Oro. Comimos un menú del día pero muy bueno, con buenos productos de la tierra (o del mar) y muy bien preparados, como carrillada, torreznos, guiso de sepia, etc. Luego anduvimos un poco para rebajar la comida hasta una plaza que parecía la Plaza mayor, poco que ver, más que un típico templete de música que daba buena sombra.




Salamanca.

Ciudad impresionante, el centro histórico impecable, dónde mirases veías algo sobrecogedor, todo bonito, todo limpio, todo lleno de turistas, viajantes, estudiantes, etc, da la impresión de que nadie es de allí, sin embargo, mantiene su idiosincrasia, como las tunas en su impresionante Plaza Mayor, la buena costumbre del tapeo (de 1,5 a 2€ la caña con tapa) y buen comer también en los restaurantes. Impresionante la zona de la catedral, Plaza de Anaya, interesante y divertido el paseo en el tren turístico, para hacerse una idea, muy bonito el huerto de Calixto y Melibea, buenas vistas de la ciudad desde el otro lado del río, pero me gustó más el paseo desde el puente que hay aguas arriba del puente romano hasta el mismo puente romano, lugar en el que el río baja más seco, ya que antes ha sido represado, dónde algunos practicaban piragüismo, barcas a pedales, e incluso algunos valientes se calzaban trajes de neopreno para nadar en el río.

Aquí van algunas fotos que ilustran lo que cuento (excepto el tema de la comida, tal vez necesitaría un diario a parte). No son todas las que están, además, Salamanca es muy conicida y fotografiada y hay millones de fotos en la red.













Nos vemos en León.


Saludos.

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Bueno, pues seguimos nuestro viaje rumbo al norte ahora, hasta León capital.

León.

Pequeña pero muy bonita y cuidada, muy buen ambiente, se nota, se siente, gente amable, camareros, gente de la calle, ya te das cuenta de que estás entre leoneses, no como en Salamanca, aunque también se veía un importante trasiego de peregrinos. Comimos de maravilla (lengua de vaca y cecina entre otras cosas) en la Trastienda de 13, atendido por guapísimas y buenísimas camareras. Impresionante la Catedral, esta la vimos por fuera y por dentro con audioguía, lo cual está bien porque te cuentan la historia. Paseo por el barrio romántico viendo algunos curiosos rincones y ambiente que se empezaba a poner bien con gente tapeando tomando algo fresco, pasamos al Húmedo y nos tomamos una caña con tapa de embutido, muy bueno. Por la noche tapeamos, primero en un bar que encontramos en un pasadizo, muy barato, y luego por tomar algo en el Húmedo y terminar de ver lo que empezamos a ver por la tarde, lo hicimos allí en una taberna, llegamos tarde y cerraban la cocina, pero nos dijeron que podíamos tomar las tapas frías que quisiéramos, nos tomamos una caña cada uno y vino con su correspondiente tapa, pero, oh sorpresa, después de esa y antes de terminar la caña vienen otras dos tapas, pensamos que era deferencia por haber cerrado la cocina, pero no, luego vinieron otras dos, era porque tenían que acabar las existencias, que estaban buenísimas y en perfecto estado, no os penséis, así que por 4€ nos pusimos bien. El Húmedo estaba muy animado, la plaza mayor (sin las pretenciones de la de Salamanca) estaba bastante animada, con terrazas más tranquilas y otros locales que despedían luces de distintos colores, dónde si hubiéramos ido sin niños habríamos tomado algún que otro gin al ritmo de música fresca que sonaba. En fin, nos gustó León.













