LA VUELTA AL MUNDO EN 3 SEMANAS ✏️ Blogs of Global

Pues sí, así es: Vuelta al Mundo en SÓLO tres semanas, que era el tiempo del que disponíamos...

Como en recientes aventuras nuestro grupo los formábamos tres personas: un servidor, Angeles y Lupe; y la cosa nació, como casi todos los grandes viajes que hicimos estos últimos años, con la típica pregunta de: '¿y este año a dónde carajo vamos?'. Pregunta por otro lado lógica ya que acabábamos de volver de un espectacular viajazo a Nueva Zelanda previo paso por Hong Kong; viaje que suponíamos insuperable. Y además en 2016 nos recorrimos la costa Este de Estados Unidos, después de que el anterior nos quemásemos con el sol de la ruta 66... En fin, que algo gordo se nos tendría que ocurrir para mantener el nivel.

Así que ante la sugerencia de '¿y una vuelta al mundo? ¿Hay narices...?' no nos quedó más remedio que asentir sin meditarlo siquiera y ponernos manos a la obra...

Todo esto ocurría en agosto de 2017. Tras un par de días indagando varias posibilidades a través de skyscanner nos gustó mucho un vuelo A Coruña - Singapur con escala en Helsinki, ciudad que no conocíamos, así que ya empezamos a tomar las primeras decisiones: iríamos hacia el Este, que nos parecía lo más lógico. Intentaríamos que la vuelta al mundo fuese tal, es decir: cambiar de hemisferio, acercarnos a nuestras antípodas y tocar, al menos, cuatro continentes. Y por supuesto tendríamos que ajustarnos a un presupuesto y a un calendario de locura (¿tres semanas para dar recorrer el Globo...? ) que sabíamos que nos iba a dejar los cuerpos destrozados y el sueño cambiado durante muchos días...

Pero, como sabrá cualquier buen viajero (o turista, que es lo que nosotros somos en realidad), todos esos inconvenientes valen la pena. Wanderlust le llaman, ¿no?

Bueno, vamos poco a poco con el meollo del asunto. A finales de agosto de 2017 reservamos ese A Coruña - Helsinki - Singapur con Finnair, tres vuelos de ida por 1.174 €. Saldríamos el 7 de mayo, lunes, y en principio pensábamos hacer únicamente una parada técnica en la Ciudad León de una sola noche. Y además aquí cumpliríamos el capricho del viaje: alojarnos en el Marina Bay Sands, ese macrocasino-hotel de más de 2.500 habitaciones pero cuya piscina infinita de la última planta ya había visitado yo hacía unos años, y quería llevarlas a ellas para que se quedasen boquiabiertas contemplando el skyline de la ciudad. Así que reservamos una noche en habitación triple en booking.com por algo menos de 400 euros. Una modificación posterior en el vuelo que nos sacaría de Singapur hizo que tuviésemos que reservar una noche más, cosa que nos dolió presupuestariamente pero que permitió que disfrutásemos mucho más de esta parada técnica. Al final nos salió la estancia en 1.188 SGD, unos 830 euros más o menos en el momento de la reserva. Ya entraré posteriormente en más detalles. De momento estos eran los primeros pasos que dábamos en el montaje de nuestro viaje, proceso que nos llevaría como se puede comprobar casi 9 meses. Un parto difícil pero muy satisfactorio: 9 vuelos, 11 alojamientos, 4 coches de alquiler y sobre todo el cotejo de mucha, mucha información.

Saltamos ya al 7 de mayo, día del inicio de nuestro periplo. Vuelos Coruña - Madrid a las 6:35 de la matina y Madrid - Helsinki a las 10:20 sin incidencias. Llegamos a la capital finlandesa a eso de las 15:20, con algo de adelanto, y teníamos por delante unas 6-7 horas hasta la salida del siguiente vuelo a Singapur. así que nos subimos al tren que une el aeropuerto de Vantaa con la estación de tren de Helsingfors, en el mismo centro de la ciudad. Tarda entre 28 y 32 minutos en llegar y tiene una frecuencia de 10 minutos. Nos costó 5 € cada billete de ida a cada uno. Rápido, cómodo y puntual. Muy nórdico.


