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Relatos de Turquia, Marruecos

Relatos de Turquia, Marruecos ✏️ Blogs de Global Global

miscelanea de relatos de Turquia, Marruecos
Autor: Juliomad  Fecha creación:  Puntos: 4.5 (2 Votos)
Estambul

Estambul


Recuerdos de Estambul
Localización: Turquia Turquia Fecha creación: 06/08/2019 08:08 Puntos: 0 (0 Votos)
Reconozco que nada más poner el pie en la ciudad me enamore sin remedio de ella y descubrí, que es una ciudad mágica. No sabría muy bien deciros que es lo que para mi la hace única, si es por ese aire entre occidente y oriente que hace que se mueva igual de cómoda entre los dos mundos, o esa mezcla entre modernidad y tradición sin llegar a decantarse por ninguno de las dos épocas o como mantiene el equilibrio entre el laicismo y la religiosidad... Todo esto hace que la antigua capital sea una ciudad para ser descubierta en y por todos los sentidos.

Sentidos que son estimulados de mil maneras diferentes. Como definir si no, a ser despertado por los llamamientos del almuédano a los fieles para la primera oración de la mañana, o sentirse siempre envuelto por el incesante bullicio de una ciudad vital, que no duerme nunca, cuyos mercadillos se encuentran en funcionamiento día y noche, o notar la esencia misma de la ciudad cuando paseas por sus viejos barrios llenos de casas de madera.

Creo que pese a ser toda una experiencia el coger un taxi y disfrutar de su infernal trafico, sintiendo como a cada instante el taxista esquiva en el ultimo minuto a otros vehículos o toca el claxon compulsivamente para al final acabar en medio de un impresionante atasco, la antigua Constantinopla es una ciudad para ser descubierta a pie.

Nada mejor para conocerla que andar por sus barrios, Eyüb, Fener, Besithak, Ortakoy.. deambular por sus callejas, pararse ante sus pastelerías, curiosear los escaparates de sus comercios, sentarse en alguno de sus pequeños cafés y disfrutar del fuerte, espeso, aromático y lleno de posos café turco, o quizás de un aromático té de cerezas, mientras frente a tí alguno de los miles de gatos y que son los verdaderos dueños de la ciudad, se acicala indiferente al ajetreo que les rodea. Entrar y ocupar una mesa en alguna pequeño tasca, donde comen diariamente los estambulies de a pie. Un lugar de esos que no vienen en ninguna guía, ni tienen bonitas vistas a Santa Sofía, donde solo el más antiguo de los lenguajes hace que sea posible que acabes entendiéndote con el camarero, el dueño del restaurante, su mujer y dos comensales, pero cuyo menú si no en longitud y presentación sí en sabor y calidad no tiene nada que envidiar a ninguno de los grandes restaurantes, pero con la diferencia que acabas riéndote con el camarero de las desgracias del Madrid o del BarÇa.

No es fácil describir la imagen que desde la ventana de mi hotel pude disfrutar todos los días de mi estancia,. Una ventana que daba a una pequeña y tranquila calle lateral, y donde independientemente del día de la semana que fuera, nada mas clarear, abría sus puertas, aunque mas bien deberíamos decir que se apropiaba de la pequeña calle con sus mesas un pequeño puestecillo, mitad café mitad puesto de fruslerías y que desde el mismo momento en que acababa de poner la ultima silla, no dejaba de recibir la visita de sus habituales. Hombres vestidos con trajes de estilo europeo unos, otros con chilabas, algunos, los más jóvenes en vaqueros, unos vestían humildemente otros de forma atildada, todos ellos se sentaban y durante cinco minutos, antes de dirigirse a sus obligaciones, disfrutaban de lo que más tarde averiguaría que era çay (té) y charlaban despreocupadamente con las otras personas que allí se reunían. Era un trasiego humano constante que no cesaba mientras la ciudad iba recuperando su ritmo. Mientras a su alrededor, y terminando de formar un cuadro costumbrista las mujeres y los niños se apresuraban a comprar el pan o hacían una pequeña cola para adquirir en la tienda que hacia esquina enfrente del barecito las minúsculas bombonas de gas con las que cocinan.

Un sentido que en esta ciudad no para de trabajar es el del olfato. Desde primeras horas de la mañana no dejan de asaltarte multitud de aromas y olores, ya sea a café y pan recién hecho por la mañana, a fritanga y pescado en el muelle de pescadores, a azúcar y miel cuando pasas delante de una pastelería, a fruta fresca y deliciosa en cualquiera de los mercadillos que inundan la ciudad o a especias y queso fresco en el increíble bazar egipcio.

Creo que algo que se debe hacer cuando visitas Estambul, es subir a uno de los innumerables barcos que surcan el Bósforo, y que unen el centro de la ciudad con sus diversos barrios, sentarse en una de las bancas de la zona descubierta, si el tiempo acompaña y sentir el sol y el viento en la cara, o si no desde el interior del barco a través de las cristaleras, y disfrutar del paisaje donde se mezclan bosquecillos junto a zonas urbanizadas, bellísimos palacios de mármol como el de Dolmabahce o el de Beylerbey se alzan al lado de antiguas casas de madera, fuertes de la época bizantina junto a elegantes casas de verano de la aristocracia musulmana convertidas ahora en hoteles de lujo, de barrios aristocráticos y de otros mucho más humildes. Observar el ajetreo de la gente que sube y baja en los diversos apeaderos, incluso atrevernos a descender nosotros mismos en alguno de esos barrios desconocidos, uno que nos resulte atractivo y deambular un rato por el mismo, mezclarse con su gente o quizás disfrutar de unos jugosos melocotones comprados en una pequeña tienda del barrio y cuando nos cansemos, volver al embarcadero y esperar sentado el próximo barco, mientras disfrutamos de la brisa marina y la puesta de sol.

