El desayuno era el típico bufet de este tipo de hoteles: había de todo (fiambres, quesos, te hacían tortillas, bollos, fruta, zumos, embutidos…). Estaba bien, pero tampoco había nada especialmente destacable, ese “algo especial” que esperas y a veces encuentras en algunos alojamientos, normalmente más pequeños que éste.
A las 9 en punto, una representante de Funchal Hire Car nos trajo el coche al hotel. Todo correcto, el precio acordado (llevad los justificantes que envían por email), seguro a todo riesgo, sin franquicias ni depósitos, en fin, sin ningún problema, también nos dieron un pequeño mapa de carreteras. Por cierto, el día anterior me enviaron un SMS ofreciéndome entregarnos el coche la tarde en que llegamos al mismo precio, pero preferimos no cogerlo hasta el día siguiente. Cinco días de alquiler, desde un lunes a las 09:00 hasta un viernes a las 21:00, un Opel Corsa de gasolina, por 165 euros en total. La gasolina cuesta sobre 1,67 euros, y el gasoil, sobre 1,32. Pero alquilar un coche diésel equivalente nos salía por 233 euros, así que con la diferencia tuvimos para pagar la gasolina de toda la semana. Os podría contar mis cuentas respecto del precio del alquiler del coche con recogida en el aeropuerto, los suplementos y demás; pero es una historia aburrida y depende mucho la época y los días de estancia, con lo cual que cada uno haga sus números de acuerdo con sus circunstancias. En la web de esta empresa podéis hacer los cálculos fácilmente.
El coche tenía medio depósito de gasolina, pero lo llenamos por si acaso. Compramos comida para bocatas en un supermercado (mejor evitar los de la zona de los hoteles pues son más caros) y nos dispusimos a iniciar nuestras andanzas por tierras madeirenses. En Madrid, compré un mapa de carreteras de Madeira (plastificado y con mucho detalle), de freytag & berndt. Me costó cuatro euros y los considero muy bien empleados, ya que nos prestó un buen servicio. Es muy aconsejable contar con un buen mapa de carreteras. No llevamos el navegador, no creo que aquí resulte tan útil como en otros lugares.
Tras dejar la autopista, empezamos a ascender por la carretera ER-103 que lleva a Ribeiro Frío. En Funchal estaba un poco nublado, pero lo que aparecía ante nosotros era una enorme masa de nubes blancas que mosqueaban un montón. Nos metimos en la maraña y tras unos minutos de no ver nada, súbitamente las nubes se quedaron debajo de nosotros y nos saludó un sol espléndido que iluminaba los hermosos parajes que surgían ante nosotros. Empezábamos a disfrutar de la naturaleza de Madeira.
A las 9 en punto, una representante de Funchal Hire Car nos trajo el coche al hotel. Todo correcto, el precio acordado (llevad los justificantes que envían por email), seguro a todo riesgo, sin franquicias ni depósitos, en fin, sin ningún problema, también nos dieron un pequeño mapa de carreteras. Por cierto, el día anterior me enviaron un SMS ofreciéndome entregarnos el coche la tarde en que llegamos al mismo precio, pero preferimos no cogerlo hasta el día siguiente. Cinco días de alquiler, desde un lunes a las 09:00 hasta un viernes a las 21:00, un Opel Corsa de gasolina, por 165 euros en total. La gasolina cuesta sobre 1,67 euros, y el gasoil, sobre 1,32. Pero alquilar un coche diésel equivalente nos salía por 233 euros, así que con la diferencia tuvimos para pagar la gasolina de toda la semana. Os podría contar mis cuentas respecto del precio del alquiler del coche con recogida en el aeropuerto, los suplementos y demás; pero es una historia aburrida y depende mucho la época y los días de estancia, con lo cual que cada uno haga sus números de acuerdo con sus circunstancias. En la web de esta empresa podéis hacer los cálculos fácilmente.
