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Desde Namutoni (Etosha) a Windhoek toda la ruta es asfalto, mayoritariamente por la B1, la carretera principal de Namibia que cruza el país de norte a sur como un eje. Son 540 km y unas 5 horas y media sin paradas, pero nosotros nos quedaremos un poco antes, en la ciudad de Okahandja, a 70 km de la capital.
Es una ruta monótona que de tarde en tarde sigue cortada por algún pequeño pueblo. El resto es el típico paisaje del centro de Namibia árboles y arbustos resistentes a la ausencia de agua durante largos periodos.
Cada cierto tiempo aparece una pequeña parada lateral con mesas normalmente bajo un árbol. Son zonas de picnic en las que nunca vimos a nadie. Están repartidas por todas las carreteras de Namibia.
Continuamos a siempre hacia el sur y a la izquierda dejamos la smontañas chatas del Plateau de Wartenberg, donde los herero sufrieron su derrota definitiva y hoy Parque Nacional. De vez en cuando pasamos por alguna localidad y para nosotros sería el equivalente a un pueblo mediano. El pueblo mas grande por el que pasamos es Otjiwarongo, que sería como un pueblo mediano de La Mancha, con un cierto toque namibio-alemán.
Okonjima: ¿Por sin veremos los guepardos?
A mitad de camino de nuestro destino, avistamos un cartel que pone Okonjima Reserva Privada de Animales. Es una granja que tiene algunos felinos en libertad digamos vigilada. No hemos visto ningún de guepardo (cheetah) en nuestro viaje y sé que aquí hay. Así que lo intentamos.
Por desgracia a los 100 metros nos tenemos que detener en una barrera con un guardia uniformado. Nos pregunta que si tenemos reserva. Le decimos que no, pero que nos haría ilusión ver los guepardos y leopardos. Naranjas de la China solo admiten visitas hasta las 13 y son las 15.
Sé que justo a esta hora echan de comer a los animales, pero está claro que el guardia no nos va a dejar pasar.
Así que volvemos a la carretera y continuamos hacia el sur. No tenemos reservado hotel para esta noche y faltan un par de horas para que atardezca. Nuestra idea es buscar alojamiento en Okahandja a unos 70 km de la capital con buena carretera para llegar hasta ella.
La conducción imperfecta
Eva coge mi móvil y comienza a buscar alojamiento en Booking. El hotel que teníamos pensado está lleno, pero hay uno con muy buena puntuación a unos 20 km. Yo pienso pues está bien, además solo cuesta 85 €. Sin embargo cuando lo va a reservar sale que 140€. Para asegurarse repite la reserva varias veces y unas veces le sale un precio y otras otro.
Me dice que lo mire yo que voy conduciendo. Entonces me fijo en una zona de picnic hay a la derecha.
En Namibia tienen la costumbre de indicar que se puede adelantar con el piloto derecho y que no se puede con el izquierdo. Exactamente igual que en España pero conduciendo al revés. Yo lo encuentro demencial.
Para salirme hacia la derecha pongo el intermitente derecho y el coche que viene detrás, entiende que puede adelantarme. Cuándo inicio la maniobra para salirme, el conductor de atrás me pita. Pero como lo veo que hay distancia, aunque viene acelerando, no le hago ningún caso y salgo.
Nos paramos bajo la sombra en la zona de picnic y cojo el móvil para hacer la reserva. En ese momento viene un coche en dirección contraria, conduciendo como loco y para justo a mi altura y, un señor negro con los ojos enrojecidos, empieza a gritarme: asesino, criminal, loco, sinvergüenza, todos los turistas conducen como locos... merecen morir. ¿Este tio quien es, un pantera negra? Está claro que no lo ha mandado el Ministerio de Turismo.
Junto a él iba una mujer joven también de color, que intentaba calmarlo. Yo no entendía nada.
Entonces Eva, me dice: "Es el coche que venía detrás." Y entonces lo comprendí, yo había puesto el intermitente a la derecha y él había entendido que podía adelantar.
Le hago una simple pregunta: ¿cómo hacen ustedes para torcer a la derecha si es lo mismo permitir adelantar?
El señor no estaba muy por razonar y se aleja lanzando maldiciones. A mí, me ha dado un disgusto porque efectivamente pudimos tener un accidente. Pero nadie me ha explicado cómo pueden torcer a la derecha, sin que el de atrás entienda que le están dando permiso para adelantar.
