13. Altos Pirineos: Pic du Midi de Bigorre. Lourdes. ✏️ Travel Journeys of France

Según Google Maps, un total de 102 kilómetros que se hacen aproximadamente en dos horas y cuarenta y cinco minutos de viaje en coche. Mucho tiempo y es que transitar por las carreteras de montaña francesas no es nada rápido, lo cual también es cierto que favorece el disfrute del paisaje.

Itinerario de la jornada en Google Maps.

Por la mañana, el encargado del hotel nos aconsejo visitar el Circo de Troumouse, que se encuentra a unos pocos kilómetros de Gèdre y del que habíamos vislumbrado algunos retazos desde la carretera, viniendo de Gavarnie. Realmente, tiene muy buena pinta y se pude acceder en el coche a través de una pista asfaltada de peaje. Esta visita, con pequeña caminata incluida, la tenía entre las planificadas desde el principio, pero nos encontramos nuevamente con la incógnita de la meteorología. Parecía que el tiempo jugaba a regalar un día muy bueno a cambio otro regular y nuestra última jornada en Francia parecía verse amenazada por las tormentas.

Aunque amaneció despejado y con mucho sol, habíamos llegado a confiar en las previsiones dado lo acertados que habían estado los meteorólogos los días precedentes. No podíamos arriesgarnos porque era la última oportunidad de subir al Pic du Midi y ver un buen panorama desde la cima. Además, ya había pagado los tickes de acceso que saqué por anticipado en internet pues se ahorra cinco euros por persona si se compran junto con el teleférico y el telesilla de Pont d'Espagne. En fin, que dado el precio (40 eurazos) no era plan de llegar arriba y no ver nada, algo que perfectamente puede pasar con niebla. Así que después de desayunar emprendimos camino hacia la estación del teleférico, para lo cual tuvimos que dirigirnos hacia el Col del Tourmalet (2.115 metross), que ya habíamos coronado al principio de nuestro viaje. Dos días después iba a pasar el Tour de Francia por allí y nos encontramos con un sin fin de ciclistas aficionados en plena ascensión. Realmente era complicado circular por la carretera con tal cantidad de ciclistas, teniendo en cuenta que por la dirección contraria bajaban a toda mecha las que habían subido y la verdad era que a veces se ponían los pelos de punta a la hora de adelantarlos. Mucho cuidado en la subida del Tourmalet. Menos al que la carretera no es estrecha y tiene muy buen firme. Por cierto que también pudimos contemplar el tremendo impacto que produce esta etapa del Tour pues ya había decenas de tiendas y autocaravanas instaladas al borde de la carretera pese a que aún quedaban 48 horas para la etapa.

Vista de La Mongie desde el col del Tourmalet.

La estación del teleférico del Pic du Midi se encuentra en pleno descenso, en La Mongie, a unos seis kilómetros de la cima del Tourmalet. Respecto al tiempo, no sabíamos qué pensar porque según nos acercábamos iban apareciendo más nubes, que, además, se colocaban en el lugar menos apropiado . Por cierto que aparte del teleférico también se puede ascender al pico a pie, pero ni teníamos tiempo ni nos apetecía demasiado teniendo en cuenta las tentadoras comodidades ofrecidas por el teleférico, a un elevado precio, eso sí. Además, por lo que he leído, las personas que suben a pie sólo tienen permitido el acceso a una de las terrazas, pero no al resto de las instalaciones (restaurante, museo, servicios, etc.) salvo que abonen una cantidad que no conozco exactamente (creo que anda por los 20 euros) y que también incluye la bajada en el teleférico.

La Mongie.

Aunque el entorno montañoso es muy bonito, la estación de esquí con sus bloques de apartamentos me pareció espantosa, pero no deja de ser lo normal en estos lugares tan volcados con el turismo de temporada. El parking de la estación es muy grande, pero aun así tuvimos que dar un par de vueltas hasta que encontramos hueco. Por fortuna, hay mucho movimiento dado el trasiego de ida y vuelta que ocasiona el teleférico, con lo cual se acaba encontrando sitio sin mayores problemas. Es gratuito.