El coche tenía medio depósito de gasolina, pero lo llenamos por si acaso. Compramos comida para bocatas en un supermercado (mejor evitar los de la zona de los hoteles pues son más caros) y nos dispusimos a iniciar nuestras andanzas por tierras madeirenses. En Madrid, compré un mapa de carreteras de Madeira (plastificado y con mucho detalle), de freytag & berndt. Me costó cuatro euros y los considero muy bien empleados, ya que nos prestó un buen servicio. Es muy aconsejable contar con un buen mapa de carreteras. No llevamos el navegador, no creo que aquí resulte tan útil como en otros lugares.
Tras dejar la autopista, empezamos a ascender por la carretera ER-103 que lleva a Ribeiro Frío. En Funchal estaba un poco nublado, pero lo que aparecía ante nosotros era una enorme masa de nubes blancas que mosqueaban un montón. Nos metimos en la maraña y tras unos minutos de no ver nada, súbitamente las nubes se quedaron debajo de nosotros y nos saludó un sol espléndido que iluminaba los hermosos parajes que surgían ante nosotros. Empezábamos a disfrutar de la naturaleza de Madeira.
Antes de seguir dos comentarios: en Madeira siempre hay que llevar un Plan B e, incluso, un Plan C. Nunca sabes cuándo te vas a encontrar con una carretera, un camino, una levada o una vereda cortada o un cambio de tiempo brusco que aconseje cambiar el itinerario.. Hay que reaccionar a tiempo para no estropear la jornada porque nada ni nadie avisa de las incidencias en las carreteras y menos aún de los cambios de tiempo. Hay que distinguir entre lveredas (caminos o senderos) y levadas (acequias). Las levadas se construyeron desde tiempos antiguos para aprovechar la abundante lluvia del norte y llevarla al más seco sur: el agua se recoge en depósitos o lagunas y se canaliza desde los manantiales naturales, que a menudo forman preciosas cascadas, la llamada “madre de la levada”. Hay 2.150 Km. de canales, hoy en día utilizados sobre todo con fines turísticos.
En Ribeiro Frío hay restaurante, bar y tiendas, así que vimos un par de autobuses turísticos y bastantes coches aparcados. De aquí salen dos excursiones muy conocidas: la vereda a Balçoes y la levada hacia Portela (ésta había estado cortada y no estábamos seguros de su situación, así que no la teníamos programada). Nos llamó la atención que la mayor parte de los turistas se quedaban en la tienda de recuerdos y, como mucho, en las piscifactorías (es recomendable verlas), pero muy pocos emprendían siquiera el fácil camino hacia Balçoes, no sé por falta de tiempo, desconocimiento o porque no les apetecía caminar.
BALÇOES (PR11) es un sencillo camino de 3 Km. ida y vuelta por el mismo camino, que se recorre en unos cuarenta minutos. Aunque sigue una levada, en realidad se trata de una vereda porque el objetivo no es llegar a la “madre de la levada” sino a un mirador desde el que se contemplan (si las nubes no lo impiden) varios de los picos más altos de la isla y, también, el valle del Río Ametade hasta Penha de Aguia y la costa
. Las vistas son preciosas, también se pueden avistar aves e, incluso, los pinzones vienen a saludarnos, pidiendo unas miguitas de pan. Visita imprescindible por lo sencilla que es y lo agradecida que resulta.
Proseguimos hacia Santana, tomando las carreteras antiguas (o marginales, como las denominan a veces). Son estrechas, tienen mucha pendiente y hay que ir con precaución, pero los impresionantes paisajes recompensan el esfuerzo. A cada paso hay miradores en los que te paras sí o sí, y si no los hay, aparcas el coche donde puedes y te asomas, no lo puedes evitar (por lo menos el primer día).
Ya en SANTANA vimos el parque temático, donde están las típicas casas triangulares de madera con techos de paja, algunas muy preparadas para el turismo. En otras partes del pueblo se pueden ver casas de este tipo utilizadas como viviendas habituales; todas presentan una imagen muy colorista.
