Ha llegado por fin el día: hoy vienen nazanin y Nasrin a Tbilisi. Tomo el bus 37 para ir al aeropuerto, donde ya me están esperando. Ver correr a nazanin para darme un abrazo enorme, no tiene precio. Tomamos un taxi (precio guiri, 35 Laris), un mercedes (aquí los taxis son normalmente vehículos de lujo) que nos acerca al apartamento en unos 20 minutos.
Dejamos las cosas, el apartamento les ha gustado, Nazanin se ducha y a pasear un poquito que es tarde para un solo día que tenemos en Tbilisi.
Tal y como estaba programado, nos acercamos hacia la zona antigua, pasamos por el puente de la paz, vamos hacia el parque Europa y nos subimos al teleférico. Ver las caras de Nazanin, contemplando con extrañeza todo, cómo miraba a la gente (“tan guapos”)… tampoco tiene precio. Parece esto el anuncio de mastercard.
El teleférico nos lleva evidentemente a la fortaleza y la madre de los georgianos, donde nos hacemos doscientas mil fotos. Yo voy con mi camiseta de I Love Iran. Casualidad nos hemos encontrado con un grupo de iraníes que viajan en un tour organizado. Uno con una camiseta igual que la mía pero I Love Shiraz. Nos lo hemos cruzado cuatro veces.
El recorrido ya es conocido. Desde arriba hemos avanzado andando hasta la zona de los baños sulfurosos y la catarata.
No podía faltar la foto con las bebidas alcohólicas:
Como Nazanin tenía hambre (SIEMPRE tiene hambre), no hemos esperado más y nos hemos sentado a comer en la plaza Maidan, en el restaurante que me recomendó Misha. Hemos almorzado comida típica: una especie de pan con lo que quieras en medio: nazanin Pollo y yo berenjenas. Nasrin una sopa de pollo, acompañado por unas patatas fritas con cebolla. Todo estaba muy rico, con el vinito correspondiente, claro.
Los planes que tenía han de adaptarse a estas dos chicas tan perezosas. Así que toca volver al apartamento a descansar. ¡¡Pero si no hemos andando nada!!
Una hora y media más tarde toca el momento de ir al shoping center: Tbilisi Mall, situado a 10 km de la ciudad. Vamos en taxi, por un precio razonable (8€, otro mercedes).
Allí hemos comprado cosas para Jazamin, para Nasrin y un montón de cosas para Nazanin. Lleno de envidia me he comprado un pantalón de chica que me ha gustado un montón y me lo he llevado puesto. Al final hemos salido hacia las 21:00 del centro comercial. Incluso nazanin ha salido cansada de tanta tienda. Yo prefiero no pronunciarme. Otro taxi que llenamos sólo con las bolsas y para casa.
De vuelta al apartamento a dejar las cien mil bolsas y a salir, que es tarde, para cenar algo en la calle bonita con música de jazz, donde cené con Elvira. Ha tocado espagueti con langostinos, dos raciones para los tres, ya que yo no tenía hambre. Ellas lo han devorado. No entiendo cómo pueden comer tanto y tan rápido. No deja de sorprenderme.
De allí hemos buscado algún sitio para bailar, pues Nazanin es lo que más desea. Hemos vuelto a Maidan y hemos entrado en el primer club con música… jodé, dónde coño he entrado… dos tías, parecían prostitutas, bailando insinuadamente a dos tíos, parecían clientes. De esta, Nasrin coge a su hija y se vuelven para Tehran.
Después del susto, andamos con más cautela. Hay muchos sitios con música de dj-s y de música en directo, pero nadie baila en los bares o restaurantes. Nos quedamos escuchando un rato en varios sitios y les propongo ir a La bohema, donde la música no es estridente y podemos sentarnos tranquilos a charlar y tomar un café. Allí estamos hasta las 1:30 en que nos echan.
Yo no tengo sueño, la verdad, pero las chicas apenas pueden abrir los ojillos, así que les propongo volver al apartamento a descansar, después de un día tan intenso para ellas.
A la vista de que los planes que tenía para el día eran demasiado ilusos y como Nasrin no quiere estar tantos días en Batumi, les propongo quedarnos un segundo día en Tbilisi que restaremos a Batumi. Nazanin acepta por no contrariar a su madre. Al fin y al cabo serán tres noches en la ciudad costera.
