Atenas, Paros y Santorini a nuestro aire. Un verano perfecto ✏️ Blogs de Grecia

Este es el relato de un viaje realizado junto a mi familia y la de mi hermana y preparado íntegramente por nosotros. El viaje duró 12 noches, entre el 19 y el 31 de agosto, que repartimos de la siguiente forma: 2 noches en Atenas, 5 noches en Paros, 4 noches en Santorini, 1 noche en Atenas. Los vuelos los contratamos hacia el mes de abril a través de internet y los hoteles a través de Booking.com. Hay que decir que todo ha salido perfecto, no ha habido ningún problema ni incidente, ni en los hoteles ni en ninguno de los transportes que utilizamos. La idea era disfrutar tranquilamente de cada isla sin estar moviéndonos cada dos días de una isla a otra y la verdad es que ha sido todo un acierto.

Y así comienza nuestro viaje:

Llegamos al aeropuerto de Atenas puntualmente con la compañía Aegean Airlines. Es la primera vez que viajamos con ellos y hay que reconocer que es una compañía con mucha calidad y cuyo personal es de lo más amable. Somos dos familias, la de mi hermana y la mía, cada una de ellas formada por dos adultos y dos chavales que tienen entre 11 y 16 años que llevamos varios años viajando juntos, por lo que están muy acostumbrados a los viajes y cada año se van portando mejor. Cogemos el metro para ir a nuestro hotel, al que por fin llegamos una hora después. El metro de Atenas es muy fácil de manejar ya que tiene muy pocas líneas, y las estaciones están bastante nuevas. Los vagones tienen airé acondicionado, lo cual se agradece muchísimo, pero las estaciones no, y la principal pega es que la frecuencia de los trenes es demasiado escasa.

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Llegamos a la estación de Omonia y el primer impacto con la ciudad es brutal. A nuestras adolescentes casi les da algo, y el hecho de que nuestro hotel esté en esta zona hará que todo en Atenas les parezca horrible. El hotel es el Dorian Inn, y lo elegí en el último momento porque tiene terraza con vistas a la Acrópolis y una piscina muy cuidada en la terraza. Debo decir que el hotel es totalmente mediocre, pero la terraza y la piscina, en pleno mes de agosto en Atenas, son impagables.

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Después de darnos un baño en la piscina y contemplar la ciudad desde la terraza, decidimos echarle valor y atravesar las calles adyacentes llenas de pakistaníes y con ambiente siniestro, en dirección a Monastiraki. Empezamos a ver las primeras ruinas de la ciudad: la biblioteca de Adriano al lado de la plaza, la Torre de los Vientos, y siempre contemplando la Acrópolis en lo alto. Ese día cenamos junto a la Torre de los Vientos en una plaza preciosa y tomamos los mejores tomates rellenos del viaje en un restaurante que se llama Ydria. Cenamos los 8 por 120 euros y nos invitan a dos platos enormes con sandía y melón.

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Al día siguiente nos levantamos pronto para visitar la Acrópolis a primera hora, ya que mi marido y yo habíamos estado en Atenas hacía 16 años y sabíamos cómo aprieta el calor. Vamos en metro hasta la parada Akropoli y entramos por la puerta sur, ya que hay menos gente y te permite ver todas las ruinas que hay debajo del Partenón así como el teatro y el odeón. El calor ya empieza a apretar muchísimo y nuestros chicos ya se van dando cuenta de lo duro que va a ser esto, pero están acostumbrados a no protestar mucho y esta vez tampoco lo hacen. El Partenón me decepciona más que la primera vez que lo vi, ya que está lleno de andamios y grúas y la verdad es que es una pena que quede tan poco.

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Una vez recorrida la Acrópolis en su totalidad, empezamos a bajar y visitamos la antigua Ágora, incluyendo el templo y el museo que alberga estatuas y piezas de cerámica.

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Como ya acusamos todos el cansancio, decidimos buscar una terracita por Plaka y tomamos unas cervezas griegas y los chicos unos zumos de naranja natural impresionantes. Después damos un paseo por el encantador barrio de Anafiotika, situado justo debajo de la Acrópolis y cuyas callejuelas blancas recuerdan a cualquier pueblecito de las Islas Cicladas, ya que fue levantado en el siglo XIX por trabajadores de alli que vinieron a trabajar a Atenas. Bajamos callejeando nuevamente hacia Plaka y por fin nos sentamos a comer en la Taberna Plátanos que me había recomendado un amigo. Comimos estupendamente con entrantes, pescado, mousakkas, cervezas, etc. por 120 euros los 8. Este es el precio más caro que hemos pagado en todo nuestro viaje, ya que en otros sitios hemos llegado a comer por 80 euros todos.


