DÍA 4. ¡A SALZBURGO!
TRASLADO DE VIENA A SALZBURGO.
Bien tempranito dejamos el apartamento y cogimos desde Wien Westbahnhof el tren a Salzburgo, que tarda unas 3 horas y media en llegar, unos 300 kms, con parada en St. Polten, Linz y Attnang-Puchheim. El billete es bastante caro (40.20€ por persona, solo ida), aunque sorprendentemente más barato del precio que habíamos mirado en la web (47.50).
Al llegar a la estación, en Sudtirolerplatz, en la oficina de información turística (no en la de información de trenes), que está en uno de los laterales, compramos dos Salzburg card para tres días (38€ cada uno); permite entrar una vez a cada una de las atracciones de la ciudad, el transporte en la zona S y descuentos. Ya se ha dicho hasta la saciedad, pero lo repito: ¡vale muchísimo la pena! Yo creo que esta gente perdió dinero con nosotros.
Salzburgo es de cuento. Nada más llegar se nota una sensación especial, las casitas en color pastel, calles peatonales, la Fortaleza Hohensalzburg observando todo desde arriba, muchísima vegetación en el horizonte, el río Salzach dividiendo en dos la ciudad, los jardines de Mirabell y Kapuzinerberg a la derecha, el centro histórico y el Monchsberg a la izquierda…
En el bus 2 llegamos a nuestro hotel en menos de 5 minutos (en la estación de tren, en la parte exterior, donde se cogen los buses, había personal de la empresa de transportes orientando a la gente, dando mapas, vendiendo tiques, muy bien organizado). Una voz va indicando la próxima parada (en algunos casos) y como llevábamos impresa la ruta, fue muy fácil.
ALOJAMIENTO. A 5-10’ a pie del centro, el Hotel Mercure Salzburg City (4*) está por encima de los Jardines de Mirabell, en Bayerhamerstraβe 14 A. Nos gustó muchísimo, limpísimo, muy bien decorado para nuestro gusto, muy tranquilo y bien de precio, para lo que habíamos encontrado: 219€ tres noches, previo pago y sin posibilidad de cambio ni devolución. Nuestra parada de bus de referencia estaba en la calle de atrás, Paracelsustraβe, y la línea, la número 21.
SALZBURGO A NUESTROS PIES. Una vez dejamos las maletas en la habitación, en el bus 21 llegamos a Hanusch Plazt, en pleno centro, entre los puentes Staatsbrücke y el Makartsteg, donde se cogen los barcos para pasear por el río. Ya era mediodía y comimos en el Sternbräu de Griesgasse 23, en el patio exterior, muy bien acondicionado como restaurante. El pecado de la gula se hizo otra vez presente y salimos de allí casi rodando (y mugiendo), después del homenaje que nos dimos por 49€ (dos entrantes, dos platos, dos cervezas Kaiser y dos cafés).
Cruzamos el puente y paseamos por los jardines de Mirabell, preciosos, floridos con sus jardines geométricos y sus fuentes.
La fortaleza al fondo dominando la ciudad.
De nuevo en la otra parte de la ciudad, pasando por la Rathausplatz y atravesando Sigmund-Haffner-Gasse llegamos a Festungsgasse, junto al Cementerio de S. Pedro, para coger el funicular para subir a la Fortaleza de Hohensalzburg (también se puede llegar andando, por unas pendientes bastante pronunciadas).
La visita vale mucho la pena: maquetas con diferentes etapas de construcción de la fortaleza, instrumentos de tortura, muebles medievales, armas, uniformes militares…
Lo que más llamó nuestra atención fue el teatro de marionetas.
Pero lo mejor de todo, las vistas sobre la ciudad: la catedral y Kapitelplatz de frente, a la izquierda la Abadía y cementerio de S. Pedro...
...y el verde y la niebla baja en las montañas del fondo. Por cierto, se veía un parque acuático con unos toboganes enormes que tenían muy buena pinta.
