En lo que una vez fue Mesopotamia (Irak) ✏️ Blogs of Iraq

Si alguien en marzo del 2022 me hubiera dicho que en las postrimerías de abril me encontraría en Bagdad, simplemente, me lo hubiera tomado a broma- ¿Yo en Irak? Ni loco; a pesar que siempre fue un destino deseado por su inveterada cultura, cuyo legado revolucionó los hábitos de nuestra especie hasta llegar, en un proceso lento pero imparable, a predominar su modelo en todos los continentes. Sin embargo, por la situación complicada que había vivido durante décadas el país era un destino que lo veía lejano en el tiempo.

Y es que solo con evocar el nombre de Babilonia o Mesopotamia eran suficientes para anhelar ir algún día allí, pero Irak es mucho más, muchísimo más que dos vocablos. Es una eclosión de culturas e imperios, la cuna de la civilización, el origen de la escritura y de la rueda... Es un país que turísticamente puede ofrecer mucho.

Y, por fin, se abría una nueva esperanza en el país de las mil heridas después de un lustro de relativa calma, las autoridades decidieron facilitar el acceso a su territorio a los extranjeros y dar en todos sus principales aeropuertos el VOA desde el 2021, aunque, importante, los que se dan en el Kurdistán iraquí no son válidos para el resto de país, viceversa sí.

Fue un día ordinario, cuando navegando por la web como el que hace zapping con el mando a distancia de la televisión, me tope de nuevo con el blog de Joan Torres (Against the Compass), quien había escrito varios artículos sobre sus viajes al Irak Federal como mochilero y defendía que era totalmente factible y relativamente fácil moverse entre algunas ciudades con transporte público.

Con aquellas primeras lecturas vinieron otras, sobre todo de blogueros de escritura anglosajona, como [b]Uncharted Backpacker y The Globbe trotting detective[/b]. La última me pareció la más completa y útil en información práctica para un novel viajero en la antigua Mesopotamia.

También hay una página interactiva en facebook de gran ayuda: Irak Travallers Cafe. Aquí encontraréis respuestas a las dudas e inquietudes que os salgan, antes y en el viaje. Y, además, para aquellas personas que quieran interactuar, hacer amigos o simplemente necesiten ayuda de los autóctonos estos lo harán desinteresadamente y podréis disfrutar de momentos inolvidables en reuniones de amigos o familiares e incluso en ciudades “prohibidas” os podrán apadrinar para poder pasar los checkpoints que hay en todas las entradas de las ciudades del país y poder visitar con él la ciudad. Que no os pase como a un extranjero que quiso entrar hace dos semanas a Faluya solo y lo detuvieron un día completo hasta que se aclaró que solo era un turista. Y es que hasta 2015 se contabilizaba que habían entrado a Irak y Siria hasta veinte mil personas para unirse al Estado Islámico.

Actualmente solo hay una guía de viaje de Iraq: Iraq. The ancient sities & Iraqi Kurdistan de la editorial Bradt en inglés. Yo la pedí dos semanas antes de marchar por Amazon pero no me llegó a tiempo. Así que ahora disfruto de una guía impoluta en mi librería de casa que de vez en cuando ojeo para atar cabos que se escaparon en el viaje.

Los libros que me ayudaron a entrar en ambiente fueron:

Breve historia de Babilonia de Juan Luis Montero Fonellós. Ofrece los suficientes conocimientos para no sentir que solo ves piedras en sus restos arqueológicos. Recomendable para primerizos en la cultura babilónica.

Nínive: La historia y el legado de la antigua capital asiria de Charles River. Una obra de tan solo 48 páginas que sirve para una pequeña introducción de esta gran ciudad. No lo considero imprescindible.

Las cenizas del califato: De las garras del Estado Islámico a la supervivencia de Mikel Ayestaran. Relatos periodísticos sobre las atrocidades y lo qué significó para sus ciudadanos corrientes vivir bajo la interpretación más sectaria de la Sharía.

La semilla del odio: De la invasión de Irak al surgimiento del ISIS de Mónica G. Prieto y Javier Espinosa. Lectura apasionante, muy cruda en algunos momentos e imprescindible para entender cómo Irak acabó convirtiéndose en un avispero infernal gracias a las narraciones de estos dos periodistas que vivieron en el país en aquella época convulsa y terrorífica.

