A las 9 de la mañana llegó Hachin, el chico de Trocadero, con todo listo para dejarnos nuestro coche y con una bandeja de pasteles marroquíes como regalo. Eso sí, el Ford fiesta que nos dieron tenía más de 200.000 kilómetros, le faltaba un tapacubos y la bandeja trasera estaba rota, pero salvando estos detalles la experiencia de alquilar con Trocadero fue más que satisfactoria y os lo recomendamos a todos.
La carretera desde Marrakech hasta Ouarzazate es preciosa, sobre todo ahora que los Atlas están cargados de nieve. Por el camino hemos visto mucha policía haciendo controles de velocidad tal y como habíamos leído en el foro, pero como hemos sido buenos nos hemos librado de que nos den el alto. Desde la carretera comenzamos a ver los primeros pueblos que salpican las laderas de las montañas, parecen sacados de un portal de Belén.
El trayecto se hace largo porque no se puede ir muy rápido y además algunos tramos en la carretera de montaña están en obras.
Para comer nos habíamos preparado unos bocatas y no encontramos mejor escenario para montarnos el picnic que teniendo como fondo Ait Ben Haddou. Sobran las palabras para describir la vista.
Tras cruzar el pequeño río a través del puente de piedras y sacos de arena llegamos hasta los pies del Ksar. Parece mentira que esta fortaleza esté hecha de barro y sea real, parece un decorado de cine más que un lugar en el que siguen viviendo familias. Intentamos explorar todos sus recovecos hasta llegar a la parte más alta del pueblo desde la que se tiene una gran vista sobre el valle.
Al poco de comenzar la bajada nos encontramos con una terraza de revista en la que no había nadie. Entramos a la casa y preguntamos si podíamos tomar un té. Aquí pasamos un largo rato disfrutando de las vistas mientras charlábamos con el simpático chico que nos atendió.
En un principio nuestra siguiente parada prevista era en Ouarzazate, para visitar la Kasba Taurit, pero vimos que íbamos algo justos de tiempo ya que nos tomamos con tranquilidad la visita a Ait Ben Haddou. Finalmente preferimos dejar de ver Ouarzazate para llegar un poco antes a Skoura. Nos alojamos en una bonita Kasba en la que nos reciben con té y los que dicen ser los mejores dátiles de todo Marruecos.
Una vez soltamos las mochilas salimos a dar una vuelta por el pueblo. Había multitud de niños y adolescentes que salían del colegio, unos nos saludan, otros se quedan mirando y se ríen. Se nota que por aquí no pasa mucho extranjero, o al menos no tantos como en las grandes ciudades, porque llamamos mucho la atención de los locales. Nos encantan estos lugares que en principio no tienen tanto atractivo turístico pero en cambio permanecen inalterados por el turismo de masas.
En la cena nos reunimos las 8 personas que nos alojamos en la pequeña Kasba La Datte D´Or, ya que no hay muchas opciones para cenar en los alrededores. Aunque un poco cara, la cena está muy rica y es muy abundante. A la sobremesa se nos une el vecino de la casa de al lado que resulta ser el entrenador de fútbol del equipo del pueblo, un chico muy alegre y amigable. En definitiva se montó una charla muy divertida en la que nos lo pasamos genial y aprendimos un poco más de árabe.
La carretera desde Marrakech hasta Ouarzazate es preciosa, sobre todo ahora que los Atlas están cargados de nieve. Por el camino hemos visto mucha policía haciendo controles de velocidad tal y como habíamos leído en el foro, pero como hemos sido buenos nos hemos librado de que nos den el alto. Desde la carretera comenzamos a ver los primeros pueblos que salpican las laderas de las montañas, parecen sacados de un portal de Belén.
El trayecto se hace largo porque no se puede ir muy rápido y además algunos tramos en la carretera de montaña están en obras.
Para comer nos habíamos preparado unos bocatas y no encontramos mejor escenario para montarnos el picnic que teniendo como fondo Ait Ben Haddou. Sobran las palabras para describir la vista.
Tras cruzar el pequeño río a través del puente de piedras y sacos de arena llegamos hasta los pies del Ksar. Parece mentira que esta fortaleza esté hecha de barro y sea real, parece un decorado de cine más que un lugar en el que siguen viviendo familias. Intentamos explorar todos sus recovecos hasta llegar a la parte más alta del pueblo desde la que se tiene una gran vista sobre el valle.
Al poco de comenzar la bajada nos encontramos con una terraza de revista en la que no había nadie. Entramos a la casa y preguntamos si podíamos tomar un té. Aquí pasamos un largo rato disfrutando de las vistas mientras charlábamos con el simpático chico que nos atendió.
En un principio nuestra siguiente parada prevista era en Ouarzazate, para visitar la Kasba Taurit, pero vimos que íbamos algo justos de tiempo ya que nos tomamos con tranquilidad la visita a Ait Ben Haddou. Finalmente preferimos dejar de ver Ouarzazate para llegar un poco antes a Skoura. Nos alojamos en una bonita Kasba en la que nos reciben con té y los que dicen ser los mejores dátiles de todo Marruecos.
Una vez soltamos las mochilas salimos a dar una vuelta por el pueblo. Había multitud de niños y adolescentes que salían del colegio, unos nos saludan, otros se quedan mirando y se ríen. Se nota que por aquí no pasa mucho extranjero, o al menos no tantos como en las grandes ciudades, porque llamamos mucho la atención de los locales. Nos encantan estos lugares que en principio no tienen tanto atractivo turístico pero en cambio permanecen inalterados por el turismo de masas.
En la cena nos reunimos las 8 personas que nos alojamos en la pequeña Kasba La Datte D´Or, ya que no hay muchas opciones para cenar en los alrededores. Aunque un poco cara, la cena está muy rica y es muy abundante. A la sobremesa se nos une el vecino de la casa de al lado que resulta ser el entrenador de fútbol del equipo del pueblo, un chico muy alegre y amigable. En definitiva se montó una charla muy divertida en la que nos lo pasamos genial y aprendimos un poco más de árabe.