Y claro pasear por Estambul es pasear y entrar en sus bazares, mercados y rastrillos, desde el espectacular Gran Bazar, con sus kilométricos pasajes y miles de tiendas hasta el mas humilde de los mercadillos callejeros pasando por el precioso Bazar de las especias o egipcio. Tocar y sentir la multitud de productos que se ofrecen a nuestros ojos, de la rigidez del cuero a la suavidad del algodón, dejarse deslumbrar por los falsos destellos del bruñido bronce y la pálida luminosidad de la plata, disfrutar de tacto algodonoso de las alfombras y kilims que se ofrecen por todos lados, del rojo intenso del te de cereza al verde del mejor pistacho iraní, embriagarse con los aromas que desprenden las ciruelas que vienen del mar negro. Decidirse a entrar junto con el vendedor al interior de su tienda y charlar tranquilamente con él frente a un vaso de çay, mientras intenta convencerte de que no quiere venderte nada y solo quiere ser tu amigo a la vez que despliega frente a ti toda su mercancía. Déjate llevar por ese juego tan antiguo como la humanidad que es el regateo y en el cual al final no hay ganadores ni perdedores y donde todo el mundo sale contento. Practicar aquí, ese otro sentido, totalmente atacado por un millón de estímulos que es el de la moderación en las compras, sentido que la más de las veces acaba siendo derrotado. Claro que también puedes disfrutar con la sensación de ser “timado” por un vendedor callejero mientras adquieres unas burdas imitaciones de Channel nº 5, o de KC por unos pocos euros, mientras a tu lado una pareja de alemanes, compradores ellos mismos unos instantes antes, te gritan,” Don’t buy, don’t buy . it´s false” Como si no fueras consciente de ello desde el primer momento, cuando has visto las mercancías y al vendedor.

Disfrutad de la belleza de sus hombres y mujeres, alejados del tópico del turco de tez cetrina, mirada feroz y con bigote. Asombraros al principio de la cantidad de turcos que son altos, rubios y que tienen los ojos azules, hasta llegar a recordar que los arios son originarios de la Anatolía. Ver como dos chicos sin ser homosexuales van cogidos de la mano, pues ir de la mano es el máximo símbolo de la amistad en Turquía. Sentir como tu cerebro desbarra al ver dos chicas una en chador y la otra con la minifalda más mini que pueda aún ser definida como falda, ir juntas de compras, riendo, charlando como amigas que son. Salid por la noche, recorrer sus bares y puede que acabéis en una discoteca ubicada en un quinto piso, curiosamente muchos bares y restaurantes de la ciudad están en áticos o azoteas de los edificios, celebrando el cumpleaños de un japonés al que acabas de conocer comiendo deliciosas lenguas de gato. Y si al final de la noche debes preguntar a la policía turística como se llega a tu hotel, ya que no recuerdas donde está, solo puede significar que estas totalmente perdido o que has abusado del rico aguardiente turco conocido como “rakis”.
Visitar alguna de sus grandes mezquitas, quizás Süleimaniye o Fatih, allí observar el rito de la ablución y una vez en el interior contemplar esa especie de coreografía donde la gente primero está de pie, posteriormente se arrodilla para acabar postrada mostrando su sumisión a Allah o mejor aún sí tenéis la suerte al visitar alguna pequeña mezquita de barrio de ser testigos de cómo unos críos vestidos con sus mejores galas entran, por una puerta lateral, alegres los menos y llorosos los más a los recintos interiores de la misma, donde les espera el cirujano para circuncidarles, mientras que sus padres rebosantes de alegría les esperan fuera para colmarles de regalos y besos y conducirles a continuación, en coches adornados con cintas blancas, a una gran fiesta. O quizás puedas cruzarte con algo menos alegre como es un entierro y ver como el finado es conducido envuelto en una mortaja blanca a hombros de sus amigos y familiares, mientras una multitud desordenada les sigue a pie recitando salmos del Corán hasta uno de los cementerios de la ciudad. Y puede que este sea uno de los secretos mejor guardados de Estambul, el que dicen que es cementerio más hermoso del Islam y sin lugar a dudas es cierto. El cementerio de Eyüb. Y ya que estamos allí, nada mejor que seguir subiendo por la colina admirando las preciosas y trabajadas lapidas, para acabar tomando un café, un té, un refresco en la terraza del afamado café Pierre Loti, mientras ves atardecer y observas como poco a poco el Bósforo se va cubriendo de reflejos dorados del sol.

