Lo primero que nos ocupa nada más levantarnos es contar las picaduras de mosquito que nos adornan, que no son pocas. Y eso que nos habíamos bañado en repelente del extra-fuerte, pero nada, deben de estar inmunizados los muy cabrones.
Hoy vamos a pasar todo el día fuera del camping. Queremos conocer varios sitios de la Provenza, que aunque están relativamente cerca, debido al espeluznante tráfico veraniego ya sabemos que la excursión nos va a ocupar todo el día. Cogemos el coche y nuestra primera parada es en Arles, a 38km.
Además de su impresionante legado romano, Arlés es mundialmente conocida por su vinculación con Van Gogh. El atormentado pintor holandés vivió aquí una temporada y retrató muchos de sus rincones.
Lo primero es aparcar, lo hacemos muy cerca del centro, toda la zona es “payant” así que sacamos el ticket en el parkímetro(1h-1€).
Enseguida llegamos a la Place du Forum, donde se encontraba el Foro romano, y alrededor de la cual giraba toda la vida de la ciudad. En ella se encuentran un montón de terrazas, entre las que destaca la del Café la Nuit, inmortalizado por Van Gogh en 1888 en su archifamoso lienzo “Terraza de un café de noche”. Se reconoce fácilmente por el tono amarillo de la fachada y por la nube de japoneses haciéndose fotos debajo del toldo.
A continuación visitamos la catedral de San Trófimo, Patrimonio de la Humanidad y uno de los mejores ejemplos del románico provenzal, siendo su mayor tesoro la portada románica.
La antigua Arelate fue una de las más florecientes ciudades de la galia romana, no en vano atesora uno de los mejores legados de arquitectura romana fuera de Roma.
Muy cerca de allí se encuentran las ruinas del teatro romano, del S. I ac. De dimensiones nada desdeñables, podía acoger a 12.000 espectadores sentados. Durante siglos fue utilizado como cantera para la construcción de otros edificios, por lo que el interior se encuentra solo parcialmente conservado, lo que no impide que pueda acoger algún que otro espectáculo en la actualidad.
Llegamos así al anfiteatro. Teníamos dudas sobre si visitar este anfiteatro o el de Nîmes, finalmente nos decidimos por este último ya que es de mayor tamaño y uno de los mejores conservados, pero, como contaré después, no fue una decisión acertada.
El anfiteatro de Arles es del S.I, fue edificado sobre una pequeña colina y podía albergar hasta 25000 espectadores. Tras el declive del imperio romano, tuvo diversos usos, construyéndose en su interior más de 200 viviendas por lo que su aspecto original se vio bastante alterado. Aún permanecen en pie varias de las torres de vigilancia que se construyeron en lo alto para su uso como fortificación en el S.VI. Damos una vuelta alrededor para ver las distintas perspectivas del exterior.
La ciudad de Arles está estrechamente ligada a Vincent Van Gogh. En la oficina de turismo ofrecen información sobre la llamada “ruta de Van Gogh” que recorre los rincones de la ciudad vinculados con él o su obra. Nosotros no nos interesamos por ella porque tenemos que proseguir con el plan del día.
La siguiente parada es Nîmes, a 32km. Llegamos sobre las 12.30h y tenemos suerte porque aparcamos enseguida y vemos que desde esa hora hasta las 14.30h no hace falta pagar. Lo primero nos tomamos unas oranginas bien frías para contrarrestar un poco el calor asfixiante que hace a esta hora.
Enseguida avistamos el anfiteatro, que es enorme. Por afuera está muy bien conservado, el mejor del mundo, al parecer, con sus dos pisos de arcadas intactos y, según dicen, también lo está el interior
La visita a Les Arenes no nos gustó nada y explico por qué: si bien es verdad que el interior está bien conservado, esto hace que sea un arma de doble filo, ya que se aprovecha para la celebración de espectáculos (conciertos y corridas de toros, entre otros) lo que conlleva el acondicionamiento al efecto de las gradas y la arena. Tal es así, que en este momento están trabajando a toda máquina un montón de operarios montando la estructura para el próximo evento. Entre el ruido de las máquinas, los andamios, el continuo ir y venir de los obreros y las numerosas partes que tenían cortado el acceso al público, se nos deslució bastante la visita. También supongo que nuestro desencanto tenga que ver con que hace apenas 8 meses estuvimos en el Coliseo y, claro, aunque no quisiéramos hacerlo, seguro que nuestro subconsciente se dedicaba a comparar ambas construcciones, y en tal caso, nada puede hacer sombra a la maravilla de las maravillas romana.
