Último día, toca la dura vuelta a casa. Que cortas se me hacen las escapadas de 2 noches, menos mal que ahora nos vamos a Bélgica 8 noches, espero aguantarlos bien, eso sí.
Hoy hicimos lo que teníamos pensado para el primer día, ver las Rías Altas. El planning inicial era empezar desayunando en Viveiro, seguir por Estaca de Bares, Ortigueira, el Cabo Ortegal, Vixía Herbeira y San Andrés de Teixidó. Lo hicimos del revés, obviamente, y no visitamos Ortigueira por cansancio del grupo, pero cumplimos bastante bien con lo previsto.
TOTAL: 339 kms
Acabamos de hacer las maletas, hacemos el checkout, muy sencillo, pues ya habíamos pagado al llegar. Nos limitamos a entregar las llaves, dar las gracias de corazón por toda la atención y sellar el ticket del parking. Tras esto vamos a por el coche y ponemos rumbo a San Andrés de Teixidó, la primera parada.
Sin embargo desayunamos en Cedeira, y es que nos temíamos que San Andrés fuera carísimo al ser un pueblo tan turístico. Aparcamos junto a la playa, nos sentamos en una terraza y seguimos camino hacia las rías más abruptas de Galicia y de España.
Antes de llegar al pueblo, nos topamos con el Mirador Chao do Monte, donde empezamos a disfrutar los increibles acantilados gallegos.
Arribamos por fin a San Andrés de Teixidó, un pueblo encaramado en los acantilados en el que la historia y la leyenda se entremezclan, dando lugar a un pueblo mágico, del que dice la leyenda que "quien no va de vivo va de muerto." Y bueno, nosotros ya estuvimos, así que el día del Juicio Final no tendremos que ir hasta allí otra vez. Además, en esta costa se murió San Andrés al volcar su barca, según dice la leyenda, por lo que pese a lo pequeño del pueblo tiene un gran santuario, consrtuido en el siglo XVIII
En su interior nos encontramos con un retablo barroco rodeado de flores y de miniaturas de barcos, y es que muchos creyentes vienen aquí a pedir sus deseos.
El pueblo, sobre los acantilados y de casas blancas, es pequeño (una calle), pero precioso.
Y los acantilados, aunque el pueblo esté en uno de los más bajos, impresionan. Te hacen sentir pequeño, muy pequeño.
Y para acabar, un cruceiro, precioso, en la plaza del santuario, con todos los acantilados al fondo. ¿Tiene razón el folleto al tachar este lugar de mágico? Sin ninguna duda, toda la razón.
Abandonamos San Andrés Teixidó y nos dirigimos a Vixía Herbeira, una pequeña ermita en lo alto de los acantilados más altos de la Europa continental, con 613 metros de altitud sobre el mar. Un lugar increible en el que nos damos cuenta de la inmensidad del mundo y del gran poder de la naturaleza. Se empañó la visita por el fuerte viento (siempre lo hay) y por una intensa lluvia, que solo nos pilló aquí. Perdon por la calidad de las fotos, pero con semejante temporal hice lo que buenamente pude. Además, es tal la altura que es inapreciable, es un lugar que tiene que ser visitado para entender lo que se siente allí arriba.
Seguimos carretera hacia Cariño y subimos hasta el Cabo Ortegal, el segundo cabo más al norte de España, y nos extrañó ver un lugar tan salvaje y vacío. Aquí nos comimos los bocatas (compramos el pan antes de salir, nos encantó el del domingo y repetimos), con vistas espectaculares. El faro dejaba la nota artística y romántica, erigido sobre el abismo y marcando la separación del Mar Cantábrico y el Oceáno Atlántico.
Hacia la izquierda tenemos más acantilados, que nos tapan el resto de la costa gallega, y bajo nosotros, un mar tranquilo y cristalino.
Y hacia el Mar Cantábrico, Estaca de Bares, el punto más al Norte de España, más salvaje aún que este cabo.
Tras comer asombrados por la vista, fuimos a Ortigueira, pero los compañeros no lo vieron claro en el folleto y protestaron, así que nos fuimos directos a Estaca de Bares, un cabo salvaje, el más al Norte de España, y con un pequeño faro.
Para acceder al cabo en sí debemos recorrer un pequeño sendero por entre la maleza. Vacío, muy sorprendente pero parece que las Rías Altas son la zona menos explotada pese a ser de las más bonitas de Galicia.
En una piedra está grabada la latitud de la punta.
Frente a nosotros, la inmensidad del oceáno.
A nuestra izquierda, el Cabo Ortegal con los tres aguillóns que veíamos desde allí.