Y claro, Estambul es como no, el recuerdo de su gloria pasada como capital de tres imperios. Pasear por el hipódromo y admirar el obelisco de Constantino, desde ahí girarse y contemplar la palidez rosada de Santa Sofía, entrar a la misma y quedarse boquiabierto ante la inmensidad de su bóveda, es como si el cielo estuviese suspendido entre sus cuatro muros, observar el punto donde eran coronados los emperadores bizantinos, subir por las escaleras y ver los maravillosos frescos, que después de siglos de ocultación, vuelven a ver la luz. Acercarse a la vecina mezquita azul y maravillarse ante sus altos y estilizados minaretes, solo igualados en número por la mezquita de la Meca, entrar y sentirse sobrecogido por las mil y una lámpara que cuelgan de sus altos techos. Ir a ver sus impresionantes y bien conservadas murallas, eso sí intentando evitar si es posible que los niños os apedreen desde lo alto de las mismas, o bajar a visitar a la enigmática medusa encerrada en un bosque de de columnas en su gigantesca cisterna subterránea. Entrar en el palacio de Topkapi y vislumbrar siquiera unos retazos de la grandeza de la Sublime Puerta. Andar pos sus preciosas estancias imaginando intrigas palaciegas, de traiciones cocinadas al fresco de los jardines, intentar comprender la desgracia de las mujeres que llenaban sus harenes.

Contemplar desde alguna ventana de palacio el barrio Genovés inconfundible por la torre Gálata que se adueña de todo el paisaje. Acercarnos a esta y disfrutar, si puedes entre tanto turista, de un hermoso atardecer y descubrir el porqué del sobrenombre del cuerno de oro, perderse por las calle aleñadas, descubriendo tiendas de música y pequeños cafés hasta llegar a la famosa calle Istakal Cadessi y recorrerla entera gracias al pequeño tranvía que incansablemente hace el recorrido hasta llegar a la plaza Taskim, epicentro de todos las protestas y huelgas. Y ya que estas aquí porque no acercarse al centro cultural francés y tomar un café acompañado de la más fina repostería francesa, o porque no, ir al vecino Instituto Cervantes y ver qué actividades culturales hay ese día en la ciudad. O quizás, prefiramos deambular poe el barrio de Beyoglu y acércanos a alguno de los míticos hoteles donde descansaba Hércules Poirot cuando estaba en la ciudad después de descender del Orient Express y si no igual preferimos un martíni mezclado, no removido, mientras seductoras mujeres nos hacen creer que el mañana nunca muere. Aunque claro a lo mejor preferimos hundiros aun más en la historia y acercarnos a las vecinas ruinas de Troya, y creernos por un instante, la bella Helena, el pusilánime Paris, el valiente Héctor, el enfurecido Aquiles, Ulises el más astuto de los griegos, o el Obstinado Agamenón, o cualquier otro de los héroes cantados por el ciego bardo.

Pero también antes de emprender ese viaje a la antigüedad clásica podemos aún en la ciudad pero fuera de su centro turístico acercarnos a la antigua iglesia de San Salvador de Cora o Chora y extasiarnos ante lo que quizás son las mejores pinturas del arte bizantino que yo haya podido contemplar. Mosaicos, frescos se muestran ante tus ojos reclamando toda tu atención. Uno siente que se pierde en sus dorados, en sus azules, que hay mil detalles a los que se debe prestar atención, que le falta conocimiento para disfrutar plenamente lo allí expuesto. Para llegar aquí, necesitaremos predisposición y ganas ya que no hay transporte público y está en lo alto de una colina. Y una vez allí quizás nos apetezca acercarnos hasta la cercana mezquita Fethiye, antigua iglesia de la madre de Dios o Pammakaristos y extasiarnos ante su pantocrátor.

Una vez salgamos de aquí podemos descender hacia la mezquita de Eyüb, paseando por el barrio de Fatih, un barrio lleno de tradición y contraste donde no es difícil mirar por una ventana y ver a un anciano estudiando el Corán, mientras en la calle los cafés están llenos de hombres barbudos con turbante y las mujeres cubiertas con chador hacen la compra, realmente parece que hayas pasado de una ciudad moderna y cosmopolita a una ciudad totalmente musulmana, impresión que se desvanece al dar la vuelta a la esquina y encontrar un pequeño bar, con mesas de madera y varios grifos que funciona además como casa de apuestas, donde disfrutar de una cerveza, mientras el resto de las mesas se van llenado con los trabajadores que después de una dura jornada de trabajo quieren relajarse con una cerveza

Por ultimo, no quisiera acabar esta reseña sin hacer una mención a uno de los placeres que Estambul nos ofrece y es la variedad de su cocina y de su repostería, no podemos estar en Turquía sin disfrutar de sus afamados kebab, sus sabrosos estofados de ternera o cordero, sus riquísimos platos a base de berenjenas y tomates, su rico pan, parecido a la pita griega pero más grande, sus ricos pescados que cocinan delante tuyo y que aún están vivos cuando te sientas en la mesa. Sus sopas de lentejas y otras legumbres, sus diversos guisos de carne. Y claro cómo no, sus dulces. Como en toda la cocina árabe, los postres turcos son la empalagosa perdición de los golosos, capas y capas de miel sobre crujientes hojaldres y cubiertos por una capa de riquísimos pistachos, montañas de azúcar y canela sobre suavísimos bizcochos, pequeñas tartaletas rellenas de jugosas frutas que hacen que cuando los introduces en la boca te sientas transportado al paraíso.
En fin una ciudad de la que enamorarse y a la que con solo una visita no te da tiempo a agotarla, a conocerla y por lo que es necesario volver más de una vez