Castrillo de los Polvazares y Astorga (La Maragatería)

Aconsejado por un amigo de León, tenía que visitar el primero de los pueblos, lo busqué en internet cuando me lo recomendaron, parecía bonito, y así resultó in situ, un pueblo todo de piedra y ventanas, puertas y balcones de madera, generalmente verdes, dónde habían algunos restaurantes agradables con patio interior bajo parras y cuyo reclamo era el famoso cocido maragato, pero en uno que tenía en una lista de sitios aptos para celiacos (mi hija), estaba cerrado, así que fuimos a Astorga, dónde tenía otro en la lista, un restaurante cuyo dueño no tiene ninguna relación con la enfermedad celiaca, pero tiene un corazón que no le cabe en el pecho y cuando una vez en el restaurante se le juntaron dos mesas dónde habían celiacos y no pudo darles de comer cómo le habría gustado, se puso a leer e investigar y ahora es un doctorado en la materia, mi hija disfrutó de la comida con total seguridad, y nosotros también, pues estaban riquísimos los tres platos del cocido: carne, verdura y sopa. Aquí tuve un problema, y es que hay que tener conocimiento cuando te ponen una fuente de garbanzos buenísimos delante de tu hocico, después de haber repetido alguna que otra carne y aún faltando la sopa y las natillas caseras, más el café de puchero y un chupito de licor casero. Tuve que hacer sitio en el estómago, pero vamos, culpa mía. Avisados estáis.





De Astorga puedo comentar que es bonito el palacio episcopal, la Catedral (sólo la vimos por fuera) y el conjunto de las dos cosas, por sus calles no se aprecia la arquitectura típica de la Maragatería, sino la de un pueblo grande que ha ido creciendo, así que, vimos esa parte (con la mala suerte de encontrar andamios en el palacio episcopal), compramos dulces típicos (mantecados, pastas y hojaldres) y seguimos el viaje.








De Ponferrada no puedo decir nada, puesto que el viaje hasta Lugo se nos hizo un poco pesado y sólo paramos en Ponferrada para entrar al Carrefour a comprar agua, y dado que desde la autovía te tienes que desviar un poco y pasar varias rotondas y no veía más que edificios nuevos y altos, algunos de curiosa estética (no hay foto, pero hay algunos singulares), me quedé en el Carrefour, compré y volvimos a la autovía, su casco histórico dónde está su conocido castillo templario ni asomaba, y los 35º C que sufríamos por primera vez durante el viaje tampoco invitaban a hacer turismo.

Y aquí acaba esta etapa del diario, que no etapa del viaje, porque ese día terminamos en Lugo, pero prefiero dejarlo aquí y luego entrar en Galicia, que me hace ilusión decir eso de:

Hasta Lugo!

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Lugo.
Lugo, ay Lugo, dónde se mezcla lo feo y lo bonito, feo, de muralla para fuera hay muchos edificios de 12 o más plantas que a veces exhiben sus feas partes traseras, solares abandonados donde la maleza revienta los muros, algunos otros edificios en ruinas, explanadas de cemento entre estos bloques, etc. Por la muralla, curiosa y bonita, pero a veces se han cuidado poco algunos detalles, como que la parte trasera de algunos edificios del interior dan a la muralla afeando mucho la vista, o incluso de la muralla hacia afuera la primera línea de edificios en ocasiones alternan ruinas con edificios sin gracia.
Lo bonito, bajando al nivel del suelo, por la zona de los vinos el ambiente de tapas, allí te ponen una tapa de cocina que te dan a elegir con la caña o vino y luego viene el camarero con una bandeja con pinchos en plan catering para que cojas, incluso en un sitio después de haber pagado, habiendo tomado sólo dos cañas, nos ofreció unas cortezas recién hechas para nosotros y nuestras hijas, que no habían consumido nada. Pues eso, el tapeo y el paisanaje, muy bueno, y también tuvimos la ocasión de pasar por unas calles del casco viejo vacías a esas horas llenas de tiendas muy chic (menos mal para mi bolsillo). Pues eso, Lugo tiene de todo, me da la impresión de que se vive bien. Tal vez sea que llegando de Salamanca, ciudad dorada gracias a la piedra utilizada en recubrir las fachadas no sólo del centro histórico, sino de gran parte de la ciudad, y de León, ciudad dónde aparte de sus dos barrios más conocidos, su calle Ancha da sensación de limpieza y pulcritud, Lugo se aparece al viajante como una ciudad muy gris, demasiado, y eso que tuvimos unos días radiantes de sol y temperaturas desorbitadas (por encima de 38º C), tal vez en invierno con la lluvia y la niebla tenga el toque bucólico que necesite.









