Aprovechando que el dos de mayo era festivo en Madrid (no sabíamos que también lo era en media España ), hicimos una mini escapada de dos días por tierras cacereñas. La idea era volver a visitar Guadalupe puesto que habíamos olvidado completamente lo que allí vimos hace… ni me acuerdo cuantos miles de años . Además, añadimos unas paraditas breves en la cercana comarca de las Villuercas, donde visitamos algunos de los “geositios” del Geoparque de Villuercas-Ibor-Jara, aunque no todos los que nos hubiese gustado. Realmente son formaciones muy interesantes geológicamente hablando (aprendes mucho leyendo las explicaciones de cada lugar) y espectaculares en cuanto a paisaje.
El perfil de nuestro recorrido fue más o menos el siguiente, sacado de GoogleMaps. En primer lugar, desde Madrid a Navalmoral de la Mata por la A-V. Son 184 kilómetros que se hacen cómodamente en unas dos horas.
Decidimos hacer un recorrido circular, volviendo por Talavera de la Reina, eso ya depende de cada cual, dependiendo de su lugar de procedencia. Por este itinerario (puede ser más corto si no se va a Cabañas del Castillo), para la ida se hacen unos 117 Km desde Navalmoral de la Mata hasta Guadalupe. El regreso hasta Talavera son 111 Km por la N-502, a los que hay que añadir los 121 Km. desde Talavera a Madrid ya por la A-V.
Este es el perfil de GoogleMaps del itinerario de la excursión propiamente dicha.
Nada más deja la A-V, en la salida 171 de Navalmoral de la Mata, tomamos la EX – 118, que va a Guadalupe y unos pocos kilómetros después hicimos nuestra primera parada.
LOS MÁRMOLES DE AUGUSTÓBRIGA.
Augustóbriga fue una ciudad romana, cuyas ruinas quedaron bajo el agua cuando se construyó el Embalse de Valdecañas. Solamente se salvaron los restos de dos templos, que fueron traslados piedra a piedra a lo alto de un cerro para salvarlos de la inundación. Popularmente se conocen como “los mármoles”, aunque están construidos en granito.
Merece la pena detenerse al menos cinco minutos a echar un vistazo. Hay un espacio acondicionado, en la zona izquierda de la carretera, según se va hacia Extremadura, nada más pasar el puente sobre el embalse. Además, con el día espléndido que teníamos, el verde del campo, el azul del agua y el cielo, las florecitas y Gredos nevado al fondo, la verdad es que el conjunto quedaba de lo más resultón.
GEOPARQUE DE VILLUERCAS-IBORES-JARA.
Enseguida vimos la señal de entrada a la comarca de las Villuercas y también otro que anuncia el Geoparque de Villuercas-Ibores-Jara. Antes que nada conviene saber qué es un geoparque. De acuerdo con su página web, se trata de áreas naturales que conservan un patrimonio geológico singular, un típico modelado del paisaje y parajes en los que las rocas, los minerales o los fósiles pueden explicar a sus visitantes la historia de la tierra en ese lugar. Un geoparque promueve la investigación y la conservación del medio natural, e impulsa el desarrollo social y económico de los núcleos poblaciones que comprende favoreciendo el llamado “geoturismo”, atrayendo a personas amantes de la naturaleza.
El Geoparque de Villuercas-Ibores-Jara es un macizo montañoso bastante extenso (2.544 km2), situado en el suroeste de la provincia de Cáceres, entre los ríos Tajo y Guadiana, cuyo punto más alto es el Pico de la Villuerca, de 1.601 metros. Este conjunto está catalogado como Geoparque Mundial UNESCO desde 2015 y cuenta con 44 geositios, es decir, puntos de especial interés geológico que se pueden visitar, algunos son más sencillos y otros más complicados de llegar, pero todos están explicados y resultan muy interesantes. Hay un mapa y un listado de los geositios en la página web del Geoparque con folletos informativos descargables de cada geositio, en los que se señala sus características, su localización y la forma de acceso, lo cual está muy bien para determinar cuáles se quiere o interesa visitar según los gustos y el itinerario que lleve cada cual. Es aconsejable consultar previamente el catálogo porque hay accesos más o menos complicados, que pueden ser rutas a pie, en coche, un mirador o, simplemente, el paisaje que nos rodea mientras hacemos nuestro viaje por la carretera.