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Ashila

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Experinencia en Ashila
Localización: Marruecos Marruecos Fecha creación: 07/08/2019 08:44 Puntos: 0 (0 Votos)
Es el día que da comienzo al Ramadán y hemos quedado con Shadeek en la puerta de la muralla que da al mercado. Caminamos despacio ya que las calles de la medina están llenas de gente y es difícil avanzar. Al llegar a la puerta, Shadeek ya está allí, como siempre con su sempiterno cigarrillo de marihuana colgado de los labios, nos hace un gesto con la mano y nos acercamos. Nos pegamos a un lado del muro para dejar pasar a la riada de gente que no deja de pasar por la gran puerta y así poder charlar con tranquilidad
- Buenas tardes- le saludamos
- Hola, buenas tardes - nos dice - he conseguido, que os acepten en la fiesta de mi “Gnawa”, de mi cofradía. He estado hablando con ellos y al final no he tenido más remedio que pagar para que os dejen entran
- Gracias, cuanto te debemos
- De nada - nos responde, mientras hace un gesto con la mano, indicándonos que nos olvidemos del dinero.
- Como esta todo de gente ¿no?. Pregunta Gloria
- Sí -dice mientras da una ligera calada a su cigarro - hoy es una gran fiesta. es parecido a vuestras procesiones de Semana Santa
Al poco de la calle que sale de la medina y se introduce en la parte nueva de la ciudad nos comienza a llegar un sonido. Al principio solo es como un rumor y va creciendo para acabar llenando todo el ambiente, impidiendo la conversación .Se oyen crótalos, “bendir” o panderetas, “darbukas” o yembés, “Riq” o grandes panderos y el sonido de las “zurnas” que asemeja a la de las dulzainas. Al poco vemos al grupo de músicos, no más de seis, seguidos de un gentío que va batiendo palmas. Shadeek nos indica que esa es su cofradía y que debemos unirnos al grupo. Aprovechando un hueco en el rio de gente nos unimos a la marcha. Empezamos nosotros también a acompañar el sonido de los músicos dando palmas. El ambiente es festivo, nada solemne, no tiene nada que ver con una procesión cristiana. En la multitud se mezclan ancianos que van danzando mientras ríen, mujeres vestidas a la manera tradicional -caftanes de colores profusamente adornados y bordados con primor- que de vez en cuando van soltando prolongados gritos, niños en pantalones cortos que corretean incansables por todos lados, familias completas cogidas de la mano, hay también algunos turistas como nosotros. Se respira alegría, la gente se para en alguna de las múltiples pastelerías y compran dulces típicos que reparten entre las personas que se encuentran cerca, también se comparten las bebidas. Los músicos que llevan los pequeños yembés, sin parar de andar, los lanzan al aire y cuando los recogen siguen tocando como si nada. Entre la gente, circulan vendedores de globos, de juguetes, de almendras garrapiñadas. Muchos hombres van fumando cigarrillos de marihuana, quizás eso ayuda a que todo el mundo sea amable, ría y parezca feliz.
Recorremos junto a la multitud las calles de la medina, la gente mira el festejo desde los balcones de sus casas y aplaude. Al llegar a una plazuela, la música repentinamente cesa. Se oyen risas, palabras dichas en árabe, poco a poco el griterío comienza a disminuir y todo comienza a tranquilizarse, la gente con desgana comienza a irse a sus casas. No quedan muchas personas en la plaza cuando vemos aparecer de nuevo a Shadeek al que habíamos perdido de vista al principio, cuando nos unimos a la fiesta.
- Venid conmigo - nos dice - ahora tenemos que ir a la casa
Felices, le seguimos. No andamos mucho cuando nos paramos frente a una casa encalada y con ventanas pintadas de azul, el mismo color que tiñe la puerta, Shadeek llama golpeando la puerta con los nudillos y después de unos instantes esta se abre. Nuestro amigo habla con alguien, y haciéndose a un lado nos dejan pasar al interior. Ante nosotros se abre un pequeño patio cerrado, de blancas paredes, con el suelo cubierto de pequeñas piedrecillas, y justo en medio del patio hay un gran árbol que se asoma al exterior por medio de un agujero circular que se ha practicado en el techo. Reconozco que no me hubiese sorprendido más de encontrar allí al mismísimo rey de marruecos. Nos quedamos en la entrada mientras Shadeek sigue hablando con alguna de las personas que hay allí. Al poco aparecen unas mujeres y se llevan con ellas a Alba, Gloria y Adriana. Veo como se pierden tras una celosía.
Nosotros seguimos a Shadeek y nos dirigimos a la zona de los hombres. Cuando entramos en el cuarto hay siete u ocho hombres, todos de mediana edad, vestidos con chilabas de rayas y vistosos colores y conversando animadamente entre ellos en árabe. Nadie nos presta atención. Alguien pasa una bandeja con té y refrescos. Cogemos dos pequeños vasos de té. Miguel y yo charlamos entre nosotros, mientras en el medio de la habitación se va montando una gran mesa baja, circular. Cuando la mesa esta lista, con un gesto nos indican que debemos sentarnos, lo hacemos todos en el suelo alrededor de la misma. Del otro lado de la celosía, oigo la voz de Adriana diciendo algo, seguida de las risas de varias mujeres. Al poco de sentarnos, aparecen dos hombres llevando entre los dos una gran bandeja llena hasta rebosar de cuscús y pollo, la depositan con cuidado en medio de la mesa. Los hombres sentados alrededor de la mesa, aunque no les entiendo nada de lo que dicen, parecen comentar por los gestos la buena pinta que tiene el plato. Nos dan unas servilletas y un pequeño cuenco con agua. Miguel y yo no tenemos nada claro que es lo que debemos hacer con la servilleta y el agua y esperamos a ver qué es lo que hacen nuestros compañeros de mesa para imitarles. En un momento dado y sin previo aviso, nuestros compañeros de cena al unisonó se lanzan con sus manos a coger pollo y cuscús de la bandeja. Miro a mi vecino de la izquierda, un hombre mayor con el rostro lleno de arrugas, y veo como coge un pollo con su mano derecha, lo parte y se lleva el trozo a la boca y volviendo a dejar la pieza en la bandeja, sin tiempo a terminar de masticar el pollo, coge una porción de cuscús con los dedos y se los introduce en la boca, me mira y sonríe, sin dejar de masticar me dice algo que no entiendo, mientras me hace un gesto con los dedos, indicándome que parte de la bandeja me corresponde.
