Comunidad Maya Chortí y aguas termales Luna Jaguar ✏️ Diarios de Viajes de Honduras

---

Como siempre, con las primeras luces del día, me despierto, y eso que aquí sobre las cinco de la madrugada ya empieza a clarear, pero debo de tener algún instinto animal, que me dice que me levante. Me hago un poco el remolón en la cama, y para arriba. Veo a Inma que duerme plácidamente y me sabe mal molestarla, a ella todavía le queda tiempo. Me visto, cojo algo de dinero y a eso de las seis me voy a dar una vuelta.

En ese momento el pueblo ya está a toda marcha, cantidad de hombres y mujeres que se disponen a ir a trabajar, la gran mayoría en el campo. Ellos con el típico atuendo campero, pantalones y camisetas desaliñados y eso sí un gran sombrero de cowboy y algunos de ellos con sus herramientas en la mano.
También observo la gran cantidad de niños que se dirigen al colegio, muchos ataviados con el típico uniforme. ¡Ah por cierto!, no os he comentado que en este pueblo lo típico eran unas pequeñas moto-taxi, como carromatos o el típico tuc-tuc de Asia y estos pasaban a toda leche sorteando la gente para intentar hacer rápido el servicio y volver a cargar. No olvidemos que es un pueblo que nace del Parque Central, y partir de ahí, son todo calles empedradas, casi todas en cuesta y bastante estrechitas, por lo que este tipo de transporte es el ideal para moverte por allí.

Descubro una cafetería abierta y pido un café para llevar, el cual degusto en el Parque Central mientras observo el ir y venir de las personas. Miro el reloj y veo que ya es hora de ir a despertar a la Bella Durmiente, apuro mi café con leche, por cierto delicioso, luego descubriría que estamos en la zona cafetera por excelencia de Honduras, y que el café de Copán, es el más demandado y el de más fama, incluso para la exportación.

De nuevo vamos a un sitio muy bonito a desayunar, con unos jardines preciosos y a llenar el estómago, pues hoy nos espera una ruta a pie para ir a visitar una comunidad maya, la de los “Chortí”, unos descendientes directos de los mayas que viven aislados en la montaña, a unos kilómetros del pueblo de Copán Ruinas.

Iniciamos la ruta desde el mismo pueblo y vamos pasando por diversos paisajes, descubriendo la variedad de aves que hay por estos lares y nos adentramos poco a poco en la montaña y tras unos cuantos kilómetros y un fuerte repecho final llegamos a la comunidad maya de los chortís. Al llegar nos reciben un gran grupo de niños que nos quieren vender a toda costa la artesanía que fabrican sus madres con las hojas del maíz, que luego también pintan y decoran y que ellos también ayudan a confeccionar. Los niños rodean y asedian literalmente a Inma, ya que yo les hago saber que ella es la encargada para estos menesteres, aprovechando el momento para preparar un puñado de chucherías que habíamos traído desde España, precisamente para momentos como estos. Sobra decir el follón que en ese momento se forma a mi alrededor, ahora soy yo el asediado y trato de poner un poco de orden ante tamaña manifestación y aunque a duras penas, consigo repartir de la forma mas ecuánime todas las chuches que llevaba.

Nos damos un paseo por el poblado, siempre rodeados de un nutrido grupo de niños y descubrimos la escuela, y las formas de vida de esta gente, llegándonos hasta un pequeño taller de telares, donde de forma artesanal y gracias a una cooperativa de mujeres, se confeccionaban todo tipo de bufandas, fulares y demás. Nos explican que gracias a una donación de una mujer extranjera, no recuerdo la nacionalidad, pudieron montar este pequeño taller, que les permitía sacar algo de dinero y que complementaba el duro trabajo diario en el campo. Inma compra tres de estas bufandas, una para ella y otras dos para las madres y yo que lógicamente no quiero nada, pienso que al menos en algo habremos contribuido en su maltrecha economía.

Seguimos el paseo esta vez hasta un grupúsculo de ruinas que están en medio de la montaña y que si accediéramos por la entrada principal, tendríamos que pagar entrada, pero como lo hacemos desde terreno chortí, ellos tienen derecho de paso y nada ni nadie nos impide llegar hasta allí. Esta vez hemos sido acompañados por tres niños quienes en todo momento nos demandan una pelota de fútbol, unos “tacos”, que es como ellos llaman a las botas de fútbol o cualquier otra cosa relacionada con el deporte rey. ¡Qué más quisiéramos nosotros que haber podido cargar con todo eso!, una pena porque sólo con poderles haber visto la cara de felicidad hubiera sido una gran recompensa.