Al bajar, sin saber todavía que era el Cementerio de S. Pedro, entramos y nos quedamos enamorados, tanto que al día siguiente repetimos, pero con más luz.
DÍA 5. ADENTRÁNDONOS EN LA CIUDAD.
Hoy seguimos descubriendo que la ciudad tiene rincones encantadores en cualquier esquina.
Empezamos en Residenzplatz, con la hermosa fuente de caballos; desde aquí se encuentra enfrente el Museo de Salzburgo, con la Torre del Carillón...
...y a la izquierda la Iglesia de S. Miguel, muy antigua, al lado de la pastelería Demel. Si seguimos de frente llegamos a la Mozartplatz.
Entramos en el Museo de Salzburgo, dedicado a personas ilustres de la ciudad y a su desarrollo; la visita fue bastante rápida (si no hay tiempo, para nuestro gusto, prescindible).
A continuación, la Residencia de los arzobispos (Residenz), que tiene dos estancias: las habitaciones estatales, que derrochan lujo y ostentación, y la galería, donde se exponen obras de arte. Hay una visión muy bonita de Residenzplatz desde aquí, con los coches de caballo (el olor es otro cantar).
Al acabar, tomamos un café de máquina en la terraza del edificio, desde donde pudimos “acercarnos” literalmente a la Catedral.
Después de pasar un ratito dentro de la Catedral, saliendo a mano izquierda entramos en el Museo de la Catedral, con las típicas tallas de madera, cálices… Lo mejor es que puede verse el interior desde arriba; yendo hacia la tienda se pasa por el órgano y hay una buena perspectiva de toda la planta.
Nos llamó mucho la atención la momia de un gato, emparedado vivo, y encontrada en la iglesia de S. Miguel y, sobre todo, la sala de arte y maravillas, a la que vale la pena dedicarle un rato, pues está llena de curiosidades de los S. XVI-XVII, como una bola del mundo antiguo, animales disecados…
Nuestra siguiente parada fue Kapitelplatz, plaza que se encuentra a continuación de la Catedral y justo debajo de la Fortaleza Hohensalzburg. Como curiosidades hay un ajedrez gigante, junto a la bola dorada, y una hermosa fuente de Neptuno, la fuente abrevadero.
Volviendo hacia la Catedral, hacia la Abadía y Cementerio de S. Pedro (en vez de hacia el funicular), encontramos una construcción de madera, un molino de agua y una talla del santo por encima de la que se pueden ver los raíles del funicular para subir a la Fortaleza.
El molino se usa para hornear unos brioches con pasas riquísimos que hay en un horno justo a la izquierda de la rueda. Y con el estómago contento por fin volvimos al Cementerio de S. Pedro, el más antiguo de la ciudad.
Es mi lugar preferido de Salzburgo; puede parecer algo escabroso, pero está tan bien cuidado, hay tanto colorido en las flores que te olvidas realmente de dónde estás.
Después de pasear y llegar hasta la Abadía de S. Pedro, entramos a las Catacumbas, a mano izquierda, que están excavadas en la roca del Mönchsberg.
Hay distintos “miradores” con unas vistas preciosas sobre la ciudad. No hay nada de tétrico en ellas. Una vez abajo, saliendo por el siguiente arco, llegamos a la Plaza de S. Pedro, donde se encuentra el famoso Mozart Dinner Concert (que ofrece comida más espectáculo musical) y la Iglesia de S. Pedro, con la tumba de Haydn.
Atravesando el siguiente arco encontramos el Feestpielhaus, auditorio excavado en la roca del Mönchsberg, en la plaza Toscaninihof. Subiendo las escaleras puede contemplarse también la ciudad desde las alturas.
En la Max Reinhard-platz se encuentra la Casa de los festivales para Mozart y enfrente de esta, el Museo Rupertinum, delante de la Iglesia Colegiata y al lado de la franciscana. Hay además una fuente, “El hombre salvaje”, que nos gustó mucho.
Siguiendo en dirección al ascensor que lleva a la terraza panorámica del Mönchsberg, la Fuente abrevadero de caballos (distinta a la de Kapitelplatz) se encuentra en Karajanplatz.