Ya sin vergüenza y viendo que como no espabile no como, imito a mis vecinos y recordando no utilizar la mano izquierda para nada, cojo parte de un pollo y desgarro un muslo que me meto en la boca, a continuación introduzco los dedos en la masa de cuscús y llevo mi mano bien cargada a la boca. Miguel y yo hablamos poco ocupados como estamos en defender nuestras respectivas raciones de sémola. Está delicioso, tiene pasas, piñones, diversas especias. Los hombres comen con ganas, conversan entre ellos, de vez en cuando dejan de comer para tomar un sorbo de su vaso de té o de refresco. El gran montón de comida va disminuyendo rápidamente. Del lado de las mujeres siguen llegando risas. Los hombres terminan de comer, en la bandeja solo quedan las carcasas de los diversos pollos y una pequeña cantidad de cuscús. En ese instante, meten sus manos en los cuencos con agua y se lavan las manos, a continuación se las secan en las servilletas, algunos eructan notablemente satisfechos. Miguel y yo les imitamos y lavamos nuestras manos llenas de grasa en el agua y no secamos con las servilletas. Los hombres ríen, mientras con los dedos se sacan restos de pollo de entre los dientes. Tras un pequeño descanso algunos hombres se levantan y cogen sus instrumentos musicales. Todos nos levantamos y seguimos a los músicos, llegamos a otra sala donde nos hacen colocarnos de pie detrás de un pequeño muro. Hay velas olorosas colocadas en el suelo y en los pequeños muretes. Frente a nosotros están las mujeres. Los músicos empiezan a tocar sus instrumentos, la música empieza como antes en la calle a llenarlo todo. Las mujeres empiezan a dar palmas de forma sincopada y nosotros las imitamos. Al poco una mujer mayor, gruesa, vestida con una blusa que le deja los brazos al descubierto y una gran falda se destaca entre el grupo y se coloca frente a los músicos, cubriéndose la boca lanza un grito, que mantiene sostenido en su garganta durante unos segundos como hacen las bereberes, y empieza a girar sobre si misma mientras mueve su cabeza en círculos. Instantes después el pañuelo que le cubre la cabeza se cae y su pelo queda suelto, tiene una melena larga, que con los movimientos de cabeza hace que forme un molinillo. Deja de girar sobre si misma, ya solo mueve su cabeza y sus brazos. Mientras la velocidad del pelo de la mujer va aumentando, también lo hace el ritmo de la música y nosotros aumentamos también la frecuencia de las palmadas. En un momento dado la mujer deja de mover su cabeza, respira rápidamente y agitadamente, su mirada está ausente, grandes gotas de sudor recorren su frente. Reanuda su frenético movimiento de cabeza, su cabello negro vuelve a volar. No sé el tiempo que la mujer está moviendo su cabeza. En un momento dado cae de rodillas, dos mujeres salen y recogiéndola por los brazos, la ayudan a levantarse, la música baja su intensidad. Se deja de dar palmas y la mujer con la ayuda de sus amigas se pierde entra las otra mujeres. De nuevo la música empieza a elevar su tono, de nuevo comienzan las palmas, ahora salen dos mujeres, algo mas jóvenes que la anterior, pero vestidas igual y que llevan su pelo sin cubrir recogido en unas largas coletas, se ponen una frente a la otra, agachan su torso y empiezan a mover su cabeza las dos al unisonó, como antes las palmas comienzan a batir con mas brío y la música sube otro cuarto, las mujeres cada vez mueven la cabeza más deprisa, el pelo golpea contra el suelo en cada giro de cabeza que dan, las mujeres entran más profundamente en éxtasis, empiezan a arañarse el rostro y se hacen cortes con una cuchilla en los brazos de los que se desprenden pequeñas gotas de sangre. Estoy absorto en la danza, las mujeres en un momento dado empiezan a girara la una frente a la otra, como dos cuerpos celestiales unidos por la ley de Newton. El ritmo ahora es frenético, las mujeres giran, mueven su cabeza, se arañan, se cortan, de su rostro y sus brazos caen gotas de sangre y sudor al suelo. Del lado de donde están las mujeres salen gritos, los hombres baten palmas frenéticamente. Todos entramos casi sin quererlo un poco en trance. Sin saber muy bien cuando, noto que la música se está haciendo más pausada, más tranquila, hasta llegar poco a poco a cesar. Las mujeres también han ido haciendo sus movimientos más lentos, menos enérgicos hasta que ellas también se quedan paradas, recogidas sobre su regazo, con las piernas dobladas. Poco a poco van volviendo en sí, se enderezan y su respiración agitada, se empieza a normalizar y su pecho deja de subir y bajar violéntame. Busco con la mirada a Adriana, en su rostro imagino que al igual que el mío, se refleja la tensión del momento. Las darbukas, los bendir y las zurnas incansables comienzan de nuevo a llenar con su sonido la habitación, ahora es un hombre el que sale al centro de la habitación, lleva en su cabeza una especie de bonete terminado en un rabillo alargado. Al igual que las mujeres el hombre eleva sus brazos y comienza a girar sobre si mismo, mueve su cabeza y el largo rabillo, se empieza a asemejarse el pelo de las mujeres. Volvemos a batir palmas. El hombre gira, suda pero pese a todo no llega a la intensidad de las mujeres que han danzado antes. El hombre termina de danzar. Shadeek se acerca a nosotros
- Ahora os tenéis que ir, lo que viene a continuación ya no lo podéis ver, es solo para miembros de la cofradía - Nos dice
- Gracias - atinamos a decir
El nos saluda, llevándose la mano al pecho.
Salimos de la casa y miro la hora, me quedo asombrado han pasado más de tres horas desde que entramos y sin embargo todo ese tiempo se me ha pasado sin sentirlo. Andamos despacio por las ahora vacías calles, ninguno dice nada. Estamos todos impresionados, mi cabeza es un torbellino de sensaciones donde aún resuenan los tambores y las palmas que se mezclan con las imágenes de las mujeres danzantes, con la sangre y el humo de las velas. No sé quien suelta un joder que fuerte y en ese instante nos paramos los cinco.
- Que os ha parecido - pregunto
- Buf - resopla Miguel- impresiónate - no sé qué decir.
- No tengo palabras -comenta Adriana- aún no lo he procesado
- Acojonante – dice simplemente Gloria
La única que no dice nada es Alba, quizás debido a que pese a que es una niña muy despierta solo tiene trece años.
Llegamos a la casa, y subimos a la azotea, nos sentamos. La ciudad este en calma y aún quedan varias horas antes de que amanezca y desde el mar, nos llega el relajante sonido de las olas. Nos servimos una copa y nos ponemos a mirar el cielo estrellado.
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Ashila II - Playa