Una vez en este pequeño y reducido grupo de ruinas, los niños nos deleitan, cantando el himno de Honduras en su idioma maya-chortí y luego también en español. Desandamos todo nuestro camino hasta el poblado y allí ¡oh sorpresa!, nos está esperando Julio nuestro conductor, para bajarnos a Copán. Eso sí la furgoneta aún está un poco alejada, porque llegar hasta allí con vehículo era una misión imposible.

Otra vez es la hora de la comida y esta vez Julia nos propone probar las “pupusas”, nos explica que es una comida típica de El Salvador, pero que también se comía por aquí, lógicamente le decimos que sí. Ingenuos de nosotros pensábamos que íbamos a ir a algún restaurante, pero nada más lejos de la realidad, esta vez la muestra culinaria fue en un puesto callejero de comida, donde una señora mayor a las puertas de su “casa”, nos preparó las famosas pupusas que degustamos sentados en unas mesas que allí habían como en un pequeño descampado y rodeados de la fauna local. Las pupusas están hechas con harina de maíz y se rellenan al momento del ingrediente o ingredientes que uno quiera: pasta de frijoles, cuchifrito, quesillo, loroco (parecido a la espinaca), pollo,…etc, y luego se sirve acompañado de encurtidos que preparan ellos mismos y algo de verdura, col,.., en definitiva una muy grata experiencia.

Como teníamos toda la tarde libre decidimos hacer una visita a unas aguas termales llamadas Luna Jaguar, pero esta vez sólo nos acompaño Julio nuestro conductor. El camino hasta allí fue toda una aventura, era una pista de montaña con unas condiciones un tanto regulares y se iba adentrando en la montaña casi hasta la frontera con Guatemala, deleitándonos con unos paisajes espectaculares. Tardamos casi dos horas en llegar, aquello parecía el fin del mundo, pero al final llegamos.

Después de la jornada nos dimos cuenta que el motivo de esa excursión que eran las aguas termales, había quedado en un segundo plano debido a la aventura que supuso el ir y volver de ellas. No por ello voy a dejar de mencionar, que si bien eran unas aguas termales como otras tantas puedan haber, aquí lo bonito era el entorno en el que se encontraban, totalmente rodeados de una vegetación exuberante que hacían de aquello una estancia bucólica.

Volviendo a la aventura, de entrada comentar que nos fue muy grato poder charlar directamente con Julio, nuestro conductor particular, ese garífuna con un carácter alegre, extrovertido y jovial y con el que compartimos largas charlas de distintos temas. Nos explicó como con muy poco dinero nos podríamos ir a vivir allí y montar cualquier negocio, pero por otro lado nos manifestó su deseo de poder ir a buscarse la vida a otro país como podría ser España, pero nosotros le explicamos como está la situación ahora e intentamos hacerlo desistir, en fin una conversación muy edificante.

Bueno, como anteriormente había explicado esta excursión fue toda una “experiencia”, de entrada cuando íbamos de camino a las aguas, y al pasar por un pequeño núcleo de casas, antes de llegar a ellas vimos a una persona tirada en la cuneta. Enseguida Julio se apresuró a decir que seguramente estaría borracho y que se preparara cuando lo cogiera su mujer y no le dimos mayor importancia, continuando nuestro viaje hasta las aguas.

Una vez acabado nuestro reconfortante baño y cuando tratábamos de salir de la finca donde están las aguas termales, cosa que durante unos interminables minutos parecía que iba a ser imposible, ya que la furgoneta patinaba sobre todo el musgo que había en la carretera y como era una cuesta muy muy empinada y hacía que fuera casi imposible salir de allí, pero tras varios intentos fallidos, Julio, gran conductor nos sacó del atolladero, nos abordó un individuo quien suplicó a Julio le llevara tras un taxi que acababa de abandonar hacía unos minutos, ya que se había llevado el bolso de otra señora que junto con él y su mujer compartían el taxi.