En el transporte aéreo volví a confiar en la compañía turca de low cost: Pegasus Airlines. Mucho más sería que la europea Raynair. Viajé tan solo con una mochila de 40 litros y no tuve ningún problema. Incluso vi a personas llevar dos bultos y no les pusieron ninguna traba al subirlo a la cabina del avión.

El vuelo de ida y vuelta a Bagdad desde Barcelona con escala en Estambul me salió por 391,79 euros.

Y el seguro de viaje volví a apostar por IATI por 99,20 euros con pack Covid incluido. Habían opciones más baratas en la misma compañía pero, normalmente, en los viajes suelo coger la más completa en prestaciones.

Con todo, más o menos, estudiado, marché a Irak. A la que se me olvidó añadir el adjetivo polvoriento. Días de sol brumoso acompañaron mis jornadas. Incluso hubo dos días de tormentas de arena severa. De esa niebla rojiza que alguna vez habréis visto en una película o en otro lugar desértico que se mete por todos los sitios. Cancelándose incluso vuelos por la escasa visibilidad.

E importante; nunca viajéis en la última semana del Ramadán en Irak. El país funciona a medio gas.

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Eran los 02:30 h de la mañana cuando el vuelo procedente de Estambul aterrizaba en el aeropuerto de Bagdad, y a diferencia de Teherán, las mujeres no tenían la obligatoriedad de taparse el cabello, las tradiciones islámicas eran mucho más laxas que en el país vecino.

Llegamos los pasajeros a una pequeña sala descuidada donde al final habían cinco o seis casetas de la policía fronteriza iraquí. Algunos foráneos intentaron pasar pero les negaron el acceso, debíamos esperar en una esquina de la sala rectangular repleta de sillas de plástico a que vinieran a recoger nuestros pasaportes y formularios que teníamos que entregar rellenados. Esa información la fuimos descubriendo entre las pesquisas de los interesados porque ni carteles ni personal del aeropuerto informaban del procedimiento a seguir.

A los diez minutos un joven y serio policía recogió los documentos de todos los extranjeros que había en la sala, entre ellos, dos jóvenes búlgaros turistas, el chico repetía por segunda vez en menos de un año. En el avión me habló de las maravillosas experiencias que tuvo en su primer viaje.

Tras veinte minutos transcurridos retornaba con nuestras visas y todos nos amontonábamos desordenadamente sobre un viejo mostrador para recoger nuestros pasaportes y pagar la VOA. El precio de la visa era de 75 dólares más 2 de propina. Como lo tenía justo le di 75 dólares y le pregunté si podía entregar los dos dólares en euros. Me dijo que no, que marchara, que ya estaba bien.

Había leído de la obligación de reservar las primeras noches un hotel de cinco estrellas, que si no lo hacías las autoridades te cobraban 50 euros por la tramitación del cambio de alojamiento. Pregunté en la página Irak Travallers Cafe de facebook, quienes me aseguraron que no era necesario, ya no lo pedían. Y, al menos, a los chicos búlgaros y a mí no nos obligaron a alojarnos en un hotel de cinco estrellas.

Sobre los requisitos Covid 19 para entrar al país, es suficiente con enseñar el certificado covid digital o en papel de la EU, desde abril ya no piden PCR para entrar ni salir del país. Pero esta información puede variar dependiendo de la evolución de la pandemia.
Cambié en el aeropuerto 100 euros.1500 dinares por un euro. En las casas o puestos de cambio del país no varió mucho la diferencia.

Salí de la Terminal de Llegadas, los locales interiores (restaurantes, tienda de telefonía …) a esas horas intempestivas estaban todos cerrados. Así que cogí uno de los taxis que operan en el aeropuerto. Me cobró hasta mi hotel 40,000 dinares después de regatear.

Llegué a las cuatro de la mañana a la recepción del hotel: Life Palace Hotel y Rest. Ubicado a unos tres kilómetros del casco viejo de Bagdad pero con una calle comercial a tan solo cien metros de distancia donde se puede encontrar de todo (calle Inner Karada) y a tiro de piedra del hotel restaurantes modernos. El hotel está situado en el interior donde el río Tigris describe una parábola cerrada y alargada a su paso por Bagdad. Me costó 40 dólares la noche. Y aunque hice el check-in a las cuatro de la mañana solo me cobró un día y no me dejó que pagara el segundo día el desayuno, que en principio no me correspondía.