Por lo tanto, dejamos para mañana el plan del funicular y la iglesia ortodoxa, entre otras cosas. Contacto con Pavlo para pedirle una tercera noche en el apartamento. Hay suerte, sólo le quedaba libre esta noche adicional.
Otro posible cambio: les propongo que alquilemos un coche para nuestro viaje a Batumi (6 horas), así podremos hacer algunas escalas (Kutaisi), tendremos más libertad de movimientos si no nos gusta Batumi y podemos volver a Tbilisi parando en Borjomi sin preocuparnos de los autobuses. Mañana chequeo los precios.
En efecto, lo primero que toca hacer el día siguiente es ir a la oficina de alquiler de coches. Entre las opciones que me dan opto por un prius híbrido de cinco plazas a razón de unos 50 € el día, dejándome prorratear el quinto día, del que pago sólo 9 horas. Tenemos coche desde mañana miércoles hasta el domingo a la tarde.
También quiero chequear el vuelo a Mestia para el lunes, así que les comento para dar una vuelta por la Avenida Rustaveli, ya habrá alguna agencia de viajes por allí. El hecho es que no habían todavía paseado por esta gran Allee, con tan magníficos edificios.
Nazanin, que es más curiosa que un niño, se detiene en una pequeña iglesia ortodoxa y nos toca esperar unos 25 minutos a que termine de hablar con el padre encargado. Sólo le he escuchado preguntar si una musulmana puede hacerse cristiana ortodoxa… evidentemente, me he largado y les he dejado discutir sobre teología… ¡veinticinco minutos!
Hemos recorrido toda la avenida y viendo que les gusta ver a la gente y no dejan de sorprenderse por todo, les comento para ir al otro lado del río, a la otra gran avenida comercial de la ciudad, que está a sólo una parada de metro. Así pasamos el día, de compras, mirando a la gente más que los edificios… es curioso. Toca comer y ellas eligen un restaurante turco. Prefiero olvidarlo.
Además me entero de que los vuelos a Mestia no salen ya desde hace un mes. No me jodas, que son 11 horas de minivan.
A la tarde teníamos el plan del funicular. Me insinúan que quieren ir a descansar primero: ¡ pero qué cansancio queréis quitar, si no hemos hecho nada! Les digo que no, que hemos quedado a las cinco en el funicular con Elvira (a pesar de que ésta ya me había dicho que no le apetecía demasiado, ya que no habla inglés y prefería estar sólo conmigo; pero me vale de excusa)
En efecto, puntuales a la cinco y media (puntualidad iraní) llegamos al funi y para arriba que nos vamos. Nazanin tiene dolor de cabeza (imagino por el enorme esfuerzo del día) y su madre se contagia. Es lo que tiene ir con ellas… Total, que nos toca descansar en el parque una horita. Al menos, mejor que hacerlo en casita.
Ya recuperadas, nos montamos en varias atracciones (1’80€ atracción), si bien son un poco temerosas. La más atractiva, tal vez, la noria, que ofrece unas vistas bonitas de la ciudad.
Evidentemente me preguntan por Elvira, pero les digo que se va retrasando… hasta que han pasado tres horas y cuento que ella ha cambiado de opinión al final. De hecho, en realidad, Elvira había venido hasta Tbilisi, incluso había llegado al funicular, pero la vergüenza de no hablar inglés y estar con gente extraña le ha vencido y se ha vuelto a casa. El final de la historia, unos párrafos más abajo.
En definitiva, que nos quedamos a cenar en el restaurante con bonitas vistas que está en lo alto del funicular. Sorprendentemente, no habla inglés ni Dios. Y eso que es una de las atracciones turísticas de Tbilisi. Como son dos contra uno, en nuestra democracia siempre salgo perdiendo: yo quería tomar algo dulce. Ellas han probado por primera vez cerdo, concretamente costillas de cerdo a la barbacoa con salsa dulce.
No ocultan su cansancio, así que después de esto, toca volver hacia casa. Son las 9:00 pm.
Las dejo que vayan ellas, que yo quiero aprovechar la última noche de Tbilisi. Así que me concecto a Couchsurfing y pruebo la nueva aplicación de “hang out”. Hay un tío que está también solo, le pincho y en menos de un minuto me ha contactado para tomar unas cervezas en una horita. Jodé, que funciona la app.
Le he pedido el margen de la hora porque quería ver la fuente iluminada con música y despedirme con una vista aérea de la ciudad.
