7 días improvisados por Galicia ✏️ Blogs de España

Nuestro hijo iba a Galicia unos días a unas pruebas deportivas y mi marido y yo (como entusiasmados padres) nos permitimos unos días de escapada para ir a apoyarlo. Lo que no pensábamos es que la cosa se alargaría hasta los 7 días, pues los chicos pasaron a la final de su competición y lo que en principio iban a ser 3 días se convirtió en unas vacaciones en toda regla conociendo Pontevedra y sus alrededores.
Aquí os cuento nuestra aventura. Espero os entretenga y os sirva de algo para vuestras futuras visitas a esta preciosísima tierra.

Nuestro vuelo era Alicante-Santiago con Ryanair. Baratito y rápido. Todo fue ok, y en algo más de una hora aterrizábamos en Santiago de Compostela. En el aeropuerto coincidimos con otro matrimonio cuyo hijo era compañero de equipo del nuestro y decidimos compartir coche de alquiler. Ellos ya habían pillado uno por internet pero al llegar a Santiago fuimos a la oficina de Hertz en el aeropuerto y nos lo cambiaron por uno superior para ir los cuatro bien a gusto. El proceso fue un poco lento pues nosotros no sabíamos hasta cuando íbamos a estar en Galicia; dependíamos de los resultados de los chicos en la competición así que, ni teníamos vuelo de vuelta, ni hoteles fijos, y claro, lo del coche era también un poco problemático. Al final los de Hertz lo entendieron y nos apañaron la situación aunque sinceramente... nos salió por un pico, aunque eso sí, fuimos como reyes a todas partes en aquel maravilloso Volvo.

Hacía un día estupendo y como ya habíamos comido en el avión unos bocatas comprados en el aeropuerto, pensamos aprovechar la tarde visitando Santiago. Llamamos al hostel donde teníamos reserva para dormir y avisamos de que llegaríamos tarde. La dueña muy amable no nos puso ninguna pega.
Ella misma nos aconsejó aparcar por la universidad y así lo hicimos. De allí al centro fue un agradable paseo atravesando el Parque de la Alameda y pasando junto a la noria gigante que estaban terminando de desmontar en ese momento.

Callejeando un poquito enseguida llegamos a la Plaza del Obradoiro, magnífica postal de 360º, con sus peregrinos tirados por el suelo, innumerables selfies delante de la catedral , el sonido de una gaita de fondo y un solazo de justicia. Entramos a echar un vistazo al hall del Parador, paseamos por las calles adyacentes, compramos algún souvenir, y rodeamos la catedral hasta que dimos con la entrada y pasamos al interior.
Lo que más me llamó la atención fue la cantidad de gente que había. Estaba hasta las trancas: feligreses, turistas, peregrinos y sobre todo mucha chavalería. Por algunos sitios era difícil pasar sin pisar a nadie, pues andaban todos sentados en el suelo ocupando casi todo el espacio. Muchos iban con camisetas iguales, supongo que eran de universidades o grupos religiosos. También coincidía que era casi el Corpus y probablemente había algún encuentro de grupos internacionales. En fin, que estaba lleno. No nos quedamos hasta la voladura del botafumeiro porque ya estábamos mucho rato y queríamos ver más cosas y el hostel nos quedaba lejos, como a unos 50 kms.

Al salir, pasamos por las escaleras que estaban llenas de gente y había una orquesta preparándose para dar un concierto. La acústica de esa plaza era una maravilla. Fuimos a cenar en plan tapas al A TABERNA DO BISPO. Muy cerquita de la catedral. Camareros atentos y simpáticos y la comida muy rica. Empezamos aquí nuestra particular cata de pulpo, el cual quedó en el puesto número dos del ranking al final del viaje. Muy bien de precio y todo muy bueno. Recomendado 100%.

De allí a por el coche, con una lluvia de cinco minutos que nos hizo estrenar el paraguas recién comprado y rumbo al que sería nuestro primer alojamiento: ALBERGUE HOSTEL NUESTRA SEÑORA DEL CAMINO en Combarro.

Eran las once de la noche. Tengo que decir que allí los días duran mucho. A las diez el sol aún está alto y te confías viendo cosas. Al menos a mediados de junio que ha sido cuando hemos ido.