Por cierto venían del hospital de dar a luz su mujer y para que veáis que siguen existiendo buenas personas, aquel buen hombre no quería quedarse con algo que no era suyo y que dada la necesidad existente pudiera ser de gran valor para la otra señora.
Total que al final subió delante junto a Julio y seguimos nuestro camino. ¿Os acordáis de aquella persona que habíamos vista tirada en la cuneta?, pues ya os digo que de borrachera nada de nada, al volver a pasar por allí casi tres horas más tarde, estaba todo rodeado de policías y aunque no quería mirar, no lo pude evitar y me pareció que le habían pegado dos tiros en la cabeza, también me pareció escuchar entre murmullos a Julio y al otro hombre que llevaba las manos atadas a la espalda, y una afirmación algo parecida a esto: “ …al final el que la hace, acaba pagándola”.

Impactados por lo visto continuamos con el camino de regreso, porque además ya faltaba poco para que anocheciera. ¡Por fin! y después de varios kilómetros conseguimos alcanzar al taxista que había parado un momento y allí nos despedimos de este hombre no sin antes desearle mucha suerte, por el camino nos habíamos enterado que tenía un cafetal, pero que lo que producía se lo pagaban a un precio irrisorio las grandes compañías, haciéndole ver nosotros que en España ocurría algo parecido con los agricultores.

Bueno ya debía de faltar poco para llegar a Copán, pero la aventura iba a continuar y como si la mano del destino no quisiera que acabara este interminable día, pinchamos una rueda, por lo que aunque Julio intentó apurar a toda velocidad la posibilidad de llegar al pueblo, esto nos fue del todo imposible y tuvimos que pararnos a la altura de un pequeño colmado, justo en la puerta de un colegio privado, en cuya puerta rezaba un cartel de prohibido entrar armas de fuego. Al minuto salió un guardia privado con un pedazo de escopeta, rifle o lo que fuera, para ver que pasaba allí, apurándome yo en explicarle que habíamos pinchado y que íbamos a cambiar la rueda y nos marchábamos lo antes posible, a lo que asintió con la cabeza. Del colmado de enfrente se apresuró a venir un niño, quien al mirarme de arriba a bajo exclamó: ¡tú eres un gringo, verdad!, a lo que yo le contesté que no, que yo era un turista. El me miró con cara de extrañeza, y tuve que explicarle lo que era un turista, pero no me prestó demasiada atención. A todo esto ya era casi de noche y tuve que meterme bajo de la furgoneta para echarle una mano a Julio, cosa que agradeció y sirvió para que acabáramos más rápido. Ya con noche cerrada llegábamos a Copán, a nuestro hotel, sanos y salvos, pero aún quedaba la noche.

Una vez duchados y aseados, nos vestimos y salimos para cenar, esta vez como la comida fue mucho más pronto sí que teníamos hambre. Una vez en el Parque Central, nos vimos a Julia y nos acompañó para presentarnos a unos amigos rastafaris de El Rasta, y como él (o por lo menos eso decía), artesanos. Inma estuvo viendo los colgantes, sortijas y demás, y ¡como no!, acabó comprándoles una sortija, por lo que quedaron muy agradecidos. Después de una deliciosa cena, con sus cubalibres incluidos y cuando volvíamos hacia el parque para coger una moto-taxi, (esta vez me había propuesto no subir la dichosa cuestecita) , nos encontramos de nuevo con Julia, El Rasta y “otro rasta” amigo de ellos y empezamos a entablar una conversación que por momentos se fue animando, tocamos todos los palos, pero sobretodo hablamos de política, ¡imaginaros hablando de política!, sindicatos,… y ya eran casi las doce de la medianoche. Tan absortos nos habíamos quedado, que cuando nos dimos cuenta no había ni un alma en la calle y por supuesto ya no quedaba ninguna moto-taxi, así que de la cuesta no nos salvaba nadie.

Cuando íbamos a media cuesta, me doy cuenta de que dos personas nos han visto y corren tras nosotros para alcanzarnos, en ese momento le digo a Inma que se pare y no haga ni diga nada, (sobra decir que ella no se había percatado de nada). Falsa alarma, se trata de dos chavales adolescentes que llegan tarde a casa y que cuando pasan a nuestra altura nos saludan, a lo que yo les respondo con una broma: “corred vosotros que sois jóvenes, que nosotros tenemos que ir mas despacito”. ¡Qué malos son los prejuicios y como nos condicionan!. De nuevo llegamos a nuestro hotel, saludamos a un hombre que está en la entrada y a la habitación a dormir que mañana nos espera un nuevo día. ¡Qué día más largo e intenso y esto es sólo el principio del viaje!.

---