DE CURRAL DAS FREIRAS A PORTO DA CRUZ, Y LEVADA DE LA PENINSULA DE SAO LOURENÇO ✏️ Diarios de Viajes de PortugalSiguiendo nuestra costumbre nos levantamos a las 9. Bajamos a desayunar nuestro plato de fruta, la ración de fiambres y ese huevo frito con bacon que quitaba el hipo. Antes de salir preguntamos en recepción si sabían como estaba el tiempo por la...Diario: 6 DÍAS DE ENERO DE 2012 POR MADEIRA⭐ Puntos: 4.8 (8 Votos) Etapas: 6 Localización: PortugalSiguiendo nuestra costumbre nos levantamos a las 9. Bajamos a desayunar nuestro plato de fruta, la ración de fiambres y ese huevo frito con bacon que quitaba el hipo. Antes de salir preguntamos en recepción si sabían como estaba el tiempo por la zona de Rabaçal. Nos dijeron que la predicción del tiempo era la misma que el día anterior. Ante esa perspectiva, volvimos a renunciar a hacer la Levada das 25 Fontes ese día. ¡Otra vez a improvisar!. Decidimos salir hacia la zona este de la isla. Para ello teníamos que atravesar Funchal. En esas vimos un letrero que indicaba la carretera hacia Curral das Freiras. Y puestos a improvisar, ¿por qué no nos acercamos? Nos pareció un buen momento para visitar ese lugar. Cogimos el desvío y hacia Eira do Serrado. Empezamos a subir, y a subir. Primero por los barrios altos de Funchal. Después por la montaña. Cuanto más subíamos mayor era la pendiente. Y cuanto mayor era la pendiente más estrecha era la carretera. No sé que ingeniero de caminos diseñó esta carretera, pero tendrían que haberle obligado a subir caminando hasta el mirador. Se le hubieran quitado las ganas de volver a hacer algo parecido. Fue la primera ocasión en la que nos cruzamos con autocares de turistas. Y con lo estrecha que era la carretera, gracia no nos hizo. Pero nos apañamos. Subiendo hicimos un par de paradas para disfrutar de las vistas. Preciosas. Y eso que todavía no habíamos llegado a arriba. Si el mirador de Eira do Serrado estaba a la altura de lo que anunciaba la subida, habría valido la pena acercarse hasta allí. Tras un par de apuros motivados por la combinación de autocares, carretera estrecha, y guiri al volante (yo), conseguimos llegar de una pieza al Parador. Dormir en ese sitio debe de ser toda una experiencia. Pero tengo mis dudas que compense la tortura que puede suponer subir hasta allí de noche después de todo un día dando vueltas por la isla. Lo estrecha que era la carretera lo compensaban con un parking la mar de amplio. Como si fuera un premio por haber superado la subida. Tampoco es que fuese el parking de larga de distancia de Barajas. Pero para estar en la cima de una montaña no estaba mal. *** Imagen borrada de Tinypic *** El mirador está a unos 200 ó 300 metros. Solo hay que seguir un camino empedrado que sale de detrás del Parador. Y sí, su fama está totalmente justificada. Las vistas sobre el Curral das Freiras y sobre el resto del valle son increíbles. De las mejores que se pueden disfrutar en Madeira. ¡Guauuuuuuu!. Y por si el paisaje no era suficientemente espectacular, un precioso Arco Iris nacía desde el fondo del valle. Creo que nunca me olvidaré de esa imagen, fue un momento mágico. Nos costó abandonar ese lugar. Tenía un magnetismo especial que nos atrapó. Pero no podíamos quedarnos allí eternamente, por lo que con todo el dolor de nuestro corazón volvimos al parking. En los escasos 300 metros que nos separaban del coche nos cruzamos con dos grupos bastantes grandes. Parecían cruceristas. Eira do Serrado es la zona con mayor densidad de población de toda la isla. Y no lo es por la cantidad de gente que pueda vivir allí, sino por todos los turistas que lo visitan. Todas las excursiones organizadas paran allí. La carretera para bajar a Curral das Freiras estaba unos metros más abajo. Pero estaba cerrada al tráfico. No nos quedó más remedió que bajar hasta el pie del puerto y pasar por el túnel. Lo de la bajada no tiene nombre. Una