La dueña del pequeño hostel, Carmen, es un encanto. Nos recibe sonriente y nos explica todo con una dulzura que choca con el nivel de estrés que traemos nosotros, apurados por las horas que eran. Las habitaciones están limpias y nuevas. A nosotros nos toca una con literas dobles donde dormimos muy cómodos. Las habitaciones tienen baño privado. El desayuno es a base de café, tostadas y zumo, servido por Carmen muy atenta. Además hay un saloncito y una cocina a disposición de los peregrinos. Lavadora y un jardincito exterior muy mono con sitio para tender la ropa además de sentarse en alguna mesa a tomar una infusión, etc. con vistas a la ría. Olvidé decir que nuestra habitación y creo que todas o casi todas tienen balcón con vistas a la ría de Combarro.
Aquí pasamos dos noches.

Nuestro primer día termina aquí, con una visita a Santiago de Compostela, a la imponente Plaza del Obradoiro, a su catedral, con una primera cena regada con Albariño de diez y un alojamiento muy acertado en Combarro.

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Hoy empezaba la competición de nuestros hijos, motivo por el cual estábamos en Galicia, así que después de una pequeña charla mientras desayunábamos con Carmen, la dueña del hostel, que nos dió buenos consejos sobre Combarro, nos fuimos a ver el partido de los chavales al campo de fútbol de Marcón.

Contentos por el resultado, regresamos a Combarro ya casi a la hora de comer. Paseamos por las callejuelas antiguas de este precioso pueblo. Vimos los originales hórreos y tiramos unas cuantas fotos con la ría de fondo. En estas callecitas hay bastantes sitios para comer. Nosotros nos decidimos por el RESTAURANTE O BOCOI.
Nos ubicaron en una mesa junto a la cristalera con vistas al río. Pedimos algunos entrantes y un rodaballo que estaba muy bueno. La verdad es que acertamos de pleno, pues la calidad y el precio fueron muy acordes y el sitio con esas vistas nos encantó. Así que si os apetece pescado, marisco, arroz.... otro recomendado 100%.

Después de comer seguimos paseando por la zona. LLegamos hasta la playa da Pinela. Allí nos pudo el cansancio y la digestión y optamos por acercarnos al hostel y echar una siesta. Ya recuperados seguimos con el plan de las playas.
No recuerdo el nombre, pero estaban más al sur, fuimos con el coche y estaba muy bonita. Me acordé, era la playa de Áreas. Nos relajamos un rato en un saliente con rocas que había a la izquierda y seguimos una ruta de unos dos kilómetros que iba paralela a las playas. Estaba chulo. Había aseos, vestuarios, socorrista, parking, y algún restaurante para comer (aunque estaba cerrado).

Nuestros hijos estaban concentrados en un hotel en Sanxenxo y decidimos acercarnos a ver qué ambiente había por allí. Aparcamos muy cerca del paseo marítimo y dimos un paseo a lo largo de la animada y concurrida playa. A los chicos solo pudimos verlos de lejos, pero bueno, nos tomamos un helado en el paseo marítimo que nos quitó un poco las penas.

Nos habían recomendado ver Combarro por la noche así que después de las playas volvimos al puerto de Combarro y aparcamos ahí el coche. Cenamos justo allí, en un bar llamado TINTA NEGRA. Muy llamativo por la ubicación y la decoración. Local muy grande con muchos camareros y decoración industrial muy moderna, con muchos televisores enormes retransmitiendo baloncesto. Sin embargo, la comida, sin disgustarnos, fue lo que menos nos llamó la atención. Ni siquiera recuerdo lo que pedí. Lo recomendamos? .... sí, en un 75%.

Para terminar el día, volvimos a patear la parte antigua, vimos los hórreos de noche, y nos echamos unas risas cuestionando la subida de la marea. En fin, una bonita jornada.

Esa noche sería nuestra última noche en el hostel de Carmen. La echamos de menos todo el viaje. Su dulzura, su tranquilidad, nos encantó. Fue el punto final de nuestro primer alojamiento base, Combarro.

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En nuestro camino hoy hasta el campo de fútbol de Marcón (el partido era a las 12 h), nos encontramos con el Monasterio de San Juan de Poio, el cual también tiene una hospedería.
Decidimos entrar a verlo. La iglesia es muy bonita y sus dos claustros están muy bien conservados. Lo que más me gustó fue el mural de mosaicos que hay explicando el camino de Santiago y el museo que posee el libro impreso más pequeño del mundo que contiene el padrenuestro en siete idiomas.
Además en sus jardines se encuentra el hórreo más grande de Galicia y del mundo, con algo más de 33 metros de largo. Un rincón que bien merece una visita.

Después de una breve charla con unos peregrinos que nos contaron su aventura hasta el momento, continuamos nuestro viaje hasta Marcón. El partido acabó con resultado favorable y decidimos pasar el resto del día en Pontevedra.