Peter, así se llama el tío, es un armario de más de 130 kg. Agradable desde el segundo número uno. Se aloja en un hostel junto a la plaza de la libertad, que paga más que yo por el apartamento. Así que le paso el número de Pavlo, para que se arregle con él.
Dejamos las cosas, el apartamento les ha gustado, Nazanin se ducha y a pasear un poquito que es tarde para un solo día que tenemos en Tbilisi.
Tal y como estaba programado, nos acercamos hacia la zona antigua, pasamos por el puente de la paz, vamos hacia el parque Europa y nos subimos al teleférico. Ver las caras de Nazanin, contemplando con extrañeza todo, cómo miraba a la gente (“tan guapos”)… tampoco tiene precio. Parece esto el anuncio de mastercard.
El teleférico nos lleva evidentemente a la fortaleza y la madre de los georgianos, donde nos hacemos doscientas mil fotos. Yo voy con mi camiseta de I Love Iran. Casualidad nos hemos encontrado con un grupo de iraníes que viajan en un tour organizado. Uno con una camiseta igual que la mía pero I Love Shiraz. Nos lo hemos cruzado cuatro veces.
El recorrido ya es conocido. Desde arriba hemos avanzado andando hasta la zona de los baños sulfurosos y la catarata.
No podía faltar la foto con las bebidas alcohólicas:
Como Nazanin tenía hambre (SIEMPRE tiene hambre), no hemos esperado más y nos hemos sentado a comer en la plaza Maidan, en el restaurante que me recomendó Misha. Hemos almorzado comida típica: una especie de pan con lo que quieras en medio: nazanin Pollo y yo berenjenas. Nasrin una sopa de pollo, acompañado por unas patatas fritas con cebolla. Todo estaba muy rico, con el vinito correspondiente, claro.
Los planes que tenía han de adaptarse a estas dos chicas tan perezosas. Así que toca volver al apartamento a descansar. ¡¡Pero si no hemos andando nada!!
Una hora y media más tarde toca el momento de ir al shoping center: Tbilisi Mall, situado a 10 km de la ciudad. Vamos en taxi, por un precio razonable (8€, otro mercedes).
Allí hemos comprado cosas para Jazamin, para Nasrin y un montón de cosas para Nazanin. Lleno de envidia me he comprado un pantalón de chica que me ha gustado un montón y me lo he llevado puesto. Al final hemos salido hacia las 21:00 del centro comercial. Incluso nazanin ha salido cansada de tanta tienda. Yo prefiero no pronunciarme. Otro taxi que llenamos sólo con las bolsas y para casa.
De vuelta al apartamento a dejar las cien mil bolsas y a salir, que es tarde, para cenar algo en la calle bonita con música de jazz, donde cené con Elvira. Ha tocado espagueti con langostinos, dos raciones para los tres, ya que yo no tenía hambre. Ellas lo han devorado. No entiendo cómo pueden comer tanto y tan rápido. No deja de sorprenderme.
De allí hemos buscado algún sitio para bailar, pues Nazanin es lo que más desea. Hemos vuelto a Maidan y hemos entrado en el primer club con música… jodé, dónde coño he entrado… dos tías, parecían prostitutas, bailando insinuadamente a dos tíos, parecían clientes. De esta, Nasrin coge a su hija y se vuelven para Tehran.
Después del susto, andamos con más cautela. Hay muchos sitios con música de dj-s y de música en directo, pero nadie baila en los bares o restaurantes. Nos quedamos escuchando un rato en varios sitios y les propongo ir a La bohema, donde la música no es estridente y podemos sentarnos tranquilos a charlar y tomar un café. Allí estamos hasta las 1:30 en que nos echan.
Yo no tengo sueño, la verdad, pero las chicas apenas pueden abrir los ojillos, así que les propongo volver al apartamento a descansar, después de un día tan intenso para ellas.
A la vista de que los planes que tenía para el día eran demasiado ilusos y como Nasrin no quiere estar tantos días en Batumi, les propongo quedarnos un segundo día en Tbilisi que restaremos a Batumi. Nazanin acepta por no contrariar a su madre. Al fin y al cabo serán tres noches en la ciudad costera.
Por lo tanto, dejamos para mañana el plan del funicular y la iglesia ortodoxa, entre otras cosas. Contacto con Pavlo para pedirle una tercera noche en el apartamento. Hay suerte, sólo le quedaba libre esta noche adicional.