Ashila II - Playa


Un día de playa en Ashila
Localización: Marruecos Marruecos Fecha creación: 11/01/2021 11:00 Puntos: 0 (0 Votos)
Reconozco que cuando uno hace un viaje, entre las expectativas que tiene nunca está la de andar detrás de una mula, empujando un carromato, mientras el animal sufre de flatulencias.

La pregunta que imagino que ya os habéis planteado es, que hacia yo perdido en medio de la nada empujando un carro.

Todo empezó cuando decidimos ir a las playas que están a las afueras de Ashila. La cosa es que podríamos haber cogido un taxi para que nos llevará a las playas que están distantes unos cinco km, del centro de la medina, aunque claro eso sería lo sencillo, pero no es lo suficientemente exótico y autentico, se lo que sea que signifiquen esos adjetivos sin olvidar qué por mucha medina, mucho arco de media luna, mucho almuédano, estamos exagerando a 200 Km de España. Así que Gloria con la autoridad que da decir que ella había leído que lo típico era ir a la plaza, contratar allí un carromato, montarnos en el y que nos llevase a las playas decidió nuestro destino.
La plaza es un hervidero de gente andando, comprando o simplemente charlando entre los diversos puestos, llegamos a la zona de los carromatos. Coño, es verdad, hay carros esperando pienso. Nos acercamos a uno de ellos y sin saber muy bien cómo, nuestro árabe es inexistente y el francés del dueño del carro se acerca mucho a nuestro nivel de árabe, conseguimos que por 250 dirhams nos lleva a nuestro destino.

Montamos en el carro y nos disponemos a comenzar nuestro viaje. Reconozco que llamarlo carro quizás sea un pelín exagerado. Dos neumáticos, unidos por un eje y sobre ellos seis tablones de madera, atravesados por otra madera que los sujeta por medio de clavos, delante a la izquierda un cojín, que deja ver su relleno y que es donde se sienta nuestro guía, elevado por unas horas a la categoría de cochero y por delante de todos, sujeta por unos arneses la mula. Mas exotismo imposible.

Nuestro mayoral, nos lleva por lo que sería una visita guiada por las mejores zonas de Ashila: feos bloques de pisos de cuatro o cinco plantas, zonas comerciales semiabandonas y llenas de edificios derruidos y para terminar de darnos un baño de realidad cruzamos por el basurero municipal, donde aparte de tener que cubrirnos nuestra nariz con las toallas, sí vamos a la playa, vemos a grupos de personas rebuscando entre la basura. Si eso no es autenticidad yo ya no comprendo nada.

Por fin llegamos a la carretera, y comenzamos nuestro viaje por el arcén. Reconozco que me invade una mezcla de miedo y algo de vergüenza. Mercedes viejos nos adelantan a toda velocidad tocando el claxon. Intento recordar si alguna vez he leído alguna noticia sobre turistas que mueran en un accidente de tráfico en una carreta. No. Eso me tranquiliza hasta que el siguiente coche pasa peligrosamente cerca de nosotros. Algunos coches moderan su velocidad y nos saludan con la mano. Nosotros devolvemos el saludo como si ver a cinco turistas en bañador encima de un carromato en una carretera fuera la cosa más normal de mundo. Luego los excéntricos son los ingleses.