Antes de llegar al ascensor, hay un callejón que lleva al Museo del juguete. Para subir al Mönchsberg, al enseñar la Salzburgcard, nos dieron unos tiques con códigos de barras, que se pasan por los tornos y permiten acceder al ascensor que sube a la terraza en un momento. Allí, además del Museo de arte contemporáneo, hay un restaurante con una terraza estupenda; las vistas de la ciudad, espectaculares.
Desde este punto se puede llegar a la Fortaleza (según un cartel que había allí, 400 metros), a Leopoldskron (450 m), a la terraza mirador Humboldt (350 m) y al Monasterio de Mülln (1 km). Cogimos la opción más vaga y llegamos al mirador Humboldt en un momento. Empezaba a lloviznar. Casi todo el camino es en bajada y el mirador consiste en unos banquitos. Hay unas vistas excelentes de ambos lados de la ciudad: la parte de la Catedral y la Fortaleza, y la de la montaña de enfrente, Kapuzinerberg con la Iglesia y Monasterio de los Capuchinos.
Después de estar un ratito debajo de las hojas de los árboles para que no nos llegara la lluvia, viendo que el Monasterio de Mülln quedaba a 550 m y había una jarra de cerveza en el letrero junto a su nombre , se nos encendió la bombilla y decidimos ir hasta allí. ¡Menuda elección! Cuando llegamos nos dimos cuenta de que era la cervecería-restaurante “Augustiner Bräu”, a la que pensábamos ir por la noche (por cierto, las líneas 7 y 21 llegan hasta aquí, aunque paran en la parte de la carretera donde están los aparcamientos, en Landeskrankenhaus).
La entrada desde Augustinergasse lleva a unas escaleras muy silenciosas. Al final de las mismas empieza el bullicio. Hay una parte con puestos de comida (ensaladas –vacío, por cierto-, pollos asados, cerdo, panceta, pescado, papas fritas y asadas, salchichas gigantescas y de distintos tipos…) y otra en donde sirven las bebidas (se cogen las jarras de la estantería, se mojan en una fuente y se pide. Dan un tique y cuando se paga, el mismo que cobra sirve la bebida. ¡Cuidado con el suelo, está mojado!). Tanto se puede comer solo o beber solo o ambas cosas. Incluso había familias que llevaban la comida en una cesta y solo pedían la bebida. Hay varios comedores enormes y los camareros solo se ocupan de la bebida. Esa tarde almorzamos, merendamos y cenamos ya para la eternidad: dos salchichas enormes, con la piel quemadita, mmm… buenísimas, y dos trozos de bacon-panceta ahumado que creí que no iba a poder comer, pero que cayeron de lo lindo, con sus correspondientes papitas fritas, por si las calorías eran pocas… y varias jarras de cerveza de ½ litro. Es uno de los más gratos recuerdos que tenemos de la ciudad.
Después de tomar café cogimos el bus en Lindhofstraβe y paseamos por la calle peatonal y comercial Getreidegasse, con sus bonitas tiendas y escaparates.
Esa noche había concierto en la Catedral y la gente se dirigía hacia allí vestida con los trajes típicos, expuestos también en los escaparates.
A pesar de que seguía lloviznando, decidimos hacer el paseo por el Salzach, así que a las 8 tomamos el barco en el embarcadero de Makartsteg. Con la Salzburg card el viaje que corresponde es el tour I, de unos 50-60’ de duración (hay otros que llevan a Hellbrunn y de otros tipos), que permite ver, sobre todo, la parte sur de la ciudad y la zona residencial.
Al acabar, dimos un pequeño paseo bajo la lluvia para ver la ciudad iluminada y acercarnos a lo que se nos quedó atrás por el día, como la Iglesia Colegiata y la Iglesia Franciscana, la zona del antiguo Ayuntamiento… Volvimos a pasear por Residenzplatz, la Catedral, Kapitelplatz…
DÍA 6. EN LAS AFUERAS DE SALZBURGO: HELLBRUNN Y GRÖDIG
Hoy era nuestro último día en la ciudad, así que lo aprovechamos levantándonos bien tempranito. La lluvia acompañaba nuevamente.
