Paro: de los tigres voladores a los perros ladradores ✏️ Travel Journeys of BhutanNuestro hotel en el paso de montaña Dochu La, justo frente al Himalaya, nos debería regalar unas vistas impresionantes, pero.......... amanecía muy nublado, y sólo podíamos ver los valles y montañas cercanos, no las altas cumbres. Además, teníamos...Travelogue: Por los monasterios y bosques de BUTAN⭐ Points: 5 (30 Votes) Travelogues: 9 Localization: BhutanNuestro hotel en el paso de montaña Dochu La, justo frente al Himalaya, nos debería regalar unas vistas impresionantes, pero.......... amanecía muy nublado, y sólo podíamos ver los valles y montañas cercanos, no las altas cumbres. Además, teníamos que salir temprano, porque a las 8 cortaban la carretera a Thimphu por las obras. Algunos grupos de turistas madrugadores llegaban para desayunar en nuestro hotel y asomarse a la terraza. Pema aceleraba a tope para llegar a tiempo. Aquellas curvas ya no parecían tan pronunciadas después de lo visto en el centro del país. Con menos baches, y más ancha, cuando terminen de arreglarla ya no supondrá tanta tortura. De Thimphu a Paro nos parecía una autopista, tan amplia que cabía holgadamente un vehículo en cada sentido. El relieve menos abrupto permitía unas curvas más suaves. El valle era más ancho, la vegetación menos abundante, y los accesos a las laderas menos dramáticos, los cultivos crecían en soleadas terrazas. Tras el fin de semana se había reanudado la actividad escolar, y volvíamos a encontrarnos con muchos niños que caminaban por la carretera cargados con su mochilita, su bolsa de comida, y vestidos con sus elegantes trajes, para dirigirse a las escuelas. Al pasar por el aeropuerto de Paro, como estaba a punto de aterrizar un avión, habían cortado la carretera, desviándonos por una explanada irregular de tierra, donde cada coche, sin ningún orden, salvaba aquellas zanjas. Recorríamos el valle de Paro en paralelo al Paro River, como no, de un bonito color azulado. A nuestra derecha quedaba el Dzong de Paro. Ni siquiera en esta ancha y casi recta carretera dejaban de cruzarse las vacas. Los niños practicaban sus actuaciones para rendir homenaje al cuarto rey, que celebra mañana su 60 cumpleaños. Deslumbraba la blanca silueta del Jomolhari, de más de 7000 metros de altura. Tras otros 30 minutos en coche desde el pueblo, estábamos aparcando en el punto de comienzo del camino al monasterio del Nido del Tigre, el Taksang Lhakhang. Lucía el sol, ni una nube. Desde la explanada de inicio del sendero ya divisábamos la cantidad de monasterios colgados sobre las montañas. El comienzo era fácil, aunque en subida, a 2600 m de altura, entre pinares combinados con otras especies de vegetación. En pocos minutos llegábamos a un molino que, con agua del río, movía cilindros de oración. Una pequeña cascada refrescaba el ambiente. Ascendíamos y ganando altura. La vegetación se iba diversificando y el paisaje se iba abriendo. Esta es la visita más famosa en Bután, y se notaba en la afluencia de gente. Y mucha gente mayor, que iba sufriendo de lo lindo. Lo peor era el horrible olor de la mierda de caballo. Y es que ofrecen caballos para subir el primer tramo, y, claro, hay gente que los usa. Tras 40 minutos de subida, y a 2930 m de altura, una cafetería con extraordinarias vistas al monasterio colgado sobre el precipicio, nos servía como punto de descanso. Tea time. Aunque, en realidad, cansados no estábamos. El bosque se iba coloreando. Los rojos, naranjas, amarillos y verdes de las hojas competían en colorido con las banderas de plegarias. Numerosos monasterios o casas de meditación emergían en recónditos lugares. En otros 40 minutos llegábamos al siguiente view point. El monasterio estaba ya muy cerca y las vistas eran realmente impresionantes. Imponente ubicación, encajado en la roca sobre un precipicio que cae verticalmente 900 m sobre el valle. Estábamos a 3100 m. Por unas escaleras descendíamos hasta una altísima cascada, para volver a subir por escalones hasta los 3100 m del monasterio. Fantásticas vistas. Total, que en 2 horas habíamos llegado. No es el único