Nos bajamos al final del trayecto en una estación que nos pareció animada aunque más pequeña que otras estaciones europeas. La tarde estaba soleada pero hacía frío, cosa que esperábamos, así que nos pusimos a andar en dirección a los muelles y la zona de las catedrales. Tanto la catedral evangélica como la ortodoxa son dos edificios imponentes por fuera, pero en el primer caso al menos el interior es más sencillo y austero. Nos tomamos algo en Allas Café, un local con una terraza estupenda con vistas al puerto pero absurdamente caro: 5 euros cada café. Más tarde callejeamos por el parque Esplanadi y las avenidas comerciales que lo circundan, pero ya se sabe cómo son estas ciudades: enseguida cierra todo, anochece muy pronto y hasta desaparece la gente de las calles. aunque sea una capital europea. Así que no tardamos mucho en enfilar de nuevo hacia la estación, coger el tren de vuelta al aeropuerto donde cenamos algo antes del despegue, a las 23:55 horas, del vuelo que nos llevaría a Singapur:

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Partimos puntualmente a las 23:55 del aeropuerto de Vantaa-Helsinki rumbo a Singapur, donde tenemos previsto el aterrizaje a las 16:40 del martes día 8 tras ¡11:45 horas de vuelo! Al final llegamos un buen rato antes por esa manía que tienen las compañías aéreas de darse un margen enorme con los horarios, cosa que agradecimos mucho. No es el vuelo más largo que sufrimos (el Madrid - Hong Kong del pasado año duró un poco más), pero la verdad es que después de tantas horas estábamos deseando desembarcar. Este es parte del menú de a bordo, que no estuvo mal:



Al hacerlo nos dirigimos al control fronterizo para el chequeo de pasaportes. Singapur no exige visado a los ciudadanos españoles si pretendes hacer turismo, pero sí son estrictos con lo que introduces en el país: tabaco, chicles, alimentos... hay un montón de artículos que no se pueden llevar so pena de fuertes multas o, al menos, de llevarte un susto cuando te pasen el equipaje por el escaner. Nostros no tuvimos problemas: algun@s fumamos pero al ir advertidos casi no llevábamos tabaco encima. Craso error como escribiré más tarde...

Del control al MRT, el metro, trasporte que elegimos para llegar a nuestro destino, que es eficacísimo en esta ciudad-estado: tres billetes hasta la parada de Bayfront, la del Marina Bay Sands, nos costaron 2,40 SDG a cada uno, unos dos pavos por cabeza. Intercambios en Tanah Merah y Bugis y en 25 minutos estábamos subiendo las escaleras del hotel (Bayfront tiene parada mismo en el Marina). Todo muy rápido y limpio. El hall del hotel es enorrrrrrrrrme: hay que tener en cuenta que son tres edificios con una recepción común, y recordar que hay miles de habitaciones. De todos modos, es un cinco estrellas: todo está tan bien organizado a todos los niveles que apenas tardamos 15 minutos en hacer el ckeck-in, pese a que había varios (y variopintos) huéspedes delante de nosotros. Nos atendió una chica amabilísima que enseguida nos facilitó las llaves que daban acceso a todo: ascensores, habitaciones, infinity pool... Como curiosidad hay que decir que nos ofreció habitación de fumadores, cosa que nos extrañó pero que por supuesto aceptamos; y que tenía tal sistema de extracción de humos que en ningún momento olió a tabaco, cosa rarísima...

Bueno, nuestra habitación era esta:





Decir que las vistas eran espectaculares es quedarse muy corto. Tras un aseo rápido hicimos lo que habíamos venido a hacer aquí: subir a la planta 56 y darnos un chapuzón en la que probablemente es la piscina más impresionante del mundo (acompañado de una caña y unos mojitos, éstos a razón de 25 SDG por cabeza):





Al acabar nos acercamos al Skypark, un mirador en la esquina de la piscina que impresiona en cualquier momento del día, pero de noche ofrece panorámicas abrumadoras:






El día siguiente, miércoles 9, lo comenzamos con un pedazo buffet en el restaurante Rise, en la planta baja del hotel. Pagamos 45 SDG cada uno, unos 100 euros por los tres, pero valió la pena:



Ya repuestos y con fuerzas nos propusimos cumplir nuestro plan del día: visitar Little India y Chinatown, pasear algo por el downtown y los quays y terminar haciendo algunas compras en algún mercadillo callejero (en Bugis dimos con uno muy trande y bullicioso) o en los Shoppes del Marina, que son espectaculares pero, eso sí, fuera de nuestro presupuesto. Tuvimos que aprovisionarnos de tabaco en el 7Eleven del hotel ya que, como quedó dicho, no nos atrevimos a introducir el nuestro tras lo que habíamos leído acerca de las famosas restricciones singapurenses; y la coña nos salió aproximadamente en 13 o 14 euros el paquete de Marlboro, más o menos. En fin... el vicio es lo que tiene. Al anochecer y tras otro paso por la fa-bu-lo-sa infinity pool (no me cansaré de escribirlo) fuimos a cenar a la food court que hay en el sótano de las Shoppes, y no estuvo mal. Hay mucha variedad de comida asiática y es barato, sobre todo en comparación con el resto de la ciudad. Al terminar aún nos dio tiempo a gastar unos cuantos dólares en el enorme casino del hotel, en donde nos quedamos boquiabiertos con una frikada con la que no contábamos: había camareros... ¡robots! Como lo lees: máquinas que circulaban por los pasillos del establecimiento con bandejas de bebidas y diciéndoles a los jugadores que tomasen lo que quisieran... No tengo constancia gráfica de ello porque están prohibidas las fotografías dentro del recinto, pero vamos, que durante un instante parecíamos analfabetos recién llegados a la ciudad...

Aquí quedan las fotos del día:















Tras la cena y la tragaperras un último paseo por el hotel, y a descansar. Al día siguiente nos esperaba otro largo vuelo hasta nuestro siguiente destino: Melbourne.

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Madrugamos el jueves 10 de mayo para coger un avión de la compañía Scoot en dirección a Melbourne. El checkout del Marina Bay fue rapidísimo y el MRT hasta el aeropuerto de Changi también. Tengo que decir que este aeropuerto tiene ganada una fama bien merecida: moderno, limpísimo, acogedor... y eso que no pudimos ver la nueva terminal 4 que se anuncia como un auténtico espectáculo con cines, zoo, cascadas... Aún así nos gustó mucho:




Este vuelo lo habíamos reservado con mucha antelación, pero sufrió un par de modificaciones que nos hicieron cambiar de planes tal y como escribí al principio. Originalmente la salida estaba prevista para este mismo día pero a la 01:00 horas, lo que hubiera significado viajar de noche, ahorrarnos una pernoctación y aprovechar casi un día más en Melbourne (aunque hubiéramos estado cansadísimos). Lógicamente estas cosas no están en nuestras manos, así que no nos quedó más remedio que aceptar el retraso y rehacer nuestros planes. El precio del vuelo fue estupendo: 459 euros los tres incluyendo maleta en bodega y dos comidas. Todo esto son extras que hay que pagar aparte, es lo que tienen las low cost; pero aún así no tiene comparación con lo que nos costaba con otras compañías. El vuelo duró algo más de 7 horas, 30 minutos menos de lo previsto, así que a eso de las 21:00 ya estábamos en tierras australianas.

Ya conocíamos de otros viajes el tema aduanero en este país: antes de venir hay que cubrir un e-visitor, una preautorización de entrada que es gratuíta y se hace online. Muy facilita. Al llegar como siempre control de pasaportes, scanner del equipaje si te toca (aquí también hay restricciones sobre todo con el tema de introducir comida, semillas, o cualquier tipo de alimento en el país) y lo peor de todo: cambiar dinero y recoger el coche de alquiler. Digo lo peor porque una vez más volví a meter un poco la pata y cambié 50 euros en la primera bureau de change que vi en el aeropuerto: la conversión euro/dólar estaba muy bien, pero me clavaron 12 AUD de comisión, lo que lo convirtió en un desastre. Era lo único que pretendía cambiar, así que la pérdida tampoco fue tanto; pero me fastidió mucho no ser más astuto y esperar a hacer la operación en la ciudad. En fin... hay cosas que no aprendo por muchas veces que las haga. Lo del coche lo digo porque para mí siempre es el momento más delicado de los viajes: mi dominio del inglés no es que digamos óptimo y siempre es en las oficinas de alquiler donde más hay que hablar. Da igual que lleves hecha la reserva, como es mi caso (siempre a través de autoeurope): te ofrecen de todo y muy rápido y alguna veces no sé muy bien lo que me están diciendo, así que a menudo acabo pagando más de lo que en principio tengo presupuestado. Es un inconveniente menor pero que me irrita mucho; sí, sé que se resuelve aprendiendo inglés como dios manda, pero es un tema que tengo pendiente desde hace mucho tiempo y no consigo poner manos a la obra para resolverlo...