Y a nuestra derecha, un poco tapados por una caseta (que manera de estropear el paisaje...) el resto de acantilados, seguramente se vea hasta Asturias ahí al fondo pese a estar bastante lejos.
Y llegamos a la última parada del viaje, la que pensábamos que sería la primera, la villa medieval de Viveiro, que con más de 15.000 habitantes, es la capital de la Mariña, por encima de Ribadeo o Foz.
Con porte señorial en algunas calles, y medieval en otras, se desconoce su origen; si bien una leyenda atribuye a esta zona una ciudad llamada Estabañón que fue tragada por la marea, los estudios arqueológicos dieron con vestigios romanos, y se cree que aquí estaba la ciudad de Flavia Lambris. Lo cierto es que existió una villa que fue destruida por los árabes, pero el rey asturiano Don Pelayo la reconstruyó y le concedió grandes privilegios, sufriendo posteriormente hasta 3 incursiones vikingas; hasta que a partir del siglo XII se empezó a configurar como es ahora, teniendo una gran prosperidad hasta el siglo XV y con un fuerte poder gremial. Entre medias los Reyes Católicos intervenieron en el conflicto irmandiño de la villa, echando al alcalde al que se enfrentó el pueblo con mucha determinación.
En la edad moderna empezó a crecer de manera espectacular, basado el crecimiento en un potente comercio marítimo y una industria diversificada (lino, cosechas de frutos y viñedos o lienzos) Tras la Guerra de Independencia llegó una importante actividad cultural a Viveiro, que se vio eclipsada por Lugo al ser nombrada la ciudad lucense capital de provincia, lo que hizo que Viveiro entrara en una triste decadencia, hasta que llegó a finales de siglo la minería.
Como curiosidad decir que durante la II República, no solo no se quemaron iglesias, sino que la Semana Santa (la mayor del Norte de España) se celebró con total normalidad.
Esta historia hace que en el siglo XX no haya crecido apenas la villa, manteniendo hoy en día su carácter señorial y medieval, lo que le da un gran atractivo a la visita.
Llegamos y aparcamos cerca del casco histórico, evitando la zona azul. Vimos por fuera la Iglesia de San Francisco, construida en el siglo XIV. No pudimos entrar pero sí observar el ábside por fuera, uno de los más bellos de la provincia, según leí, con una impresionante vidriera (que pena no poder verla por dentro) Como no, el edificio es gótico.
Entramos al Casco Histórico, y llegamos a la Plaza del Ayuntamiento, presidida por una estatua del celebre vivariense Nicomedes Pastor Díaz, periodista y política del siglo XIX, pieza clave en el Rexurdimiento y que llegó a ser Ministro de Estado con el gobierno de O'Donnell en el año 1856.
Salimos por la histórica Puerta de Carlos V, construida en 1548 en estilo plateresco como homenaje al monarca. Rematada con unas torrecillas y almenas, cobija la imagen de San Roque, patrono de la ciudad; y tiene el blasón de Galicia y el busto de Carlos V
En el exterior de la puerta (por la que se accede al casco histórico), nos encontramos con la Ría de Viveiro.
Luego nos dejamos perder por las callejuelas del Casco Histórico sin plano ni nada, dejando que nos guiaran nuestros pies, y descubrimos bonitos rincones de la villa lucense.
Y con este paseo dimos por cerrado el viaje, sin subir al Monte San Roque por cansancio, pero bueno, al estar cerca podemos ir a pasar un día a la zona de la Mariña que dejamos sin ver (Burela, Monte San Roque, Souto da Retorta...) Para completar las Rías Altas se podría visitar Foz o la Playa de las Catedrales, cosa que ya hicimos en nuestro viaje a las Rías Baixas del verano pasado, como podeis ver aquí: www.losviajeros.com/ ...hp?e=34209
CONCLUSIONES DE LAS RÍAS ALTAS: Es una zona preciosa, con mucha variedad, teniendo desde paisajes verdes, cabos y acantilados hasta pueblos mágicos y villas medievales, con elementos increibles como la Praia das Catedrais o el punto más al Norte de España. Sobre todo, destaca lo salvaje que son las Rías Altas, salvo excepciones como las Catedrales o Viveiro, que están masificados (la playa muy por demás, como vimos el verano pasado.
Para el viajero medio diría que son necesarios un par de días para ver la zona en la profundidad que requiere, desde la Playa de los Catedrales hasta Ferrol, pasando por Foz, Viveiro, Estaca de Bares, Ortigueira, Cabo Ortegal, Vixía Herbeira y San Andrés de Teixidó. Ver eso en un día es imposible de ver, y merece mucho la pena, es de lo más guapo y salvaje que os podais encontrar por España.
