Por la mañana, con el desayuno se repitió la misma situación que la noche anterior: no había buffet y nos sirvieron casi a la carta, con tortilla recién hecha incluida. Después volvimos al autobús para hacer la excursión a los castillos del desierto. Del grupo inicial solo quedábamos doce personas. Tranquilidad absoluta, pues.
Saliendo de Amman hacia la parte este del país, el paisaje se vuelve plano y desértico, muy anodino, y según nos acercábamos a las fronteras con Iraq y Arabia Saudita, se veían numerosos puestos militares. Los llamados castillos del desierto (de la época de los Omeyas) eran en realidad pabellones de caza, palacios para el descanso o lugares para refugio de las caravanas.
De los varios que hay, visitamos tres: Qasr-al-Kharanah, Qasr Amrah y Qasr-al-Azraq. Para los que vayáis por libre, la entrada de acceso a uno de ellos es válida para todos los demás.
Saliendo de Amman hacia la parte este del país, el paisaje se vuelve plano y desértico, muy anodino, y según nos acercábamos a las fronteras con Iraq y Arabia Saudita, se veían numerosos puestos militares. Los llamados castillos del desierto (de la época de los Omeyas) eran en realidad pabellones de caza, palacios para el descanso o lugares para refugio de las caravanas.
De los varios que hay, visitamos tres: Qasr-al-Kharanah, Qasr Amrah y Qasr-al-Azraq. Para los que vayáis por libre, la entrada de acceso a uno de ellos es válida para todos los demás.
Al-Kharanah es una edificación en piedra rosa que aparece cerca de la carretera, con el fondo del desierto, como un espejismo. Se remonta al año 711 y, por su aspecto se cree que no fue una fortificación militar, sino un lugar donde se guarecían las caravanas. Está bastante bien conservado.
En las proximidades, había rebaños de camellos, que aprovechaban para beber agua porque había llovido la noche anterior (en Amman no llovió). Lo curioso es que de pronto aparecieron un coche de policía y otro de bomberos a toda prisa. Un camello se había metido en una zona cenagosa y un niño que fue a ayudarle se quedó atrapado en el barro también. Al final todo quedó en un susto y el camello y el niño fueron felizmente rescatados según vimos desde lejos.
A continuación fuimos al Qasar Amrah, que está catalogado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Se construyó a principios del siglo VIII para el descanso de los califas omeyas.
Está muy bien conservado, pero lo mejor son los frescos que decoran sus paredes interiores, realmente dignos de admiración. La singularidad de estos frescos reside en el hecho de que representan figuras humanas y de animales, incluyendo mujeres desnudas o semi desnudas, lo cual constituye un hecho insólito en el arte islámico. Se han realizado excelentes trabajos de restauración con ayuda internacional, entre otros de la cooperación española, y actualmente un equipo italiano trabaja en uno de los frescos más destacados, el “de los seis soberanos”, cuatro de ellos identificados como el emperador de Bizancio, el rey visigodo Rodrigo, el rey sasánida Cosroes y el negus de Abisinia. Supuestamente, su representación como enemigos del Islam constituía un homenaje al Califa. Con los andamios delante, no pudimos observar demasiado bien el fresco, aunque se podía ver una reproducción completa. El resto de los frescos se apreciaban perfectamente, impresionantes son las mujeres con cántaros y el conjunto de escenas relacionadas con oficios artesanales. En otras salas, se pueden ver figuras de mujeres bañándose y también la representación de un mapa celeste. Me gustaron muchísimo los frescos de este castillo. En las fotos, me he permitido saturar un poco los colores para que se aprecie mejor las figuras.
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Para finalizar, fuimos hasta el antiguo oasis de al-Azraq, donde existen varios aljibes y manantiales. Estábamos a escasos 60 kilómetros de Arabia Saudí y a 150 de Iraq. Aunque sigue existiendo, el oasis ha disminuido mucho como consecuencia de la sequía que viene afectando a Jordania desde 1992, aunque este año ha llovido bastante o, al menos, eso nos contaron. En fin, sí que tenía un aspecto un tanto chuchurrío, la verdad.