En el bus 25, que se coge en Griesgasse, al lado del puesto de policía, llegamos a Hellbrunn, parada “Schloss Hellbrunn”. Para llegar a la entrada, se desanda unos metros en dirección contraria a la del bus y a mano derecha se encuentra una calle que baja.
Para los juegos de agua hay que sacar un tique en la ventanilla. Se organizan grupos por orden de llegada; las visitas son guiadas cada 15’ (en una pantalla aparece el número de tour y la hora a la que te toca). El recorrido dura unos 45’ y el guía va explicando en inglés y alemán (al final descubrimos que hablaba español, pues era mexicano, pero ya era tarde).
El nuestro, particularmente, se lo pasó en grande, pues va explicando los distintos juegos y fuentes y cuando menos te lo esperas, te mojas enterito. Como llovía, todos teníamos chubasqueros o paraguas, pero el susto te lo llevas igual.
Es muy entretenido y los jardines, grutas, fuentes y esculturas dan un aire muy refinado al lugar que se mandó construir el príncipe-arzobispo Markus Sittikus para su entretenimiento y el de sus amigos. ¡No se fíen del guía!
Es muy famosa la fuente del fauno, que abre y cierra los ojos y saca la lengua. En el interior del palacio se explica su mecanismo de funcionamiento.
Acabado el recorrido se puede pasear por el resto de los jardines, que son enormes e impresionantes.
Se puede ir andando al zoo, al teatro de marionetas… Por último, entramos en el palacio. La audioguía es gratis y la visita dura unos 25’. No nos pareció demasiado interesante, exceptuando la reproducción de la fuente del fauno y la Sala octogonal, con sus pinturas arquitectónicas.
Después de un café, en la misma parada en que nos habíamos bajado, volvimos a coger la línea 25 en dirección Grödig-St. Leopold. Se tarda unos 20’. La parada “Untersbergbahn” está muy cerca de la estación del telecabina, que sale a en punto y a y media. Nos tomamos un chocolate calentito, porque la temperatura había bajado bastante y seguía lloviendo.
Desde el teleférico las vistas son magníficas, el paisaje verdísimo y la niebla cada vez inundándolo más todo.
Volvimos a Salzburgo tomando el bus en la misma parada en que nos bajamos anteriormente. Paseamos por Getreidegasse y comimos en el Nordsee, especie de buffete con sopas, ensaladas, verduras, pescado… Otra vez la gula: dos tazones de sopa de marisco, que nos sentaron estupendamente, pues veníamos helados de Grödig, gambas en salsa, pescado blanco al limón y salmón al grill…con bebidas por 40€. Con este ritmo ¿cómo íbamos a probar la tarta Sacher? En el comedor de arriba nos dimos este homenaje mientras afuera llovía y veíamos el movimiento de Hagenaverplatz, al lado del Rathaus.
Al acabar, cruzamos hasta Mirabell, dimos un pequeño paseo y subimos a Kapuzinerberg. Puede hacerse desde una escalera muy empinada en Steingasse o bien entrando por el nº 14 de Linzergasse, donde encontramos una cuesta y escalones (es cómodo, porque cada 3-4 escalones hay un llano). Además de las buenas vistas de la ciudad, hay un calvario, hornacinas con tallas de madera de santos, cristos…
Llegamos hasta el monasterio capuchino y subimos hasta el busto de Mozart. A partir de este punto, se puede seguir de frente o a la izquierda, por donde caminamos un rato divisando la ciudad al fondo, entre los árboles.
Siguiendo por Linzergasse, llegamos hasta la Iglesia de S. Sebastián y su cementerio, muy coqueto también. Allí están enterrados la familia Mozart, von Dietrich y el famoso Paracelssus.
Un último paseo nocturno por la bella Salzburgo y nos despedimos de ella. Mañana empezaba lo mejor.