Damos por tirados los 10€ de la entrada y nos dirigimos hacia la otra visita imprescindible en Nimes, la Maison Carré. Para llegar hasta ella ascendemos por el Boulevard Víctor Hugo, elegante avenida flanqueada por edificios decimonónicos de marcado aire parisino.
La Maison Carrée es un templo romano del SI AC extraordinariamente conservado. Se alza sobre un gran podio con una escalinata en el frente. Se compone de un pórtico hexástilo de orden corintio y una cella con columnas adosadas en la parte exterior. A lo largo de los siglos tuvo distintos usos, siendo utilizada como ayuntamiento, iglesia, archivos de la ciudad y museo.
Después nos acercamos hasta los Jardines de la Fontaine, dispuestos muy al gusto del SXIX, sembrados de parterres, estatuas alegóricas y una gran fuente monumental a la que vierten sus aguas diversos canales. De los baños que aquí se encontraban en la época romana, tan sólo se conserva en un extremo las ruinas del templo dedicado a Diana.
En lo alto de la colina asoma la Tour magna, vestigio aún en pie de las más de 80 torres que a lo largo de 7 km de murallas rodeaban Nîmes en época de Augusto. Desde lo alto de la torre hay una fantástica panorámica. Nosotros no subimos hasta ella, se nos echa el tiempo encima y tenemos que proseguir con las visitas.
Volvemos al coche y cogemos la carretera hacia el Puente de Garda, situado a medio camino entre Nîmes y Avignon. Nos topamos con bastante tráfico, cada pueblo es un hervidero de coches dado lo turístico de la zona.
Por fin llegamos al puente, había leído en el foro que en las cercanías es posible aparcar sin pagar si te alejas un poco. Intentamos encontrar algún sitio para dejar el coche y acercarnos caminando, pero nada, señales de prohibido aparcar por todos lados. Damos unas cuantas vueltas y al final decidimos no perder más tiempo y pagar el parking, 18€, tarifa plana. Antes de llegar al puente hay una zona de bares, tiendas, taquillas, baños y una mini-sala de cine en la que proyectan una película informativa sobre el monumento.
Caminamos 10 minutos y por fin lo tenemos delante. El puente de Garda, para mí quintaesencia de la maestría constructiva de Roma. Levantado alrededor de 19 a.C por Agrippa, llama la atención la ligereza, el ritmo y la armonía del conjunto. Formaba parte de la red de acueductos que llevaba agua hasta Nîmes y estuvo en uso hasta el S.III d.C. Es tal la perfección de su factura que todas las piedras encajan sin argamasa. Y ahí está, desde sus 275 m de altura 20 siglos nos contemplan.
No puedo evitar rememorar la viñeta en la Asterix refunfuña a su paso por el puente “estos romanos no hacen más que estropear el paisaje con sus construcciones modernas”
Bajo el puente discurre el río Gard, toda la zona es una cotizada zona de baño y de ocio, así como para la práctica de deportes acuáticos. Nosotros aprovechamos para comer nuestros bocatas de jamón y tomar un poco el sol. No habíamos cogido el bañador y fue una pena, porque en principio pensábamos hacer una visita rápida y no parar allí tanto rato como estuvimos, pero es que la belleza del entorno invitaba a relajarse y sobre todo a pegarse un baño. Otra vez será…
No nos apetece en absoluto marcharnos de allí, pero aún queremos visitar Avignon, a 26 km, y tenemos que tener en cuenta las horas que nos quedan de luz.