Seguimos por un desvió a la izquierda hacia Queimadas, donde comienza la levada del Caldeirao Verde. La carreterita tiene su miga, en tramos es muy estrecha y con una pendiente increíble: el coche casi se amotinó, pero llegar, se llega. Ya había pasado el momento de más afluencia y pudimos aparcar sin problemas. Cominos nuestros bocatas en una zona de picnic que hay junto a las Casas de Queimadas y nos dispusimos a iniciar la caminata.
LEVADA DEL CALDEIRAO VERDE (PR09).
En total son 13 Km, ida y vuelta por el mismo camino. Apenas tiene desnivel y es un recorrido bastante asequible que lleva entre 4 y 5 horas, depende del ritmo de cada cual. La ruta es muy verde y muy bonita, al principio el camino es ancho y va junto a la levada; poco a poco se va estrechando hasta que en muchos puntos hay que caminar sobre la propia levada. Va muy alta, pero la exuberante vegetación aporta frescor, a veces forma toldos sobre el camino y cubre los laterales, disimulando unos abismos de más de 100 metros en algunos lugares. Hay postes con cables de acero que protegen las zonas más expuestas por lo que no resulta peligroso. Además de cedros, brezos, tilos y otros árboles centenarios, se puede disfrutar del maravilloso bosque de laurisilva, que sólo existen en Madeira, las Canarias y las Azores, y que está declarado Patrimonio Universal por la Unesco.
Respecto al vértigo, no me atrevo a juzgar, yo creo que puede superarse bien, pero también he leído comentarios en contra, si bien el paisaje bien vale el intento por la exuberante vegetación, las cascadas, las vistas panorámicas que surgen en la distancia cuando se abre un poco la masa vegetal…
Y como apenas tiene desnivel, la caminata se convierte en un paseo cómodo y de una enorme belleza. Se atraviesan cuatro túneles y en dos de ellos es necesario llevar linterna porque son muy largos, hay agua y barro en el suelo, el techo es de altura irregular y te puedes dar un buen golpe en la cabeza si no vas con cuidado.
El final es espectacular, con un sorprendente panorama de bosque tropical y el agua de la altísima cascada cayendo sobre una laguna de color azul intenso. Cuando llegamos había cinco o seis personas; luego, se fueron y nos quedamos solos durante unos minutos hasta que llegó otra pareja. La sensación de bienestar es deliciosa.
Más allá, se encuentra la levada del Caldeirao do Inferno. Se trata de un camino peligroso, que hay que tomar con bastantes precauciones y que lleva un par de horas más de ida y otras tantas de vuelta. No teníamos tiempo de explorar la que, dicen, es una de las levadas más espectaculares de Madeira. Otra vez será.
Regresamos a Santana y, esta vez por la carretera rápida, nos dirigimos a la zona occidental, al pueblo de Caniçal, antiguo centro ballenero, donde se rodaron escenas de la película Moby Dick. Las capturas de estos cetáceos se prohibieron, al igual que las de delfines y focas, en 1981, cuando se declararon las aguas de Madeira zona de protección para mamíferos marinos. Se puede visitar el Museo de la Ballena. El pueblo en sí no tiene mucho de particular salvo las vistas sobre la Ponta de Sao Lorenço. Eran cerca de las 9 de la noche y queríamos cenar en uno de los restaurantes de la zona del puerto (el pesquero, no el comercial). Entramos en las Muralhas: pulpo a la vinagreta, bolo de caco y pescado local (no recuerdo el nombre, bodio o algo así). Estaba todo muy bueno y fue bastante barato.
Ya de noche, por la autopista, llegamos al hotel en menos de una hora. Viene bien la vía rápida para volver a “casa”. Fue la primera vez que pasamos por debajo de la pista de aterrizaje del aeropuerto.
Ya de noche, por la autopista, llegamos al hotel en menos de una hora. Viene bien la vía rápida para volver a “casa”. Fue la primera vez que pasamos por debajo de la pista de aterrizaje del aeropuerto.
Pongo un mapita del recorrido de hoy.