TRASLADO DE VIENA A SALZBURGO.
Bien tempranito dejamos el apartamento y cogimos desde Wien Westbahnhof el tren a Salzburgo, que tarda unas 3 horas y media en llegar, unos 300 kms, con parada en St. Polten, Linz y Attnang-Puchheim. El billete es bastante caro (40.20€ por persona, solo ida), aunque sorprendentemente más barato del precio que habíamos mirado en la web (47.50).
Al llegar a la estación, en Sudtirolerplatz, en la oficina de información turística (no en la de información de trenes), que está en uno de los laterales, compramos dos Salzburg card para tres días (38€ cada uno); permite entrar una vez a cada una de las atracciones de la ciudad, el transporte en la zona S y descuentos. Ya se ha dicho hasta la saciedad, pero lo repito: ¡vale muchísimo la pena! Yo creo que esta gente perdió dinero con nosotros.
Salzburgo es de cuento. Nada más llegar se nota una sensación especial, las casitas en color pastel, calles peatonales, la Fortaleza Hohensalzburg observando todo desde arriba, muchísima vegetación en el horizonte, el río Salzach dividiendo en dos la ciudad, los jardines de Mirabell y Kapuzinerberg a la derecha, el centro histórico y el Monchsberg a la izquierda…
En el bus 2 llegamos a nuestro hotel en menos de 5 minutos (en la estación de tren, en la parte exterior, donde se cogen los buses, había personal de la empresa de transportes orientando a la gente, dando mapas, vendiendo tiques, muy bien organizado). Una voz va indicando la próxima parada (en algunos casos) y como llevábamos impresa la ruta, fue muy fácil.
ALOJAMIENTO. A 5-10’ a pie del centro, el Hotel Mercure Salzburg City (4*) está por encima de los Jardines de Mirabell, en Bayerhamerstraβe 14 A. Nos gustó muchísimo, limpísimo, muy bien decorado para nuestro gusto, muy tranquilo y bien de precio, para lo que habíamos encontrado: 219€ tres noches, previo pago y sin posibilidad de cambio ni devolución. Nuestra parada de bus de referencia estaba en la calle de atrás, Paracelsustraβe, y la línea, la número 21.
SALZBURGO A NUESTROS PIES. Una vez dejamos las maletas en la habitación, en el bus 21 llegamos a Hanusch Plazt, en pleno centro, entre los puentes Staatsbrücke y el Makartsteg, donde se cogen los barcos para pasear por el río. Ya era mediodía y comimos en el Sternbräu de Griesgasse 23, en el patio exterior, muy bien acondicionado como restaurante. El pecado de la gula se hizo otra vez presente y salimos de allí casi rodando (y mugiendo), después del homenaje que nos dimos por 49€ (dos entrantes, dos platos, dos cervezas Kaiser y dos cafés).
Cruzamos el puente y paseamos por los jardines de Mirabell, preciosos, floridos con sus jardines geométricos y sus fuentes.
La fortaleza al fondo dominando la ciudad.
De nuevo en la otra parte de la ciudad, pasando por la Rathausplatz y atravesando Sigmund-Haffner-Gasse llegamos a Festungsgasse, junto al Cementerio de S. Pedro, para coger el funicular para subir a la Fortaleza de Hohensalzburg (también se puede llegar andando, por unas pendientes bastante pronunciadas).
La visita vale mucho la pena: maquetas con diferentes etapas de construcción de la fortaleza, instrumentos de tortura, muebles medievales, armas, uniformes militares…
Lo que más llamó nuestra atención fue el teatro de marionetas.
Pero lo mejor de todo, las vistas sobre la ciudad: la catedral y Kapitelplatz de frente, a la izquierda la Abadía y cementerio de S. Pedro...
...y el verde y la niebla baja en las montañas del fondo. Por cierto, se veía un parque acuático con unos toboganes enormes que tenían muy buena pinta.
Al bajar, sin saber todavía que era el Cementerio de S. Pedro, entramos y nos quedamos enamorados, tanto que al día siguiente repetimos, pero con más luz.