Después de comer, decidimos darnos un baño en la piscina para paliar el calor y prometemos a los chicos que por la tarde volveremos a Plaka de tiendas. Llegar a la zona del hotel es deprimente al máximo, aunque ya nos vamos acostumbrando al ambiente sórdido de las calles, pero verdaderamente es tremendo y las chicas siguen horrorizadas. Una vez te encuentras en la terraza del hotel, con la Acrópolis al fondo y todo Atenas a tus pies, la verdad es que se te olvida un poco el barrio en el que estás, pero hay que reconocer que tiene un trago.

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Como lo prometido es deuda, después de ducharnos nos vamos de tiendecitas por Plaka y llegamos hasta el templo de Zeus Olimpico y el Arco de Adriano que están preciosos iluminados y como ninguno tenemos mucha hambre, paramos a que los chicos tomen un yogur griego que está de muerte y nosotros decidimos comprar unas empanadas y unos bocatas estupendos y nos los tomamos en el bar de la terraza del hotel con una cerveza mientras contemplamos la Acrópolis iluminada Rehacemos las maletas, ya que al día siguiente cogemos el ferry a Paros y nos vamos a dormir.

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Hoy decidimos levantarnos un poco más tarde ya que el día de ayer fue muy intenso, así que desayunamos a las 9,30 para salir tranquilamente, después de dejar las habitaciones del hotel. El desayuno es totalmente mediocre y ni siquiera tienen cacao para la leche de los chicos, así que tomamos lo que podemos y nos vamos a visitar el Museo arqueológico de Atenas. La visita al museo es muy interesante, pero larga y cansada ya que hay muchísimo que ver. Los chicos van sentándose de banco en banco, pero sin protestar. Como son 4, se van entreteniendo como pueden y hay que reconocer que tienen mucha paciencia, aunque al final se les ve un poco desesperados y en cuanto terminamos nos vamos de nuevo a la zona de Plaka a comer.

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Encontramos una terraza estupenda y de lo más animada donde tomamos unos kebab buenísimos y unas ensaladas griegas y pagamos unos 90 euros en total.

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Hacemos el recorrido al hotel por última vez y cogemos el metro en Omonia con dirección al Pireo. Decidimos ir con tiempo porque no sabemos cómo es el puerto, si es muy grande o complicado, así que llegamos con casi una hora de anticipación. Habíamos comprado los billetes por internet y los recogimos en la agencia Grecotour, que tiene sus oficinas en Madrid, así que fue todo mucho más fácil de lo esperado, ya que nada más salir del metro vimos en el muelle nuestro ferry y no tuvimos ningún problema.
Nosotros viajamos con la compañía Blue Star Ferries y la verdad es que nos pareció mucho mejor de lo que esperábamos. El barco está súper equipado, es muy cómodo y el viaje se nos pasó bastante rápido a pesar de que duró cuatro horas y media.

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Por fin, con 15 minutos de retraso, llegamos al puerto de Paros, situado en la capital, Parikia, y allí nos está esperando Marc con su hijo para llevarnos a su hotel Swiss Home, situado a las afueras de Naoussa. Nos repartimos en dos coches, ya que no cabíamos los 8 y a nosotros nos tocó con su hijo, quien no abrió la boca en todo el viaje, se encendió un cigarro sin preguntar si nos importaba, y se puso a 100 km/hora en una carretera de 50 km/hora y siendo noche cerrada. La verdad es que la actitud de los dos hijos del propietario dejó bastante que desear durante toda la estancia en el hotel, pero hay que decir que sus padres son encantadores y nos ayudaron en todo momento.
Por fin subimos a nuestra habitación cuádruple, bastante confortable ya que en realidad era una habitación con dos dormitorios, lo que nos permitió tener más independencia que sí hubieran estado las 4 camas en la misma estancia. Tras instalarnos y deshacer las maletas, nos pedimos unas cervezas y cenamos en la terraza de la habitación unas empanadas que traíamos de Atenas y una "baklava", que son los dulces típicos griegos muy parecidos a los que ya conocíamos de Estambul. Nos vamos a dormir pensando en empezar a disfrutar de las playas de Paros cuanto antes.

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