Vimos carteles explicativos con los geositios y su localización en varias poblaciones de la comarca. Aquí pongo unas fotos de los que encontramos en la localidad de Berzocana. La información adicional, como ya he dicho, se puede consultar en la página web del geoparque.
En una visita tan corta, pudimos ver sólo unos pocos porque el tiempo no daba para más, pero todos fueron muy interesantes.
CASTAÑAR DE IBOR.
Nuestra siguiente parada fue en esta localidad de unos 1.000 habitantes, la más poblada de la comarca. Aquí se encuentran varios geositios, como las “Cuevas de Castañar”, que actualmente están cerradas al público, y la “Raña de las Mesillas”, que se puede ver observando simplemente el campo circundante pues son los suelos rojizos en los que abundan cantos rodados y areniscas, aprovechados para cultivos de secano.
Suelos rojizos y pedreras en el entorno de Castañar.
Sin embargo, nuestro objetivo principal era llegar al geositio número 31, la “Chorrera de Calabazas”. Hasta allí se accede haciendo una ruta de senderismo muy agradable
Ruta de la Chorrera de los Castaños y la Chorrera de Calabazas.
La caminata parte de un camino que enlaza con una pista de tierra situada frente al Hotel-Restaurante Solaire, donde compramos unos bocadillos para comer. Tiene una longitud de 7,5 kilómetros ida y vuelta desde este punto (la señal debe ser desde el centro del pueblo) y se tarda en torno a dos horas y media.
Vista de Castañar de Ibor desde la pista de tierra.
La primera parte es en subida continua por la pista de tierra hasta el Collado del Postuero, entre castaños y robles, desde cuya cima se tiene una buena vista del Camorro de Castañar. La pendiente no es excesiva, pero es continua durante unos 45 minutos y aunque se me hizo un poco pesadita al final me sirvió para confirmar que estoy casi curada de una pequeña afección asmática que he padecido y, además, para contemplar un entorno magnífico porque el campo estaba especialmente hermoso en una jornada de sol espectacular, con el cielo azul intenso y la hierba verde fosforito, salpicada de todo tipo de florecillas.
Superado el alto, continuamos flanqueados por encinas, alcornoques, quejigos y enebros, hasta que llegamos a los Castaños de Calabazas, un conjunto de 17 castaños y 1 quejigo de porte monumental, algunos con más de 700 años y con hasta 8 metros de diámetro; algunos, incluso, tienen nombre propio, como El Postuero y el Hueco, de porte realmente impresionante.
El último kilómetro continúa por una senda paralela al arroyo de las Calabazas (se refiere al nombre que los lugareños daban a las pedreras que hay en la zona), que corría muy alegre formando pequeñas cascaditas, con helechos y algunos ejemplares de loro (prunus lusitánica), especie poco corriente en la península, de los que se conservan entre siete y ocho mil en el Geoparque. Estaba tan exuberante, que la vegetación casi se comía el senderillo.
Finalmente se llega a la pared vertical por la que se desliza la chorrera si el arroyo lleva suficiente agua. Tuvimos una suerte inmensa porque había llovido durante la semana y la cascada estaba preciosa, con dos chorros a falta de uno, y unos reflejos de colores, verdes y amarillos de lo más espectacular. Según nos explica el folleto del geositio, se trata de una cascada producida por la erosión de rocas de diferente resistencia. Fue curioso porque había tanta luz que se reflejaba en la cascada el contorno de los árboles como un espejo. En cualquier caso, demasiada luz para fotografiar cascadas, así que ni por asomo se ven tan bonitas como eran en realidad.
Desde la parte superior de la chorrera se ven unas preciosas vistas del entorno y más allá. Asomados a este hermoso balcón, desde el cual podíamos ver incluso las cumbres nevadas de Gredos, tomamos nuestros bocatas.
En total, esta excursión nos llevó unas 2 horas y 45 minutos (bocatas incluidos).