DÍA 5. ADENTRÁNDONOS EN LA CIUDAD.
Hoy seguimos descubriendo que la ciudad tiene rincones encantadores en cualquier esquina.
Empezamos en Residenzplatz, con la hermosa fuente de caballos; desde aquí se encuentra enfrente el Museo de Salzburgo, con la Torre del Carillón...
...y a la izquierda la Iglesia de S. Miguel, muy antigua, al lado de la pastelería Demel. Si seguimos de frente llegamos a la Mozartplatz.
Entramos en el Museo de Salzburgo, dedicado a personas ilustres de la ciudad y a su desarrollo; la visita fue bastante rápida (si no hay tiempo, para nuestro gusto, prescindible).
A continuación, la Residencia de los arzobispos (Residenz), que tiene dos estancias: las habitaciones estatales, que derrochan lujo y ostentación, y la galería, donde se exponen obras de arte. Hay una visión muy bonita de Residenzplatz desde aquí, con los coches de caballo (el olor es otro cantar).
Al acabar, tomamos un café de máquina en la terraza del edificio, desde donde pudimos “acercarnos” literalmente a la Catedral.
Después de pasar un ratito dentro de la Catedral, saliendo a mano izquierda entramos en el Museo de la Catedral, con las típicas tallas de madera, cálices… Lo mejor es que puede verse el interior desde arriba; yendo hacia la tienda se pasa por el órgano y hay una buena perspectiva de toda la planta.
Nos llamó mucho la atención la momia de un gato, emparedado vivo, y encontrada en la iglesia de S. Miguel y, sobre todo, la sala de arte y maravillas, a la que vale la pena dedicarle un rato, pues está llena de curiosidades de los S. XVI-XVII, como una bola del mundo antiguo, animales disecados…
Nuestra siguiente parada fue Kapitelplatz, plaza que se encuentra a continuación de la Catedral y justo debajo de la Fortaleza Hohensalzburg. Como curiosidades hay un ajedrez gigante, junto a la bola dorada, y una hermosa fuente de Neptuno, la fuente abrevadero.
Volviendo hacia la Catedral, hacia la Abadía y Cementerio de S. Pedro (en vez de hacia el funicular), encontramos una construcción de madera, un molino de agua y una talla del santo por encima de la que se pueden ver los raíles del funicular para subir a la Fortaleza.
El molino se usa para hornear unos brioches con pasas riquísimos que hay en un horno justo a la izquierda de la rueda. Y con el estómago contento por fin volvimos al Cementerio de S. Pedro, el más antiguo de la ciudad.
Es mi lugar preferido de Salzburgo; puede parecer algo escabroso, pero está tan bien cuidado, hay tanto colorido en las flores que te olvidas realmente de dónde estás.
Después de pasear y llegar hasta la Abadía de S. Pedro, entramos a las Catacumbas, a mano izquierda, que están excavadas en la roca del Mönchsberg.
Hay distintos “miradores” con unas vistas preciosas sobre la ciudad. No hay nada de tétrico en ellas. Una vez abajo, saliendo por el siguiente arco, llegamos a la Plaza de S. Pedro, donde se encuentra el famoso Mozart Dinner Concert (que ofrece comida más espectáculo musical) y la Iglesia de S. Pedro, con la tumba de Haydn.
Atravesando el siguiente arco encontramos el Feestpielhaus, auditorio excavado en la roca del Mönchsberg, en la plaza Toscaninihof. Subiendo las escaleras puede contemplarse también la ciudad desde las alturas.
En la Max Reinhard-platz se encuentra la Casa de los festivales para Mozart y enfrente de esta, el Museo Rupertinum, delante de la Iglesia Colegiata y al lado de la franciscana. Hay además una fuente, “El hombre salvaje”, que nos gustó mucho.
Siguiendo en dirección al ascensor que lleva a la terraza panorámica del Mönchsberg, la Fuente abrevadero de caballos (distinta a la de Kapitelplatz) se encuentra en Karajanplatz.