De nuevo tráfico intenso, y lo peor, Avignon está celebrando estos días el festival de teatro de Avignon, que tiene lugar en julio y es unos de los festivales de arte dramático más reputados del mundo, por lo que hay muchas calles cerradas al tráfico y la ciudad está hasta los topes. Damos vueltas un rato buscando sitio para aparcar hasta que ya cansados nos damos por vencidos y dejamos el coche en un parking (4.60€ - 1h 40min.
Atravesamos la muralla y nos adentramos en la ciudad papal. Avignon vivió su etapa de mayor esplendor a partir de 1309, cuando el Papa Clemente V se instaló aquí creando un Vaticano “paralelo”, convirtiendo así el burgo medieval en una de las ciudades más poderosas de Europa. Muestra de ello es el inmenso Palacio Papal, el palacio gótico más grande del mundo, con aspecto de fortificación cuenta con muros de más de 3m de espesor. A estas horas ya no nos es posible visitar el interior y nos contentamos con contemplar el exterior cuya fachada de piedra dorada reluce intensamente bajo el sol provenzal sentados un rato en la plaza.
A su lado se encuentra la Catedral de Notre Dame des Domes, en el alto de la cual se yergue la estatua de la Virgen, de color dorado, que con los brazos extendidos protege la ciudad. Desde los jardines que la rodean hay una bonita vista del Ródano, el macizo de les Alpilles y el famoso Mont Ventoux.
Descendemos hasta la orilla del río para llegar al puente de San Benezet, del S. XII, famoso por que tras derrumbarse varias veces, después de la última riada en el S XVII decidieron no reconstruirlo más y llega solo hasta la mitad del río. También es protagonista de una de las canciones infantiles más conocidas de Francia.
En el marco del festival de teatro las calles están de lo más concurridas. A cada paso nos ofrecen entradas para uno y otro espectáculo. Hay muchas actuaciones callejeras, algunas verdaderamente interesantes, pasamos un rato entretenido contemplando alguna de ellas.
Ya empieza a anochecer cuando nos ponemos en marcha, tenemos 85 km hasta Saintes Maries, que en distancia es poco, pero no así en tiempo. Por lo tanto llegamos al camping cuando ya es de noche cerrada, preparamos algo rápido de cena y vamos un rato a la discoteca al aire libre del camping.
Hoy vamos a pasar todo el día fuera del camping. Queremos conocer varios sitios de la Provenza, que aunque están relativamente cerca, debido al espeluznante tráfico veraniego ya sabemos que la excursión nos va a ocupar todo el día. Cogemos el coche y nuestra primera parada es en Arles, a 38km.
Además de su impresionante legado romano, Arlés es mundialmente conocida por su vinculación con Van Gogh. El atormentado pintor holandés vivió aquí una temporada y retrató muchos de sus rincones.
Lo primero es aparcar, lo hacemos muy cerca del centro, toda la zona es “payant” así que sacamos el ticket en el parkímetro(1h-1€).
Enseguida llegamos a la Place du Forum, donde se encontraba el Foro romano, y alrededor de la cual giraba toda la vida de la ciudad. En ella se encuentran un montón de terrazas, entre las que destaca la del Café la Nuit, inmortalizado por Van Gogh en 1888 en su archifamoso lienzo “Terraza de un café de noche”. Se reconoce fácilmente por el tono amarillo de la fachada y por la nube de japoneses haciéndose fotos debajo del toldo.
A continuación visitamos la catedral de San Trófimo, Patrimonio de la Humanidad y uno de los mejores ejemplos del románico provenzal, siendo su mayor tesoro la portada románica.
La antigua Arelate fue una de las más florecientes ciudades de la galia romana, no en vano atesora uno de los mejores legados de arquitectura romana fuera de Roma.
Muy cerca de allí se encuentran las ruinas del teatro romano, del S. I ac. De dimensiones nada desdeñables, podía acoger a 12.000 espectadores sentados. Durante siglos fue utilizado como cantera para la construcción de otros edificios, por lo que el interior se encuentra solo parcialmente conservado, lo que no impide que pueda acoger algún que otro espectáculo en la actualidad.