Bueno, el caso es que había reservado un SUV (automático y, por supuesto, con el volante a la derecha) en la compañía Europcar por unos 425 euros incluyendo la tasa one way para devolverlo en Sidney seis días después, que era el plan previsto. Pero al final me hicieron un pequeño cargo más de unos 30 euros en la cuenta que no sé exactamente a qué corresponden. Mea culpa, seguro. Recogimos el coche sin problemas y, ya siendo noche cerrada, enfilamos hacia nuestro alojamiento en el centro de la ciudad: un apartamento muy bien situado que se llamaba Melbourne Sakura:




Pagamos 526 AUD por tres noches aquí, unos 340 euros. El apartamento estaba muy bien, con todo lo necesario: cocina completa, dos dormitorios, un buen balcón y unas vistas bastante buenas de parte de la ciudad. Y estupendamente situado, que era lo mejor de todo. Como ya escribí llegamos tarde y además nos llevó un rato encontrar las llaves que nos había dejado el manager en una keybox demasiado oculta; así que sólo tuve tiempo de ir a comprar algo a un supermercado Coles cercano para cenar antes de deshacer la maleta y echarnos a dormr, que ya nos iba haciendo falta. Teniamos dos días por delante para disfrutar de Melbourne y alrededores.

El viernes día 11 madrugamos y nos dirigimos a nuestro primer destino: el Queen Victoria Market, una especie de mercadillo enorme donde encontrar todo tipo de souvenirs, sí, pero también algunos puestos con artículos de calzado, ropa e incluso electrónica que no tenían mala pinta. La food court tenía buen aspecto y estaba muy animada, así que aprovechamos para desayunar allí, en un local muy concurrido que se llama Café Verona: dos caffé latte y tres bollos, 23,95 AUD, 15,64 euros. Curioseamos un poco por el mercado antes de dirigirnos al downtown y callejear por Flinders, Federation Sq., Elizabeth St., los graffittis de Hosier Lane, cruzar el río Yarra... No nos acompañó demasiado el clima, pero aún así pudimos disfrutar de una ciudad moderna, limpísima y perfectamente estructurada, al menos en lo que pudimos observar... Nos gustó mucho:














Comimos en otra food court del lado sur del río, en un local que se llama Rhumba's. Poca cosa: una porción de pizza, un bocata y un par de refrescos, 12 AUD. Para cenar hicimos otra pequeña compra en el Coles de la estación Southern Cross (espectacular, por cierto) y a dormir, que al día siguiente nos esperaba una jornada larga:


El sábado 12 lo teníamos reservado para acercanos a la Great Ocean Road, la carretera que discurre por la costa al suroeste de Melbourne y que entre otros puntos de interés ofrece los Doce Apostoles, unas formaciones rocosas muy famosas cerca de Port Campbell. Están muy bien, pese a que la lluvia deslució un poco tanto la visita como los trayectos de ida y de vuelta. Pero para quien no lo conozca, y siempre teniendo en cuenta que las comparaciones son odiosas, voy a recomendar que antes de acercarse a esta maravilla australiana visite la playa de las Catedrales, en la costa de Lugo. Eso sí que es un espectáculo para los sentidos...

Nos llevó unas tres horas llegar al parque nacional de Port Campbell, que es donde está la playa de los Doce Apóstoles; y tras la sesión de fotos obligatoria regresamos bordeando la costa hasta Anglesea, donde teníamos previsto ver canguros en libertad (cosa que no pudo ser porque llegamos siendo noche cerrada), previas paradas en Port Fairy, donde comimos (sí, en otra food court: George's. Gastamos 39,80 AUD en fish and chips para mí, pollo con patatas para ellas y tres refrescos); en Kenneth River, donde conseguimos ver, aunque de lejos, algunos koalas; y en Wye River, un lugar encantador donde tomamos café:













Regresamos al apartamento ya de noche, y como al día siguiente nos despedíamos de la ciudad quisimos dar un último paseo por Elizabeth St, para ver qué ambiente había un sábado después del atardecer; y nos sirvió para comprobar que también aquí tienen el grave problema de la gente sin techo, que poco a poco fue ocupando los portales y locales que unos minutos antes estaban abarrotados de clientes. Melbourne suele encabezar el ranking de 'mejor ciudad para vivir del mundo', pero no se libra de que algunos de sus ciudadanos sufran graves penurias económicas (o cualquier otro grave problema). Parece ingenuo pensar que aquí o en otra gran ciudad iba a suceder lo contrario, lo sé, pero no deja de entristecernos mucho cada vez que lo vemos.

Al día siguiente, domingo 13, nos esperaba otro madrugón para poner rumbo a Sidney, con parada técnica en Canberra.

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