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Soy de esas personas que suele necesitar ocho horas para dormir, que disfruta durmiendo. De los que cae en la cama y se duermen al instante. Exceptuando las ocasiones excepcionales cuando mi espíritu anda inquieto. Y aquella primera mañana en Bagdad era excepcional. Iba a conocer un ciudad que las últimas décadas solía ser noticia por las guerras, los secuestros y los coches o personas bombas. Sin embargo, desde 21 de enero del 2021 no se registraba ningún atentado ni incidente con desenlace trágico en la capital excepto los dos cohetes Katyusha que tenían como objetivo la zona verde a finales de 2021. El primero fue derribado en el aire por baterías de defensa y el segundo cayó en un solar, dañando dos vehículos.

Por fin, el futuro incierto parecía sonreír tímidamente a los bagdadíes. Y aunque era consciente de que no era la misma ciudad donde los norteamericanos construyeron una zona de exclusión: GREEN ZONE, no podía dejar de estar inquieto y ansioso de explorar la ciudad que solo pronunciar su nombre evocaba temor. Y es que aunque hoy día parece una ciudad pacificada no nos debemos confiar y utilizar el sentido común como haríamos en cualquier país.

A las nueve de la mañana, después de desayunar en el buffet del hotel, al fin salí a sus calles. Y rápidamente comprendí lo que significaba el Eid-al-Fitr (fiesta de la ruptura del ayuno) para los iraquíes. Museos, yacimientos arqueológicos, bancos, colegios… cerrados durante diez días por vacaciones de los funcionarios, es decir, este año desde el 29 de abril hasta el 07 de marzo del 2022 estaría todo lo que depende del estado cerrado. Ese fue mi gran error que no tuve en cuenta a la hora de planificar mis días de vacaciones y que lo condicionó todo, y no para mejor. Mi obsesión era comprar el billete del avión lo antes posible para evitar las elevadas temperaturas y no me fije en nada más. Y incluso así, anticipando mi llegada, los días que pasé en Irak el termómetro llegó a sobrepasar los 36º a principios de mayo. Además, este primer día era fiesta y estaba la mayoría de locales cerrados.

La primera impresión que me llevé de Bagdad fue desoladora, de inerte escenario. Con sus calles polvorientas y vacías, con su escaso tráfico, con los militares o policías con sus rostros tediosos y sus mastodónticos vehículos militares ocupando espacios para los viandantes en cada intersección o rotonda, con los alambres de concertina desperdigados, a veces, en sitios inverosímiles, como una escalera pública obstruida por este material , con muros de hormigón prefabricados cercando algunos solares o carriles de circulación, con sus erizos checos en los accesos sensibles de edificios gubernamentales, con su omnipresente basura, con sus calles y coches polvorientos por las tormentas de arena. ¡Y qué decir del casco viejo de la ciudad! Exceptuando la calle Al Matunabbi, preguntándome cómo conseguían las columnas de los soportales mantener los edificios ruinosos y ajados en pie, sin desmoronarse. Y en aquellos milagros de la gravedad incluso detecté vida en algunos de ellos en su interior, personas que vivían allí, como así atestiguaba la ropa limpia y húmeda puesta a secar en balcones deprimentes.


Al mediodía había muchos hombres con las vestimentas típicas de esta región, dishdasha; mujeres casi no vi, y las que vi, iban con túnicas oscuras y velos que escondían sus cabellos. ¿Tan retrógrado era Bagdad? Por supuesto que no, mas fue la primera impresión que me llevé de ese día festivo y hasta que no volví a la capital y pude atestiguar en un día ordinario que Bagdad no eran tan solo pasado, también era un futuro moderno y tímidamente abierto a los nuevos tiempos.