Otro posible cambio: les propongo que alquilemos un coche para nuestro viaje a Batumi (6 horas), así podremos hacer algunas escalas (Kutaisi), tendremos más libertad de movimientos si no nos gusta Batumi y podemos volver a Tbilisi parando en Borjomi sin preocuparnos de los autobuses. Mañana chequeo los precios.
En efecto, lo primero que toca hacer el día siguiente es ir a la oficina de alquiler de coches. Entre las opciones que me dan opto por un prius híbrido de cinco plazas a razón de unos 50 € el día, dejándome prorratear el quinto día, del que pago sólo 9 horas. Tenemos coche desde mañana miércoles hasta el domingo a la tarde.
También quiero chequear el vuelo a Mestia para el lunes, así que les comento para dar una vuelta por la Avenida Rustaveli, ya habrá alguna agencia de viajes por allí. El hecho es que no habían todavía paseado por esta gran Allee, con tan magníficos edificios.
Nazanin, que es más curiosa que un niño, se detiene en una pequeña iglesia ortodoxa y nos toca esperar unos 25 minutos a que termine de hablar con el padre encargado. Sólo le he escuchado preguntar si una musulmana puede hacerse cristiana ortodoxa… evidentemente, me he largado y les he dejado discutir sobre teología… ¡veinticinco minutos!
Hemos recorrido toda la avenida y viendo que les gusta ver a la gente y no dejan de sorprenderse por todo, les comento para ir al otro lado del río, a la otra gran avenida comercial de la ciudad, que está a sólo una parada de metro. Así pasamos el día, de compras, mirando a la gente más que los edificios… es curioso. Toca comer y ellas eligen un restaurante turco. Prefiero olvidarlo.
Además me entero de que los vuelos a Mestia no salen ya desde hace un mes. No me jodas, que son 11 horas de minivan.
A la tarde teníamos el plan del funicular. Me insinúan que quieren ir a descansar primero: ¡ pero qué cansancio queréis quitar, si no hemos hecho nada! Les digo que no, que hemos quedado a las cinco en el funicular con Elvira (a pesar de que ésta ya me había dicho que no le apetecía demasiado, ya que no habla inglés y prefería estar sólo conmigo; pero me vale de excusa)
En efecto, puntuales a la cinco y media (puntualidad iraní) llegamos al funi y para arriba que nos vamos. Nazanin tiene dolor de cabeza (imagino por el enorme esfuerzo del día) y su madre se contagia. Es lo que tiene ir con ellas… Total, que nos toca descansar en el parque una horita. Al menos, mejor que hacerlo en casita.
Ya recuperadas, nos montamos en varias atracciones (1’80€ atracción), si bien son un poco temerosas. La más atractiva, tal vez, la noria, que ofrece unas vistas bonitas de la ciudad.
Evidentemente me preguntan por Elvira, pero les digo que se va retrasando… hasta que han pasado tres horas y cuento que ella ha cambiado de opinión al final. De hecho, en realidad, Elvira había venido hasta Tbilisi, incluso había llegado al funicular, pero la vergüenza de no hablar inglés y estar con gente extraña le ha vencido y se ha vuelto a casa. El final de la historia, unos párrafos más abajo.
En definitiva, que nos quedamos a cenar en el restaurante con bonitas vistas que está en lo alto del funicular. Sorprendentemente, no habla inglés ni Dios. Y eso que es una de las atracciones turísticas de Tbilisi. Como son dos contra uno, en nuestra democracia siempre salgo perdiendo: yo quería tomar algo dulce. Ellas han probado por primera vez cerdo, concretamente costillas de cerdo a la barbacoa con salsa dulce.
No ocultan su cansancio, así que después de esto, toca volver hacia casa. Son las 9:00 pm.
Las dejo que vayan ellas, que yo quiero aprovechar la última noche de Tbilisi. Así que me concecto a Couchsurfing y pruebo la nueva aplicación de “hang out”. Hay un tío que está también solo, le pincho y en menos de un minuto me ha contactado para tomar unas cervezas en una horita. Jodé, que funciona la app.
Le he pedido el margen de la hora porque quería ver la fuente iluminada con música y despedirme con una vista aérea de la ciudad.
Peter, así se llama el tío, es un armario de más de 130 kg. Agradable desde el segundo número uno. Se aloja en un hostel junto a la plaza de la libertad, que paga más que yo por el apartamento. Así que le paso el número de Pavlo, para que se arregle con él.