Esto ya era otra cosa, nada que ver con los pueblitos vistos como Combarro. Nos dirigimos entre sus calles comerciales hasta el casco histórico y llegamos hasta el Santuario de la Virgen Peregrina. Por esta plaza pasa el camino de Santiago portugués. Prácticamente unidas se encuentran el resto de plazas, destacando la de Herrería, donde se ubica el Convento de San Francisco. En esa plaza vimos un local con mucha gente y pensamos comer allí, pero al entrar volvimos a ver esa típica decoración de franquicia, industrial moderna que no nos convencía. Y cuando vimos la cocina y lo poco limpio que estaba nos levantamos y nos fuimos.
En las calles y plazas adyacentes hay mucha oferta gastronómica. Entonces optamos por un restaurante en la plaza de la leña (preciosa). Nos sentamos en una mesa en la plaza, donde volvimos a testar el pulpo y otros manjares, y como plato fuerte un arroz caldoso de marisco que estaba para chuparse los dedos. Por no hablar de los postres. Las carnes también tenían buena pinta. el restaurante se llamaba A Casa da Leña. Recomendado 100%, sobre todo en la plaza, junto a los pilares. Ubicación de cine, pero ojito con una gaviota rebelde que literalmente te roba la comida jajaja.

Hartos de comer dimos un paseo por los alrededores para bajar la comida. Acabamos en las Ruinas de Santo Domingo, muy curiosas. De allí, volvimos a por el coche, entrando por el camino a alguna que otra tienda y disfrutando de la buenísima temperatura.

Hoy nuestro alojamiento iba a ser un poco especial. Estaba en medio de la montaña, en Valboa, Armenteira. A unos 20 kms de Pontevedra. Es un alojamiento pequeño, familiar, y con muy pocas habitaciones. Se llama CASA CARBALLO DE PRADO. El entorno es precioso, en lo alto de una colina, todo verde alrededor. Nos tocó la suite, una cabaña independiente, forrada de listones de madera con una cristalera en la parte delantera y un porche con muebles de terraza. Un espectáculo. Con su cama de matrimonio, su saloncito con sofá y butacas, baño coqueto con ducha y una litera plegable en el caso de haberla necesitado. Uno de los alojamientos que más nos gustó, además por el trato de los dueños y por el impresionante desayuno que nos prepararon al día siguiente del que hablaré en su momento.

Una vez instalados y con la tarde llegando casi a su fin, los dueños nos aconsejaron bajar a Cambados y allí que fuimos. Dejamos el coche en el puerto y caminamos en un precioso paseo junto a la ría hasta llegar a la Torre de San Sadurniño y la playa de Amouta.... Qué espectáculo de fotos hicimos allí, qué paisaje y sobre todo qué paz.
Indispensable ir. Después de un buen rato volvimos sobre nuestros pasos, haciendo otras cuantas fotos más desde la pasarela de piedra. De allí en dirección al centro preguntamos a un chaval por el cementerio y siguiendo sus indicaciones nos plantamos en la puerta. Este cementerio es otra historia... nada más atravesar las puertas se percibe algo mágico. La disposición de las tumbas, la antigüedad de sus cruces, la luz de la tarde que se iba por momentos. Todo sumaba. Y la maravilla que hay en su interior, una iglesia en ruinas que alberga un Cristo crucificado, con su altar y sus columnas y arcos de una belleza infinita. Al salir del cementerio subimos por el lateral hasta un pequeño mirador donde nos sorprendimos de que eran las 10.30 de la noche y aún quedaba algo de luz en el cielo.

Con algo de prisa regresamos al pueblo buscando donde cenar. Nos habían dicho que había una plaza con muchos bares y aunque nos costó encontrarla al final dimos con ella y un amable dueño de uno de esos bares nos instaló en una mesa redonda bajo una gran sombrilla que nos libró de una fina lluvia que caía en esos momentos. Eran sobre las 10.45 h de la noche.
Al final cenamos de maravilla, con pulpo, albariño y ribeiro incluídos, por no hablar del arroz con leche, y ya casi pagando nos dimos cuenta de que tenía una estrella Michelín 2018. Por desgracia no recuerdo el nombre pero estaba ubicado en una pequeña plaza con una fuente central rodeada de restaurantes. Mirando al mar, el restaurante estaba a la derecha. Como todos, tenía mesas en la plaza bajo grandes sombrillas.

Nos dieron las tantas allí. Después vuelta al puerto, donde habíamos dejado el coche, cerca de la cofradía de pescadores y de retiro. Nuestra suite en la montaña nos esperaba.

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