En un momento dado dejamos la carretera y nos introducimos por un camino de tierra. Avanzamos lentamente, pero todos respiramos más tranquilos, y podemos charlar entre nosotros. Todos reconocemos que hemos pasado miedo. Gloria sonríe entre culpable y se disculpa diciendo que en su guía no decía nada de la carretera. Larga vida a lonely planet y a quien sigue sus consejos. El paisaje es monótono, aburrido y porque no decirlo feo. Una tierra árida, seca, plagada de pequeños matorrales de color grisáceo y sin hojas. Comenzamos a subir un pequeño repecho.
Tchich, tchich, oigo al conductor, mientras a la vez tira y sacude las riendas. Pero la mula haciendo honor a su especie es tozuda y ha decido que hasta ahí hemos llegado. Por gestos el hombre nos dice que somos mucho para que la mula pueda tirar de nosotros y que debemos bajarnos. Solo Alba y el señor siguen en el carro. La mula liberada del peso, decide que ya está bien y reanuda su marcha. Ascendemos andando lentamente detrás de ella. Aunque reímos y comentamos divertidos, las miradas que le dirigimos a Gloria han dejado de ser simpáticas. Ella haciéndose la loca enciende un cigarrillo. Pese a ser mediados de septiembre hace calor y la playa me parece más lejana que nunca. Y de repente sin previo aviso, un olor nauseabundo inundo nuestra nariz. Es en esos momentos que te das cuenta cuan débil es el barniz civilizatorio que nos cubre, que débiles los lazos parentales. Los cuatros adultos miramos reprobatoriamente a Alba, dispuestos a hacer que pague su crimen que baje del carro y camine detrás de nosotros. La cría se ha cubierto la nariz y niega con la cabeza.

De repente oímos otra pedorreta y a continuación, nos llega de nuevo una oleada de aire fétido. Creo que cuando la gente dice eso de los olores exóticos, se refiere exactamente a eso, al olor a hierba podrida que emite una vieja mula. Durante los siguientes cuatro o cinco minutos la mula no hace más que tirarse pedos. Por un momento estoy seguro que el hombre, que en ningún momento ha abandonado su adelantada posición, sonríe. Todos, salvo el hombre, andamos ahora unos metros por detrás del carro, dejando espacio entre nosotros y la fábrica de ventosidades que es el estómago de la mula. Después de ascender un último repecho, el hombre para y nos indica que ya podemos subir, que todo es cuesta abajo. Efectivamente al final del camino se ve ya la playa. Miguel y yo decidimos seguir andando. Poco después nos cruzamos con el hombre y el carro que están de vuelta.

La playa es inmensa, kilómetros de arena blanca rodeada de tierra virgen. Imagino que así debían ser las costas españolas antes de la sobreexplotación turística. Las olas rompen en la orilla con espuma blanca. Si yo fuera turismo de marruecos, elegiría esta paya como motivo de alguna campaña. Tendemos nuestras toallas y descansamos un rato. Poco después estamos disfrutando del atlántico. El agua esta deliciosamente fresca y las olas invitan al juego. Durante la siguiente media hora nos dejamos llevar por el ritmo de las olas y disfrutamos como críos. Como resultado acabamos con arena hasta en los lugares más insospechados. Salimos del agua y nos tumbamos para secarnos. Poco después Shadeek y Montse y su pequeña hija Lua se unen a nosotros.
La playa quizás debido a su enormidad da la sensación de estar vacía. Algunos turistas, pocos, tirados en la playa, un hombre obviamente marroquí que se gana la vida paseando a los turistas con tres camellos y poco más. Un poco a nuestra derecha unos adolescentes, seis o siete, juegan al fútbol, de vez en cuando el partido se para y los chicos se van al agua. Poco después llega una familia marroquí. Parece la típica sacada de un juego de cartas. El papá, la mamá, y tres hijas. Se colocan a nuestra izquierda. Nada más llegar el hombre, quizás en sus cincuenta, barriga y barba se quita la chilaba y se queda en bañador. Sin dudarlo se mete al agua. Disfruta de ella, como habíamos hecho nosotros unos minutos antes. Cuando termina su baño es el turno de la mujer, ella se levanta el borde de su caftán y descalzándose se acerca a la orilla y tímidamente se moja los pies. Las tres jóvenes, adolescentes, sin quitarse su chador pasan corriendo al lado de su madre y se meten al agua, están un rato jugando entre ellas. Cuando salen del agua, nos proporcionan el espectáculo más sensual, que quizás yo haya tenido ocasión de ver en mi vida. La tela del chador se ha pegado a su cuerpo de tal forma que más que ocultar revela todo el cuerpo de las jóvenes, ellas pasan delante del grupo de adolescentes y se tumban en sus toallas. No han terminado de sentarse en sus toallas, cuando los chicos dejan el fútbol y empiezan a hacer toda una serie de cabriolas y saltos gimnásticos intentando mando llamar su atención. Y pensar que hay antropólogos que se van a pasar penalidades durante años en medio de la selva para estudiar los ritos de iniciación y flirteo entre remotas tribus.

Es la hora de comer y Shadeek, nos lleva a un chiringo, que llevan unos amigos suyos. Es el único sitio que hay en la playa y está medio oculto entre las dunas. Es muy básico, cuatro palos, un techo de cañizo para protegerse del sol, tres mesas, unos bancos y una cocina que es poco más que un fuego en el suelo y lo mejor de todo, quizás el mejor tajín de pescado que yo vaya probar en mí vida. Durante la comida Shadeek, nos comenta que lo que hemos visto en la playa es la forma que los jóvenes han encontrado para burlar las rígidas normas que imperan en sectores tradicionales de la sociedad marroquí.
Dejamos que la tarde discurra plácidamente en la playa, esperando la hora en que hemos quedado para que vuelva a recogernos nuestro “vehículo”. Poco antes de las cinco vemos al carro aparecer por el camino. Miguel, Adri y yo decidimos intentar volver andando. Le preguntamos a nuestro amigo si es posible volver paseando a la ciudad. Nos comenta que sí y nos indica el camino a la vez que se ofrece a acompañarnos.