Llegamos así al anfiteatro. Teníamos dudas sobre si visitar este anfiteatro o el de Nîmes, finalmente nos decidimos por este último ya que es de mayor tamaño y uno de los mejores conservados, pero, como contaré después, no fue una decisión acertada.
El anfiteatro de Arles es del S.I, fue edificado sobre una pequeña colina y podía albergar hasta 25000 espectadores. Tras el declive del imperio romano, tuvo diversos usos, construyéndose en su interior más de 200 viviendas por lo que su aspecto original se vio bastante alterado. Aún permanecen en pie varias de las torres de vigilancia que se construyeron en lo alto para su uso como fortificación en el S.VI. Damos una vuelta alrededor para ver las distintas perspectivas del exterior.
La ciudad de Arles está estrechamente ligada a Vincent Van Gogh. En la oficina de turismo ofrecen información sobre la llamada “ruta de Van Gogh” que recorre los rincones de la ciudad vinculados con él o su obra. Nosotros no nos interesamos por ella porque tenemos que proseguir con el plan del día.
La siguiente parada es Nîmes, a 32km. Llegamos sobre las 12.30h y tenemos suerte porque aparcamos enseguida y vemos que desde esa hora hasta las 14.30h no hace falta pagar. Lo primero nos tomamos unas oranginas bien frías para contrarrestar un poco el calor asfixiante que hace a esta hora.
Enseguida avistamos el anfiteatro, que es enorme. Por afuera está muy bien conservado, el mejor del mundo, al parecer, con sus dos pisos de arcadas intactos y, según dicen, también lo está el interior
La visita a Les Arenes no nos gustó nada y explico por qué: si bien es verdad que el interior está bien conservado, esto hace que sea un arma de doble filo, ya que se aprovecha para la celebración de espectáculos (conciertos y corridas de toros, entre otros) lo que conlleva el acondicionamiento al efecto de las gradas y la arena. Tal es así, que en este momento están trabajando a toda máquina un montón de operarios montando la estructura para el próximo evento. Entre el ruido de las máquinas, los andamios, el continuo ir y venir de los obreros y las numerosas partes que tenían cortado el acceso al público, se nos deslució bastante la visita. También supongo que nuestro desencanto tenga que ver con que hace apenas 8 meses estuvimos en el Coliseo y, claro, aunque no quisiéramos hacerlo, seguro que nuestro subconsciente se dedicaba a comparar ambas construcciones, y en tal caso, nada puede hacer sombra a la maravilla de las maravillas romana.
Damos por tirados los 10€ de la entrada y nos dirigimos hacia la otra visita imprescindible en Nimes, la Maison Carré. Para llegar hasta ella ascendemos por el Boulevard Víctor Hugo, elegante avenida flanqueada por edificios decimonónicos de marcado aire parisino.
La Maison Carrée es un templo romano del SI AC extraordinariamente conservado. Se alza sobre un gran podio con una escalinata en el frente. Se compone de un pórtico hexástilo de orden corintio y una cella con columnas adosadas en la parte exterior. A lo largo de los siglos tuvo distintos usos, siendo utilizada como ayuntamiento, iglesia, archivos de la ciudad y museo.
Después nos acercamos hasta los Jardines de la Fontaine, dispuestos muy al gusto del SXIX, sembrados de parterres, estatuas alegóricas y una gran fuente monumental a la que vierten sus aguas diversos canales. De los baños que aquí se encontraban en la época romana, tan sólo se conserva en un extremo las ruinas del templo dedicado a Diana.
En lo alto de la colina asoma la Tour magna, vestigio aún en pie de las más de 80 torres que a lo largo de 7 km de murallas rodeaban Nîmes en época de Augusto. Desde lo alto de la torre hay una fantástica panorámica. Nosotros no subimos hasta ella, se nos echa el tiempo encima y tenemos que proseguir con las visitas.
Volvemos al coche y cogemos la carretera hacia el Puente de Garda, situado a medio camino entre Nîmes y Avignon. Nos topamos con bastante tráfico, cada pueblo es un hervidero de coches dado lo turístico de la zona.