Mondoñedo.
Aquí paramos para ir a la playa de las Catedrales, camino que se nos hizo largo porque cogimos todo autovías y dimos mucha vuelta, (primero fuimos hacia el Ferrol y luego hacia el Noreste), pues bajamos a esta pueblo, por una larga y sinuosa cuesta por dónde subían algunos peregrinos en bicicleta o andando, desde abajo se veía allá arriba, algunos cientos de metros por encima un impresionante viaducto por el que habíamos venido. El entorno ya es gallego profundo total, vacas en los prados, huertos de maíz, más bosques de pino que de eucaliptos, las cunetas más verdes que en Lugo y alrededores, dónde llegaban a estar tan amarillas como en Castilla (y eso llama la atención a un mediterraneo que siempre ha pensado que Galicia siempre está verde), las sierras más altas con prados de altura, muros y casas de piedra, etc, y allá abajo su coqueta catedral, en su agradable plaza para tomar un café o tentempié, también aquí pasan y te ofrecen pincho. Probé una tarta que decían que había ganado nosequé concurso, en fin, estaba buena, pero una tarta más, no soy muy de tartas. Después de reponer fuerzas y hacer unas cuantas fotos en la plaza, volvemos al coche y a subir lo bajado, hasta llegar a las alturas por dónde trascurre la autovía, curioso enclave, preguntamos a un joven y nos contestó ya en un habla más difícil para nosotros, sin darnos cuenta divisamos el cantábrico (a este lado de cierto cabo ya se llama así) y rápidamente nos encontramos dónde acaba la tierra y empieza el mar de una manera curiosa para nosotros, pues vas entre prados y de repente un acantilado y el mar, ahí estaba, la Playa de las Catedrales o Praia das Catedrais.






Playa de las Catedrales (Ribadeo).
Lugar impresionante, con marea alta la vimos desde arriba e hicimos un picnic en las mesas preparadas a tal efecto, la niebla del cantábrico acechaba, de los 30 grados de Lugo o Mondoñedo a unos pocos kilómetros, habíamos bajado a unos agradables 22º C o menos, y de vez en cuando un banco de niebla se nos echaba encima. Íbamos pertrechados con chaquetas pero al final la niebla abrió, dejamos chaquetas en el coche, cogimos sombrillas y bajamos a la playa, baño con marea alta, agradable el trozo dónde se puede bajar con marea alta, menos gente de la esperada, y ahí estuvimos tocando el agua (que no bañándonos propiamente dicho, agua fresca), la arena, haciendo fotos, hasta que bajó la marea y nos lanzamos a recorrer la playa, la bajamar era a las 22:00, pero a partir de las 18:00 ya iba para abajo e iban abriendo trozos de playa, si estás ya abajo puedes recorrerla antes de hordas de gente que baja más tarde, así que aún pudimos recorrerla bien, primer hacia la derecha, y luego hacia la izquierda, es increíble andar por dónde horas antes habíamos visto una rompiente impresionante, incluso al retirarse el agua se forma alguna pequeña poza de agua que llega a calentarse un poco más y te puedes bañar mejor. Muy muy bonito, es uno de esos sitios naturales que hay que ver una vez en la vida (o más si hay ocasión). Salimos de la playa y anduvimos hacia la izquierda por arriba por un paseo de madera y nos asomamos a unos miradores, nos fuimos ya pasadas las 21:30, casi en la bajamar, no se cansaba uno de las vistas, aunque sí algo del sol, que al final lució de lo lindo, a esas horas aún calentaba y aún le faltaba casi una hora de recorrido, impresionante el tema de las mareas y lo que dura el día por allí para gente del mediterráneo como nosotros.












Próxima parada, Santiago (fugaz) y provincia de Pontevedra.

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