Antes de llegar al ascensor, hay un callejón que lleva al Museo del juguete. Para subir al Mönchsberg, al enseñar la Salzburgcard, nos dieron unos tiques con códigos de barras, que se pasan por los tornos y permiten acceder al ascensor que sube a la terraza en un momento. Allí, además del Museo de arte contemporáneo, hay un restaurante con una terraza estupenda; las vistas de la ciudad, espectaculares.
Desde este punto se puede llegar a la Fortaleza (según un cartel que había allí, 400 metros), a Leopoldskron (450 m), a la terraza mirador Humboldt (350 m) y al Monasterio de Mülln (1 km). Cogimos la opción más vaga y llegamos al mirador Humboldt en un momento. Empezaba a lloviznar. Casi todo el camino es en bajada y el mirador consiste en unos banquitos. Hay unas vistas excelentes de ambos lados de la ciudad: la parte de la Catedral y la Fortaleza, y la de la montaña de enfrente, Kapuzinerberg con la Iglesia y Monasterio de los Capuchinos.
Después de estar un ratito debajo de las hojas de los árboles para que no nos llegara la lluvia, viendo que el Monasterio de Mülln quedaba a 550 m y había una jarra de cerveza en el letrero junto a su nombre , se nos encendió la bombilla y decidimos ir hasta allí. ¡Menuda elección! Cuando llegamos nos dimos cuenta de que era la cervecería-restaurante “Augustiner Bräu”, a la que pensábamos ir por la noche (por cierto, las líneas 7 y 21 llegan hasta aquí, aunque paran en la parte de la carretera donde están los aparcamientos, en Landeskrankenhaus).
La entrada desde Augustinergasse lleva a unas escaleras muy silenciosas. Al final de las mismas empieza el bullicio. Hay una parte con puestos de comida (ensaladas –vacío, por cierto-, pollos asados, cerdo, panceta, pescado, papas fritas y asadas, salchichas gigantescas y de distintos tipos…) y otra en donde sirven las bebidas (se cogen las jarras de la estantería, se mojan en una fuente y se pide. Dan un tique y cuando se paga, el mismo que cobra sirve la bebida. ¡Cuidado con el suelo, está mojado!). Tanto se puede comer solo o beber solo o ambas cosas. Incluso había familias que llevaban la comida en una cesta y solo pedían la bebida. Hay varios comedores enormes y los camareros solo se ocupan de la bebida. Esa tarde almorzamos, merendamos y cenamos ya para la eternidad: dos salchichas enormes, con la piel quemadita, mmm… buenísimas, y dos trozos de bacon-panceta ahumado que creí que no iba a poder comer, pero que cayeron de lo lindo, con sus correspondientes papitas fritas, por si las calorías eran pocas… y varias jarras de cerveza de ½ litro. Es uno de los más gratos recuerdos que tenemos de la ciudad.
Después de tomar café cogimos el bus en Lindhofstraβe y paseamos por la calle peatonal y comercial Getreidegasse, con sus bonitas tiendas y escaparates.
Esa noche había concierto en la Catedral y la gente se dirigía hacia allí vestida con los trajes típicos, expuestos también en los escaparates.
A pesar de que seguía lloviznando, decidimos hacer el paseo por el Salzach, así que a las 8 tomamos el barco en el embarcadero de Makartsteg. Con la Salzburg card el viaje que corresponde es el tour I, de unos 50-60’ de duración (hay otros que llevan a Hellbrunn y de otros tipos), que permite ver, sobre todo, la parte sur de la ciudad y la zona residencial.
Al acabar, dimos un pequeño paseo bajo la lluvia para ver la ciudad iluminada y acercarnos a lo que se nos quedó atrás por el día, como la Iglesia Colegiata y la Iglesia Franciscana, la zona del antiguo Ayuntamiento… Volvimos a pasear por Residenzplatz, la Catedral, Kapitelplatz…
DÍA 6. EN LAS AFUERAS DE SALZBURGO: HELLBRUNN Y GRÖDIG
Hoy era nuestro último día en la ciudad, así que lo aprovechamos levantándonos bien tempranito. La lluvia acompañaba nuevamente.