salvajada. ¡Vaya desnivel!. Subimos en segunda porque sino el coche no tenía fuerza. Y bajamos en segunda porque sino el coche se lanzaba y no había quien lo parase. Una vez abajo, atravesamos el túnel, y a la salida ya estábamos en Curral das Freiras. Aparcamos en el primer sitio que vimos y dimos una pequeña vuelta caminando. El pueblo en sí no tiene nada que ver. Lo único interesante es ver el valle desde la parte de abajo. No está mal, pero resulta mucho más bonito desde Eira do Serrado. *** Imagen borrada de Tinypic *** Por todo el pueblo había letreros que indicaban como llegar al monasterio. Pero ponía un nombre muy raro y no lo entendí. Y mira que lo pensé. ¿Qué debe ser eso que anuncian tanto? Tuvo que ser mi mujer la que me abrió los ojos. Pero ya era tarde, ya estábamos más allá del túnel. En ese momento me vinieron unas ganas locas de visitar el monasterio. ¡Qué se le va hacer! Otra vez será. Pusimos rumbo a Santa Cruz. Aparcamos a la entrada del pueblo. Fuimos caminando hasta el centro. Lo que más nos llamó la atención fue la gran cantidad de flores que había. Le concedimos el premio al pueblo más florido de la isla. Primero pasamos por delante del ayuntamiento. Diferente y señorial. Y justo al lado, una especie de torrente sin agua. El cauce estaba cubierto de flores naranjas. Seguimos caminando hasta la plaza de la iglesia. Pequeña, blanca y con una solo torre cuadrada. Esto ya empieza a repetirse mucho. Pero no es culpa mía, es que todas las iglesias eran iguales. Volvimos por la orilla de la playa. De piedras negras, como no podía ser de otra manera. Pero esta era más larga que las que habíamos visto hasta ese momento. Pasamos por delante del mercado pero no entramos. No había nadie. Al final de la playa se veían las columnas que soportan el aeropuerto. Aunque eso es más anecdótico que otra cosa. La carretera pasa por debajo de la pista del aeropuerto. La perspectiva es mucho mejor que desde el pueblo. *** Imagen borrada de Tinypic *** Durante el paseo atravesamos varias plazas muy bonitas. Todas con unos jardines preciosos y con muchas flores. De muchos colores. Esto le da un toque diferente al pueblo y lo convierte en uno de los más bonitos e interesantes de la isla. Sin duda lo pondríamos en uno de los primeros puestos en el ranking de pueblos de Madeira. Durante el trayecto hasta Santa Cruz había estado lloviendo ligeramente. Un poco antes de llegar al pueblo se paró. No salió el sol, pero al menos no nos mojamos. Por cierto para llegar hasta Santa Cruz fuimos por la vía express. Sé que me he cansado de recomendar lo contrario. Que hay que utilizar las carreteras viejas. Pero no fuimos capaces de encontrarla. Ni con el GPS. ¡No se admiten comentarios al respecto!. Salimos en dirección a Machico. Esta vez si que encontramos la carretera vieja. Un poco antes de llegar a Machico vimos un mirador. Tuvimos que pararnos. Creo que es obligatorio. Si pasas por delante de un mirador y no te paras pueden multarte. Y no estamos para gastos inútiles. Desde allí se disfrutaban de unas vistas fantásticas sobre Machico y su bahía. Y al fondo la Punta de San Lorenzo. *** Imagen borrada de Tinypic *** Era pronto para comer, pero el sitio nos pareció muy bonito y decidimos disfrutar del paisaje. Nos sentamos allí mismo, sacamos nuestras reservas alimenticias y dimos cuenta de ellas. La comida no era gran cosa. En realidad era bastante pobre. Pero las bonitas vistas que teníamos delante nos compensaban. Demasiado bonito para ser verdad. Aquello no podía durar demasiado. Y así fue. No tardó mucho en empezar a llover de nuevo. Nos refugiamos en el coche y terminamos de comer. ¡Qué remedio!. Bajamos a Machico y aparcamos muy cerca del centro. Lo primero que hicimos fue buscar una pastelería. Nos sentamos y tomamos un cortado y un pastel de hojaldre con crema. El pastel fue flojillo. Por lo menos nos salió barato. Nos cobraron 