Okahandja, la ciudad de los Herero
Okahandja es una ciudad muy vinculada a la tribu herero y su historia. A tan solo 70km de la capital es un buen lugar de parada, con bastante alojamiento, si no quieres dormir en Windhoek.
Llegamos a Okahandja y nos acercamos a ver los dos mercados de artesanía que tiene la localidad. En esta ciudad se encuentran algunas de sus mejores artesanos escultores de la madera. Pese a que todavía hay sol la mayoría de los puertos están cerrados. Para ellos un domingo a las 5:30 además es demasiado tarde. Horarios alemanes.
Lo cierto es que aquí encontré la artesanía más interesante de Namibia, pero como íbamos tarde decidí dejarlo para el día siguiente las compras.
Pusimos el GPS en dirección al hotel y nos encontramos la primera sorpresa: cómo a 100 metros nos saca del asfalto y coge un camino de tierra. Al principio pensaba que era un error, pero parece que no esa es la carretera D2102. Está carretera va entre montes y ramblas. A la derecha queda un pequeño embalse y el Von Bach Dam Nature Reserve. El paisaje es bonito, pero no podemos pararnos porque está atardeciendo. En algunos puntos nos llama la atención auténticas paredes de piedra vertical, con árboles que nacen entre capa y capa.
Alojamiento en The Elegant Farmstead
Tras media hora llegamos a la granja qué convertida en elegante alojamiento rural: The Elegant Farmstead. Yo calculo que solo estamos un par de huéspedes, por los coches que hay en el parking (dos contando el nuestro).
El edificio principal fue una antigua misión. Está decorado elegantemente con bonitos cuadros, muebles que invitan a tocarlos o a sentarte. Estoy impresionado de lo bien cuidado que esta el lugar y su decoración.
En un edificio anexo está el restaurante muy elegante con vistas a la piscina y a una zona de observatorio de animales con tumbonas. El jardín además está muy cuidado. En realidad son varios jardines uno de ellos con césped qué debe ser el primero que vemos en Namibia. Alrededor se ven algunas máquinas antiguas que supongo que se debieron utilizar en la granja y que han sido restauradas y expuestas como si fuese una galería de un museo agrícola-industrial.
Hay algún problema con el registro, que se hizo con precipitación 2 horas antes: ¿habrá algun error? Ya me parecia a mi demasiado barato. Pero al final todo queda subsanado y es un problema de coordinación entre ellos, por la precipitación de la reserva.
Nos dan un chalet con habitaciones muy amplias y decorado con mucho estilo. Tenemos dos dormitorios y dos cuartos de baño, ambos muy amplios y modernos, una terraza... un sitio para quedarte un par de días a descansar.
Estoy empezando a dudar del precio. En recepción nos dicen que si queremos cenar tenemos reservar, porque ya es casi la hora. Es un poco caro, pero el menú del día, tiene una pinta impresionante, así que como es nuestra última noche en Namibia decidimos darnos un pequeño lujo.
Mientras la madre ducha a los niños, yo me acerco al mirador a ver si veo algún animal interesante. Aunque dicen que tienen jirafas y kudus, aquí no se ve ningún bicho, con excepción de dos vacas aburridas que miran con desidia una charca del tamaño de un jacuzzi. Está claro que no se puede tener de todo.
Organizamos un poco las maletas. A esta altura de viaje están completamente comidas de polvo y dentro hay un caos absoluto.
Nos acercamos a cenar ya de noche. La cena es digna de un restaurante de lujo de Europa. Todos los platos deliciosos, sabrosos y estéticamente bien presentados. Sorprendentemente nos ofrecen también una botella de vino gratis, pero preferimos declinar la invitación y beber agua. Eso devuelve la sorpresa al tejado del camarero, que no entiende que no la aceptemos y nos repite de nuevo "que es gratis", por si no lo hemos entendido.
Terminamos de comer y los niños se empeñan en meterse en la piscina, así tienes les tengo que prometer que mañana por la mañana se podrán bañar un ratito.
Desde el mirador no se ve ningún tipo de animal pero brillan las estrellas, aunque la luz de la casa molesta un poco. Esta vez sí, es nuestra última noche en África y con pena nos dirigimos de nuevo a la habitación.
Al darle las buenas noches a los niños les digo: Recordad lo afortunados que somos y las aventuras que hemos vivido.
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