Hoy hicimos lo que teníamos pensado para el primer día, ver las Rías Altas. El planning inicial era empezar desayunando en Viveiro, seguir por Estaca de Bares, Ortigueira, el Cabo Ortegal, Vixía Herbeira y San Andrés de Teixidó. Lo hicimos del revés, obviamente, y no visitamos Ortigueira por cansancio del grupo, pero cumplimos bastante bien con lo previsto.
TOTAL: 339 kms
Acabamos de hacer las maletas, hacemos el checkout, muy sencillo, pues ya habíamos pagado al llegar. Nos limitamos a entregar las llaves, dar las gracias de corazón por toda la atención y sellar el ticket del parking. Tras esto vamos a por el coche y ponemos rumbo a San Andrés de Teixidó, la primera parada.
Sin embargo desayunamos en Cedeira, y es que nos temíamos que San Andrés fuera carísimo al ser un pueblo tan turístico. Aparcamos junto a la playa, nos sentamos en una terraza y seguimos camino hacia las rías más abruptas de Galicia y de España.
Antes de llegar al pueblo, nos topamos con el Mirador Chao do Monte, donde empezamos a disfrutar los increibles acantilados gallegos.
Arribamos por fin a San Andrés de Teixidó, un pueblo encaramado en los acantilados en el que la historia y la leyenda se entremezclan, dando lugar a un pueblo mágico, del que dice la leyenda que "quien no va de vivo va de muerto." Y bueno, nosotros ya estuvimos, así que el día del Juicio Final no tendremos que ir hasta allí otra vez. Además, en esta costa se murió San Andrés al volcar su barca, según dice la leyenda, por lo que pese a lo pequeño del pueblo tiene un gran santuario, consrtuido en el siglo XVIII
En su interior nos encontramos con un retablo barroco rodeado de flores y de miniaturas de barcos, y es que muchos creyentes vienen aquí a pedir sus deseos.
El pueblo, sobre los acantilados y de casas blancas, es pequeño (una calle), pero precioso.
Y los acantilados, aunque el pueblo esté en uno de los más bajos, impresionan. Te hacen sentir pequeño, muy pequeño.
Y para acabar, un cruceiro, precioso, en la plaza del santuario, con todos los acantilados al fondo. ¿Tiene razón el folleto al tachar este lugar de mágico? Sin ninguna duda, toda la razón.
Abandonamos San Andrés Teixidó y nos dirigimos a Vixía Herbeira, una pequeña ermita en lo alto de los acantilados más altos de la Europa continental, con 613 metros de altitud sobre el mar. Un lugar increible en el que nos damos cuenta de la inmensidad del mundo y del gran poder de la naturaleza. Se empañó la visita por el fuerte viento (siempre lo hay) y por una intensa lluvia, que solo nos pilló aquí. Perdon por la calidad de las fotos, pero con semejante temporal hice lo que buenamente pude. Además, es tal la altura que es inapreciable, es un lugar que tiene que ser visitado para entender lo que se siente allí arriba.
Seguimos carretera hacia Cariño y subimos hasta el Cabo Ortegal, el segundo cabo más al norte de España, y nos extrañó ver un lugar tan salvaje y vacío. Aquí nos comimos los bocatas (compramos el pan antes de salir, nos encantó el del domingo y repetimos), con vistas espectaculares. El faro dejaba la nota artística y romántica, erigido sobre el abismo y marcando la separación del Mar Cantábrico y el Oceáno Atlántico.
Hacia la izquierda tenemos más acantilados, que nos tapan el resto de la costa gallega, y bajo nosotros, un mar tranquilo y cristalino.
Y hacia el Mar Cantábrico, Estaca de Bares, el punto más al Norte de España, más salvaje aún que este cabo.
Tras comer asombrados por la vista, fuimos a Ortigueira, pero los compañeros no lo vieron claro en el folleto y protestaron, así que nos fuimos directos a Estaca de Bares, un cabo salvaje, el más al Norte de España, y con un pequeño faro.
Para acceder al cabo en sí debemos recorrer un pequeño sendero por entre la maleza. Vacío, muy sorprendente pero parece que las Rías Altas son la zona menos explotada pese a ser de las más bonitas de Galicia.
En una piedra está grabada la latitud de la punta.
Frente a nosotros, la inmensidad del oceáno.
A nuestra izquierda, el Cabo Ortegal con los tres aguillóns que veíamos desde allí.