Apreturas del Almonte.
Nuestro siguiente destino era otro geositio que nos encontramos de camino hacia la población de Cabañas del Castillo, poco antes de llegar al pueblo, en la carretera CC-22, poco después de pasar Retamosa. El lugar es inconfundible porque el desfiladero con sus rocas de colores llama la atención ya desde lejos.
Nada más cruzar el puente sobre el río Almonte, a la derecha en dirección hacia Cabañas del Castillo hay un apartadero para dejar los coches y unos paneles informativos. El sendero sale justamente enfrente, de un lado del puente. No tiene pérdida y el paraje es uno de los más espectaculares de la zona, tanto por la vegetación de enebros, encinas, alcornoques, fresnos, sauces y alisos como por el desfiladero fluvial del río Almonte en su recorrido hacia el Tajo del que es afluente, producido por su encajonamiento entre las rocas con afloramiento de cuarcitas armoricanas (vaya palabreja) origen de sus sorprendentes colores.
En resumen, una gozada de sitio, del que algunos, incluso, disfrutaban de un baño sin ninguna ropa: con lo fría que estaría el agua... Espero haber borrado algunas imágenes inapropiadas de las fotos
CABAÑAS DEL CASTILLO.
Este pequeño pueblo llama la atención ya desde bastante lejos por su ubicación, entre dos enormes montículos rocosos que, en la distancia, semejan los senos de una mujer.
Sinclinal de Santa Lucía – Río Ruecas.
Este geositio se contempla desde el castillo de Cabañas, cuyas ruinas coronan uno de los dos riscos, la Peña del Castillo. El otro risco, la Peña Buitrera, con unos llamativos colores amarillos, parece que es un lugar muy apreciado por los escaladores por sus paredes verticales.
Después de tomar un café, emprendimos la subida al castillo por un camino de 0,8 kilómetros, que pasa por delante de la iglesia del pueblo. El sendero es muy empinado y hay una parte escavado en roca viva muy cortante. En sí mismo no es difícil porque subían familias con niños pequeños, pero hay que extremar las precauciones porque si ha llovido puede resultar peligroso. No me parece una caminata nada apropiada para personas con problemas de movilidad, aunque se puede llegar a un primer mirador con unas vistas también espléndidas sin demasiado esfuerzo.
La Iglesia.
Pimer mirador.
A las ruinas del castillo, de origen árabe pero reformado por los cristianos, se llega tras superar una escalera metálica que conduce a lo poco que queda de la torre del homenaje, que, sin embargo, le da todo un toque al espectacular paisaje que se divisa alrededor. Nos encontramos en un mirador realmente magnífico, más todavía en un día claro, con cielos azules y campos de un sorprendente verde fosforito. Sin embargo, tal cantidad de luz era una ventaja in situ pero no tanto para las fotos. Lo cierto es que compensa el pequeño esfuerzo de la subida, que lleva unos veinte minutos o menos.
Por lo que se refiere al geositio, decir que desde aquí se contempla perfectamente el llamado Sinclinar de Santa Lucía y el relieve apalachense de la comarca, denominación que hace referencia a su semejanza geológica con los Montes Apalaches, es un ejemplo de relieve invertido.
Desde aquí, continuamos camino hacia nuestra siguiente parada.BERZOCANA.
Llegamos hasta la Playa Mayor de esta localidad de unos 500 habitantes y aparcamos un momento el coche para visitar la Iglesia gótica de San Juan Bautista, de grandes proporciones teniendo en cuenta el tamaño del pueblo. Cuenta la leyenda que en el siglo XIII un labriego encontró cerca de aquí un sarcófago de alabastro con los restos de San Fulgencio y Santa Florentina, hermanos de San Leandro y San Isidoro de Sevilla, que están enterrados en esta iglesia en un relicario donado por Felipe II. Tiene torre mudéjar y es monumento histórico nacional desde 1977.
Exterior de la Iglesia de San Juan Bautista de Berzocana.
La iglesia por dentro.
La iglesia por dentro.