1’20 €. A continuación salimos a dar una vuelta por el pueblo. Pasamos junto a la iglesia matriz. Es que todas son iguales. Y no sólo por fuera, también por dentro. Una sola nave con capillas laterales, y artesonado de madera. En todas, el altar mayor estaba decorado con motivos navideños. Son cucas. *** Imagen borrada de Tinypic *** Recorrimos el centro. No vimos nada interesante. Es un pueblo sin demasiado interés. Ni tan siquiera cuenta con una bonita ubicación. No hay acantilados que caigan a plomo sobre el pueblo. Lo único, una pequeña playa de arena tostada. Artificial evidentemente. Había dejado de llover nuevamente. Pero el cielo seguía estando cubierto. Negro plomizo. Parecía que estaba esperando nuestra decisión para ponerse a llover si no le resultaba satisfactoria. Desde Machico se puede hacer la Levada del Espigao Amarelo. Era una de las que tenía marcadas en nuestro libro de ruta. Pero con aquellos nubarrones a punto de desplomarse sobre nuestras cabezas nos pareció muy arriesgado. Hasta ese momento el tiempo nos había avisado casi de inmediato cuando nuestro destino no le gustaba. Pero y si ahora estaba despistado y reaccionaba tarde. Tenía narices de ponerse a llover a media levada. Mejor no tentar a la suerte. Otra vez a improvisar. Al fondo, por donde debía estar la Península de Sao Lourenço parecía que lucía el sol. No nos costó mucho tomar la decisión. Salimos hacia allí a toda prisa. Y acertamos plenamente. Un poco antes de llegar a Caniçal el sol volvía a hacernos compañía. Pasamos rápidamente por el pueblo sin pararnos. A esas alturas ya teníamos claro que lo interesante de verdad eran las levadas, y que si nos perdíamos algún pueblo tampoco pasaba nada. Desde Caniçal una carretera lleva directamente al inicio de la levada, pasando por delante del puerto comercial y de una planta de placas solares. No sé cual de las dos cosas resultaba más horrorosa. Al final de la carretera había numerosas plazas de aparcamiento. Menos mal, porque sino, con la cantidad de coches que había allí, hubiéramos tenido que volver a aparcar a Caniçal. *** Imagen borrada de Tinypic *** Desde el parking, un letrero señala el inicio del camino. Nada más empezar a caminar ya notamos que aquella era una levada diferente a las dos que ya habíamos hecho. El camino estaba bien trazado, con protecciones laterales en todos los puntos que pudieran presentar la más pequeña dificultad o el más ligero peligro. Y sobre todo, había gente. Tanto en la Levada Nova como en la Levada del Camino de la Costa de Sao Jorge no nos habíamos cruzado con nadie, estuvimos solos durante todo el recorrido. En cambio en esta levada se notaba que no iba a ser así. Tampoco había que ser muy listos para llegar a esta conclusión. Bastaba ver el número de coches que había aparcados fuera. La levada es un recorrido de 9 km en total, 4’5 de ida y otros tantos de vuelta. Tardamos tres horas y cuarto en hacer todo el recorrido. Paradas en los miradores incluidas. El camino de ida lo hicimos acompañados del sol. Para volver cambiamos el sol por unos feos nubarrones negros. El que no nos abandonó durante todo el camino fue el viento. Como el típico amigo pesado que se te pega aunque no lo hayas invitado a venir contigo, y que no sabes que tienes que hacer para quitártelo de encima. Desde un principio empezamos a subir y a bajar. Tramos no demasiado largos, pero bastante duros. Es un rompepiernas continuo. Subes, bajas, subes, bajas, y así todo el camino. Sin ninguna duda la levada más dura de las seis que hicimos. La levada recorre un paraje descarnado, pelado, sin apenas vegetación. ¡No me extraña, con ese viento!. Piedras, rocas. Un paisaje muy duro. Y por eso nos sorprendió mucho. Hasta ese momento habíamos visto una isla verde, exuberante. Con agua por todas partes y plantas cubriéndolo todo. Sin embargo la Península de Sao Lourenço es todo lo contrario. Una