Como no iba a encontrar nada abierto focalice mi primera visita en los escenarios urbanos exteriores. Así que al primer sitio que me dirigí fue al puente Al-Shuhada, construido por los británicos en el periodo de su ocupación en el 1937, es uno de los treces puentes que une Rusafa con Karkh, la parte este y oeste respectivamente tomando como punto de referencia el río, el puente conecta los antiguos barrios de la ciudad. Y me coloqué en el punto central del mismo para tener una perspectiva de uno de los ríos que ayudó al progreso de Mesopotamia y con más de seis mil años de historia: El Tigris.
En el lado oeste, sobresale una torre de la época otomana (Al-Qushla clock) con un reloj, rodeado por un pequeño jardín. Contiguo hay un embarcadero donde sus ciudadanos cruzan el río con una pequeña embarcación motorizada, ahorrándose el tramo del puente, por unos pocos dinares. También pude observar la estatua dedicada al poeta Al-Mutamabi ubicada al final de la homónima calle en perpendicular al río. Y al lado este, saliendo del puente, a mano derecha, hay un mercado de pescaderías donde se cocina el plato nacional de Irak, que se cocean lentamente, abiertos y ensartados en fuego de leña en grandes parillas circulares: Masgouf. No hay restaurantes. Estuve a punto de hacer un “take away”, pero dónde me comía un pescado en una ciudad donde los bancos no existen y los bordillos o los escalones no son el mejor lugar para un improvisado comedor, ante tanta porquería rebozada en arena.



Me di un rápido paseo por la calle más mimada del casco viejo: Al Mutamabi. Llena de tiendas abiertas y tenderetes de libros en sus soportales y en el paseo peatonal. Todas las fachadas restauradas e impolutas. Era un lugar limpio. “Un oasis en el desierto”. En un pequeño bazar, al lado del río, vendían suvenires a precios ridículos para un occidental. La cafetería más célebre de la ciudad vieja estaba cerrada por la misma razón que muchos comercios: Eid-al-Fitr. El té del Café Shabandar debería esperar a la vuelta.

Vagando por la ciudad acabé en la calle Saadoun, una de las avenidas más importantes, preguntando en los pocos puestos callejeros o tiendas abiertas dónde podía comprar una tarjeta SIM para mi teléfono móvil. Me indicaron cerca de la plaza Tahrir o plaza de la liberación. Aproveché para hacer unas fotos al célebre monumento a la Libertad para celebrar la independencia de Irak en 1932. En una pequeña tienda de teléfonos móviles compré una tarjeta para dos semanas por 17,500 dinares con la compañía KOREK, no sin antes tomarme la huella dactilar, una foto y una fotocopia de mi pasaporte. En todo mi viaje no tuve ningún problema de cobertura.


Estuve en la tienda charlando distendidamente con un chico y el dependiente de futbol y otras nimiedades. Les expliqué lo que me había sucedido una hora antes al intentar entrar andando por una de las cuatro puertas de acceso a la zona verde, concretamente en la Puerta de los Asesinos. Cuando iba a acceder un militar salió de una garita del lado contrario y me indicó con aspavientos iracundos que me acercara. Como la mayoría de iraquíes, solo hablaba árabe. Así que opte por enseñar mi pasaporte y enseñar mi bolsa para tranquilizar su estado de ánimo y la verborrea ininteligible que salía de su boca como un torrente de agua. El resultado fue que me echó de allí. A día de hoy, seguramente, mucho tuvo que ver el incidente de los cohetes que ocurrió a finales del 2021 con la actitud de este militar.

Las botellas de agua 50 cl costaban 250 dinares, unos quince céntimos de euro. Los refrescos de capacidad similar 500 dinares. Comer en bares comunes por tres euros comías, en restaurantes con más categoría a partir de 10 euros para arriba. Eso sí, mucha carne, muchísima. Para los carnívoros un paraíso, para mí un inconveniente, pues llevo tiempo evitando, siempre que sea posible, comer carne.

Cuando me dirija al hotel, cerca del hotel Palestina, un guardia que estaba en una puerta de acceso me indico que me acercara. ¡Bebe, bebe! ¡Mójate la cara! Insistió al verme colorado como un tomate. El calor seguía apretando a pesar que ya era las siete de la tarde. Se expresó con asertividad cuando me dijo que su sueño era ir a Europa, amaba a Europa. Tenía mitificado nuestro continente, como muchas personas que no han estado.

Aquella primera jornada en Bagdad fue extraña y emocionante. Me costó coger el sueño. Hasta que quedé dormido profundamente.

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