La fortaleza de al-Azraq ya existía en tiempos de los emperadores romanos Diocleciano y Maximiano, entre 286 y 305, y tenía mucha importancia por estar en la ruta hacia Siria y, sobre todo, por sus reservas de agua. Fue reconstruido sobre el año 1286 y Lawrence de Arabia pasó aquí los meses del invierno de 1917. La fachada principal de la fortaleza se conserva bien, aunque el interior está un tanto ruinoso. Destacan las puertas monolíticas de 3 toneladas de peso cada una. Un cuarto de hora es suficiente para verlo completo.
Como resumen diré que estos castillos están un tanto alejados, se tarda una mañana entera en verlos y a mucha gente no le compensará para lo que ofrecen. Fuimos a comer al Mar Muerto. El paisaje según se desciende desde Amman es realmente espectacular, aunque más árido a cada kilómetro.
Actualmente, el mar Muerto se encuentra a más de 400 metros por debajo del nivel del mar y está en claro retroceso. Según nos dijeron, se está trabajando en una canalización desde el mar Rojo para evitar su desaparición. El nivel de salinidad supera actualmente el 34 por 100.
Cristales de sal en la misma orilla:
Nos llevaron a un complejo denominado “Amman Beach”, completamente acondicionado para la visita y el baño. Tiene restaurante, spa, vestuarios, duchas y posibilidad de alquilar toallas y bañadores. Después de comer, nos dispusimos a vivir la experiencia del baño en el mar Muerto. Hacía mucho calor y el sol pegaba con ganas, pero según nos comentaron se nota menos en la piel que en una playa normal. De todas formas, nos pusimos protección solar.
Alquilamos un par de toallas (3 dinares) y nos metimos en el agua. Llevábamos escarpines para protegernos los pies de las piedras y de los cristales que produce la sal. Decían que no era necesario, pero hubo quien se metió descalzo y no le gustó la sensación; además, el calzado tampoco estorba, porque nadar se nada poco. Es muy sorprendente y divertido el hecho de flotar aunque no se quiera, pero hay que tener cuidado con que el agua no salpique a los ojos ni entre en la boca, la sensación de quemazón resulta bastante desagradable. También pudimos comprobar la sensación aceitosa que deja el agua en la piel.
Después lo típico es untarse el cuerpo con los barros. Se puede pedir que te embadurnen los empleados del hotel (cobran por ello y es un barro completamente negro) o coger pegotes de lodo directamente del fondo. Hicimos esto último y al frotarlo por el cuerpo notamos un agradable efecto exfoliante. Lo dejamos secar y volvimos al agua para quitarlo: se nos quedó la piel realmente suave como la seda. Luego una ducha con abundante agua dulce en la misma playa y para rematar un bañito en la piscina. Nos quedamos divinamente, con lo que me entraron unas ganas enormes de comprar unas cremitas para “suavizarme” ya de vuelta en casa. Sin embargo, consejo: no interesa comprar allí. Incluso en el aeropuerto, las mismas cremas, de las mismas marcas, están a mitad de precio que en los hoteles del Mar Muerto. En otros lugares, no lo sé.
Puesta de sol en el Mar Muerto.
Regresamos a la capital y esa noche al fin pudimos quedar con una amiga que reside en Amman; nos tomamos unas copas en un establecimiento muy chic, en una terraza muy agradable, con un fular sobre los hombros porque hacía una brisa muy fresquita. Comprobamos que puede consumir alcohol tranquilamente en algunos locales muy a la occidental de Amman.
Al día siguiente tocaba madrugar de lo lindo, ya que el avión salía a las 07:10. El vuelo igual de puntual y agradable que el de ida. Sin ningún problema, buen desayuno caliente y buen servicio. Además, pudimos disfrutar desde el aire de unos paisajes españoles sorprendentemente verdes a causa de las lluvias de los últimos tiempos.
Al día siguiente tocaba madrugar de lo lindo, ya que el avión salía a las 07:10. El vuelo igual de puntual y agradable que el de ida. Sin ningún problema, buen desayuno caliente y buen servicio. Además, pudimos disfrutar desde el aire de unos paisajes españoles sorprendentemente verdes a causa de las lluvias de los últimos tiempos.