especie de desierto rodeado de mar, rodeado de agua salada. Apenas crecen algunas matas. No hay agua, excepto la del mar. Y el color verde brilla por su ausencia. Todo es marrón, o como mucho gris. Pero aun así tiene un gran encanto. Su dureza, su contraste con el resto de la isla, la hacen un lugar diferente y muy interesante. Resulta un lugar muy llamativo a pesar de su sencillez. Pero sin duda lo mejor de la levada, son los miradores que salpican todo el recorrido. Realmente no sé si son miradores. Pero a lo largo del camino hay varios puntos desde los que se disfruta de una vista espectacular de la costa. De los acantilados que caen directamente sobre el mar desde gran altura. Con rocas de diferentes formas y tamaños a sus pies; rompiendo las olas antes de que golpeen contra la orilla. Unas olas que golpean con tanta fuerza que la espuma blanca que producen salta por encima de las rocas haciéndolas desaparecer por unos momentos. Imágenes impactantes y espectaculares. De esas que se graban en la retina y no se olvidan nunca. *** Imagen borrada de Tinypic *** Aproximadamente a mitad del recorrido, a mano derecha, hay una pequeña playa de arena negra. Poca cosa. Si uno dispone de tiempo y la climatología es más benigna puede aprovechar para darse un chapuzón. Pero nosotros no disponíamos de tiempo y la temperatura no invitaba a bañarse. Por eso pasamos de largo y nos limitamos a observar la playa desde las alturas. Bueno por eso, y porque la bajada parecía larga. Y la subida todavía más. Tenemos una especie de alergia a las cuestas. Un día de estos deberíamos ir al médico para que nos recete una cura. A la vuelta, vimos a tres individuos dándose un baño en la playa. Vaya pirados. Se estaban bañando desnudos. Lo de pirados no es porque fueran desnudos, sino porque hacía frío para nadar. Y encima no llevaban toallas. Cuando salieron del agua, empezaron a correr de un lado para otro sin secarse. Se debían estar muriendo de frío. Ah, no seáis mal pensados, no mirábamos por morbo. Estábamos tan lejos que no se veía nada indecoroso. El punto que más nos impresionó fue un paso elevado, en donde la península se estrecha tanto que queda reducida a un par de metros de anchura. A ambos lados un acantilado enorme, de impresión, y delante y detrás unas vistas preciosas de la península y de la costa. Un sitio único. El camino acaba en la Casa do Sardinha. Una especie de puesto forestal, en medio de la nada. Se encuentra casi en la punta de la península rodeada de palmeras. Parecía estar totalmente fuera de lugar. Una casa en medio de aquel secarral. ¡Y las palmeras!, pobrecitas. *** Imagen borrada de Tinypic *** El tramo final de la levada consiste en un pequeño recorrido circular que pasa junto a la Casa do Sardinha. Según la información que había encontrado, desde allí es posible subir hasta un pico que hay en la punta de la península, el Pico Furao, si no recuerdo mal. Pero no lo vimos nada claro. No parecía que hubiese un camino para subir hasta arriba. Y además más que una subida aquello parecía una escalada. Vaya pendiente que tenía el pico. Nos limitamos a sentarnos junto al acantilado y verlo desde abajo. En un principio esta era una de las levadas que llevaba en la reserva. No entraba en nuestros planes. Pero al tener que ir improvisando por culpa de la lluvia casi nos vimos obligados a hacerla. Por eso, ¡Muchas gracias lluvia!. Disfrutamos de un paseo fantástico. Resultó todo un descubrimiento. A toro pasado, tengo que reconocer que estábamos equivocados, y que se trata de una levada totalmente indispensable. No dejéis de hacerla, porque es totalmente al resto de levadas. Merece muchísimo la pena. *** Imagen borrada de Tinypic *** Salimos en dirección Caniçal. Antes de llegar vimos una señal marrón que indicaba el camino para ir a un mirador. Llegamos enseguida. Aparcamos y a disfrutar del lugar. Nuevamente unas vistas