Y a nuestra derecha, un poco tapados por una caseta (que manera de estropear el paisaje...) el resto de acantilados, seguramente se vea hasta Asturias ahí al fondo pese a estar bastante lejos.
Y llegamos a la última parada del viaje, la que pensábamos que sería la primera, la villa medieval de Viveiro, que con más de 15.000 habitantes, es la capital de la Mariña, por encima de Ribadeo o Foz.
Con porte señorial en algunas calles, y medieval en otras, se desconoce su origen; si bien una leyenda atribuye a esta zona una ciudad llamada Estabañón que fue tragada por la marea, los estudios arqueológicos dieron con vestigios romanos, y se cree que aquí estaba la ciudad de Flavia Lambris. Lo cierto es que existió una villa que fue destruida por los árabes, pero el rey asturiano Don Pelayo la reconstruyó y le concedió grandes privilegios, sufriendo posteriormente hasta 3 incursiones vikingas; hasta que a partir del siglo XII se empezó a configurar como es ahora, teniendo una gran prosperidad hasta el siglo XV y con un fuerte poder gremial. Entre medias los Reyes Católicos intervenieron en el conflicto irmandiño de la villa, echando al alcalde al que se enfrentó el pueblo con mucha determinación.
En la edad moderna empezó a crecer de manera espectacular, basado el crecimiento en un potente comercio marítimo y una industria diversificada (lino, cosechas de frutos y viñedos o lienzos) Tras la Guerra de Independencia llegó una importante actividad cultural a Viveiro, que se vio eclipsada por Lugo al ser nombrada la ciudad lucense capital de provincia, lo que hizo que Viveiro entrara en una triste decadencia, hasta que llegó a finales de siglo la minería.
Como curiosidad decir que durante la II República, no solo no se quemaron iglesias, sino que la Semana Santa (la mayor del Norte de España) se celebró con total normalidad.
Esta historia hace que en el siglo XX no haya crecido apenas la villa, manteniendo hoy en día su carácter señorial y medieval, lo que le da un gran atractivo a la visita.
Llegamos y aparcamos cerca del casco histórico, evitando la zona azul. Vimos por fuera la Iglesia de San Francisco, construida en el siglo XIV. No pudimos entrar pero sí observar el ábside por fuera, uno de los más bellos de la provincia, según leí, con una impresionante vidriera (que pena no poder verla por dentro) Como no, el edificio es gótico.
Entramos al Casco Histórico, y llegamos a la Plaza del Ayuntamiento, presidida por una estatua del celebre vivariense Nicomedes Pastor Díaz, periodista y política del siglo XIX, pieza clave en el Rexurdimiento y que llegó a ser Ministro de Estado con el gobierno de O'Donnell en el año 1856.
Salimos por la histórica Puerta de Carlos V, construida en 1548 en estilo plateresco como homenaje al monarca. Rematada con unas torrecillas y almenas, cobija la imagen de San Roque, patrono de la ciudad; y tiene el blasón de Galicia y el busto de Carlos V
En el exterior de la puerta (por la que se accede al casco histórico), nos encontramos con la Ría de Viveiro.
Luego nos dejamos perder por las callejuelas del Casco Histórico sin plano ni nada, dejando que nos guiaran nuestros pies, y descubrimos bonitos rincones de la villa lucense.
Y con este paseo dimos por cerrado el viaje, sin subir al Monte San Roque por cansancio, pero bueno, al estar cerca podemos ir a pasar un día a la zona de la Mariña que dejamos sin ver (Burela, Monte San Roque, Souto da Retorta...) Para completar las Rías Altas se podría visitar Foz o la Playa de las Catedrales, cosa que ya hicimos en nuestro viaje a las Rías Baixas del verano pasado, como podeis ver aquí: www.losviajeros.com/ ...hp?e=34209
CONCLUSIONES DE LAS RÍAS ALTAS: Es una zona preciosa, con mucha variedad, teniendo desde paisajes verdes, cabos y acantilados hasta pueblos mágicos y villas medievales, con elementos increibles como la Praia das Catedrais o el punto más al Norte de España. Sobre todo, destaca lo salvaje que son las Rías Altas, salvo excepciones como las Catedrales o Viveiro, que están masificados (la playa muy por demás, como vimos el verano pasado.
Para el viajero medio diría que son necesarios un par de días para ver la zona en la profundidad que requiere, desde la Playa de los Catedrales hasta Ferrol, pasando por Foz, Viveiro, Estaca de Bares, Ortigueira, Cabo Ortegal, Vixía Herbeira y San Andrés de Teixidó. Ver eso en un día es imposible de ver, y merece mucho la pena, es de lo más guapo y salvaje que os podais encontrar por España.