En el bus 25, que se coge en Griesgasse, al lado del puesto de policía, llegamos a Hellbrunn, parada “Schloss Hellbrunn”. Para llegar a la entrada, se desanda unos metros en dirección contraria a la del bus y a mano derecha se encuentra una calle que baja.
Para los juegos de agua hay que sacar un tique en la ventanilla. Se organizan grupos por orden de llegada; las visitas son guiadas cada 15’ (en una pantalla aparece el número de tour y la hora a la que te toca). El recorrido dura unos 45’ y el guía va explicando en inglés y alemán (al final descubrimos que hablaba español, pues era mexicano, pero ya era tarde).
El nuestro, particularmente, se lo pasó en grande, pues va explicando los distintos juegos y fuentes y cuando menos te lo esperas, te mojas enterito. Como llovía, todos teníamos chubasqueros o paraguas, pero el susto te lo llevas igual.
Es muy entretenido y los jardines, grutas, fuentes y esculturas dan un aire muy refinado al lugar que se mandó construir el príncipe-arzobispo Markus Sittikus para su entretenimiento y el de sus amigos. ¡No se fíen del guía!
Es muy famosa la fuente del fauno, que abre y cierra los ojos y saca la lengua. En el interior del palacio se explica su mecanismo de funcionamiento.
Acabado el recorrido se puede pasear por el resto de los jardines, que son enormes e impresionantes.
Se puede ir andando al zoo, al teatro de marionetas… Por último, entramos en el palacio. La audioguía es gratis y la visita dura unos 25’. No nos pareció demasiado interesante, exceptuando la reproducción de la fuente del fauno y la Sala octogonal, con sus pinturas arquitectónicas.
Después de un café, en la misma parada en que nos habíamos bajado, volvimos a coger la línea 25 en dirección Grödig-St. Leopold. Se tarda unos 20’. La parada “Untersbergbahn” está muy cerca de la estación del telecabina, que sale a en punto y a y media. Nos tomamos un chocolate calentito, porque la temperatura había bajado bastante y seguía lloviendo.
Desde el teleférico las vistas son magníficas, el paisaje verdísimo y la niebla cada vez inundándolo más todo.
Volvimos a Salzburgo tomando el bus en la misma parada en que nos bajamos anteriormente. Paseamos por Getreidegasse y comimos en el Nordsee, especie de buffete con sopas, ensaladas, verduras, pescado… Otra vez la gula: dos tazones de sopa de marisco, que nos sentaron estupendamente, pues veníamos helados de Grödig, gambas en salsa, pescado blanco al limón y salmón al grill…con bebidas por 40€. Con este ritmo ¿cómo íbamos a probar la tarta Sacher? En el comedor de arriba nos dimos este homenaje mientras afuera llovía y veíamos el movimiento de Hagenaverplatz, al lado del Rathaus.
Al acabar, cruzamos hasta Mirabell, dimos un pequeño paseo y subimos a Kapuzinerberg. Puede hacerse desde una escalera muy empinada en Steingasse o bien entrando por el nº 14 de Linzergasse, donde encontramos una cuesta y escalones (es cómodo, porque cada 3-4 escalones hay un llano). Además de las buenas vistas de la ciudad, hay un calvario, hornacinas con tallas de madera de santos, cristos…
Llegamos hasta el monasterio capuchino y subimos hasta el busto de Mozart. A partir de este punto, se puede seguir de frente o a la izquierda, por donde caminamos un rato divisando la ciudad al fondo, entre los árboles.
Siguiendo por Linzergasse, llegamos hasta la Iglesia de S. Sebastián y su cementerio, muy coqueto también. Allí están enterrados la familia Mozart, von Dietrich y el famoso Paracelssus.
Un último paseo nocturno por la bella Salzburgo y nos despedimos de ella. Mañana empezaba lo mejor.