Otra particularidad de Berzocana es su riqueza en yacimientos de asentamientos humanos prehistóricos con pinturas rupestres de la Edad del Bronce. Además, es famoso el llamado “Tesoro de Berzocana” (dos torques de oro de los siglos VIII-VII a.C. y una copa de bronce), que se encuentran en el Museo Arqueológico de Madrid.
Berzocana arriba a la derecha, perdida entre las flores.
Después fuimos hasta las afueras del pueblo, por la carretera que conecta Solana con Cañamero, hasta la Casa Rural de la Finca de la Sierra, a la que se llega por una pista de tierra que sale de la propia carretera, a la derecha si vamos desde Berzocana; aunque está indicado, hay que ir atentos para no pasarlo por alto. Aquí tenemos varios puntos interesantes, como, por ejemplo, el geositio de los Canchos de las Sábanas y el Lloraero, en cuya parte inferior se encuentran las cuevas con pinturas rupestres de Los Morales y Los Cabritos. En el aparcamiento donde se dejan los coches hay paneles informativos sobre las rutas que se pueden realizar. También se encuentra el Mirador de la Era, con vistas estupendas de los citados canchos y del pueblo de Berzocana. Como dice el panel informativo, nos encontramos en el bosque atlántico más al sur de España, donde se unen el bosque atlántico con el mediterráneo, “la línea entre el roble y la encina”. Además, es una zona óptima para observar rapaces y donde se puede obtener una preciosa puesta de sol.
Los Canchos desde el Mirador de la Era.
Comienzo de los senderos.
Fuimos hasta las cuevas, son unos 400 metros de distancia, en una ruta corta pero con una subida muy pronunciada hasta llegar a la entrada de las cuevas, que están separadas unos 75 metros entre sí. Se encuentran protegidas por una verja, la Cueva de los Morales en alto y con un acceso complicado, aunque se ve algo desde abajo; la Cueva de los Cabritos es completamente accesible, la verja estaba abierta y entramos, aunque no conseguimos apreciar del todo las pinturas pese a los paneles informativos exteriores, quizás fue por la poca luz.
Después hicimos una pequeña caminata de 1,1 kilómetro hasta la llamada Cabeza del Moro, una curiosísima roca que recuerda la cabeza de un hombre con turbante y que se encuentra apoyada sobre otra más grande en un equilibrio que parece imposible y cuya forma se difumina en el conjunto de rocas escarpadas que presiden un entorno realmente espectacular, donde no puedes sino pasarte un buen rato haciendo fotos.
De camino hacia la Cabeza del Moro.
Te lo pasas muy bien allí. Es muy divertido porque la cabeza aparece y desaparece mimetizada con el fondo de rocas dependiendo de donde te coloques.
Es una ruta corta, de una hora (ida y vuelta), muy fácil, por terreno casi llano y cubierto de vegetación, que ofrece unas vistas magníficas hacia los Canchos y también hacia el valle, con una buena perspectiva de Berzocana. De nuevo, la vegetación estaba impresionante, cubierta de flores, con las jaras moteando de blanco el verde horizonte. Muy bonita y fácil esta caminata, la recomiendo para todo el mundo.
La ruta se podría haber llamado "caminata entre las flores"
Después pasamos por Cañamero, donde teníamos la intención de hacer una ruta por el Desfiladero del Río Ruecas, pero ya era casi de noche y lo dejamos para el día siguiente si es que nos daba tiempo después de visitar Guadalupe.
Cañamero desde la carretera.
Aunque el siguiente geositio lo hicimos al final del viaje, después de estar en Guadalupe, prefiero incluirlo aquí para no dejar coja la etapa dedicada a las Villuercas y su estupendo Geoparque.
Estrecho de la Peña Amarilla. Fue nuestra última parada, ya de camino a casa, por la carretera EX – 102, que pasa por Alía, en cuyo punto kilómetrico 92,500 hay un gran mirador para ver otro geositio: el estrecho de la Peña Amarilla. Merece la pena pararse porque es otro punto realmente espectacular, con unas enormes rocas amarillas cortadas por el río que forma un profundo barranco.
Continúa en la siguiente etapa: Guadalupe: Puebla y Monasterio.