Desde el teleférico, La Mongie ya parece otra cosa.

El Pic du Midi de Bigorre tiene una altura de 2.876 metros. Hasta no hace mucho tiempo existía una pista que desde la cima del Tourmalet llegaba hasta unos 2.600 metros y los vehículos podían circular por ella previo pago de un peaje. Desde allí había un teleférico que iba a la cumbre pero que era de uso privado pues se terminó de construir en 1951 para servicio de los científicos que trabajaban en el observatorio. El teleférico actual es el más alto de los Pirineos, tiene 45 plazas y consta de dos secciones (hay que bajar de una cabina y subir a otra a mitad del recorrido aproximadamente). La primera va desde La Mongie (1.800 metros) hasta Le Taoulet (2.341 metros). La segunda llega hasta la estación del Pico, unos cuatro metros más abajo de la cumbre. Esta sección no tiene pilonas de sustentación y en sus 2.550 metros de longitud la vista se pierde en el panorama sorprendente que proporcionan los 300 Km de cumbres de la cadena pirenaica.

Por eso, la cuestión principal era no pillar la niebla que nos estropease las maravillosas vistas prometidas: en la estación hacía sol, pero las nubes empezaban a pasearse de manera inquietante por el cielo. Sale un teleférico cada 15 minutos y no tuvimos que esperar cola alguna simplemente la salida del siguiente. Íbamos pocas personas y pudimos observar el panorama tranquilamente desde las cristaleras. Según se iba elevando, las vistas mejoraban y a mitad del primer recorrido puedo decir que eran magnificas (lástima que en las fotos salgan algunos reflejos del cristal de la cabina del teleférico). En ese momento sentí que había merecido la pena pagar el precio del ticket.

Cambiamos al otro teleférico y la falta de pilonas de sustentación hacía que la sensación fuese muy especial, aunque no me gustó en absoluto la vista de una horrible nube justo sobre la cima del Pico.

El Pico parecía un volcán arrojando niebla a su alrededor.

La alarmante premonición se cumplió y, ya arriba, nos encontramos con que del lado izquierdo no se veía prácticamente nada salvo bruma gris. El mirador en forma de U tiene varios paneles informativos donde se indican el nombre de los picos más destacados que aparecían (entre las nubes) ante nuestros ojos por el lado derecho. También se pueden ver varios lagos. Pese a que la visibilidad no era ni mucho menos la que hubiésemos querido, por este lado, se disfrutaba de un gran paisaje.

En la cima del Pic du Midi de Bigorre, se encuentran una antena de televisión y el observatorio astronómico más alto de Europa, que se creó a finales del siglo XIX como estación meteorológica por iniciativa privada. A principios del siglo XX se decidió instalar un telescopio en el Pico, pero el desarrollo de la estación fue casi desde el primer momento una gran fuente de problemas y disensiones incluso entre los propios científicos. Llegó un momento en que los costes de gestión y mantenimiento eran tan elevados que el observatorio fue cedido al Estado francés, que lo conservó como bien público hasta su privatización para explotación turística en 1996. Toda la historia relacionada con este observatorio es demasiado larga para contarla aquí, así que a los interesados les remito a su página web, que también es muy conveniente de consultar en cuanto a horarios, recomendaciones sobre quienes tienen desaconsejada la subida (embarazadas, niños menores de 3 años, personas con problemas cardíacos), tarifas, etc. No hay que olvidar que estamos hablando de una altura de casi tres mil metros, por lo cual hay que llevar alguna de ropa de abrigo incluso en verano. A nosotros nos fue suficiente un chubasquero ligero. En la terraza mirador, hay hasta tumbonas para ver el paisaje y contemplar las estrellas y se puede reservar alojamiento en las antiguas habitaciones de los científicos, hoy reconvertidas a hotel. Había bastante gente como era de esperar en el mes de julio y dimos una vuelta entre la niebla, que apenas dejaba ver la antena de televisión.