espectaculares. Desde un punto tan alto, las vistas sobre el acantilado son de vértigo. Pero guapas, guapas, guapas. Se veía toda la costa norte de la Península de Sao Lourenço. Era como juntar en una sola imagen lo que habíamos visto durante la caminata. Un complemento perfecto a la levada. *** Imagen borrada de Tinypic *** Para acabar con las visitas del día nos acercamos hasta Porto da Cruz. Un pueblo sin mucha gracia. Uno de sus principales atractivos es una antigua fábrica de azúcar de caña, ahora abandonada. Pero que queréis que os diga. Una nave blanca con una chimenea de ladrillo. Y punto. Para ver eso no hace falta ir hasta allí. Eso si una cosa tenemos que reconocérsela; estaba abandonada. Poco más se puede decir de la fábrica. Lo que si que nos pareció un rincón con encanto, fue la playa de arena negra, sobre la que se erguía una enorme pared de roca también negra. El fuerte viento, el día gris por las nubes que cubrían el cielo, la negrura del acantilado, el negro intenso de la arena de la playa y la fuerza del agua al romper contra la orilla, creaban un ambiente especial. Pero nada más. Ni siquiera la iglesia tenía encanto. Una iglesia moderna que rompía con la homogeneidad de las iglesias que habíamos observada hasta ese momento. Era diferente, pero para peor. Cosa fea. *** Imagen borrada de Tinypic *** No perdimos demasiado tiempo en ese pueblo. Y eso que la playa tenía su encanto. Pero tampoco tanto como para mudarse a vivir allí. Siguiendo la costumbre de días anteriores, volvimos a Funchal por la vía express. Además del recurrente motivo de la comodidad, hay dos razones más para recorrer la vía rápida al este de Funchal. La primera es la vista que se tiene de Funchal. Una imagen impactante. Probablemente la mejor que se puede llegar a tener de Funchal. Se ve perfectamente toda la ciudad. Una extensión sin límites de viviendas y más viviendas que lo cubren todo. Elevándose por las laderas del valle que queda totalmente cubierto de ladrillo. Un consejo para los ecologistas; evitad este tramo si no queréis sufrir un infarto al ver esa barbaridad. El resto no os lo perdáis por nada del mundo. El segundo motivo es que esa carretera pasa por debajo de la pista del aeropuerto. La sostienen unas columnas enormes. Simplemente el hecho de saber que allí arriba aterrizan varios aviones al día hace que merezca la pena pasar por ese tramo de carretera. Más que lo que se ve, es la sensación de conducir por ese lugar. Al llegar a Funchal, nos dirigimos a un nuevo centro comercial, al Madeira Shopping. Es un poco más grande que el Forum Madeira. Siguiendo a mi mujer tuve la sensación de entrar en las mismas tiendas que el día anterior. Pero tampoco os fiéis mucho de mí. Mi interés por estos lugares es escaso, por lo que apenas me fijo en las tiendas y demás. La experta en estos temas es mi mujer. Su opinión sobre los dos centros comerciales que visitamos en la isla se puede resumir en que son un poco cutrillos. ¿Dónde cenamos? A mí me da igual. A mi también. Donde tú digas. No, elige tú. Y a lo tonto, a lo tonto, nos plantamos en Cámara do Lobos. Aparcamos en el parking del puerto, y nos dirigimos directamente a una plazoleta que está al lado y que está llena de bares. Para nuestra desgracia, eran eso, bares. Nada de restaurantes. Y eso que olía que alimentaba. Pero no pudimos concretar de donde salía el olor. Nos metimos en uno de los bares al azar. Y como no podía ser de otra manera, la cagamos. Tenemos el sexto sentido oxidado. La carta era muy reducida. Acabamos cenando una pizza de atún, una cuatro estaciones, una ración de alitas de pollo y dos aguas. Nuestra peor comida en los seis días en la isla. Por lo menos nos salió barato, pagamos 19 € por todo. Fue tan malo que no quise ni fijarme en el nombre del chiringuito. Índice del Diario: 6 DÍAS DE ENERO DE 2012 POR MADEIRA
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