monasterio en estas montañas. Las cumbres están repletas de ellos, y de centros de meditación, pero Taktsang es el más importante y venerado. Recorriendo las ornamentadas y coloridas dependencias, íbamos percibiendo cómo éste es el lugar en el que el solape de magia y religión alcanza su máxima expresión. La historia de la llegada de Guru Rinpoche desde el Tíbet montado sobre una tigresa voladora convirtió el lugar en sagrado. Guru Rinpoche introdujo el budismo en Bután en el siglo VIII, y en torno a la cueva en la que se dedicó a meditar durante más de 3 años fue construido el monasterio Taktsang. Pinturas sobre la roca viva, budas de ojos rasgados, dioses con rostros plácidos, o caras de monstruos de ojos muy abiertos y dientes amenazantes. El tigre tenía su propia cueva. Era la última vez que Sonam se colocaba el fular blanco en nuestra presencia. Se lo había puesto montones de veces, en cada visita a un monasterio o un dzong, es obligatorio para todos los butaneses. Tras reanudar la marcha y descender hasta la cafetería para comer, tal era la variopinta mezcolanza de razas que nos entreteníamos intentando adivinar la procedencia de cada uno: yo creo que estos son australianos, aquellos yanquis, esos otros tal vez vietnamitas o malayos. El descenso continuaba hasta el aparcamiento. Desde abajo podíamos distinguir la característica cara de león labrada en la roca. El Dzong de Paro está situado al lado del río, y rodeado de un bonito parque. Recorrer sus alrededores era una delicia al atardecer. Ya no nos apetecía entrar a visitar más monasterios. Preferíamos rehuir de plácidos budas y enfurruñados dioses y dedicarnos a rastrear el ambiente más terrenal, el discurrir de la vida a pie de calle. Con un paseo por Paro, prácticamente despedíamos nuestra estancia en Bután, sorteando vacas por la calle, que también pastaban en el parque infantil. En ningún otro lugar del país habíamos visto tanta gente vistiendo vaqueros o ropa occidental. Tiendas de todo tipo, arquitectura tradicional, andamios de bambú, perros callejeros, monjes budistas, chiles secándose en las ventanas, cilindros de oración, mercados de granjeros, templos, y muchos niños. Fachadas de estilo butanés, adornadas con ventanas de madera y dibujadas de flores, frutas, plantas, animales o penes. Indios trabajando en precarias condiciones, butaneses viviendo la vida tranquilamente. El valle, el río, los bosques, las montañas…..una buena síntesis de lo que nos hemos encontrado en Bután. Y por supuesto, nadie fumando en la calle. Fumar en público está prohibido en el país. Los perros de Paro se comportaban igual que los de Thimphu. Dormían durante el día. Al atardecer comenzaba su actividad, se despertaban, se juntaban y parecía que hablaban entre ellos, o más bien discutían, con sus ladridos a voces. Nuestra interpretación era que su comportamiento correspondía al estado natural de animales salvajes. En el mundo civilizado, los perros tienen dueño, y siguen los horarios de sus dueños, no sus horarios innatos. Los animales salvajes dormitan durante el día y se activan por la noche……..así actuaban estos perros. El Rema Resort de Paro era el hotel para nuestra última noche en el país. Estupendo lugar con vistas al valle de Paro. Nos vestimos de butaneses, y cenamos con Sonam y Pema para despedirnos. Noche de estrellas, en la que mi mente se mantenía tan despierta como ellas, montones de imágenes y de experiencias desfilando por mi cabeza. Madrugón para llegar al aeropuerto. Desayuno mientras adornaban el altar de homenaje al amado cuarto rey por su 60 cumpleaños. Ese delirio amoroso parece no habérselo ganado todavía el quinto rey. Apoteosis final volando cerca del Himalaya. No sé si el índice de la felicidad funciona, pero lo que puedo asegurar es que todos los butaneses que conocí están muy orgullosos de vivir en su país. Pero.......aún no nos vamos a casa. Continuamos viaje por Nepal: www.losviajeros.com/ ...hp?b=11291 Mi blog: masrutasymenosrutinas.com/butan/ Index for Blog: Por los monasterios y bosques de BUTAN
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