Sobre el pontón suspendido en el aire, que se ha inaugurado hace poco tiempo, no se veía prácticamente nada, pero en las fotos daba la impresión de que me hallaba suspendida entre nubes.

Por el fondo, parecía atisbarse alguna luz, así que decidimos aprovechar para visitar el museo, lo que nos llevó unos tres cuartos de hora entreteniéndonos bastante. Por fortuna, nuestra paciencia tuvo éxito y al volver a la terraza el panorama había mejorado muchísimo y pudimos deleitarnos con unas vistas soberbias por todos los lados.

Una maraña de picos de todas formas y tamaños emergían como superpuestos en el horizonte. Pese a haber consultado el panel informativo, ahora no consigo identificar sus nombres, aunque algunos son perfectamente conocidos; pero no me importa porque son las imágenes las que se me quedarán grabadas. Impresionante, realmente.

En mi opinión, el importe pagado mereció la pena. Sin embargo, hay que asegurarse de cómo está el panorama arriba antes, para lo cual hay una cámara web a tiempo real que se puede consultar en internet.

Como era la hora de la comida (el restaurante del observatorio no nos convenció), decidimos quedarnos a almorzar en un italiano de la estación. Estuvo muy bien y no fue demasiado caro teniendo en cuenta el sitio.

El tiempo volvía a estar revuelto. Así que descartamos hacer alguna otra ruta de senderismo y decidimos echar un vistazo a Lourdes, por donde habíamos pasado varias veces en el coche aunque sin detenernos. Una de las atracciones de la ciudad es el funicular del Pic du Jer, que también ofrece espléndidas perspectivas de las montañas. Sin embargo, ya habíamos tenido bastante con las que habíamos contemplado desde el Pic du Midi y fuimos directamente al centro de la ciudad. No es fácil aparcar en el casco antiguo, pero encontramos un hueco en un aparcamiento gratuito junto a la estación y a unos pocos minutos del centro. Enseguida vimos la Oficina de Turismo, donde muy amablemente me facilitaron mapas y folletos. Luego, seguimos por el Boulevard de la Grotte, en el cual se arremolinan los hoteles, restaurantes y tiendas de souvenirs. Todo en Lourdes parece girar en torno al turismo y, en especial, el religioso.

No voy a contar la historia de las apariciones de la Virgen María a Bernardette en 1858, que dieron lugar a la construcción del conjunto de santuarios y a un enorme flujo de peregrinación, que atrae a millones de visitantes cada año, ya que es ampliamente conocida. Sin embargo, he de decir que me sorprendió el gran tamaño de la Explanada del Rosario, con la Basílica de Notre Dame, de estilo neobizantino, la cripta y, finalmente, la Basílica de la Inmaculada Concepción, desde cuyo exterior se contemplan unas bonitas vistas. El acceso al conjunto del santuario es gratuito.

Otros lugares destacados son la gruta donde se apareció la virgen, las fuentes donde se recoge el agua milagrosa, la Basílica subterránea de San Pío X, el Vía Crucis, etc.

Además, desde aquí se contempla muy bien el Castillo de Lourdes, cuyo origen se remonta al siglo VIII, sufrió el asedio de Carlomagno en el año 778 y en los siglos XI y XII se convirtió en la residencia de los Condes de Bigorre. Fue prisión entre los siglos XVII y XX, el edificio actual es el resultado de numerosas reformas llevadas a cabo durante su larga historia. No lo visitamos porque se nos pasó la hora, así que no puedo opinar sobre si merece la pena o no pagar la entrada.

No teníamos pensado visitar Lourdes, pero finalmente nos alegramos de haberlo hecho. Lo cierto es que merece la pena ver el Santuario pese a las multitudes. Por lo demás, no deja de ser la típica ciudad en la que todo gira en torno a lo mismo y nos sorprendió especialmente el enorme, pero enorme, número de hoteles que se ven por todas partes en la ciudad.

Ayuntamiento de Lourdes.