La pantalla del asiento del avión me indicaba que todavía quedaban 5 horas y 20 minutos para llegar a Antananarivo. El tiempo que había tenido durante el verano para leer sobre Madagascar era tan poco que apenas sabía cosas tan poco útiles como que la capital es más conocida como Tana. -No se nada -pensé. ¿Qué nos encontraríamos allí?
Miré por la ventana y solo vi arena, la pantalla del avión me daba otra vez la información que le pedía, nombres de ciudades de algún país entre Libia y Mozambique que no sabía ubicar. -No se nada -volví a pensar. -Tenemos que viajar más. Y es que hacía ya más de un año y medio que no subía a un avión. Aquellas Navidades en India eran ya un recuerdo lejano en mi memoria y mis ganas de volver a coger una mochila para perderme por algún sitio se habían multiplicado exponencialmente durante los últimos meses.
Cogí la guía y ojeé el cuaderno que había en su interior sobre la fauna malgache, el verdadero motivo de mi afán por conocer la isla. Madagascar posee especies de animales y plantas únicas en el mundo desde que hace más de 160 millones de años se separó de África provocando una evolución de la flora y la fauna diferente a la de cualquier otra parte de nuestro planeta. En la primera foto aparecía un animal que conocía, un lémur de cola anillada, el mismo que ocupaba la portada de la guía por ser de los más conocidos y representativos, ese animalillo al que la naturaleza había decidido distinguir con un aspecto simpático y una preciosa cola larga, blanca y negra, y al que el rey Julien se había encargado de popularizar.
El precioso lemur de cola anillada
Seguí mirando el cuaderno lleno de fotos de muchas otras especies de lémures: lemur coronado, lémur de collar rojo, sifaka de diadema, sifaka de Coquerel, aye ayes, indris… Y no solo lémures, también había otros mamíferos como la rata gigante, el zorro volador o el fosa, el temido depredador. La cosa no terminaba ahí, seguí mirando y encontré fotos de aves, camaleones, tortugas, serpientes...Y entre tanta biodiversidad mi madre había elegido la rana tomate.
-Quiero una foto de la rana tomate -eso fue todo lo que dijo cuando le revelamos que nuestro siguiente destino era Madagascar. Se trata de una especie en peligro de extinción cuya peculiaridad a parte de su color y forma globosa es la secreción de una sustancia blanquecina y pegajosa cuando se sienten amenazadas. La había visto en un documental y ahora quería una foto, así que le prometí que si veíamos alguna la retrataríamos -el problema era que ni siquiera teníamos muy claro si íbamos a pasar por su hábitat. Nuestra ruta de viaje se reducía a un croquis escueto sobre un mapa que había quedado en intento de itinerario. Ya improvisaríamos, pues era la primera vez que viajábamos a un sitio con tan poca información. ¿Seríamos capaces de encontrar a todos aquellos animales?
-¡Excuse moi madame! -¿Quién me estaba hablando francés? -Madame, le dîner -¿La cena? Me había quedado frita y la azafata estaba repartiendo ya las bandejas justo en el momento en el que estaba a punto de pisar esa playa de arena blanca en mi sueño, ¿sería así Morondava? -Voulez-vous…? -¿Qué? Madre mía y yo sin haber escuchado las lecciones de francés que me había recomendado Toni… Poco después el piloto anunciaba que empezaba el aterrizaje, momento en que quise mirar por la ventanilla pero la oscuridad de la noche me impidió apreciar la vista aérea de la que es la cuarta isla más grande del mundo.
La cena en el avión
Llegados al aeropuerto de Ivato empezó el ajetreo. Gente, mochilas, maletas, saludos, fotos, calor, preguntas, mochilas, maletas… ¡Por fin en Tana! Atrás quedaban las largas horas de vuelo que preceden a todo viaje. Pero aun no podíamos cantar victoria, primero había que hacer el visado, y para ello “solo” tuvimos que estar una larga y aburrida hora haciendo cola, lipotimias incluidas… -¡mora, mora! Fue nuestro primer descubrimiento malgache y el que nos acompañaría en todo el viaje: la pachorra. En Madagascar no existe la prisa.
¿Sacaremos el visado en tiempo record...? nooooo
Casi a medianoche y después de una larga travesía en taxi por las oscuras calles de la capital llegábamos al hotel Le khartala, celebrando con una cerveza three horses el comienzo de nuestro viaje sin tener apenas idea de que Madagascar era el país que mas nos iba a sorprender. Comenzaba de nuevo la aventura.
Tonga Soa (Bienvenidos)
Primera cerveza (de muchas) en Madagascar