Por fin llegamos al puente, había leído en el foro que en las cercanías es posible aparcar sin pagar si te alejas un poco. Intentamos encontrar algún sitio para dejar el coche y acercarnos caminando, pero nada, señales de prohibido aparcar por todos lados. Damos unas cuantas vueltas y al final decidimos no perder más tiempo y pagar el parking, 18€, tarifa plana. Antes de llegar al puente hay una zona de bares, tiendas, taquillas, baños y una mini-sala de cine en la que proyectan una película informativa sobre el monumento.
Caminamos 10 minutos y por fin lo tenemos delante. El puente de Garda, para mí quintaesencia de la maestría constructiva de Roma. Levantado alrededor de 19 a.C por Agrippa, llama la atención la ligereza, el ritmo y la armonía del conjunto. Formaba parte de la red de acueductos que llevaba agua hasta Nîmes y estuvo en uso hasta el S.III d.C. Es tal la perfección de su factura que todas las piedras encajan sin argamasa. Y ahí está, desde sus 275 m de altura 20 siglos nos contemplan.
No puedo evitar rememorar la viñeta en la Asterix refunfuña a su paso por el puente “estos romanos no hacen más que estropear el paisaje con sus construcciones modernas”
Bajo el puente discurre el río Gard, toda la zona es una cotizada zona de baño y de ocio, así como para la práctica de deportes acuáticos. Nosotros aprovechamos para comer nuestros bocatas de jamón y tomar un poco el sol. No habíamos cogido el bañador y fue una pena, porque en principio pensábamos hacer una visita rápida y no parar allí tanto rato como estuvimos, pero es que la belleza del entorno invitaba a relajarse y sobre todo a pegarse un baño. Otra vez será…
No nos apetece en absoluto marcharnos de allí, pero aún queremos visitar Avignon, a 26 km, y tenemos que tener en cuenta las horas que nos quedan de luz.
De nuevo tráfico intenso, y lo peor, Avignon está celebrando estos días el festival de teatro de Avignon, que tiene lugar en julio y es unos de los festivales de arte dramático más reputados del mundo, por lo que hay muchas calles cerradas al tráfico y la ciudad está hasta los topes. Damos vueltas un rato buscando sitio para aparcar hasta que ya cansados nos damos por vencidos y dejamos el coche en un parking (4.60€ - 1h 40min.
Atravesamos la muralla y nos adentramos en la ciudad papal. Avignon vivió su etapa de mayor esplendor a partir de 1309, cuando el Papa Clemente V se instaló aquí creando un Vaticano “paralelo”, convirtiendo así el burgo medieval en una de las ciudades más poderosas de Europa. Muestra de ello es el inmenso Palacio Papal, el palacio gótico más grande del mundo, con aspecto de fortificación cuenta con muros de más de 3m de espesor. A estas horas ya no nos es posible visitar el interior y nos contentamos con contemplar el exterior cuya fachada de piedra dorada reluce intensamente bajo el sol provenzal sentados un rato en la plaza.
A su lado se encuentra la Catedral de Notre Dame des Domes, en el alto de la cual se yergue la estatua de la Virgen, de color dorado, que con los brazos extendidos protege la ciudad. Desde los jardines que la rodean hay una bonita vista del Ródano, el macizo de les Alpilles y el famoso Mont Ventoux.
Descendemos hasta la orilla del río para llegar al puente de San Benezet, del S. XII, famoso por que tras derrumbarse varias veces, después de la última riada en el S XVII decidieron no reconstruirlo más y llega solo hasta la mitad del río. También es protagonista de una de las canciones infantiles más conocidas de Francia.
En el marco del festival de teatro las calles están de lo más concurridas. A cada paso nos ofrecen entradas para uno y otro espectáculo. Hay muchas actuaciones callejeras, algunas verdaderamente interesantes, pasamos un rato entretenido contemplando alguna de ellas.
Ya empieza a anochecer cuando nos ponemos en marcha, tenemos 85 km hasta Saintes Maries, que en distancia es poco, pero no así en tiempo. Por lo tanto llegamos al camping cuando ya es de noche cerrada, preparamos algo rápido de cena y vamos un rato a la discoteca al aire libre del camping.