Hace una tarde estupenda para pasear, el sol de finales de verano ya no molesta mientras comienza a hundirse perezosamente en el océano. El camino es un pequeño sendero de tierra y guijarros que transcurre entre acantilados y un infinito mar de matorrales y arbustos chaparros y secos que se pierden Sahara adentro. A nuestro paso salen pequeños saltamontes que brincan y se posan unos centímetros más allá. No se oye nada más que el sonido de las olas rompiendo unos metros más abajo y de vez en cuando el canto de algún pájaro. Del sendero principal salen pequeños caminos que descienden a calas o playas escondidas. Curiosamente o quizás no tanto a un centenar de metros de cada una de estas bifurcaciones hay un pequeño puesto de la gendarmería marroquí. En cada puesto vemos no más de una decena de soldados y policías. Son puestos simples, no más allá de una casamata hecha de bloques de hormigón y una antena de radio, construidos con el dinero de la cooperación española y su única función es la de evitar la partida de pateras con destino a España. Vemos como en uno de los puestos los militares se arrodillan y comienzan a orar.

Una hora y media después, llegamos a los arrabales e Ashila, notamos como el pequeño sendero se agranda y los guijarros y piedrecillas dejan paso a un camino más amplio de tierra apisonada, que a su vez al poco se transforma ahora si en una calle de cemento con sus obligatorias aceras. La soledad de unos minutos antes, deja paso a una multitud de hombres y mujeres que charlan, camina presurosos o termina de hacer la compra. Cruzamos por el mismo mercado de la mañana. Me paro a observar como unos hombres sentados en el suelo reparan las redes de los barcos pesqueros. Llegamos a la puerta de la Medina y es aquí nos despedimos de Shadeek. Andamos entre las estrechas calles de la medina hasta llegar a la casa. Gloria y Alba ya están esperándonos.

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comment_icon  Últimos comentarios al diario Relatos de Turquia, Marruecos
Total comentarios: 3  Visualizar todos los comentarios
Burriac  Burriac  06/08/2019 19:12
¡Qué bien leer algo tan bien escrito! Te transporta directamente a Estambul.
Felicidades por hacer soñar.
Kuiyibo  kuiyibo  07/08/2019 01:20   📚 Diarios de kuiyibo
Unas fotillos no estarían mal.
ANINIES  ANINIES  15/08/2019 06:04
Qué bien escribes! y gracias por compartir tu punto de vista.
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anais85
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Fecha: Mar Mar 26, 2024 04:38 pm    Título: Re: Sugerencias de destinos ¿Dónde puedo ir?

Yo es que si no has estado en Grecia no pensaría más, allí de cabeza. Es de las mejores épocas además. Ahora eso sí tienes que estudiar posibilidades o qué te apetece ver más
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Fecha: Mie Mar 27, 2024 07:00 am    Título: Re: Sugerencias de destinos ¿Dónde puedo ir?

Pues yo me iría a Croacia de cabeza (no la conozco y es un destino pendiente desde hace 20 años 😔)

Yo estuve en Grecia y no volvería, pero cada uno es un mundo y para gustos colores.

Yo este verano iré a Polonia, por si te sirve de idea también.
mariwaka
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Fecha: Mie Mar 27, 2024 07:16 am    Título: Re: Sugerencias de destinos ¿Dónde puedo ir?

Buenos días! Muchas gracias Izengabe, Anais85 y Eiree! Grecia lo estuvimos mirando el año pasado pero no nos acabó de cuajar y al final hicimos ruta por los bálticos (Estonia, Letonia, Lituania) y acabamos en Polonia. Tema vuelos a Rumanía, Wizzair si que vuela pero habíamos escuchado que tiene mucho retraso en los vuelos y bueno nunca hemos viajado con ellos y por desconocimiento preferíamos que hubiera al menos otra compañia aérea más conocida. Si la conocéis me podéis contar vuestra experiencia? Ahora me hacéis dudar si Grecia o Croacia jajaja voy a darle una vuelta más a ver...  Leer más ...
anais85
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03-04-2009
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Fecha: Mie Mar 27, 2024 07:55 am    Título: Re: Sugerencias de destinos ¿Dónde puedo ir?

Wizz air es la compañía con la que más he volado estos últimos años por su amplio abanico de destinos, llegando incluso a abu dhabi etc y toda Europa del Este. Aunque tiene retrasos es una compañía low cost como puede ser Ryanair. Yo no descartaría un destino por esta compañía, que se está imponiendo además por eso, porque llega a muchos sitios Entre Grecia y Croacia, Grecia de cabeza aunque yo soy poco objetiva porque soy una enamorada de Grecia Puedes ir a islas menos masificadas o ver qué te interesa. Santorini va a estar llena pero otras islas no Volví en año covid a Croacia y me...  Leer más ...
mariwaka
Mariwaka
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09-02-2010
Mensajes: 45

Fecha: Mie Mar 27, 2024 04:26 pm    Título: Re: Sugerencias de destinos ¿Dónde puedo ir?

Supongo que es quitarse el miedo a esta compañia y darle una oportunidad, miraré precios a ver que tal

Grecia siempre me ha llamado mas que por la playa por la cultura y la arqueologia así que a ver compararé precios y ya os diré

Gracias por la ayuda Heart
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